“¡Salve, oh Cruz, nuestra única esperanza!”

Diócesis de Tenerife
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El Obispado de Tenerife está situado en San Cristobal de La Laguna. La jurisdicción de la diócesis comprende Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro.

– Saluda del Obispo con motivo de la festividad del Santísimo Cristo de La Laguna-

Recurro a esta expresión de la piedad cristiana –en su original latín: “Ave Crux, spes unica”–, tomada del himno compuesto por el obispo san Venancio Fortunato en el siglo VI, como mensaje de mi salutación para estas Fiestas en honor al Santísimo Cristo de La Laguna de este año jubilar 2025, primer año de mi episcopado en esta Sede nivariense, que nos permite contemplar la Cruz, y a Cristo colgando en ella, como motivo de esperanza, “nuestra única esperanza”.

En efecto, teniendo en cuenta la celebración de este año jubilar con motivo del 2025 aniversario de la encarnación del Hijo de Dios, nuestro Salvador, convocado por el Papa Francisco mediante la Bula “Spes non confundit”, “la esperanza no defrauda” –de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (Rom 5,5)– se nos invita a hacer de la esperanza el mensaje central de este jubileo, redescubriéndola en los signos de los tiempos que el Señor nos ofrece y que contienen el anhelo del corazón humano (cf. Spes non confundit, 7).

La celebración, un año más, de estas fiestas en honor del Santísimo Cristo de La Laguna nos invita a levantar la mirada con esperanza, a no caer en el pesimismo de la desesperanza o el desaliento, sino a fijar los ojos en el Crucificado, en Aquel que dijo “cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32). Y así es. Cuando levantamos la mirada y lo vemos colgado en la Cruz, como hermosamente se encuentra representado en nuestra venerada imagen lagunera, descubrimos “el lugar privilegiado en el que se nos revela y manifiesta el amor de Dios” (San Juan Pablo II, Homilía 14.09.2003) y por eso nos sentimos atraídos por el amor de quien dijo que “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13), añadiendo a renglón seguido: “vosotros sois mis amigos” (Jn 15,14).

La victoria de la cruz que derrota la muerte venciendo al maligno nos devuelve la esperanza y nos ayuda a entender que el amor es más fuerte que la muerte. La Cruz, de signo de maldición se transforma en signo de bendición, de símbolo de muerte se convierte en símbolo por excelencia del amor que vence el odio y la violencia y, por ende, en símbolo de esperanza, pues la esperanza –recordaba el Papa Francisco– “nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz” (Spes non confundit, 3).

Celebrar estas fiestas del Santísimo Cristo, de tanto arraigo en nuestra ciudad de San Cristóbal de La Laguna, es una ocasión para, como creyentes, renovar nuestra esperanza en Aquel que por nosotros murió en la cruz para darnos nueva vida, una vida plena que no conoce ocaso, sino que se abre hacia la eternidad.

El futuro está en manos de Dios, del Dios de la vida, del Dios que desde la Cruz muestra su amor por la humanidad, especialmente por los que, como Él, son los crucificados de nuestro tiempo. Por eso no podemos dejarnos llevar por visiones pesimistas de profetas de malos augurios, pero tampoco podemos vivir de forma ilusoria con un optimismo ingenuo, que no es real. Por el contrario, vivir la esperanza significa vivir abiertos al futuro con confianza, pero con los pies puestos sobre la tierra, con realismo. Reconociendo el mal que existe en nuestro mundo y que se manifiesta en tantas situaciones de violencia, injusticia y muerte, pero sabiendo que, al final, la victoria es del bien porque es de Jesucristo, que por nosotros murió y resucitó.

Santa Teresa Benedicta de la Cruz, la filósofa conversa Edith Stein, una de las patronas de Europa, afirmaba: “El mundo está en llamas. El incendio puede hacer presa también en nuestra casa; pero en lo alto por encima de todas las llamas, se elevará la Cruz. Ellas no pueden destruirla. Ella es el camino de la tierra al cielo y quien la abraza creyente, amante, esperanzado, se eleva hasta el seno mismo de la Trinidad”.

Abracemos pues la cruz, como discípulos del Maestro de Galilea, de forma creyente (con fe), amante (con amor) y, en particular en este año jubilar, esperanzado (con esperanza) porque la esperanza no defrauda, y es Cristo, y sólo Él, nuestra auténtica esperanza que no defrauda, en quien podemos poner nuestra plena confianza porque su amor, que se manifiesta en la Cruz, no conoce medida, es un amor sin medidas, ilimitado, que puede transformar tu vida, como lo ha hecho con la vida de tantas personas dándoles esperanza para vivir y para trabajar en este mundo haciendo cada vez más presente el Reino de Dios.

Deseo concluir invitando a la esperanza que viene del encuentro con Jesucristo haciendo mía las palabras del Papa León XIV: “en medio de las desilusiones, desalientos y muertes que experimentamos […] vayamos a Jesús, porque Él puede sanarnos y devolvernos la vida. ¡Jesús es nuestra esperanza!” (Catequesis del 25.06.2025)

Eloy A. Santiago Santiago

Obispo de San Cristóbal de La Laguna

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