En vísperas de la Inmaculada, cumplidos los 94 años, fallecía en Alcalá de Guadaíra Sor Ángela Peñacoba, Hija de la Caridad, natural de Santo Domingo de Silos (Burgos). Una mujer erudita y polifacética. Pero sobre todo, una persona adelantada a su tiempo: firme defensora de la igualdad entre hombres y mujeres.
Llegó a Alcalá de Guadaíra en el año 1952 para desarrollar su labor en el antiguo colegio San José, que regentaban las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, en una época en la que la mujer, claramente discriminada, no tenía las mismas oportunidades ni derechos que el hombre. En Alcalá las mujeres no podían estudiar el Bachillerato Elemental; tampoco se sentía en la sociedad de la época la necesidad de que las niñas estudiaran. Pero sor Ángela Peñacoba con entusiasmo y esfuerzo fue capaz de convencer a sus superiores, niñas y familias de la importancia de sus estudios, sin que fuera un obstáculo los problemas económicos. Así, trajo el Bachillerato para las niñas alcalareñas. Sor Ángela matriculó a sus alumnas en el sevillano Instituto de Enseñanzas Medias ‘Murillo’, les consiguió los libros que el centro educativo exigía, en las librerías de Sevilla que lo vendían, y cargaba con ellos en grandes bolsas, trayéndolos en los autobuses de la época. Preparó a conciencia “a sus niñas” y a aquellas que necesitaban recursos económicos para poder estudiar, sor Ángela les conseguía becas. Para ello, iba a Madrid, al Ministerio, y volvía con las becas concedidas. Además, aconsejaba a los padres qué deberían estudiar sus hijas y cómo hacer para conseguir ayudas para seguir en Sevilla el Bachillerato Superior. Se convirtió, de este modo, en la piedra angular para el futuro de las que hoy son funcionarias, profesoras, científicas o catedráticas, a las que formó imbuidas de la cultura del estudio y el esfuerzo, a las que transmitió las enseñanzas del Evangelio, formándolas íntegramente como personas.
Sor Ángela marchó, más tarde, a Montellano para asumir una nueva tarea en el asilo que regentaban las Hijas de la Caridad, de cuya comunidad fue superiora. Nuevamente destacó por su entrega a los demás. Tal fue su intensa y generosa labor, que el Ayuntamiento, por unanimidad del pleno, le concedió el título de Hija Adoptiva de Montellano.
Tras vivir apasionada por la enseñanza, la evangelización y la transmisión de valores, pasó sus últimos días de nuevo en Alcalá de Guadaíra, ahora en la Residencia La Milagrosa, que regentan las Hijas de la Caridad.
Francisco Burgos