La llamada ley Celaá representa un ataque frontal a la asignatura de religión y a la libertad de los padres a elegir el tipo de enseñanza que quieren para sus hijos. La educación católica reclama diálogo y pide que la ley de educación no vulnere sus derechos.
Hace escasas fechas, con el objetivo de reivindicar la libertad de educación y el derecho que tienen los padres a educar a sus hijos conforme a sus convicciones morales y religiosas se programó una quedada en Twitter, algo así como una ventana al mundo donde cabemos todos los que tenemos derecho a opinar sobre el futuro educativo de nuestras familias. Desde las Delegaciones de Enseñanza de las Diócesis de España se pidió que la nueva ley de educación considere la religión como una asignatura más. La LOMLOE, que se ha tramitado a ritmo acelerado durante la pandemia del COVID-19, arrincona la asignatura de religión católica que es cursada por 3,3 millones de niños en España, el 61% de los del
Los profesores de religión proponen que la asignatura esté presente en el marco escolar sin tensiones, posibilitando así a los padres el ejercicio de su derecho a educar a sus hijos conforme a sus propias creencias y convicciones. Los padres también tienen criterio y libertad para expresarlo.
“Profundizar y conocer en lo que creen debe formar parte de su curriculum”
Para la familia Sánchez Silva es importante la asignatura de Religión aunque dan por hecho que el conocimiento de nuestra religión no se adquiere solo con lo aprendido en la asignatura. Sin embargo, para ellos es importante resaltar en el modelo educativo que ellos han elegido libremente para su hijos, en el que consideran que “no educa el colegio, sino nosotros”, de be dar opción y la libertad para que el centro educativo acompañe en ese proceso formativo y no sea al contrario.
Para ellos “es importante que nuestros hijos sepan que lo vivido en casa es tan importante que hasta tienen una asignatura en clase”. Que se garanticen las clases de religión es la manera de unificar el criterio en la educación los hijos, argumentan, mientras mantienen que “profundizar y conocer en lo que creen debe formar parte de su curriculum”.
“Familia e institución educativa debe ser una sola unidad constante”
Jesús y Pepi forman la familia Polonio Castejón y consideran que la asignatura de religión es un derecho de los padres, igual que lo es la elección del centro. La transmisión de la formación religiosa cristiana favorece la educación integral de la persona y aporta coherencia y orden, defienden sin descanso.
En su opinión, esta transmisión no debe ser solo encomendada al profesorado sino que tener continuidad a partir del núcleo familiar, por tanto, “familia e institución educativa debe ser una sola unidad constante”. Para estos padres, los valores cristianos que se transmiten en la familia debe continuar en la institución educativa a través de los valores de religión, “valores que hacen crecer a las personas y a la sociedad”. Como transmisores de la fe dentro de la familia, Jesús y Pepi opinan que esta continuidad en la escuela debe aportar una respuesta al relativismo e infundir respeto a la vida. Para ellos la clase de religión es necesaria para aportar una visión divina y humana del Señor que con su ejemplo enseña y conduce a los hijos al conocimiento del dolor, la ignorancia o la esperanza de la salvación, ¿una Persona así no merece la pena ser conocida en la escuela?, se preguntan
“La clase de Religión permite navegar a favor de la certidumbre frente a las ideologías”
José Antonio Suárez se presenta como un padre de familia que concibe la asignatura de religión como una materia curricular del alumno que debe pivotar sobre tres elementos. Para él, en primer lugar, la clase de religión tiene que descansar en la fe del docente porque en ese caso “la vocación del profesor rebasa la esencia emocional de cualquier vocación profesional para alcanzar la esencia espiritual que solo aporta la fe a través de la razón”.
También el contenido antropológico-teológico de la asignatura es fundamental para él porque en su programa debe tener acceso a un desarrollo antropológico de la razón que, en su opinión, es la formación que permite al alumno conocer su existencia como ser humano a los ojos de la revelación de Dios. Para este padre, la asignatura de religión permite hacer acopio de argumentos críticos ante la otra pandemia que sufre el ser humano: esa que está ligada a las ideologías. Finalmente, para José Antonio, el tercer pilar de la religión debe ser la adaptación pedagógica de la asignatura, según su edad, de tal manera que esta alianza de tres factores permita formar al alumno para “navegar a favor de la certidumbre, en contra de la obsesión del Estado por construir relatos ficticios que inunden el imaginario colectivo e individual”.
“Los padres católicos no deberíamos quedarnos callados ante el ataque que sufrimos”.
Para Rosario Pérez, la importancia de la asignatura d Religión estriba en el desarrollo intelectual que le procura a sus hijos porque “les enseña nuestras raíces”· Para ella, tener capacidad de análisis y criterio propio está unido al conocimiento de nuestra religión, un aspecto fundamental porque “somos seres transcendentales”. Esta madre denuncia la influencia sobre esta enseñanza de “ciertas ideologías que en el poder quieran alinear el pensamiento de toda la sociedad y en especial el de nuestros hijos, que son el futuro”.
Como individuos libres, tenemos que hacer uso de la libertad solo a través del conocimiento “podemos escoger y en la actualidad no nos quieren con formación ni con criterios para manejarnos como a títeres”, asegura. Rosario prosigue argumentando que existe gran desconocimiento en cuanto a la relación Religión-Estado. Así defiende que la sociedad confunde Estado aconfesional con Estado laico y “España es aconfesional y amparados por la Constitución tenemos el derecho de que éste vele por nuestra religión, poniendo los medios necesarios para ello”. Para ella esta garantía no nos dispone en igualdad respecto a otras confesiones, y “vivimos un ataque a nuestra religión, especialmente los padres católicos no deberíamos quedarnos callados ante el ataque que sufrimos”. Una defensa que debe estar basada en la formación para no ser objeto de engaño