Alocución de Mons. Asenjo Pelegrina

Archidiócesis de Sevilla
Archidiócesis de Sevillahttps://www.archisevilla.org/
Sede metropolitana de la Iglesia Católica en España, y preside la provincia eclesiástica de Sevilla, con seis diócesis sufragáneas.

Palabras del Arzobispo de Sevilla, al inicio de la Misa de Acción de Gracias en la despedida del Sr. Cardenal, Fray Carlos Amigo Vallejo.

Eminencia Reverendísima,
Querido señor Cardenal:

En la fiesta de San Leandro, arzobispo de Sevilla, ha querido usted despedirse de la Diócesis hispalense, de la que ha sido durante más de veintisiete  años Obispo y Pastor. El pasado día 5, el Santo Padre le aceptaba la renuncia al gobierno pastoral y ocho días después viene usted a esta su Catedral para dar gracias a Dios. Concelebran con usted los Pastores de la Provincia Eclesiástica de Sevilla, los señores Obispos de Cádiz, Huelva, Asidonia-Jerez y el señor Obispo emérito  de Huelva, junto con el señor Arzobispo metropolitano de Granada, el señor Obispo de Málaga, los señores Arzobispo eméritos de Pamplona y Mérida-Badajoz, el señor Arzobispo Castrense y un servidor, a quien  cabe el honor inmerecido de sucederle en esta histórica sede hispalense. Concelebran también numerosos sacerdotes de la Archidiócesis y participan los miembros de la Vida Consagrada, las autoridades de Sevilla y un gran número de laicos, que quieren manifestarle su afecto y gratitud.

Queremos que esta Eucaristía sea verdaderamente una plegaria de acción de gracias a Dios, dispensador de todo bien, quien, por medio de su Espíritu, nos da el querer y el obrar. No es ésta propiamente una ceremonia de despedida, pues usted quedará vinculado para siempre a la historia de nuestra Diócesis por sus grandes servicios a esta comunidad diocesana, por su condición canónica de Arzobispo emérito, por los lazos misteriosos de la comunión de los Santos y por los vínculos invisibles pero reales de la oración en la que cada día nos encontraremos.

Damos gracias a Dios por su servicio episcopal dilatado y lleno de frutos al frente de esta parcela del Pueblo de Dios. Con él culmina su ministerio, ejercido anteriormente en la Archidiócesis de Tánger. El Señor le ha concedido la gracia de vivirlo con generosidad fecunda en favor de su santa Iglesia. A lo largo de veintisiete años, querido señor Cardenal, ha regido usted la Iglesia de Sevilla en el nombre del Señor, y a través suyo, como miembro del Colegio Episcopal, los hijos e hijas de esta Archidiócesis han sentido muy vivamente la plena comunión con el sucesor de Pedro y con la Iglesia universal que nos hace católicos.

En innumerables ocasiones, ha presidido usted la Eucaristía en esta Catedral y en toda la Diócesis, de manera que por su ministerio se ha hecho presente el misterio de nuestra redención para el perdón de los pecados y para la salvación de todos los hombres. En comunión estrecha con su perso¬na e intenciones han celebrado los sacerdotes la Eucaristía y se ha congre¬gado la Iglesia en cada comunidad, acrecentándose también la comunión de los fieles.

Han sido especialmente significativas las celebraciones en las que usted ha conferido el sacramento del orden a 349 nuevos presbíteros, seculares y religiosos, y a 31 diáconos permanentes. La celebración de la Misa Crismal ha reuni¬do año tras año al presbiterio en torno a este altar, y bajo las bóvedas de este magnífico templo metropolitano ha celebrado usted el Triduo Pascual acompaña¬do del Cabildo y de los fieles.

En esta catedral, en el año 1982, pocos meses después de su toma de posesión, recibió al Papa Juan Pablo II, en su primera visita a Sevilla para beatificar a una de sus hijas más queridas, Sor Ángela de la Cruz. En 1993, le recibió de nuevo con ocasión del Congreso Eucarístico Internacional, en el que ordenó a numerosos sacerdotes, presidió la Statio Orbis y la clausura del V Centenario del Descubrimiento y Evangelización de América, epopeya íntimamente ligada a la historia de Sevilla. Aquí presidió usted seis años antes la Eucaristía de acción de gracias por la beatificación del Cardenal Marcelo Spinola, modelo de pastores; y aquí inauguró y  clausuró el jubileo del año 2000, que tantos frutos sobrenaturales deparó a nuestra Diócesis y a toda la Iglesia. Desde esta cátedra ha predicado incansablemente el Evangelio, ha enseñado las verdades de la fe, ha alentado la vida cristiana y el crecimiento de nuestras comunidades y nos ha edificado a todos con el testimonio sereno de su pro¬pia vida.

