En este mes de mayo que la Iglesia dedica tradicionalmente a la Virgen María nos detenemos ante esta excepcional escultura de la Virgen de Consolación, que preside el retablo mayor de la Parroquia de Umbrete.
Como señala el historiador Francisco Amores, la antigua alquería musulmana de Umbrete había sido donada por Alfonso X a la Iglesia hispalense en 1260 y en 1313 el arzobispo de Sevilla, Fernando Gutiérrez Tello, obtiene licencia para repoblarla. Desde entonces, los prelados hispalenses fueron patronos del templo parroquial, promoviendo importantes obras y donaciones.
Así, entre 1725 y 1733 se construye la nueva Iglesia de Nuestra Señora de Consolación bajo el patrocinio del arzobispo Luis de Salcedo y Azcona, señor de la villa de Umbrete, para sustituir a la primitiva, más pequeña y sencilla. Obra del arquitecto Diego Antonio Díaz, la nueva iglesia constituye uno de los mejores ejemplos de la arquitectura barroca sevillana por la calidad de su diseño y sus dimensiones.
Así, cuando el pintor Domingo Martínez, de quien esta Parroquia atesora importantes obras, retrata al arzobispo Salcedo y Azcona en 1732, obra que se conserva en el Palacio Arzobispal de Sevilla, lo representa rodeado de varios pergaminos con los diseños de algunas de las obras por él patrocinadas, entre las que sobresalen la planta de la Iglesia de Umbrete, así como el diseño de su retablo mayor, el cual fue contratado en enero de 1733 por un valor de 66.000 reales y es obra de Felipe Fernández del Castillo según un diseño de Pedro Duque Cornejo. Este monumental retablo mayor está presidido por la escultura de la titular del templo, la Virgen de Consolación, de madera de cedro, que probablemente data de la primera mitad del siglo XVII, es decir, anterior al retablo en el que se encuentra, por lo que podría tratarse de la imagen que se veneraba en el primitivo templo parroquial.
De gran belleza y prestancia debidas a sus proporciones, la Virgen se nos muestra de pie, avanzando su mano derecha hacia los fieles, a los que parece presentar el cetro de plata, símbolo de su realeza. Con el pelo recogido hacia atrás, peinado que le aporta clasicidad, y cubierta por un velo blanco, presenta su cabeza ligeramente inclinada hacia el Niño Jesús, como acercando su cara a la de su Hijo, en un gesto lleno de ternura. El Niño por su parte, aparece sentado sobre el brazo izquierdo de su Madre, con su pierna derecha más elevada que la izquierda y bendiciendo con su mano derecha, mientras que sostiene con su izquierda la bola del mundo, símbolo de Cristo Salvador. María se nos muestra así como el trono del Hijo de Dios.
Tanto la Madre como el Hijo portan sus cabezas sendas coronas de plata de gran tamaño que subrayan su realeza.
En la escultura sobresale la calidad del estofado de la toca y el manto, que cruza con gran elegancia por delante de la túnica, lo cual además de conferir movimiento al conjunto, representa simbólicamente la virginidad de la Madre de Dios. Los pliegues de la túnica dorada aparecen con una corladura para dar mayor efecto de volumen.
Ante esta hermosa y devota imagen de María, presente siempre en la vida de esta comunidad parroquial como Madre, recordamos las palabras del Papa Francisco que nos llenan de esperanza y consuelo especialmente a los que están solos y tristes: “María es la Madre de la consolación, que consuela porque permanece con quien está solo. Ella sabe que para consolar no bastan las palabras, se necesita la presencia: allí está presente Ella como Madre”. Y precisamente la Virgen de Consolación de Umbrete es signo de esa presencia maternal de María para este pueblo y su comunidad parroquial.
Antonio Rodríguez Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural