El ursaonense Ramón Valdivia era uno de tantos jóvenes universitarios que, allá por los años noventa, frecuentaba la capilla universitaria haciendo un alto en sus estudios de Derecho. Seguramente, aquellas horas ante el sagrario situado a los pies del Cristo de la Buena Muerte contribuyeron a perfilar una vocación que le llevó, primero, a recibir el orden sacerdotal y, desde abril de 2023, a ser uno de los dos obispos auxiliares que el papa Francisco nombró para la Archidiócesis hispalense.
El pasado sábado, monseñor Valdivia regresó a esa capilla y se postró de nuevo ante el mismo altar al que, décadas después, siguen acudiendo otros estudiantes universitarios, con otras inquietudes, y quizás, quién sabe, alguna duda vocacional. El motivo fue la misa de inicio de curso de la Universidad de Sevilla, una cita previa al acto académico que se celebró en el Paraninfo y que sirvió para, en alusión a una de las lecturas del día, reivindicar la sabiduría como “principio ordenador que impide la sinrazón o el desorden que pueda ofuscar la luz del Señor”.
Diversas autoridades universitarias, con el rector, Miguel Ángel Castro, a la cabeza, participaron en una Eucaristía que concelebraron el director del Servicio de Asistencia Religiosa de la Universidad de Sevilla (SARUS), Pablo Guija; el recientemente nombrado adjunto a la dirección de la Pastoral Universitaria, Alberto Campos; el anterior responsable de esta área de la pastoral diocesana, Álvaro Pereira; o el delegado diocesano de Medios de Comunicación, Leonardo Sánchez, entre otros.
El obispo auxiliar de Sevilla afirmó que el “areópago” que es la universidad, “donde confluyen todas las corrientes de pensamiento” se enriquece con el mensaje de Cristo. En su homilía, monseñor Valdivia invitó a los presentes “a jugar a descubrir la presencia del Dios oculto en sus distintas materias de conocimiento”. En este sentido, señaló la “hermosa paradoja” a la que asistimos, con una sociedad que “parece buscar caminos que distraen la confianza, alterándola en una confrontación que nada tiene de gozoso, pues al cambiar unilateralmente las reglas, se cambia la naturaleza del juego por el engaño ventajoso, por una artificiosa manipulación egoísta”.
Más adelante subrayó el papel de la universidad como “un lugar privilegiado donde todo se pone al servicio de la pasión del conocimiento y de su comunicación, en el gozo de un aprendizaje continuo”. Y aquí señaló la necesaria “colaboración de otros para guiar, sostener y alcanzar la meta hacia la que apunta”, lo que nos lleva a formular “la gran belleza de la universidad”, lo que ha permitido que esta institución académica haya perdurado durante siglos, “derribando, curso tras curso, las artimañas de quienes -apuntó- prefieren el solitario al gozo de la participación comunitaria en el juego del conocimiento”.
Posteriormente trazó el relato de la resurrección del Señor, que “cambiaba la tragedia por la esperanza que nacía del perdón”. Desde entonces, añadió, “los cristianos, son portadores de una reconciliación que hace verdaderamente gozoso el juego del conocimiento”. Dirigiéndose a los allí presentes, monseñor Ramón Valdivia recordó que “cada inicio de curso supone la oportunidad de mostrar con nuestro trabajo la disposición a tomarnos en serio ese juego apasionante de descubrir, primero personalmente y luego a los demás, esas huellas en las que Dios nos atrae hacia sí mismo”. Finalmente, reiteró la importancia de implicarse “con toda vuestra vida en este juego”, pues de lo contrario, “están ‘en juego’ la superación de las fracturas sociales, la ampliación de los conocimientos de nuestro mundo, hacer más humana la inteligencia artificial, desarrollar una ciencia que respete la dignidad de toda persona, abrir cauces de comunicación y de paz a través de la justicia y la verdad”.
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