El primer Rosario público documentado fue el que protagonizaron el 17 de junio de 1690 los feligreses de la Parroquia de San Bartolomé en torno a la imagen de Nuestra Señora de la Alegría. Pero antes hubo algunos precedentes, entre los que destaca la costumbre de las cofradías rosarieras dominicas de rezarlo en procesión claustral los primeros domingos de mes y el primero de octubre por la calle. Estas referencias dan cuenta de una devoción muy anclada en la piedad popular sevillana, que ha llegado a nuestros días con numerosas representaciones marianas en toda la Archidiócesis.
El papa ha invitado a rezar un Rosario diario por la paz durante este mes de octubre. No es la primera vez que los pontífices recurren a esta oración en contextos delicados
A lo largo de la historia los papas han recomendado diversos ejercicios de piedad mariana, especialmente el Rosario. Así lo ha hecho León XIV, quien ha invitado a su rezo este mes de octubre, lo cual, sin embargo, no es una novedad. En efecto, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco han sugerido el rezo del Rosario durante este mismo mes, así como en momentos en los que la paz se ha visto seriamente comprometida. El hecho es que con esta iniciativa los papas reconocen la eficacia de la oración, prefiriendo para ello una de las oraciones más sencillas y de mayor calado popular como es el Rosario.
En 1569, Pío V estableció la forma actual de los quince misterios originales ¿Ha habido modificaciones posteriores?
Aunque los orígenes del Rosario se remontan al siglo XIII, la fijación de la forma con la que se conoce se debe a la bula Consueverunt de Pío V. En esta proponía el rezo de las decenas de avemarías precedidas del Padrenuestro y explicaba el Rosario como ejercicio de meditación de los misterios de la vida de Cristo. Conforme a esto, el Rosario comprendería quince misterios (gozosos, dolorosos y gloriosos), los cuales, por la reiteración decenal de las avemarías y la suma total de estas evocan el número de los salmos (150), motivo por el que también se le llamó Salterio de la Virgen. No obstante, Juan Pablo II, con la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, del año 2002, creyó conveniente introducir los misterios luminosos, es decir, aquellos que contemplan los hechos más relevantes de la vida pública de Jesús. De este modo, con el Rosario se meditan todos los misterios de Cristo, puesto que todos son misterios de salvación y, por ende, han de interpelarnos a la conversión.
“Cada Ave María rezada es una rosa ofrecida a la Virgen…” ¿A quién debemos esta tradición?
Al parecer, la alegorización del avemaría en la rosa se remonta al siglo XV. De hecho, la etimología de Rosario alude a una rosaleda, conjunto o corona de rosas. Son muchas las tradiciones que sostienen la aparición de la Virgen a devotos que rezaban las avemarías del Rosario o de la Corona (variedad franciscana avemariana), figuradas en rosas que salían de sus bocas y hacerle con ellas una corona a la Virgen. Por poner un ejemplo, fray Isidoro de Sevilla se basa en varias de estas tradiciones para explicar la iconografía de la Divina Pastora, la cual simboliza en las rosas que le acercan las ovejas las avemarías que componen el rezo de la Corona, las cuales son recogidas por la Virgen para transmutar en la presea con la que los ángeles quieren coronarla.
Del Rosario público al rezo en los hogares, en el seno de las familias o en ámbitos parroquiales… De la dimensión comunitaria a la personal. ¿Y ahora?
El Rosario público, por lo que a su cortejo callejero se refiere, tuvo su esplendor en el siglo XVIII, lo cual no significa que se haya extinguido. Son muchas las hermandades que así siguen haciéndolo, especialmente como rosarios vespertinos y de la aurora. En la actualidad, el rezo del Rosario ha decaído en el ámbito familiar, prevaleciendo su carácter personal, mientras que su rezo colectivo sigue vivo gracias a las comunidades parroquiales, las congregaciones religiosas y las hermandades.
¿Cuáles son las primeras referencias iconográficas del Rosario en la Archidiócesis?
Una de las representaciones más antiguas que se conocen, del último tercio del siglo XV, es la de la Virgen de Gracia, pintada por Juan Sánchez de Castro, descubierta en 1876 tras un retablo en la iglesia de San Julián de Sevilla y conservada actualmente en la Catedral. La pintura representa a la Virgen con el Niño mostrando las cuentas de un Rosario. También es digna de mención la imagen de la Virgen del Rosario de la iglesia de San Pablo y Santo Domingo de Écija, primera fundación dominica de la provincia. La obra, relacionada con Juan Millán, es de principios del XVI. Por referir otras imágenes icónicas de la devoción en la capital, podríamos recordar la de San Gil, actualmente en la Macarena, la de Santa Ana, Santa Catalina, los Humeros, etc. Además, el fenómeno rosariero también propició un rico patrimonio para sus cortejos, sobresaliendo el estandarte o simpecado.
¿Cuál es el rasgo específico diferenciador de esta devoción mariana?
La oración. Es más, yo diría que no se trata tanto de una devoción como sí de un ejercicio de piedad basado en la meditación, mariana, ciertamente, pero con un hondo calado cristológico y evangélico, aspectos ya sugeridos por Pablo VI y Juan Pablo II. A este respecto, Juan Pablo II decía que el Rosario consiste en “contemplar con María el rostro de Cristo”, de manera que su rezo nos ayuda a configurarnos con Cristo al recordar los misterios de su vida por los que fuimos salvados.
Entonces, ¿el Rosario es una oración mariana o cristológica?
Ambas cosas. Es mariana porque se compone del rezo de cincuenta avemarías con las que se saluda (“Dios te salve, María, llena eres de gracia”…), bendice (“Bendita tú eres entre todas las mujeres”…) y suplica a la Virgen (“Santa María, Madre Dios, ruega por nosotros”…). Y es mariana porque se hace al modo orante de María, que meditaba en su corazón los misterios de su Hijo, y porque Ella se une a nuestra oración, como hacía con los primeros cristianos. Es cristológica porque los misterios que se contemplan son concernientes a la vida de Cristo, porque 50 veces mencionamos el nombre de Jesús al rezo de las avemarías y porque hasta el objeto que remata las cuentas con las que se reza, la Cruz, nos conduce a Cristo. En este sentido, insisto, la oración del Rosario es cristológica porque pretende ayudarnos a configurarnos con Él mediante la contemplación de sus misterios.
¿Exageramos si afirmamos que el Rosario es la devoción mariana más consolidada en la Sevilla contemporánea?
Para nada, puesto que es rezado por todas las hermandades, principales aglutinadores de la devoción. Otra cosa es la advocación en sí, teniendo en cuenta que son otras muchas las que son veneradas por los sevillanos.
El papa Francisco vinculaba el rezo del Rosario con “la entrada de Dios en nuestro tiempo”, ¿qué quiere decir con ello?
Pues que solo por el hecho de rezarlo le estamos dedicando parte de nuestro tiempo a Dios, dejando así que Él nos interpele mediante la contemplación de los misterios de la vida de su Hijo, junto con María, la Virgen, maestra y compañera de oración.
The post Álvaro Román, director de la Cátedra de Mariología: “Al rezar el Rosario le estamos dedicando nuestro tiempo a Dios” first appeared on Archidiócesis de Sevilla.