Homilía de Monseñor José Ángel Saiz Meneses en la Misa funeral en sufragio de don Miguel Ángel Ayuso Guixot, Cardenal Prefecto del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso. Catedral de Sevilla, 29 de noviembre de 2024.
Lecturas: Rom 5, 5-11; Salmo 22; Mt 5, 1-12.
«Secundum misericordiam tuam» (“por tu inmensa misericordia»). Estas palabras, elegidas por Mons. Miguel Ángel para su lema episcopal, están tomadas del Salmo 50: “Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa” (v. 3). Son palabras que expresan su espiritualidad, su vivencia, su esperanza, su confianza en el amor de Dios. Este es, ciertamente, el fundamento principal de nuestra seguridad, que Dios está con nosotros y nos ama hasta el extremo.
Queridos hermanos y hermanas presentes en esta celebración: Señores Obispos, representantes del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso, presbíteros concelebrantes, diáconos, miembros de la vida consagrada; distinguidas autoridades civiles y académicas; representantes de instituciones; queridos todos, especialmente los familiares de nuestro hermano Miguel Ángel.
“Por tu inmensa misericordia”. La misericordia es el núcleo central del mensaje evangélico, es el rostro con el que Dios se reveló en la Antigua Alianza y con el que se revela plenamente en Jesucristo. Este amor de misericordia ilumina también el rostro de la Iglesia y se manifiesta especialmente en los sacramentos y las obras de caridad. La acción evangelizadora de la Iglesia manifiesta la misericordia que Dios tiene para con nosotros, y es realizada para que tengamos vida en abundancia. De la misericordia divina brota el amor, la concordia, la auténtica paz en el corazón de las personas y en el corazón del mundo.
“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5,5). Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. Él murió por nuestra salvación. El misterio de la fe cristiana se resume en esta palabra, que alcanza su culmen en Jesús de Nazaret. Hemos sido reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, y seremos salvados por su vida. En la plenitud del tiempo Dios envió a su Hijo nacido de María santísima para revelarnos de manera definitiva su amor. Con su palabra, con sus gestos y con toda su vida revela la misericordia de Dios. La experiencia de la misericordia de Dios es la fuente principal de amor, de paz y alegría.
Así lo vivió nuestro hermano Miguel Ángel. Él experimentó el amor misericordioso de Dios, capaz de llevarle a dejarlo todo por seguir su llamada, capaz de darle fuerza para superar toda adversidad, capaz de serenar el corazón en cualquier situación, también cuando la enfermedad y la muerte nos visitan. Nació el 17 de junio de 1952 en Sevilla, en el seno de una familia numerosa y profundamente católica. Cursó sus primeros estudios en el Colegio San Antonio María Claret, y posteriormente se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla. En septiembre de 1973 ingresó en la Congregación de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, donde emitió su profesión perpetua el 2 de mayo de 1980. Ordenado sacerdote el 20 de septiembre del mismo año, en la parroquia del Corpus Christi de Sevilla.
Continuó su formación eclesiástica en Roma, en la Pontificia Universidad Urbaniana y en el Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos, donde obtuvo la licencia en 1982. Partió en octubre del mismo año hacia Egipto, y fue párroco en El Cairo, dedicándose al cuidado y la asistencia de los jóvenes católicos sudaneses presentes en la capital egipcia como estudiantes, emigrantes o refugiados políticos. Esta experiencia le llevó después a Sudán en la época de la guerra civil, donde permaneció hasta 2002, dirigiendo el centro catequético de la diócesis de El-Obeid y enseñando islamología en Jartum. El año 2000 se doctoró en Teología Dogmática por la Universidad de Granada y también impartió clases en El Cairo y en Roma, en el Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos, del que fue director de estudios y decano.
