El papel intercesor de la Madre de Dios no podía faltar en las representaciones del Purgatorio, puesto que la invocamos como Mediadora de todas las gracias, ante el Mediador, su Hijo Jesucristo, y ante la Santísima Trinidad. Con la extensión de la devoción a la Virgen del Carmen, proliferan los cuadros de Ánimas que tienen a María como principal, e incluso como único protagonista. El privilegio sabatino, devoción aceptada oficialmente desde 1615, promete a los que porten el escapulario carmelitano la pronta salida del Purgatorio. Recordemos, como ejemplos, el cuadro de José Corbalán, de 1783, en la iglesia del Carmen de Trigueros, o el de Encinasola, del círculo de Vicente Alanís, de hacia 1800.
Después de 1936, al reponerse los altares y retablos destruidos, la mayoría de pintores siguen la iconografía de la Virgen del Carmen según el modelo de láminas muy popularizadas, tratados desde luego con el toque personal de cada artista. Tales son Joaquín Gómez del Castillo, en Aljaraque, 1940; Juan Montes, en Villalba, Villarrasa, Manzanilla y Niebla, de 1954 a 1960; Juan Padilla, en Huelva, 1938; Santiago Martínez, en Paymogo, 1943; Pedro Gómez, en Beas; Enrique García Orta, en El Almendro, 1952; B. Ruiz Sánchez, en Hinojos, 1956. Por su calidad y singularidad, nos fijamos ahora en José María Labrador, en Campofrío, 1938, y en Rafael Blas Rodríguez, con cuadros de Ánimas en Aracena, Bollullos, Escacena y Zalamea, entre 1941 y 1943.
La Inmaculada de las Ánimas, en Campofrío, de José María Labrador
Ocupa el segundo arco rehundido del lado de la epístola, en un retablo marco de madera, tallada en su color[1]. Es un cuadro rematado en medio punto. El cuadro ofrece una composición muy original, totalmente diferente a los esquemas habituales, y con figuras de gran porte. Preside la Santísima Trinidad: sedentes sobre una nube, el Padre con la esfera del universo, Cristo resucitado con la cruz gloriosa, y el Espíritu Santo sobrevolando en la gloria. A su derecha, en un plano ligeramente inferior, la Virgen Inmaculada intercede por las almas, a las que señala con su mano derecha. Numerosos angelitos se mueven entre las nubes. En el Purgatorio, como lugar de purificación insinuado por unas llamas, vemos cómo ángeles, individualmente, una por una, suben al cielo a las almas ya sanadas, pasando de la oscuridad a la luz; vemos, incluso, a un angelito que rescata a una niña pequeña. Una composición dinámica, que se aleja de la simetría, y gradúa el color y la luz desde el cielo dorado del Paraíso hasta las sombras del Purgatorio. Está firmado: “Pintó José Mª Labrador. Sevilla 1938. II Año triunfal”.
José María Labrador Arjona[2] (1890-1977), natural de Benamejí, se traslada con su familia a Campofrío y luego a Nerva, para trabajar en las minas de Riotinto, pasando una infancia y una adolescencia llenas de penuria. En 1910 acude a Sevilla a formarse en la Escuela de Artes y Oficios, donde tuvo como profesor a Manuel González Santos. Enseguida destaca en las exposiciones en las que participa: en 1918 en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Huelva; en 1921 en la Exposición de Bellas Artes de Nerva, obteniendo la primera medalla; y en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, en 1935. Por tales méritos obtuvo el título de profesor de dibujo en 1936, y luego en 1944 la cátedra de Dibujo Antiguo y Ropajes en la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, de Sevilla. Su cuadro de Ánimas de Campofrío exhibe ya una maestría muy personal, tanto en la figuración como en la composición y colorido. Por otra parte, denota el afecto por Campofrío, su pueblo de acogida, afecto que mantuvo a lo largo de su vida, pasando allí temporadas veraniegas. Lo demostró en este cuadro, como anotó un antiguo párroco: “no cobrando por él más que los gastos, que fueron sufragados por una persona o familia anónima”[3].
