En la tarde de este domingo 22 de junio, el obispo presidía en la Catedral la Eucaristía en la solemnidad del Corpus Christi. Después de la Misa se realizó la procesión con el Santísimo por unas calles «alfombradas» para el paso de Jesucristo sacramentado.
Bernardo Álvarez centró el comienzo de la homilía en la afirmación de Jesús: «el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo». Jesús – dijo- explica el sentido de su vida y su muerte, «para». Él «es para los demás». Su «cuerpo» no significa sólo una cosa que se da, sino que es toda su existencia personal.
A partir de ahí el prelado nivariense expuso cómo celebrar y vivir esta realidad. En primer lugar profesando la fe en Jesucristo. Fe en su persona, en su Palabra y en su presencia real en la Eucaristía.
En segundo lugar, «comiendo y adorando, el pan eucarístico que es su carne, que es Cristo en persona». Álvarez, en este sentido, se preguntó: ¿Con que nos alimentamos? ¿Qué alimento deseamos? Desde estos interrogantes expuso que Cristo es alimento que fortalece, ya que «alimentarse de Cristo es construir la vida sobre roca firme». Además, «vivir la experiencia de la fe significa dejarse alimentar por el Señor y construir la propia existencia no sobre los bienes materiales, sino sobre aquello que no perece: los dones de Dios, su Palabra y su Cuerpo» – sostuvo siguiendo al Papa.
Por último, el Obispo expuso los «efectos» que se derivan de esta realidad, a saber: vida del mundo, vida eterna y comunión. Álvarez tuvo presente la celebración esta jornada del Día Nacional de Caridad, recordando que la fraternidad alimentada por Cristo hace sentirse solidarios de los demás; vivir con los ojos abiertos para darse cuenta de lo que pasa, teniendo un corazón sensible ante la situación actual y manos disponibles para actuar poniendo en práctica las obras de misericordia.