Fue nombrado secretario del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso el 30 de junio de 2012. El Papa Francisco le confirió la ordenación episcopal el 19 de marzo de 2016. Recordamos su contribución a la redacción del Documento sobre la Fraternidad Humana para la Paz Mundial y la Convivencia Común firmado el 4 de febrero de 2019. El 25 de mayo de 2019 fue nombrado prefecto del hoy Dicasterio para el Diálogo Interreligioso, y en el Consistorio del 5 de octubre de 2019, fue creado Cardenal por el Papa Francisco.
El amor misericordioso de Dios ha ido transformando su vida a través de una peregrinación de fe que se inició en el Bautismo y que vivió también por la configuración con Jesucristo Buen Pastor. Don Miguel Ángel ha recorrido el camino con fidelidad, sirviendo a la Iglesia; desde la unión con Cristo, con su palabra, con sus gestos, con su vida entera, con el espíritu de las Bienaventuranzas. Devoto de la Virgen de Regla, en cuyo Santuario de Chipiona ha compartido los tiempos de vacaciones y de convalecencia con los hermanos franciscanos. Hermano del Baratillo, del Gran Poder, de la Macarena, de Pasión y del Jesús Nazareno de Alcalá de Guadaíra. Fiel hijo de san Daniel Comboni, siguió sus pasos en África, y fue llamado después a servir a la Iglesia en Roma. Un sevillano distinguido y gentil que tuvo que adaptarse a no pocas privaciones y penalidades físicas en su etapa de misión en África, y que las supo afrontar con paciencia y buen humor. Somos testigos de los talentos que el Señor le concedió, como también de su preparación y capacidad de trabajo, pero somos testigos más todavía de su entrega generosa.
Era un hombre de profunda vida espiritual y de misericordia entrañable. Sabía escuchar, sabía esperar, sabía acompañar a las personas, sabía trabajar en equipo, siempre desde la fidelidad a la Iglesia; alegre, cercano, cordial, con fino sentido del humor. Un hombre sereno que hacía gala de un gran autocontrol. Los familiares no recuerdan haberle visto llorar ante los demás, porque sabía contener sus emociones y sobreponerse. Tan sólo le vieron emocionarse profundamente ante La Piedad del Baratillo, cuando donó su Cruz Pectoral. Aquel día no pudo contener las lágrimas. Don Miguel Ángel siempre ha tenido a María santísima como su protectora y abogada de lo imposible. Así lo experimentó cuando en su misión en Sudán, en plena guerra civil, estuvo perseguido en diferentes ocasiones por los fundamentalistas con la intención de asesinarlo, y pudo salvar la vida.
Poco antes de su fallecimiento, su cardiólogo definió en pocas palabras su personalidad: “una persona muy especial con un corazón muy especial”. En sentido real y en sentido figurado. Porque además de su “gran corazón”, como persona, su primer paro cardíaco severo se produjo en agosto de 2013 atravesando el parque de María Luisa camino del triduo de la Virgen de los Reyes, de la que era muy devoto. La rápida intervención de dos personas avisando a los servicios de urgencia, evitó una muerte segura. Él las consideró siempre como dos ángeles que la Virgen de los Reyes le envió, y cada año que vivía era para él un regalo de la Virgen. En su última convalecencia en el hospital, cuando su corazón ya no resistía, ante la posibilidad cierta de estar en el final, se le oyó decir: “Padre, aparta de mi este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. La suya ha sido una vida entregada hasta el final, y muy fructífera, como el grano de trigo, que cae en tierra, y muere, y da un fruto abundante. Sus restos mortales descansarán en esta Santa Iglesia Catedral.
Ofrecemos esta Eucaristía por nuestro hermano, Cardenal Miguel Ángel. Que desde la casa del Padre interceda por nosotros para que caminemos sin miedo, por caminos seguros, por años sin término, siempre por amor del Señor. Que la Virgen de los Reyes y san Daniel Comboni lo acojan en sus brazos y lo introduzcan en la morada eterna que el Señor prepara para sus siervos fieles. Descanse en paz.