El sacerdote sevillano Juan Luis García, párroco de San Joaquín, se encuentra estos días en Quinindé (Ecuador) colaborando con la comunidad parroquial de esta localidad especialmente afectada por los terremotos que vienen asolando el país desde el pasado mes de abril. Es la segunda vez que visita esta región tropical del noroeste ecuatoriano, y en esta ocasión llega con la ayuda económica que han prestado hermandades de la Parroquia de San Vicente y el Colegio de Farmacéuticos de Sevilla.
Durante estos días se ha procedido al reparto de la cuantía económica recaudada en Sevilla, y se han asignado 2.099,74 y 12.000 dolares respectivamente a sendos proyectos de desarrollo en la zona. Además, se ha puesto en marcha otra iniciativa social para la atención domiciliaria de personas enfermas, la mayoría de ellas paraliticas, en sus domicilios.
Las consecuencias de los seísmos siguen siendo bien visibles en toda la zona, llegando a afectar a algunos complejos religiosos que están siendo restaurados gracias a la colaboración de la feligresía. En las zonas urbanas se suceden los trabajos de desescombro y apuntalamiento de las viviendas más afectadas en su estructura, y los informes de daños apuntan a un largo período de obras.
“Normalidad” entre seismos
A pesar de ello, la actividad en la parroquia no cesa. Y a la habitual labor pastoral, social y educativa que se lleva a cabo en ella se ha añadido una versión propia de religiosidad popular, con la participación de la comunidad educativa local.
Según la comunicación que ha hecho llegar Juan Luis García a esta Delegación de Medios, la población trata de hacer vida normal a pesar de la tensión por la inminencia de nuevos movimientos sísmicos. “Los trabajos van a buen ritmo, aunque el cansancio hace mella, y no cesa el trabajo evangélico”. Un ejemplo de ello es el bautismo de Oldi, una profesora del colegio con 48 años, que ha recibido el sacramento después de una etapa formativa. “Realmente fue un regalo de Dios”, concluye García.