La Virgen del Carmen y las Ánimas, en Bollullos
El cuadro de Ánimas, de la parroquia de Santiago, de Bollullos, fue pintado por Rafael Blas Rodríguez en 1945. Es un cuadro de pocas figuras, pero de gran tamaño, situadas en una composición en equis o diagonales contrapuestas. En la gloria del cielo, la Santísima Trinidad, con su caracterización habitual: el Padre eterno, con túnica blanca, nimbo triangular y el orbe sostenido en su izquierda; Cristo resucitado, con manto rojo y cuz gloriosa, y el Espíritu Santo en forma de paloma. Sobre las nubes, dos grupos de tres angelitos alados, uno de ellos un retrato de un niño, probablemente relacionado con la familia donante. En el centro de la composición, y en un plano más adelantado, la Virgen del Carmen, con hábito marrón y capa blanca de la Orden carmelitana. Sobre su rodilla, el Niño Jesús. Ambos ofrecen el escapulario. Dos ángeles extraen del Purgatorio a sendas almas ya purificadas. En la sombra y entre llamas, quedan hombres y mujeres que sufren y se lamentan. Destacan las cualidades del pintor: la habilidad compositiva, la “unción sagrada”, la dulzura y amabilidad de las figuras, la corrección del dibujo y el equilibrio del colorido.
Rafael Blas Rodríguez (1885-1961) se formó en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, en la que tuvo como maestros, entre otros, a Virgilio Mattoni, a Gonzalo Bilbao y a José María Labrador, con quien mantuvo siempre una entrañable amistad[4]. Tras una larga trayectoria de obras en la década de los veinte y treinta, las circunstancias de los destrozos e incendios en muchas iglesias en 1936, hizo que dedicara gran parte de su producción a la decoración de aquellos espacios sagrados, destacando por sus amplios conocimientos iconográficos y por su conexión estilística con los maestros sevillanos del barroco. En la provincia de Huelva recordemos que decoró, entre otras, las iglesias de La Palma, Almonte, Bonares, Santuario de la Reina de los Ángeles de Alájar, y varios cuadros de Ánimas, como el de Escacena. Su hijo, Juan Antonio Rodríguez, fue un fiel continuador de su estilo.
Manuel Jesús Carrasco Terriza
[1] Guía artística de Huelva y su provincia, Sevilla, Fundación Lara – Diputación de Huelva, 2006, p. 232.
[2] MONTENEGRO PINZÓN, Enrique, 400 artistas contemporáneos onubenses a través de la crítica, Huelva, 2003, pp. 86-87, 225-226. VELASCO NEVADO, Jesús, Historia de la Pintura Contemporánea en Huelva: 1892-1992. Huelva, Diputación Provincial, Fundación El Monte, 1993.- 2ª edic. Huelva, 2003, pp. 269-274. PÉREZ CALERO, Gerardo, “José María Labrador Arjona (1890-1977), entre la tradición y la renovación pictórica”, en Laboratorio de Arte, 1 (1988) 215-230.
[3] Archivo Parroquial de Campofrío, “Historia de la restauración de la iglesia parroquial de Campofrío”, Manuel Ruiz Páez, Pbro. 1954, en “Libro de Protocolo y Tributos de la Parroquia”.
[4] GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel, Varios bocetos de Rafael Blas Rodríguez. Una aproximación a su vida y obra, en Rev. Laboratorio de Arte, Sevilla, 5, II (1992), pp. 245-266. RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, Juan Antonio, Rafael Blas Rodríguez, pintor sevillano, Córdoba, Cajasur, 2002. ROJAS-MARCOS GONZÁLEZ, Jesús, “Rafael Blas Rodríguez: Nuevas aportaciones a su catálogo pictórico”, en Archivo Hispalense, XCIX 300-302 (2016), pp. 437-464.
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