Carta Pastoral de Mons. Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla, con motivo de la Pascua del Enfermo, que se celebrará el próximo 29 de mayo.
Queridos hermanos y hermanas:
El próximo domingo, 29 de mayo, celebraremos la Pascua del Enfermo, jornada que tiene como finalidad acercar a los cristianos al mundo de la enfermedad. Los Evangelios nos muestran el lugar importante que ocupan los enfermos en la vida de Jesús. Su ministerio público se inicia anunciando el Reino de Dios y sanando las enfermedades del pueblo. El Evangelio nos dice que "le llevaban todos los enfermos aquejados de males y sufrimientos diversos… y los sanaba" (Mt 4,23.24). En su vida pública, Jesús mantuvo una especial atención hacia los enfermos. Su ocupación principal era anunciar la buena nueva del Reino de Dios y curar toda enfermedad y toda dolencia (Mt 9,35). Y esto es también lo que encarga a sus discípulos: “Id anunciando que el Reino de los cielos está cerca. Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos y expulsad demonios." (Mt 10,7-8). La cercanía de Jesús a los enfermos es constante. Cura a los enfermos y expulsa a los demonios como signo de la verdad de su mensaje, como revelación del amor y de la misericordia de Dios. Enfermos y endemoniados son los pobres preferidos por Jesús.
El mandato de Jesús a sus Apóstoles está dirigido también a nosotros. La Iglesia ha heredado esta predilección del Señor por los enfermos. Es evidente que la situación actual es muy distinta de la que se daba en el tiempo de Jesús. Hoy todos tenemos acceso a las instituciones sanitarias públicas o privadas. Con todo, el encargo del Señor sigue vigente. Lo vivimos cuando nos acercamos al enfermo con amor, compasión y generosidad, con respeto, misericordia y deseos de servir. Ante un enfermo, los cristianos tenemos que ver siempre la imagen dolorida de Jesús, identificado por amor con todos los dolores y sufrimientos de los hombres.
En las vísperas de la llamada Pascua del Enfermo, recuerdo a todos los cristianos de la Archidiócesis que la atención preferente, el cuidado esmerado y el servicio solícito a los enfermos debe estar en el centro de interés de las comunidades parroquiales y de cada uno de nosotros. En el año de la Jornada Mundial de la Juventud (Madrid, 16-21 de agosto), la llamada al amor y al servicio a los enfermos se dirige especialmente a los jóvenes, que tanto pueden enriquecerse visitando y ayudando a los enfermos. Ellos son la viva imagen del Señor crucificado. Ellos, ofreciendo sus dolores a Dios como sacrificio de holocausto, son un auténtico tesoro para nuestras comunidades y una auténtica fuente de energía sobrenatural para la Iglesia.
En el servicio a los enfermos tenemos todos un campo inmenso para el ejercicio de las obras de misericordia: los familiares que les cuidan en casa con infinito amor, los sacerdotes que les visitan semanalmente, entendiendo que éste es uno de los quehaceres fundamentales de su ministerio, los religiosos que tienen como carisma el servicio a los enfermos, los voluntarios que colaboran con la Delegación de Pastoral de la Salud en sus visitas a los enfermos en clínicas y hospitales, los miembros de los grupos parroquiales comprometidos en esta pastoral específica, y cada uno de nosotros, – también los jóvenes generosos- llamados a compartir nuestro tiempo, nuestra alegría y nuestro afecto con nuestros familiares, amigos y vecinos enfermos. En ellos nos espera el Señor, pues Él se identifica especialmente con los pobres y nadie es más pobre que aquel a quien le falta un bien tan preciado como es la salud. Cuando visitamos, servimos y ayudamos a los enfermos, estamos sirviendo, visitando y ayudando en ellos al Señor (Mt 25,36 y 43).
Si algún enfermo merece especialmente la solicitud maternal de la Iglesia son los enfermos solos, en sus casas y hospitales. Ellos son los predilectos del Señor y deben ser los preferidos de los capellanes, de los servicios de la Delegación Diocesana y de los voluntarios.
Queridos voluntarios: como testigos de la bondad de Dios y de la misericordia de Jesús hacéis visible el rostro samaritano de la Iglesia. No olvidéis nunca la dimensión evangelizadora de vuestro compromiso. Sirviendo a los enfermos estáis evangelizando, pues la Nueva Evangelización, para ser creíble, necesita del refrendo de nuestro amor fraterno y de nuestro servicio solidario. En él, muchas veces os encontraréis con familiares y amigos de los enfermos y con profesionales de la medicina que han abandonado la fe o la práctica religiosa. No desaprovechéis estas ocasiones, a veces muy propicias, para evangelizar, para mostrar a Jesucristo como único camino, verdad y vida de los hombres y única esperanza para el mundo.
Que el Señor conceda la salud a nuestros hermanos enfermos y a todos vosotros, que les cuidáis, servís y visitáis, la paz, fruto de la Pascua, la alegría recrecida que es consecuencia de la buena conciencia, la paz y la alegría redobladas que son el premio de aquellos que hacen de su vida una ofrenda de servicio generoso a sus hermanos.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla