Solemne celebración presidida por el Nuncio. Fue una jornada propia de las grandes ocasiones. La solemne Eucaristía presidida por el Nuncio, la asistencia de devotos, el estreno de la Misa de conmemoración, compuesta por D. Emilio Coello para la ocasión e interpretada por una orquesta de más de cincuenta miembros y un coro de unas setenta voces. La efemérides de la jornada coincidió, además, con el 190 aniversario de la creación de la diócesis de S. Cristóbal de La Laguna. La misma fue erigida por el Papa Pío VII el 1 de febrero de 1819.
A las diez horas del 1 de febrero de 1959 el Nuncio del Papa, D. Hildebrando Antoniutti, presidió el acto de consagración del Santuario de La Candelaria. Junto a él, estaba uno de sus más firmes impulsores, el Obispo Domingo Pérez Cáceres, así como una multitud de devotos. Decía entonces D. Domingo: “Tenerife ha levantado, en estas playas afortunadas, este templo que pregonará a las futuras generaciones la fe, la religiosidad y toda la grandeza del alma canaria”.
Hoy, cincuenta años después, otro Nuncio, Mons. Manuel Monteiro de Castro, presidió la solemne eucaristía, a mediodía, en un templo mariano especialmente engalanado para esta jornada. Con él, concelebraron el Obispo Nivariense, D. Bernardo Álvarez, el Obispo Emérito, D. Felipe Fernández, el provincial de la Orden de los Dominicos de la Bética, Fray Luis M. Espinosa, el Prior de la Basílica, los vicarios generales de la diócesis, el director del departamento de santuarios y peregrinaciones de la Conferencia Episcopal Española y un nutrido grupo de sacerdotes.
En la Misa de mediodía, el Nuncio, en su homilía invitó a todos a sintonizar con el “entusiasmo, regocijo y júbilo de los antepasados contemplando la imagen de la patrona”. Para Monseñor Monteiro de Castro “todas las enfermedades – físicas, psíquicas y espirituales- encuentran ayuda en su corazón materno”…”una maternidad de María que perdura siempre. Nuestra Señora de Candelaria, indicó el prelado, nos ayuda a ser coherentes con la fe que profesamos y a dar testimonio de la serenidad, de la paz y del amor que nos legó el Señor Jesús. Por otro lado, Monteiro hizo referencia a algunos hechos históricos de su vida diplomática que hacían patente la real intervención de la Virgen en la vida de las personas y los pueblos. Antes de concluir con una oración a la Virgen de Candelaria, el Nuncio invitó a los presentes a preguntarse: ¿Qué le pedimos, qué le prometemos aquí a Nuestra Señora de Candelaria? El mismo Nuncio sugirió pedirle: “que queremos ser mejores, que nos ayude a ver y a tratar a Dios como Padre bueno y misericordioso, que vamos a rezar más”.
Mensaje del Papa
Su Santidad Benedicto XVI a través del Nuncio Apostólico envío un mensaje que se leyó casi al comienzo de la Misa. En el mismo, el Pontífice tras saludar a los que participaban en la celebración se unía a la acción de gracias a Dios por los “copiosos dones concedidos por medio de la maternal intercesión de la Virgen María, invocada con tanto fervor por los hijos de aquellas Islas”. El Santo Padre invitaba a “celebrar el acto con espíritu de profunda renovación eclesial y a dar una nueva vitalidad a la devoción mariana, con la confianza de que Ella, que con su presencia atrajo antaño a su padres dándoles la luz de la fe, seguirá siempre dispensando a todos consuelo y ayuda, para que puedan permanecer unidos a su Hijo mediante los lazos de su maternal amor y dar testimonio del evangelio de la vida eterna.
Benedicto XVI terminaba su mensaje pidiendo la bendición para todos los que asistían a la celebración, a los impedidos que llevan en el corazón el amor a Nuestra Señora de Candelaria, y a todos los canarios.
El Obispo, D. Bernardo Álvarez, por su parte, señaló que estábamos ante un día importante para la Diócesis y las Islas. Él mismo indicó la feliz coincidencia de la jornada con el aniversario de la erección de la Diócesis, al tiempo que recordó a los cristianos que todos “somos templos de Dios” invitados, por lo tanto a dar un verdadero culto a Dios y a servir a los demás, de modo preferente a los más empobrecidos.
El autor de la Misa de Conmemoración, D. Emilio Coello, indicó que de todas sus obras, es ésta la que “hecho con mayor amor”. El autor con gran emoción recibió un pequeño recordatorio y se dirigió a los presentes agradeciendo la posibilidad de ver cumplido este proyecto.
Al terminar la Misa dirigió unas breves palabras el Prior Provincial y el Subprior de la Basílica. Igualmente se entregaron unas medallas conmemorativas a los obispos presentes. También se entregaron otros recuerdos a los participantes. Tras tres vivas a la patrona, pronunciados por el obispo de la diócesis, en la entrada del templo, el Nuncio descubrió una placa conmemorativa del cincuenta aniversario de la Consagración, concretamente a la altura del cancel, en la primera columna del Santuario. En la misma se reflejan las celebraciones del año cincuenta y nueve y la de hoy con sus respectivos participantes.
En cuanto a la representación institucional, en la Misa estuvieron presentes junto al alcalde de la Villa Mariana y su Corporación municipal, el presidente del Gobierno de Canarias, el vicepresidente del Cabildo de Tenerife, el alcalde de La Laguna, representantes de otros municipios e instituciones así como el Capitán General Jefe del Mando de Canarias al frente de una importante representación militar.
Yo estuve allí…hace cincuenta años.
D. José Agustín Campos es un guimarero presente hoy en la Basílica como hace cincuenta años. Campos señaló que “fue algo grandioso”. Vinimos caminando desde el Socorro hasta la Candelaria. En ese momento la plaza era arena. “Había muchísima gente”. “Venía hoy- indicó con gran emoción- para Güímar a un funeral y unos alemanes, precisamente, me indicaron que ahora se celebraba el aniversario de la basílica, así que me baje de la guagua y me vine para el santuario
Por su parte, el actual Delegado para el Clero, D. Juan Fernando Pérez, recordaba aquel día en el que “todo era canario, las pinturas de Aguiar, Martín González, el templo hecho por Marrero, el himno Salve, Salve…” Pérez era entonces seminarista y recuerda que su cometido era estar pendiente de la capa del Nuncio.