La oración personal y común es un medio de participación verdadera en la liturgia.
Tal vez alguien se sorprenda al identificar estos dos verbos, participar = orar, y sin embargo no hay participación verdadera sin oración y la oración (personal y común en la liturgia) es un medio de participación.
La liturgia es oración, la gran oración de la Iglesia. Y la liturgia es una de las fuentes de la oración, durante la liturgia misma y después de ella a modo de prolongación: “La oración interioriza y asimila la liturgia durante y después de la misma” (Catecismo, 2655)
Durante la liturgia, se participa orando. El sacerdote pronuncia las distintas oraciones en nombre de todos, de manera clara y con unción, y los fieles se adhieren y prestan su consentimiento con la respuesta “Amén”: “la hace suya” (IGMR 54; 77; 89).
Ora el pueblo en la confesión común del acto penitencial (“Yo confieso”), ora al responder aclamando (“Te alabamos, Señor”, “Gloria a ti, Señor Jesús”), intercede en la “Oración de los fieles” (“Te rogamos, óyenos”, “Kyrie eleison”). Se ora rezando juntos, a una voz, el Padrenuestro con sentimientos filiales.
Esa oración en común, a una sola voz y con un solo corazón, es verdadera y santa participación.
Sumemos a la oración en común, con las respuestas y plegarias recitadas a la vez por todos, los distintos momentos de oración personal silenciosa en la Misa y entenderemos mejor la participación litúrgica.
En silencio estamos unos instantes en el acto penitencial: “el sacerdote invita al acto penitencial que, tras una breve pausa de silencio, se lleva a cabo” (IGMR 51), examinando la conciencia; y se ora en silencio a la invitación del sacerdote: “Oremos”. Todos en silencio se recogen en su corazón para orar personalmente a Dios y presentar cada cual sus súplicas e intenciones; después el sacerdote extiende las manos y recita la oración colecta (IGMR 54).
Asimismo, “es conveniente que se guarde un breve espacio de silencio después de la homilía” (IGMR 66; 56), “para que todos mediten brevemente lo que escucharon” (IGMR 128). Igualmente se ora en silencio antes de la comunión, cuando el sacerdote una vez que ha fraccionado todo el Pan eucarístico reza en privado (IGMR 84) y después de la distribución de la sagrada comunión, “oran en silencio por algún intervalo de tiempo. Si se quiere, la asamblea entera también puede cantar un salmo u otro canto de alabanza o un himno” (IGMR 88).
¿Sabías que en el ornato de la iglesia es preferible la noble sencillez a lo fastuoso?
La Ordenación General del Misal Romano ofrece una clave general, de hondo significado litúrgico, sobre el sentido del ornato en las iglesias, que merece la pena meditar, en su número 292: “El ornato de la iglesia ha de contribuir a su noble sencillez más que al esplendor fastuoso. En la selección de los elementos ornamentales se ha de procurar la verdad de las cosas, buscando que contribuya a la formación de los fieles y a la dignidad de todo el lugar sagrado”.