Iniciamos el año conversando con el Obispo auxiliar de Sevilla. Recientemente se ha cumplido el séptimo aniversario de su nombramiento episcopal, y durante estos años ha podido conocer -vicaría a vicaría, parroquia a parroquia- la realidad eclesial tan diversa de la Archidiócesis hispalense. Una panorámica que lleva a la Iglesia a comprometerse con los más desfavorecidos, y a reforzar su misión evangelizadora con un nuevo estilo derivado de las Orientaciones Pastorales.
Antes de nada, ¿cómo y dónde ha pasado la Navidad?
En la familia. Mis hermanos que están fuera suelen venir, y las pasé con ellos, con mis sobrinos, mi padre, de esa manera familiar; y luego con las comunidades que visito estos días.
El relato de la cueva de Belén nos remite a una realidad de los más marginados, y el pasado día 23 usted celebró la Navidad con los presos del Sevilla 1 ¿Quizás se esté cumpliendo ahí un relato de cercanía a los últimos?
Sí, es una costumbre habitual aquí en Sevilla. Estar esa tarde con esas personas es entrañable y conmovedor. Y es una suerte para el ministerio del obispo. Salir de los círculos habituales tan cálidos de la familia y entrar en una cárcel o un hospital ese día nos recuerda lo decisivo que es el acontecimiento de la Navidad.
¿Qué les dice a los presos?
Lo que les suelo decir es que si la Navidad fuera únicamente alegría, una buena cena, una buena compañía -que son alegrías legítimas-, qué poca cosa sería y qué frágil. Cualquier contratiempo podría parar esa felicidad. Pero es que es otra cosa… Dios tiene interés por nosotros, por cada uno de nosotros, este es el mensaje que yo les llevo a los presos en la tarde de la Navidad. Dios está con vosotros, no estáis solos.
Las Orientaciones Pastorales nos hacen tener una mirada de discípulo ante los más pobres, y usted suele repetir que en Sevilla están tres de los cuatro barrios más pobres de España. Esto nos tendría que interpelar como cristianos.
Pues sí, siempre nos tiene que interpelar. Recientemente hice la visita pastoral a uno de estos barrios, y ver a una familia en un piso de 38 metros cuadrados, viviendo nueve personas, con ancianos, inmovilizados… Son imágenes que impactan. Y gracias Dios la Iglesia está muy presente en todas esas realidades.
¿Alberga esperanza ante esta realidad?
Ciertamente la hay. Ellos mismos tienen esperanza, los pobres tienen esperanza, tienen ilusiones y ven a sus niños, nietos o biznietos con esperanza. Y la Iglesia está presente. Es un orgullo para la Iglesia en Sevilla saber cómo no hay pobre que la Iglesia no tenga localizado, en el centro y en la periferia, de la ciudad y de los pueblos. Si se le preguntase a cada equipo de Cáritas parroquial, haríamos un mapa exactísimo de calle y número donde está cada una de las situaciones de mayor pobreza material.
Estas visitas pastorales le están sirviendo mucho para descubrir signos de esperanza.
Sí, sí, hay mucha entrega de las personas, a veces entre quienes comparten esas mismas situaciones. Las personas de Cáritas son del barrio, viven allí y están participando de esa situación, pero con una generosidad de tiempo, de dedicación… También por parte de todo tipo de instituciones públicas, privadas, fundaciones, etc. Y eso es un signo grande de esperanza. Aunque la esperanza grande que nosotros podemos dar es precisamente el pan bajado del cielo, la Palabra. El papa Francisco lo repite mucho: los pobres también necesitan a Dios, necesitan su Palabra, los sacramentos y una comunidad cristiana que los acoja. Eso lo da también la Iglesia, lo está intentando dar.
¿Un mensaje para este inicio de año?
Somos queridos por el Señor. Hay alguien a quien interesamos tan desinteresadamente que ha dejado el cielo para bajar a la tierra, de tal modo que nosotros podamos entrar un día en el cielo.