Síntesis diocesana para la etapa continental del Sínodo

Archidiócesis de Sevilla
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Sede metropolitana de la Iglesia Católica en España, y preside la provincia eclesiástica de Sevilla, con seis diócesis sufragáneas.

Síntesis diocesana para la etapa continental del Sínodo

A continuación se reproduce el documento resultante de la sesión de trabajo del equipo diocesano del Sínodo encargado de elaborar las conclusiones de la Archidiócesis de Sevilla, que se ha remitido el 21 de enero a la Conferencia Episcopal Española.

Esta Síntesis ha sido elaborada, teniendo en cuenta los números 106 y 109 del documento de trabajo para la etapa continental del Sínodo. El equipo de síntesis de la fase diocesana del Sínodo en Sevilla está compuesto por un amplio número personas que representan la gran diversidad pastoral, carismática y territorial de la Archidiócesis hispalense.

 

  1. ¿Qué intuiciones resuenan más fuertemente con las experiencias y realidades concretas de la Iglesia en el continente? ¿Qué experiencias parecen nuevas o iluminadoras?

 Intuiciones:

  • Es esencial recuperar y poner de relieve la dignidad y vocación común del bautismo, así como la importancia de vivir la fe en una comunidad de referencia.
  • El Espíritu Santo es el gran protagonista del Sínodo. El Pueblo de Dios ha experimentado la alegría y la esperanza de caminar juntos, de ser invitados a participar, de ser escuchados a nivel de toda la Iglesia, y se ha suscitado el deseo de seguir haciéndolo sin que nadie se sienta excluido.
  • Muchos han sentido que es la primera vez que se cuenta con ellos y se les consulta.
  • Existe un clamor de acoger a los más vulnerables, especialmente a los empobrecidos y a todos los que se sienten heridos, no escuchados o excluidos. La mujer, los jóvenes y los discapacitados deben sentirse totalmente integrados y valorados en la misión de la Iglesia.
  • Carisma e institución no han de contraponerse, sino de complementarse. Es el Espíritu Santo quién regala los carismas a la Iglesia para que actualice y avive su vida y misión, posibilitando así una conversión individual y comunitaria.
  • No se pude concebir una parroquia como “despacho de sacramentos”, ha de ser Pueblo de Dios en Salida que impulsa el Primer Anuncio.
  • Falta de formación en todos los campos, especialmente en la liturgia y doctrina social.
  • Dios está preparando algo nuevo y tenemos que colaborar.
  • Hay que descentralizar y valorar la cultura propia.

Experiencias:

  • Se valora positivamente el ecumenismo, siendo un escándalo la división de la Iglesia y no solo entre los cristianos, también entre los católicos. Es importante el diálogo y colaboración en una sociedad pluralmente religiosa con otras confesiones.
  • La religiosidad popular para muchos bautizados es su única vinculación a la Iglesia. Es importante fomentarla y acompañarla, para que sea vehículo de plenitud de vida cristiana y sentido de pertenencia a la Iglesia.
  • La Iglesia sufre una disminución de su credibilidad y confianza debido a la crisis de los abusos, el individualismo y la falta de comunión.
  • Las heridas de una Iglesia Local son similares a las heridas de la sociedad en la que está inserta.
  • Los Consejos pastorales son valorados como el gran elemento sinodal de las pequeñas comunidades, pero en demasiadas ocasiones no cumplen la función que deberían, o directamente están mal entendidos.

 

  1. ¿Qué tensiones o divergencias sustanciales surgen como particularmente importantes desde la perspectiva del continente? En consecuencia, ¿cuales son las cuestiones e interrogantes que deberían abordarse y considerarse en las próximas fases del proceso?

 Hacemos coincidir las tensiones o divergencias detectadas con las cuestiones que han de abordarse.

Tensiones:

  • Conflictos interesados e ideologizados.
  • Una parte de la Iglesia no está interesada en el proceso sinodal y actúa con pasividad, desinterés e incluso lo obstaculiza.
  • Distancia entre el lenguaje litúrgico-celebrativo y el entendimiento de los fieles.
  • Limitaciones estructurales vinculadas a una cultura eclesial clerical e individualista, que desequilibra las relaciones entre sacerdotes, consagrados y laicos. Es bidireccional, genera un empobrecimiento espiritual y pone el acento en ocupar espacios de poder y no en iniciar nuevos procesos al servicio de todos.
  • Se detecta tristemente entre el clero joven una falta de cercanía y empatía en cuestiones de gobierno y pastoral, así mismo hay una preocupación por el aislamiento y soledad del clero.
  • Falta de calidad de liderazgo en general (laicos-clero), se hace difícil trabajar en común.
  • Entre los bautizados comprometidos hay poca capacidad de renovación, siendo siempre “los mismos”.
  • Hay personas que se sienten Iglesia y desean seguir formando parte de la misma, pero debido a su situación afectiva y social hay quien se siente también excluido y vulnerable. Ello suscita división y, en muchos casos, la imposibilidad de sentirse en una posición común con el resto de los bautizados.
  • Se valoran las estructuras sinodales, pero se pide un papel más deliberativo en ellas de los fieles que las conforman.
  • Existe el temor que tras la celebración del Sínodo se decepcionen las expectativas y todo siga igual.
  • Aunque sí han sido nombrados y es una preocupación, los marginados, empobrecidos, migrantes, abusados… no han participado y seguimos estando en deuda de escucha con ellos.

