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Santa Rosa de Lima, vista por Chicano y venerada por los malagueños

La parroquia de Santa Rosa de Lima celebró, el domingo 23 de agosto, su festividad mirándose en el mural que pintara Eugenio Chicano en 1968, una obra de arte fundamental de su legado a Málaga.

Pocos malagueños disfrutan de una de las primeras obras de Eugenio Chicano para el patrimonio de la Iglesia local. Pocos para su inmensa importancia. Se trata de la pintura mural de la parroquia de Santa Rosa de Lima, frente a Carlos Haya. Chicano recibió el encargo, siendo aún muy joven, de alumbrar la composición que preside el interior del templo. Su viuda, Mari Luz Reguero, fue testigo privilegiado. «Era un gran proyecto que se convertiría en una de las grandes satisfacciones de su carrera. Desde muy joven había pintado sobre muro en diversas ocasiones, así conocía a la perfección sus técnicas, además para él no representaba ningún problema ya que “componía” extraordinariamente y le gustaban los espacios amplios donde libremente plantear una obra», añade.

El actual templo parroquial de Santa Rosa de Lima fue desarrollado por el estudio de los arquitectos Antonio García Garrido y Eduardo Ramos Guerbós, y su construcción fue paralela al centro de enseñanza Santa Rosa de Lima, en cuyo solar se encontraba el templo primitivo.

El nuevo se inauguró el día del Corpus de 1968, con Chicano aún subido a los andamios en un trabajo al que dedicó largos meses. «Por aquellos años estaba en su etapa de Arte Crítica y pasó de representar seres asfixiados por la realidad circundante, a plasmar la historia de una bella santa con el regazo lleno de rosas, surgiendo de la epopeya, rodeada de los anacronismos históricos que tanto le gustaban, a un lado los conquistadores, al otro el pueblo precolombino», cuenta Mari Luz.

La pintura, de 250 m2, refleja a la santa en el centro de la imagen, en el patio de su casa en Lima, subiendo al cielo con un ramo de rosas. Ante ella nos explica su párroco, Miguel Vega, lo que sigue suponiendo esta obra en la actualidad. Mientras habla, un vencejo que se ha colado en la iglesia planea sobre nosotros y se eleva en varias ocasiones buscando alcanzar el cielo al que asciende la santa tal como la pintó el gran maestro. Y en su vuelo, el sacerdote eleva también la mirada. Arriba, el cielo, con pinceladas más abstractas, como no queriendo desvelar anticipadamente ese descubrimiento íntimo y personal de cada uno. En él, simbólicamente, Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y una línea que baja hasta la santa o que sube desde ella, es difícil decirlo. «Si te fijas en su lividez, ves cómo Chicano se inspiró en un retrato de la santa ya difunta», explica el sacerdote. La obra está preñada de símbolos de la cultura peruana. «Alrededor de santa Rosa se observa el encuentro de las dos culturas, la española a la izquierda (entre ellos conquistadores como Pizarro y Almagro, con armaduras y espadas) y la inca a la derecha, con los llaneros y una procesión ritual presidida por Tupac Amaru. En el centro, abajo, aparecen los frailes dominicos, con Fray Bartolomé de las Casas, simbolizando a la Iglesia que propicia la unión de ambos pueblos, y cuyo primer fruto fue la santa Rosa de Lima», explica el párroco.

Este sacerdote y el pintor han compartido «grandes parrafadas” ante este mural, «y las que se nos han quedado en el tintero», confiesa Vega. «Se ha ido antes de poder explicarme muchas cosas. Sí que me contaba cómo se colgaba para llegar a un punto y a otro, o cómo los monaguillos de la época le ayudaban a subir los cubos de pintura a los andamios», recuerda. A esos monaguillos les dejó “firmar” con una pincelada su participación en la obra, como confesaba hace poco el periodista y maestro de periodistas Pedro Luis Gómez hablando en primera persona.

Santa Rosa de Lima era la hija de unos encomenderos españoles que se crió en Lima en el seno de una familia venida a menos. Trabajó para ayudar en casa, pero nunca se olvidó de los pobres. Enamorada de Jesucristo, consagró su vida a la oración y a la penitencia como Terciaria Dominica Seglar. Murió muy joven, pero su testimonio sigue estando vigente hoy, en palabras de Vega: «La atención a los más desfavorecidos no está lejos tampoco de nosotros. Ella se entregó, por amor a Cristo, especialmente a los enfermos en los hospitales». No es casualidad, por tanto, que sea titular de esta parroquia frente a uno de los principales hospitales de la Málaga del siglo XXI, y que siga acogiendo, en su comunidad, también a aquellos enfermos, familiares y sanitarios que pasan por este centro hospitalario.

Antes de morir, Eugenio Chicano visitaba a menudo la parroquia, «a la que siempre le ha unido un cariño especial» confiesa el cura, y cuya decoración seguía completando con nuevas obras que aún no han sido presentadas. «Se quedaba mirándolo y decía: “Con lo joven que era y cómo tuve valor de hacer esto”», cuenta Vega. «Entendía que era su primera gran obra. Era muy importante para él haber recibido este encargo en los comienzos de la iglesia, a la que le unía algo fuerte que quería completar con otras aportaciones». «En el último año lo consiguió, cuenta Mari Luz, y aunque no pudo inaugurar sus nuevas incorporaciones, se fue muy satisfecho de la obra acabada».

Ana María Medina

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