Hacia la beatificación de nuestros mártires

Carta Pastoral del Arzobispo de Sevilla, Mons. Juan José Asenjo Pelegrina.

Queridos hermanos y hermanas:

Nuestra sociedad es especialmente sensible a la vida y testimonios de las personas que han vivido en coherencia con lo que creían y manifestaban públicamente. Una mirada retrospectiva hacia nuestra última y trágica Guerra Civil permite constatar que muchas personas murieron de forma injusta víctimas de la violencia y que no fue menor en ambos bandos de la contienda el número de aquellas que, también injustamente, fueron represaliadas como consecuencia de un odio atroz. Sin hacer acepción de personas o calificar las muertes que todos sufrieron, creemos que es nuestro deber volver la vista a aquellos momentos y circunstancias para rescatar el testimonio de las personas que, siendo perseguidas a causa de su fe o de su condición sacerdotal, murieron proclamando su amor al Redentor y perdonando a sus perseguidores, viviendo así en sus propias vidas la misma pasión de Cristo que acabamos de celebrar. Desde hace tiempo las distintas Diócesis españolas han venido realizando las tareas precisas para conocer con rigor tanto el número de víctimas como las circunstancias en las que se produjo su muerte. Muchos han sido ya beatificados y algunos canonizados. Por causas diversas, nuestra Archidiócesis es una de las pocas que no han iniciado todavía este proceso.

Si Dios quiere, en los próximos meses daremos los pasos oportunos para hacer el estudio exhaustivo que nos permita determinar las personas que en nuestra Iglesia particular murieron proclamando su amor a Cristo y perdonando a sus perseguidores para, en un futuro inmediato, abrir solemnemente el proceso de beatificación de los mártires de la persecución religiosa en Sevilla (1936-1939). En las próximas semanas nombraré a los técnicos que harán el trabajo de campo, interrogando a los testigos y estableciendo las circunstancias de los martirios. Nombraré también a los miembros del tribunal que examinará las declaraciones de aquellos, la comisión de historiadores y la de censores teólogos. La Delegación Episcopal para las Causas de los Santos, que dirige el Sr. Vicario General, D. Teodoro León, coordinará todos los trabajos e impulsara la búsqueda de datos.

El objetivo último, insistimos, es cumplir con un deber de justicia y gratitud, y poner sobre el candelero de la Iglesia el heroísmo y la fortaleza de quienes, por amor a Jesucristo, prefirieron la muerte antes que renegar de su fe. Nada más lejos de nuestra intención es echar sal sobre viejas heridas que aún parecen abiertas en algunos lugares a pesar del tiempo transcurrido; tampoco pretendemos saldar las cuentas pendientes de quienes las dejaron canceladas perdonando a sus verdugos en un acto de generosa y extrema caridad.

El grupo de los candidatos que en principio reúnen las condiciones apuntadas no llega de momento a la veintena y pertenecen a todos los estados de vida. A la decena de sacerdotes diocesanos, se añaden algunos seminaristas y tal vez algunos laicos. En la preparación de la causa no partimos por completo de cero. A los pocos meses de aquellos trágicos sucesos, nuestro predecesor en la sede de San Isidoro el Cardenal Ilundain y Esteban (1862-1937) dispuso que se recogiesen de inmediato los testimonios de quienes presenciaron los martirios. Fue sin duda una determinación inteligente y sabia, realizada ante la gravedad de los hechos acaecidos, consciente del valor y de la trascendencia que para la Iglesia representaba la persecución padecida por sus sacerdotes diocesanos. Acaecida la muerte del cardenal cuando, muy avanzada su iniciativa, aún no se había concluido, fue de inmediato completada por su sucesor, el Cardenal Segura, al poco de hacerse cargo de la Archidiócesis. Con aquellos documentos testimoniales pudo componerse un libro impreso que fue enviado en 1938 a la Nunciatura Apostólica en España con el título «La persecución religiosa en la Archidiócesis de Sevilla», obra fundamental, de un valor excepcional por la riqueza y originalidad de los testimonios allí recogidos. Aquellos hechos se han recordado en alguna ocasión posterior en distintos artículos y, más recientemente, en el folleto titulado «In memoriam. Sacerdotes martirizados en la Archidiócesis de Sevilla en la Guerra Civil del 36», publicado por Carlos Ros en 1996 bajo los auspicios de la Universidad de Curas de la Ciudad de Sevilla y Hermandad de San Pedro ad Vincula. La desaparición lógica de quienes presenciaron los hechos como consecuencia del tiempo transcurrido será suplida en la medida de lo posible con las aportaciones, adecuadamente recibidas, de quienes pudieron escuchar de ellos sus testimonios. La consulta de una abundante bibliografía, mayoritariamente reciente, así como el estudio crítico de toda la documentación que pueda recabarse al respecto (alguna hasta ahora nunca empleada en estos procesos) serán labores que encomendaremos a cualificados profesionales que realizarán su cometido con plena libertad. Esperamos así conocer en profundidad a quienes reúnen la condición inicial de haber muerto a causa de su fe o condición sacerdotal proclamando su amor a Cristo y perdonando a sus perseguidores para caminar con paso firme, fehacientemente, cuando se abra en nuestra Archidiócesis el proceso de beatificación de los mártires.

