Vivimos este tiempo de Adviento de la mano de la Virgen María, de la que celebramos su Concepción Inmaculada el día 8 de diciembre, nueve meses antes de su Natividad, que recordaremos el 8 de septiembre. Presentamos hoy la bella imagen de la Pureza que se encuentra en la Parroquia de Umbrete.
La Hermandad de la Purísima Inmaculada Concepción de la Reina de los Ángeles, radicada en la Parroquia de Nuestra Señora de Consolación de Umbrete, debió fundarse en las primeras décadas del siglo XVII, fruto del fervor concepcionista que se suscita en Sevilla en torno a los años 1618-1620, si bien el primer testimonio documental data de 1647.
La imagen de la Pureza se puede datar precisamente en torno a la década de 1620-30, como apunta el historiador del Arte, José Luis Romero, en un contexto en el que en Sevilla se están realizando algunos de los mejores ejemplos de esta iconografía mariana, como las ue realiza magistralmente Juan Martínez Montañés para El Pedroso, el convento de Santa Clara de la capital hispalense y, sobre todo, la Cieguecita de la Catedral.
De autor anónimo, la Pureza de Umbrete sigue el modelo de dichas imágenes concepcionistas montañesinas. Así, la Virgen, de rostro aniñado, se alza sobre una peana en forma de nubes decorada con cabezas de angelitos, presentando la mirada baja, llena de unción y recogimiento, ligeramente dirigida a su lado derecho, con las manos unidas en gesto de oración, y adelantando levemente su pierna izquierda. Viste la tradicional túnica blanca, recubierta del manto azul que va cayendo de su hombro izquierdo hasta dejar visto el derecho y recogerse debajo de sus brazos. Completa su iconografía con la corona que la presenta como Reina de todo lo creado, así como con la ráfaga de plata, que alude al vestido de sol de la mujer apocalíptica del capítulo 12 de este libro de la Biblia, y la media luna a sus pies, fechándose tanto la corona como la ráfaga en el siglo XVIII.
Cuenta igualmente la hermandad con un interesante Simpecado de finales del siglo XVIII, realizado en terciopelo azul bordado en plata y presidido por una pintura de la Inmaculada.
En este año jubilar, la contemplación de la Inmaculada Concepción de la Virgen María es para toda la Iglesia un signo de esperanza porque nos demuestra que la gracia ha vencido al pecado, la luz a las tinieblas, el amor al egoísmo. En María vemos ya cumplidas todas nuestras esperanzas y descubrimos y constatamos que el Reino de Dios, ese Reino de los sencillos, los humildes y los pobres, no es una utopía inalcanzable porque en la Madre de Dios ya se ha hecho realidad, como nos demuestra su Pureza y como Ella misma canta en el Magníficat.
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