La Santa Iglesia Catedral acogió la mañana de este miércoles la Misa Exequial por el sacerdote Fermín Santiago Hernández

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La Santa Iglesia Catedral acogió la mañana de este miércoles la Misa Exequial por el sacerdote Fermín Santiago Hernández. En un templo lleno de fieles, el vicario general, Antonio Pérez, presidió la Eucaristía, dado que el obispo está participando en los actos previos a la Jornada Mundial de la Juventud que se celebra en Polonia.

Pérez destacó en su homilía, citando al beato Chevrier que el sacerdote es, un hombre despojado, crucificado y comido. «Sí, somos llamados a ser personas despojadas, comidas como buen alimento por aquellos y con aquellos que Dios nos encomienda».

«Su carácter, el sentido del humor, servicialidad, cercanía, alegría y preocupación por los necesitados le daban eso que llamamos “un déjame entrar”. Su todo “desde el amor” le hacía especialmente entrañable. Y es que los cristianos, los sacerdotes estamos llamados a proclamar con la vida y la palabra, como María, las grandezas de Dios, preferentemente con los más sencillos y vulnerables. Una vez más se cumple que Dios ensalza a los humildes y hace cosas grandes por su medio- expuso el celebrante, al tiempo que recordaba las distintas encomiendas pastorales desarrolladas por el presbítero fallecido.

Haciendo un símil deportivo el vicario aseveró que «la vida, toda vida no es la sucesión de presentes perfectos. Más que una final de Copa, es un campeonato, una liga en la que, a la ‘postre, se decide en la regularidad, la constancia, la orientación de fondo. Hay que avanzar partido a partido; jugar en equipo, incluso si es, aparentemente, desde el banquillo.

La vida y el seguimiento de Jesús, expuso Pérez- no es fundamentalmente una cuestión de larga o corta vida, sino de intensidad, de fe, de pasión, de entrega. Encomendamos -finalizó- a Dios a nuestro hermano Fermín. Confiamos que ya esté en las mejores manos, las del padre y madre Dios. En el mejor hogar, el Reino definitivo. Ya puede vivir en plenitud aquello de que el Señor es mi Pastor, nada me falta.

Una cerrada ovación de los presentes que llenaban absolutamente el primer templo de la diócesis despidió al padre Fermín al término de la celebración.

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