 

  1. Mirando lo que surge de las dos preguntas anteriores, ¿cuales son las prioridades, los temas recurrentes y las llamadas a la acción que pueden ser compartidas con las otras Iglesias locales de todo el mundo y discutidas durante la Primera Sesión de la Asamblea Sinodal en octubre de 2023?
  •  Recuperar la dignidad y vocación común del bautismo
  • Valorar la importancia de tener una comunidad de referencia.
  • Valorar la diversidad como una riqueza y no como un problema.
  • Dar respuestas al creciente papel de la mujer, también en las estructuras de gobierno y toma de decisiones.
  • Abrir nuevos espacios a los jóvenes, por ejemplo, en la acción social.
  • Normalización de la participación de los discapacitados y propiciar condiciones aptas para su presencia activa.
  • Optar por la interculturalidad y no por la yuxtaposición de culturas cerradas e incomunicadas.
  • Tenemos que ser una Iglesia de todos que acoja a todos.
  • Priorizar la oración, el discernimiento y la conversación espiritual cómo método en las tomas de decisión y reflexión en el seno del gobierno de la Iglesia y todas sus estructuras. No hay Iglesia sin santidad, hay que dejar actuar al Espíritu Santo. Es prioritario aprender a caminar juntos y no en paralelo.
  • La Iglesia tienes heridas internas, para transformar esta situación se necesita un cambio en la cultura eclesial: mayor transparencia, corresponsabilidad y compromiso.
  • Una revisión de estructuras sinodales debe conllevar una reforma del Código de Derecho Canónico. Hay que potenciar las estructuras sinodales y ser valientes para erradicar estructuras caducas.
  • Necesitamos un nuevo estilo de liderazgo y de autoridad que genere confianza y credibilidad, y nuevos espacios de corresponsabilidad. Se hace necesaria la transparencia, sin la cual no se genera confianza.
  • El clericalismo en todas sus vertientes debe ser dejado atrás. Debe haber una cercanía afectiva y efectiva del clero respecto a los fieles. A su vez, se hace necesario por parte de los bautizados revalorizar la figura del sacerdote y su cuidado, ya que en ocasiones se siente solo o incomprendido.
  • Es necesario incorporar a la vida cristiana la formación continua y permanente en una comunidad. Hay que mejorar el acompañamiento y formación de todos los bautizados, especialmente en las familias que se enfrentan a grandes cambios culturales. Un Pueblo de Dios en Salida conlleva recuperar espacios para el apostolado del laico, solo y asociado, en la sociedad: universidad, medios de comunicación, empresa, vida pública… La formación en los seminarios ha de estar conectada con la vida y la misión de la Iglesia. Hay que crecer en la formación del liderazgo, de la liturgia y la Doctrina Social de la Iglesia entre otras.
  • Es esencial redescubrir la Eucaristía como sacramento de unidad y de fraternidad, para ello es necesario que nuestras celebraciones ayuden a vivir y a redescubrir la fe en todas las dimensiones de nuestra vida. Siendo necesario repensar la liturgia, esperamos una renovación litúrgica más participativa y sinodal que ayude a vivir la fe de forma integral y abra nuevos horizontes de evangelización. Lo cierto es que los fieles no comprenden la liturgia, es importante propiciar una catequesis mistagógica (explicando signos y actos) para que pueda ser plenamente vivida. No se puede asistir de forma pasiva. Parece lógico que primero se acometa la formación y, posteriormente, cuando se comprenda la liturgia actual, se valore si es necesario renovarla o no.
  • Hay que superar la polarización e ideologización de la fe, la fe ha de estar libre de ideologías personalistas y políticas. No obstante, la fe debe estar presente en los espacios públicos y dar a conocer la rica Doctrina Social Cristiana, tan desconocida, que nos ayuda a redescubrir la dimensión social del Evangelio. Es importante salvaguardar la defensa de la vida en todas sus etapas.
  • Valorar el ecumenismo como signo de unidad y colaboración para la construcción del bien común y el cuidado de la creación.
  • Se debe invertir tiempo y recursos a la comunicación, tanto interna como externa en la Iglesia como una prioridad apremiante.
  • La religiosidad popular, expresión de una fe inculturada y vivida por el pueblo, debe ser acogida, revalorizada e impulsada. Es un medio privilegiado para la transmisión de la fe y el primer anuncio, así como un lugar concreto de expresión de la sabiduría del Pueblo de Dios. Hace fácil en nuestra tierra la convivencia de los elementos religiosos en medio de la sociedad.

 

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