Juan Alejandro Sierra profesa como monje cisterciense

Diócesis de Tenerife
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El Obispado de Tenerife está situado en San Cristobal de La Laguna. La jurisdicción de la diócesis comprende Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro.

Fue párroco en El Hierro, Sobradillo y Llano del Moro. Este  jueves, el hasta esa jornada sacerdote diocesano, Juan Alejandro Sierra, natural de Arona, realizará la profesión solemne como Monje Cisterciense. En la celebración, además, de su comunidad y la familia, estará presente el Obispo y algunos sacerdotes de la diócesis.

 
Fray Juan indicó que "el 24 de Junio, solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista, en una concentración de días en que celebro muchas cosas: cumpleaños, onomástica, Ordenación Sacerdotal; ahora añado la Profesión Solemne como Monje Cisterciense.

 
“El Padre Abad me preguntará: “¿Qué quieres?”. Yo responderé: “Pido humildemente entregarme a Dios y a su Reino, haciendo la Profesión en esta Comunidad de Santa María de Huerta, de la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia.”

  
 
Sólo pretendo – prosigue fray Juan – “ir al Señor, porque Él me llama, y voy a él en el Camino Monástico, con éstos Hermanos, en la Liturgia diaria, en el trabajo y el estudio, en el silencio,… según la Regla de Nuestro Padre San Benito y la forma peculiar que dieron los Fundadores de Cister, en la “escuela de caridad fraterna”.  

El día que en Guatemala Juan Pablo II canonizaba a nuestro querido Santo Hermano Pedro yo llegaba –relata Sierra- al Monasterio para hacer un mes de experiencia”. 

Casi desde la ordenación Sacerdotal, en 1995, estaba convencido de la llamada del Señor a una consagración total a Él en la vida contemplativa, en un principio era como una “inquietud” pero con el paso del tiempo se fue concretando. En los años que estuve en El Hierro en gran medida la “aparqué”. Al principio cuando fui clarificando la llamada me asusté. Tuve momentos donde intenté buscar motivos para decir NO, para tener que decir no intenté buscar obstáculos. Uno de ellos era el sentirme”arrancado”, el paso que tenía que dar, las cosas que debía cambiar, y cómo no también todo lo que debía que dejar: Diócesis, familia, vida “resuelta”… y una larga lista de cosas. Hay dos preguntas que hacen desaparecer los obstáculos y pone todo en su sitio: ¿Por quién lo hago? ¿Con quién me quedo? Y resulta que la respuesta me hace inmensamente feliz. 

Con humildad tengo que decir, señaló, que estoy firmemente convencido que el Señor me quiere en el Cister. Sustraerme sería una cobardía, rehusar sería  una infidelidad. 

Al concluir la experiencia apenas llevaba un año como párroco del Sobradillo y Llano del Moro, y fue entonces cuando pedí a Don Felipe autorización para ausentarme de la Diócesis durante dos años para ingresar en el Monasterio Cisterciense de Santa María de Valdediós (Asturias). Recuerdo que en la petición decía que en un principio sería algo temporal para más adelante hacerlo definitivo.  

Fray Juan concluye su entrevista encomendándose a María del modo en que se le invoca en la isla de El Hierro: “Que la Madre Amada nos ayude a cumplir el Plan de Dios en nuestras vidas. Junto a ella y con ella quiero siempre decir: “Sí. Aquí estoy. Amén. Aleluya.”

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