Hoy, segundo Domingo de Pascua, celebramos la Jornada por la Vida. Con el lema de este año: La vida, buena noticia, queremos destacar que cada vida humana es un don sagrado de Dios. La razón más importante y profunda por la cual la vida debe ser considerada una buena noticia es precisamente porque es un don de Dios. Somos llamados y enviados como testigos y mensajeros del Evangelio de la vida, llamados a valorar y proteger cada vida humana desde su concepción hasta su muerte natural. En especial, debemos defender y cuidar con el máximo amor y compasión a las personas que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad.
El hecho de que la vida sea un don y una buena noticia nos invita a acogerla, siempre sin poner condiciones de ningún tipo. Por eso hay que ayudar a las madres que reciben la noticia de su maternidad de manera esperada o inesperada, para que puedan descubrir que la vida que llevan en su seno realmente es una buena nueva. Hoy recordamos especialmente a todas las mujeres que han de vivir su embarazo en medio de dificultades de todo tipo. Rezamos por ellas y nos comprometemos a colaborar para que encuentren comprensión, apoyo y los recursos necesarios que les permitan acoger y cuidar la vida que llevan dentro.
Toda vida es una buena noticia, toda vida debe ser cuidada y amada, especialmente cuando se encuentra en situación de fragilidad. No podemos considerar la vida de cada ser humano de un modo abstracto e impersonal. Hay que volver la mirada a aquellos que sufren violencia, especialmente los niños, las mujeres o los trabajadores explotados. Hay que conseguir que encuentren liberación, justicia y la protección necesaria para vivir con dignidad. Hay que denunciar la trata de personas y la esclavitud moderna porque son claras violaciones de la dignidad humana. También hay que denunciar las situaciones de pobreza extrema de los que no tienen acceso a recursos básicos como alimentos, agua potable, atención médica y vivienda digna. Es preciso revisar nuestras actitudes hacia las personas migrantes para no caer en el desinterés o los prejuicios. Hemos de luchar para que se acaben las condiciones de trabajo inhumanas, los salarios injustos y la falta de derechos laborales básicos.
La vida es también buena noticia en la ancianidad y en la enfermedad terminal. Por eso hemos de denunciar el criterio materialista, pragmático y utilitarista, según el cual, en esos tramos finales, la vida se convierte en una carga pesada que debe eliminarse. El cuidado de los ancianos y enfermos terminales debe darse principalmente en el contexto de la familia, por eso hay que apoyar con eficacia a las familias para que los puedan atender y para que, en medio de su sufrimiento, encuentren consuelo en el amor de Dios y sean acompañados con cariño y esmero en los últimos momentos para que experimenten la paz y la esperanza que solo Dios puede dar.
Nuestra vida trasciende los límites temporales de este mundo porque estamos llamados a la vida eterna. A través de la Encarnación de Jesucristo, Dios se hizo hombre para redimirnos y abrirnos las puertas del cielo. No estamos destinados a una vida limitada por el tiempo y las circunstancias terrenales, sino que somos llamados a una comunión para siempre con nuestro Creador. La Encarnación no solo nos revela el amor infinito de Dios por cada uno de nosotros, sino que también nos ofrece la esperanza y la promesa de la vida eterna, donde encontraremos plenitud y felicidad junto a Él para siempre. Como Iglesia estamos llamados a anunciar con valentía el Evangelio de la vida en un mundo que muchas veces vive de espaldas a Dios, llamados a ser testigos vivos del Evangelio de la vida en nuestra vida cotidiana. María Santísima, Madre de la vida, interceda para que trabajemos eficazmente en la defensa y en la cultura de la vida.
+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla