Misa en rito Hispano-Mozárabe en la Parroquia de San Vicente Mártir

Archidiócesis de Sevilla
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Sede metropolitana de la Iglesia Católica en España, y preside la provincia eclesiástica de Sevilla, con seis diócesis sufragáneas.

Esta tarde, a las ocho, se celebra la Fiesta de San Vicente Mártir con una Misa en Rito Hispano-Mozárabe en la parroquia homónima. A continuación, tendrá lugar un ágape fraterno en la sacristía con todos los grupos parroquiales.

La Parroquia de San Vicente pretende con ello «contribuir a preservar la riqueza del patrimonio espiritual sevillano y valorar nuestras raíces cristianas, para que ilumine el actual reto de anunciar con alegría y esperanza a Jesucristo Resucitado».

Idiosincrasia del rito hispano-mozárabe

Desde sus comienzos en la Iglesia, los diferentes pueblos coincidentes en una misma fe tuvieron diversos modos y maneras de estar alrededor de la Mesa y hacer a Dios la ofrenda eucarística.

El antiguo Rito Hispánico formó parte del grupo de liturgias de lengua latina que entre los siglos V y VII se constituyeron en Occidente. En su formación intervinieron tres grandes sedes metropolitanas: Sevilla, Tarragona y Toledo. Nuestros santos obispos Leandro e Isidoro y el IV Concilio de Toledo fueron las piezas claves en el embellecimiento y unificación del culto de la Iglesia hispánica.

A finales del siglo XI, en aras de la unidad, la Iglesia española renunció a su liturgia, haciendo obligatorio el rito romano y quedando el rito hispano-mozárabe reducido, por concesión de Alfonso VI tras la reconquista de la ciudad, a las ocho parroquias existentes en Toledo.

Posteriormente, para evitar que este rito se extinguiese, el Cardenal Cisneros fundó en la catedral toledana la capilla mozárabe.

Más adelante, el Concilio Vaticano II, reconociendo igual derecho y honor a todos los ritos legítimamente reconocidos, y a instancias del Cardenal Bueno Monreal, concedió a nuestra Archidiócesis en 1966 la facultad de utilizar de nuevo ese rito.

Respecto a la estructura, la liturgia hispano-mozárabe se divide en torno a nueve oraciones propias: oración después del Gloria, oración entre los dípticos, oración después de los dípticos, oración por la paz, acción de gracias, oración del Santo, invocación, introducción al Padre nuestro y Bendición.

Sus diferencias más destacadas respecto al rito romano, además de una mayor participación de los fieles, se encuentra en el rito de la paz, que se sitúa después del ofertorio, y en el Credo y la Bendición, situados inmediatamente antes de la Comunión.

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