Las continuas visitas a las parroquias de una Diócesis tan dilatada como la nuestra han llenado una parte notable de su tiempo. En torno a 4000 jóvenes cada año han recibido por su ministerio el sacramento del Espíritu en todo el territorio diocesano, comple¬tando así su iniciación cristiana. En esas ocasiones, los sacerdotes y los fieles y, sobre todo, los pobres, los enfermos y los que sufren, han podido experimentar la sencilla cercanía de su Obispo, viendo en usted al pastor bueno, que hace presente a Jesucristo Buen Pastor y rabadán del rebaño, que cuida, guía y apacienta a sus ovejas, busca a la oveja perdida, cura y robuste¬ce a las más pobres, cansadas o enfermas. También los consagrados, y singularmente las monjas de clausura, han podido experimentar su cercana paternidad y su permanentes desvelos por la Vida Consagrada. Los miembros de las Hermandades y Cofradías han sentido también su solicitud de pastor en una parcela verdaderamente decisiva en la vida de esta Iglesia.

A lo largo de su pontificado ha coronado usted numerosas imágenes de la Santísima Virgen, contribuyendo de este modo a enraizar todavía más la devoción a Nuestra Señora en esta tierra de María Santísima, cuya sede se honra en tener como reina y patrona a la Virgen de los Reyes. Están en la memoria de todos los numerosos Congresos celebrados en estos años, todos ellos de una gran altura académica y pastoral. En el plano material ha impulsado usted la construcción del nuevo Seminario, la renovación de la Casa de Ejercicios, la nueva Residencia sacerdotal y la construcción de la Escuela de Magisterio. Ha impulsado también la construcción de nuevos templos y la restauración de otros, en total más de sesenta. Entre los segundos, todos ellos joyas del patrimonio artístico diocesano, cabe destacar la Iglesia Colegial del Divino Salvador y las de San Vicente, San Isidoro, San Román, San Andrés y San Esteban, además de las importantes obras de conservación y restauración de este templo catedralicio, que acogió en 1992 la Magna Hispalensis, que todos recordamos todavía con emocionada admiración. 

Por todos los dones que Dios nos ha concedido a través de su servicio episcopal, damos rendidas gracias a Dios, que ha querido necesitar de los hombres para realizar su plan de salvación. A María le pidió una colabora¬ción del todo especial, que ella prestó de forma plena e incondicional, y que a cada uno de nosotros se nos pide según la medida del don de Cristo. A los Obispos se nos exige de una forma especialmente intensa. El ministerio episcopal vivido en plenitud es siempre una colaboración decisiva con el plan de salvador de Dios. A través del Obispo, ministro de Cristo y dispensador de los misterios de Dios, llega en primer término a los fieles la gracia salvadora y la palabra de la verdad.

Porque así ha sido su ministerio, fecundo en frutos sobrenaturales y apostólicos, le damos las gra¬cias, querido señor Cardenal, y pedimos a Dios que le mantenga siempre en su servicio santo. Que el Señor le colme de sus dones y premie su entrega incan¬sable y tantas obras concluidas o por concluir llevadas a cabo en estos años y que están en la mente de todos. Que Él le conceda salud y paz, gracia y alegría para seguir sirviendo a la Iglesia como colaborador inmediato del Santo Padre en el Colegio Cardenalicio. Contamos con su plegaria para que esta Archidiócesis tan querida por usted siga siendo fiel a sus raíces cristianas, a su mejor historia y a las muchas gracias que el Señor sigue regalándonos. Cuente usted también con la oración de todos nosotros, que le tendremos siem¬pre en el recuerdo y, sobre todo, en el corazón. Gracias por tantas cosas, señor Cardenal.

+ JUAN JOSÉ ASENJO PELEGRINA
Arzobispo de Sevilla

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