Consciente de la magnitud de la empresa, solicito la colaboración de todos, sacerdotes, consagrados y laicos. Pido, sobre todo, oraciones para que el Señor lleve a buen puerto este proyecto, que no tiene otro norte que la gloria de Dios y el bien de la Iglesia y muy especialmente de los fieles de nuestra Archidiócesis. Hoy más que nunca, en una época como la nuestra de fidelidades cortas y de compromisos tenues, necesitamos del testimonio de aquellos cristianos que han vivido su fe y han encarnado el Evangelio de forma heroica y radical en un tiempo y un ambiente de laicismo extremo. Nuestros mártires son referentes y modelos del amor más grande y de la fidelidad más plena para los cristianos de hoy, en las variadas condiciones en que debemos vivir nuestra vocación cristiana. En ellos descubrimos el rostro de Dios, que se ha encarnado y ha tomado forma en los rostros de aquellos que han hecho de Cristo la razón suprema de su existencia (LG 50). En sus epopeyas martiriales descubrimos cómo Él sigue presente en el mundo y salva y transforma las vidas de los suyos. En ellas encontramos, incluso, un motivo de credibilidad, de acuerdo con la sugerente pregunta que Tertuliano formulara hacia el año 200: «¿Es posible que tantos mártires hayan muerto para nada?».

De cara a la Nueva Evangelización y a la transmisión de la fe, es preciso dar a conocer sus vidas, sus escritos y su experiencia de Dios en publicaciones sencillas, comenzando por nuestra hoja diocesana Iglesia de Sevilla y Archisevillla digital. Es necesario que mostremos todos estos tesoros en la acción pastoral. En ellos pueden encontrar los cristianos de hoy auténticos ideales, programas de vida y magníficos ejemplos a seguir. Los santos, también el amplio catálogo de nuestros santos diocesanos y de nuestros mártires del siglo XX, son el más grande y genuino patrimonio de la humanidad, incluso desde una perspectiva puramente civil y social. Sus figuras son la encarnación más perfecta de los grandes valores humanos y cívicos, la solidaridad, la compasión, el servicio a los demás, el amor, el heroísmo, la paz, el perdón y el respeto a sus semejantes.

Como nos dice la liturgia, mediante el testimonio admirable de los santos, el Señor fecunda sin cesar a su Iglesia, con vitalidad siempre nueva, dándonos así pruebas evidentes de su amor. Ellos nos estimulan con su ejemplo en el camino de la vida y nos ayudan con su intercesión. Sus vidas, en efecto, nos alientan en nuestro camino de fidelidad y son para todos un recordatorio permanente de la palabra intemporal de Jesucristo: «Sed santos, como el Padre celestial es santo» (Mt 5,48).

Reiterándoos a todos mi peti
ción de que encomendéis al Señor esta intención, para quienes me leéis cada semana, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

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