Continuando con el ciclo dedicado a San José con motivo del Año a él dedicado, traemos hoy esta singular escena de la gloriosa muerte de San José, que podemos encontrar en la céntrica Capillita que lleva el nombre del esposo de María.
La representación de la muerte del esposo de la Virgen María no es demasiado frecuente en el arte; en nuestra Archidiócesis, destacan el relieve que corona el retablo de la antigua Ermita del Patrocinio en Triana hoy Capilla del Sagrario de la Basílica del Cachorro, que procede de la Iglesia de San Alberto, la tabla atribuida a Juan del Castillo que está en el Museo de Bellas Artes, procedente del Convento de Monte-Sión de Sevilla o los cuadros que están en la Iglesia del ex-convento de la Paz, en la Capilla de la Orden Tercera Franciscana del antiguo Convento de San Pedro de Alcántara y en las Parroquias de Santa Cruz, San Bartolomé o San Nicolás, este último obra de Pedro Tortolero, por citar sólo algunos.
En 1920 el Papa Benedicto XV nombra a San José patrón de la buena muerte, ya que es “el más eficaz protector de los moribundos, habiendo expirado con la asistencia de Jesús y de María”, como queda patente en este grupo escultórico que se encuentra en una hornacina del retablo rococó del lado del Evangelio del crucero de esta Capilla joya del barroco sevillano y que se puede fechar en los últimos años de la década de 1770. El profesor Roda Peña lo atribuye con bastante fundamento a Cristóbal Ramos, a quien también se le atribuye un Nacimiento que se halla en otro altar de esta Capilla.
La gloriosa muerte de San José o el Tránsito de San José asistido por Cristo y María, como se denomina este grupo escultórico, es de pequeño formato y está realizado en terracota y telas encoladas y nos muestra a San José acostado en una cama en el momento de expirar, sobre el cual se inclina cariñosamente Jesús, como consolándole con palabras de vida eterna que sólo el Hijo de Dios puede tener (cf. Jn 6, 68), a la vez que sostiene su cabeza con ternura.
De pie, junto al lecho donde expira su esposo, aparece la Virgen María llena de dolor, con la cabeza inclinada hacia el lado derecho en señal de tristeza, secando sus lágrimas en un largo pañuelo que lleva en su mano derecha, mientras que con la izquierda se recoge el manto, en una representación que deriva directamente de la iconografía de la Dolorosa al pie de la cruz.
En esta escena el autor parece inspirarse en un pasaje del evangelio apócrifo titulado Historia copta de José el Carpintero, que narra la muerte del custodio del Hijo de Dios en la tierra en el capítulo 19, señalando como a la hora de la muerte de San José, estaba Jesús sentado en la cabecera de la cama y la Virgen a sus pies.
Antonio Rodríguez Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural
Las fotos son de Musae Conservación y Restauración.