Eucaristía, misterio que se ha de creer, celebrar y vivir

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Eucaristía, misterio que se ha de creer, celebrar y vivir

Este domingo 22 de junio la Iglesia Universal celebra la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. La conmemoración del Corpus Christi hunde sus raíces en el siglo XIII, cuando la religiosa santa Juliana de Cornillón promovió, en 1208, la idea de celebrar una festividad en honor del Cuerpo de Cristo presente en la Eucaristía.  La primera vez que se celebró fue en la diócesis de Lieja (Bélgica), en 1246.

La solemnidad se instituyó el 11 de agosto de 1264 por el papa Urbano IV, mediante la bula Transiturus de hoc mundo’ que se traduce en ‘Pasando de este mundo’, en referencia a la Última Cena.

En el citado documento, el papa Urbano escribió: “Es un alimento que restaura y nutre verdaderamente, sacia en sumo grado no el cuerpo, sino el corazón; no la carne, sino el espíritu; no las vísceras, sino el alma. El hombre tenía necesidad de un alimento espiritual, y el Salvador misericordioso proveyó, con piadosa atención, al alimento del alma con el manjar mejor y más noble”. Sobre el pan de vida añadió: ¡Glorioso memorial, deberías ser guardado entre los más profundos latidos del corazón, impreso indeleblemente en el alma, encerrado en las intimidades del espíritu, honrado con la más asidua y devota piedad!”.

Eucaristía, fuente y cima de la misión de la Iglesia

Ocho siglos después de ‘Transiturus de hoc mundo’, la Iglesia celebró el Concilio Vaticano II, donde afirmó con acierto, por medio de sus documentos conciliares, concretamente de Lumen Gentium (Luz de los pueblos) que la Eucaristía es la fuente y la cima de la vida y de la misión de la Iglesia. “Participando del sacrificio eucarístico, fuente y cumbre de toda la vida cristiana, los fieles ofrecen a Dios la Víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntamente con ella”.

También el papa Benedicto XVI en la exhortación apostólicaSacramentun Caritatis publicada en 2007, reflejó la armonía entre dogma, liturgia y vida: “la Eucaristía es un misterio que se ha de creer, celebrar y vivir”. Las consideraciones siguientes del documento se centraron en dos aspectos de esa triple dependencia: la relación entre fe y celebración y la relación entre celebración y vida.

Éste es el misterio de la fe

Con esta expresión, pronunciada inmediatamente después de las palabras de la consagración, el sacerdote proclama el misterio celebrado y manifiesta su admiración ante la conversión sustancial del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús, una realidad que supera toda comprensión humana. En efecto, “la Eucaristía es misterio de la fe por excelencia: Es el compendio y la suma de nuestra fe. La fe de la Iglesia es esencialmente fe eucarística y se alimenta de modo particular en la mesa de la Eucaristía. La fe y los sacramentos son dos aspectos complementarios de la vida eclesial. La fe que suscita el anuncio de la Palabra de Dios se alimenta y crece en el encuentro de gracia con el Señor resucitado que se produce en los sacramentos”, escribió el papa Benedicto.

Lex orandi lex credendi

En esta línea, los padres sinodales participantes en el Sínodo de los Obispos celebrado en 2015, dos años antes de ‘Sacramentum caritatis’, reflexionaron sobre la relación intrínseca entre fe eucarística y celebración, poniendo de relieve el nexo entre lex orandi y lex credendi (la ley de la oración es la ley de la creencia), subrayando la primacía de la acción litúrgica. “Es necesario vivir la Eucaristía como misterio de la fe celebrado auténticamente, teniendo conciencia clara de que el intellectus fidei (entendimiento de la fe) está originariamente siempre en relación con la acción litúrgica de la Iglesia”.

“Puesto que la liturgia eucarística es esencialmente actio Dei que nos une a Jesús a través del Espíritu, su fundamento no está sometido a nuestro arbitrio ni puede ceder a la presión de la moda del momento. En esto también es válida la afirmación indiscutible de san Pablo: «Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo»”, añadieron los padres sinodales.

Forma eucarística de la vida cristiana

La tercera dimensión esbozada en ‘Sacramentum caritatis’, es la Eucaristía como misterio que se ha de vivir. Así, el nuevo culto cristiano abarca todos los aspectos de la vida, transfigurándola: «Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios» (1 Co 10, 31). De lo anterior se deduce que “el cristiano está llamado a expresar en cada acto de su vida el verdadero culto a Dios. De aquí toma forma la naturaleza intrínsecamente eucarística de la vida cristiana. La Eucaristía, al implicar la realidad humana concreta del creyente, hace posible, día a día, la transfiguración progresiva del hombre, llamado a ser por gracia imagen del Hijo de Dios”.

En este sentido, “todo lo que hay de auténticamente humano -pensamientos y afectos, palabras y obras- encuentra en el sacramento de la Eucaristía la forma adecuada para ser vivido en plenitud”.

Frutos de la comunión eucarística

El numeral 1391 del Catecismo de la Iglesia Católica describe los frutos de la comunión eucarística de la siguiente manera: “La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en la comunión da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús”. De allí se desprende que “la comunión con la Carne de Cristo resucitado conserva, acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo. Este crecimiento de la vida cristiana necesita ser alimentado por la comunión eucarística”. En definitiva, la Eucaristía acrecienta la comunión con Cristo, separa del pecado, fortalece la caridad, construye la comunión dentro de la Iglesia, compromete a favor de los necesitados,  fomenta la dimensión misionera de la Iglesia y anticipa la gloria celeste.

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