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«María Isabel muestra cómo el amor al Señor es creativo»

Inmaculada Vila es Misionera de las Doctrinas Rurales y la postuladora de la causa de María Isabel González del Valle, fundadora de las Misioneras de las Doctrinas Rurales, cuyo proceso de beatificación se ha puesto en marcha en nuestra diócesis y a quien considera “su intercesora”.

La primera «Doctrina Rural» nació en Gibralgalia en enero de 1922

María Isabel González del Valle es su fundadora. ¿Quién más es ella para usted? ¿Cómo «la conoció» y cómo la describiría a alguien que no la conozca en pocas palabras?

María Isabel es mi modelo y mi intercesora, la mujer que recibió del Espíritu Santo este carisma, al cual yo también me he sentido llamada. Fui una Semana Santa a ayudar a las misioneras. Estaba entonces discerniendo mi vocación entre la vida contemplativa y la vida activa, me decidí a ingresar en la Obra y sentí como una confirmación del Señor al saber que María Isabel, viendo en las Doctrinas Rurales una vida tan parecida a la que llevó el Señor con sus Apóstoles, decía con el entusiasmo de su vocación: «¡Si Santa Teresa hubiera vivido ahora se hubiera venido a las Doctrinas!». En pocas palabras, diría que María Isabel fue una chica de la alta sociedad asturiana, con grandes cualidades naturales y una personalidad extraordinaria que, a sus 30 años en 1920, teniendo todo lo que humanamente podía desear, en unos Ejercicios Espirituales, se encontró con el Señor y se sintió llamada a ir con su «casina» a cuestas dando a conocer a todos al Padre que tenemos. Esta inspiración se concretó gracias al encuentro providencial que tuvo en Málaga, en enero de 1921, con el P. Tiburcio Arnaiz S.J. Comenzó entonces una experiencia totalmente revolucionaria: un grupo de mujeres, seglares piadosas, viviendo en los campos y pueblos aislados, en una original combinación de caridad con formación cristiana y cultural. En esta vida sufrió muchas incomprensiones, sin embargo se entregó con todo cuanto era y tenía, hasta morir pobremente en 1937 en una casita prestada, en Jerez de la Frontera, rodeada de sus primeras compañeras.

Se abre la fase diocesana de su causa de beatificación. ¿Cuál es su tarea como postuladora?

La tarea de la postuladora en la fase diocesana es poner todos los medios a mi alcance para que el procedimiento se instruya bien y seguir de cerca su desarrollo. También actuar en nombre de la parte actora de la Causa de Beatificación ante las autoridades diocesanas.

¿Quiénes son los testigos principales de este proceso y qué pueden aportar?

Los testimonios más valiosos en este proceso son los escritos recogidos por las primeras misioneras a la muerte de María Isabel: de sus familiares, de sus directores espirituales y de personas que la trataron y vieron en ella virtudes extraordinarias. Además el tribunal «ne pereant» nombrado por el Sr. Obispo el pasado mes de noviembre, va a comenzar a recoger algunos testimonios orales: misioneras que oyeron hablar de María Isabel a las que convivieron con ella, dos sobrinas que testificarán lo que sus padres decían de su tía, y otras personas de los lugares misionados por ella, sobre todo de la Sierra de Gibralgalia. Todos ellos nos van a aportar datos de su vida y virtudes, pero los testimonios orales actuales nos ayudan a percibir de lo que impactó su figura a los que la trataron, pues con tanto cariño y entusiasmo hablaron a la siguiente generación.

La primera «Doctrina Rural» nació en Gibralgalia hace justo, este mes, 98 años. ¿Cuál era el objetivo?

Sí, en efecto, en enero de 1922 subió Mª Isabel con otras tres jóvenes malagueñas, bajo la dirección del Beato Tiburcio Arnaiz S.J., para instalarse en una choza, vivir con ellos y como ellos. Comenzaron un sistema de formación cultural y cristiana, mediante clases para niños, jóvenes y adultos, adaptándose a sus horarios y necesidades. En unos meses “el objetivo” estaba cumplido, y un pueblo hasta entonces analfabeto, sin iglesia ni formación religiosa alguna (más que la recibida con la gracia del Bautismo y la bondad natural de sus gentes), se convirtió en un pueblo cristiano y dignificado, gracias a la formación y el cariño derramado tan abnegada y generosamente por María Isabel y sus compañeras.

¿Sigue teniendo sentido la obra fundada por ella y el Padre Arnaiz? ¿Cómo se ha actualizado?

Cada vez vuelve a ser más necesaria por la escasez de clero, ya que la Obra está principalmente para aquellos lugares donde llega menos la labor del sacerdote. La actualización sólo ha sido necesaria en las materias de las clases que impartimos. La lectura, escritura y cuentas, se han convertido en clases de repaso, inglés, manuales, talleres de memoria, teórica del carnet de conducir, música o teatro, etc., actividades a las que tienen difícil acceso en pueblos apartados o barrios marginales. Pero el carisma es idéntico, vivir con ellos y como ellos, gratuidad y formación cristiana en todas las actividades. Visitar a los enfermos, conocer a todos los vecinos y estar disponibles para cualquier necesidad o problema. Y por supuesto, procurar dejar quienes continúen la labor en la parroquia: formación de catequistas, grupo de liturgia, de limpieza de la iglesia, pastoral de la salud, coro, etc.

Si tuviera que destacar una enseñanza de María Isabel para los hombres y mujeres de hoy ¿cuál sería?

Ella le dijo un día al P. Arnaiz: “¡A mí lo que me pasa es que estoy enamorada del Señor!». En su vida vemos cómo el amor al Señor es creativo, valiente y generoso. Hoy necesitamos mucha generosidad, valentía y creatividad para llevar el Evangelio a todos los ambientes de nuestra sociedad cada vez más paganizada. Creo que María Isabel nos diría: Enamorarse del Señor es la clave de la santidad personal y de todo apostolado fecundo.

Ana María Medina

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