Día grande de las fiestas del Cristo de La Laguna.
Hoy sábado, 14 de septiembre, día de la Exaltación de la Santa Cruz, se ha celebrado el Día Grande de las Fiestas en honor al Santísimo Cristo de La Laguna. Antes de las 11:00 horas, llegaba a la plaza de la Concepción, la procesión cívico militar en la que se trasladó el Pendón Real, desde las Casas Consistoriales hasta la Sede Catedralicia. Posteriomente lo hacía el representante de S. M. Don Juan Carlos I, Rey de España, que este año lo ostentaba el teniente general Juan Martín Villalón, Jefe del Mando de Canarias.
Ya en un templo totalmente abarrotado de fieles, comenzaba la celebración eucarística presidida por el obispo nivariense, Bernardo Álvarez. En dicha Misa también estuvieron presentes numerosos representantes públicos, entre ellos, el presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, el presidente del Cabildo Insular de Tenerife, Ricardo Melchior y el alcalde de La Laguna, Fernando Clavijo. Tras la Misa, la imagen, rodeada de numerosos devotos, retornó a su santuario.
La homilía de la Eucaristía corrió a cargo del arzobispo castrense, Juan del Río Martín quien planteó dos grandes cuestiones: ¿Quién muere en la cruz; y qué tiene que ver el sufrimiento de un ajusticiado de hace dos mil años con el de hoy?
El arzobispo partió del hecho acontecido en el calvario y de la confesión del centurión cuando expresó: «Verdaderamente este hombre es el hijo de Dios». Seguidamente, Juan del Río pasó a mostrar la tradición de la Iglesia, recordando que «el que muere es el Verbo de Dios que sufre en su naturaleza humana».
El prelado, natural de Huelva, dedicó la segunda parte de su homilía a tratar de mostrar cómo en esa naturaleza destrozada en la cruz, se encarna el dolor de todo lugar, toda mujer y hombre que sufre.
Por último, monseñor del Río hizo referencia a la misericordia de Cristo expresando que esta humanidad del hijo de Dios, dolorida en la cruz, ha sido glorificada en la resurrección. Por eso, «quien asume la cruz de cada día no está llamado al vacío, sino a la plenitud de la vida» –apostilló el arzobispo.