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«Pasamos miedo, la gente buscaba una palabra de aliento»

Marlene Lucía Sánchez Gómez nació en Caracas (Venezuela) pero es una vecina más de Benaoján, pueblo al que llegó hace casi 17 años (el 4 de septiembre se cumple aniversario). Su marido es de este pueblo de la Serranía y sus dos hijos allí han nacido: Jorge Daniel (15 años) y Alma Lucía (11). Trabaja en una Parafarmacia de la localidad y, durante la pandemia, ha sido un ángel de la guarda.

«Ir a la catequesis con mis hijos me hizo despertar una vez que andaba dormida, desde que iba con mis padres y mis tres hermanos a la iglesia, y que me ha hecho unirme al equipo de catequistas de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario, en Benaoján», afirma Marlene, quien también se unió al grupo de feligreses que se forma en la sede de Ronda de la Escuela Teológica San Manuel González, «de forma semipresencial, estamos siguiendo los encuentros. Me uní buscando una ayuda para encontrar las palabras palabras adecuadas para dar razones de mi fe y creo que esta Escuela es un instrumento muy bueno».

Marlene estudió Farmacia y, hace 14 años abrió una Parafarmacia en el pueblo, «durante el confinamiento, ha sido uno de los negocios considerados esenciales y hemos permanecido abiertos, con todas las medidas de seguridad que nos iban indicando. Fueron días duros, sobre todo para las personas mayores y para las madres con niños pequeños, que tenían muchas dificultades para hacer las compras esenciales, así que, cuando cerraba la Parafarmacia a mediodía, me iba a hacer el reparto a domicilio de lo que necesitaran. Incluso hubo personas mayores que me pidieron el favor de que les sacara dinero por el cajero del banco. La verdad es que me emociono al ver la confianza y la necesidad de estos mayores de nuestro pueblo», recuerda Marlene.

Ha sido un tiempo de estar al servicio de lo que hiciera falta y de estar atentos a las necesidades: «nos dimos cuenta del caso de un muchacho joven de nuestro pueblo, recién operado de un cáncer, muy trabajador pero sin poder salir a trabajar en este tiempo, cuidando a un niño pequeño de 1 año y su esposa embarazada del segundo, al que por cierto perdió en esos días. Los pusimos en contacto con Cáritas. También veíamos que había muchas personas mayores que estaban bien en casa, pero muy solas, y nos dedicamos a llamarlas por teléfono para hacerles compañía».

El corazón de Marlene no tiene fronteras y siempre encuentra tiempo para recoger medicinas que aquí sobran y son tan necesarias en Venezuela, «desde la Misión Diocesana de Caicara del Orinoco nos hicieron llegar un listado de medicinas que le son necesarias y la gente es muy generosa. El Señor siempre nos llama al servicio y yo creo que esta es otra llamada del Señor pues, cada vez que termino de hacer un envío, llega gente con más medicinas, y yo eso lo traduzco como un mensaje del Señor: “aquí no se para. Hay que echarles una mano”.

Durante la pandemia, Marlene ha sentido miedo, pero con esperanza: «es normal y humano sentir miedo pero mi madre me enseñó, desde pequeñita, a encomendarme a Dios y a no olvidar que Él provee. Y eso es lo que hacía cada vez que me encaminaba a Ronda a hacer los pedidos y encargos. Hemos tenido el refuerzo de la celebración de la Eucaristía a través de las redes y los medios de comunicación, hemos vivido una Semana Santa muy diferente, pero muy interiorizada. Hemos pasado miedo, pero, en el fondo, lo que buscaba la gente era una palabra de aliento».

Y es que, en palabras de Marlene, «la vida nos cambió totalmente, de un día para otro, pero lo único que tenemos seguro es el amor de Dios».

El esposo de Marlene regenta un bar, «cuando comenzaron a abrir los comercios, nos pusimos manos a la obra para hacer entregas de comida a domicilio y fueron muchos los que agradecieron, sobre todo, un poquito de contacto personal, aunque fuese a distancia».

«En este tiempo hemos redescubierto la vida familiar y la creatividad compartida. Protección Civil y la Guardia Civil han estado muy atentos a nuestro pueblo y, un día, se nos ocurrió preparar unos camperos, que son especialidad de nuestro bar, para que ellos cenaran y se sintieran también queridos», cuenta, entre otras muchas anécdotas, Marlene.

 

Encarni Llamas Fortes

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