En las primeras palabras que ha dirigido al Pueblo de Dios el nuevo papa León XIV ha identificado a Jesucristo con la imagen del puente: “Cristo va delante de nosotros. El mundo necesita su luz. La humanidad necesita de Él como el puente para ser alcanzado por Dios y su amor”.
Una imagen sugerente para un mundo polarizado que vive acomodado a la poca luz, pero que sabe que está hecho para ver más allá de las sombras en las que acomoda su pupila. La imagen del puente es certera en tanto que supone la construcción hacia algo que anhela su corazón, y que no encuentra entre las satisfacciones y gozos del mundo. La indicación del Papa viene a recordarnos que todo el placer, todo el dinero, toda la comodidad que puede brindarnos el mundo palidece comparado con el amor que Dios viene a entregarnos personalmente.
El papa quiere comunicarse, desde sus primeros instantes, con el hombre contemporáneo que percibe a Dios demasiado alejado, o distante de nuestra ribera, tal y como refleja Víctor Hugo, en torno a 1850: “Sería necesario cruzar este abismo donde no aparece ningún borde para que en esta noche puedas caminar hacia tu Dios: construir un puente gigante sobre millones de arcos. ¿Quién podrá alguna vez? ¡Nadie!”. Tenía razón el poeta, nadie podría alcanzar la orilla de Dios por sí mismo.
Sin embargo, frente a la desesperación contemporánea, el Papa nos ha hablado de Puente que ha atravesado la frontera de la muerte, sin ningún otro salvavidas que la confianza en la filiación de Dios, y desde el fondo de la miseria humana, de su destrucción total, ha emergido como la luz del Resucitado. Ese puente, Jesucristo, que renace con un esplendor nuevo en la Pascua, habla al hombre de una victoria única: la victoria del crucificado, que compartió su fracaso de hombre, de todos los hombres, pero que se ha levantado como el amor de Dios y nos ha comunicado su luz a nosotros, la luz de la vida eterna, abriendo el horizonte a una esperanza real. Esta esperanza, tanto para el Papa como para muchos hombres con los que compartimos la historia tiene un nombre: la paz.
El Buen Pastor que ha evocado León XIV como puente nos abre, con la paz, la posibilidad de encontrarnos, rompiendo los abismos que nuestras inseguridades han levantado. La construcción de la paz, por tanto, nace de un amor original, el de Cristo que va delante de nosotros, pero también del de todos aquellos que se unen a las manos de Dios para construir puentes que nos permitan conocernos. Creo que esta imagen del puente, lejos de ser un destello de los orígenes imperiales del papado (pontifex maximus), es una hermosa tarea en la que ha comprometido toda su vida, uniendo las dos Américas a través de la misión, como refleja su lema (in Illo, uno unum). Sin duda, muchos estamos agradecidos a esta oportunidad que nos brinda para que le ayudemos, aprendiendo a construir puentes entre nosotros, hasta que lleguemos a la unidad deseada.
The post #PapaLeónXIV | Monseñor Valdivia: ‘El Puente’ first appeared on Archidiócesis de Sevilla.