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La Economía en tiempos de pandemia global y de Pascua

JULIO DIÉGUEZ SOTO.
Estamos en estado de emergencia ante un acontecimiento global que afecta a la Humanidad, al que nunca antes nos habíamos enfrentado, pero con nítidas consecuencias en nuestro entorno más cercano. La aparición del Covid-19 ha tenido y tendrá innumerables efectos, principalmente de carácter social, económico, político y también personal.

Como cristianos debemos exigir a las autoridades civiles que prioricen la atención y la protección de las personas más vulnerables y necesitadas y trabajen activamente por una justa redistribución de la riqueza.
El confinamiento tanto de trabajadores como de consumidores ha provocado una drástica caída de la actividad económica, poniendo en grave peligro la continuidad de las empresas más pequeñas, así como la subsistencia de autónomos y del sector informal carente de seguridad social o red de protección –recordemos que en España, los autónomos, las microempresas y las empresas pequeñas representan el 98,9% del total de empresas y la fuerza laboral que opera “en B” se estima en el 8,8% del empleo-. Si además tenemos en cuenta, que el sector Servicios –sector principalmente afectado por las medidas de distanciamiento físico, que no social– es hegemónico en Málaga y crea el 82% del empleo de la provincia, podemos adivinar los efectos perversos que el coronavirus ha supuesto para la economía real: los trabajadores y las empresas.

Por ello, conviene recordar que detrás de cada porcentaje, detrás de cada estadística y de cada cifra hay una persona y una familia afectada directamente por la enfermedad, por el desempleo y por la incertidumbre que todo esto acarrea. Hay personas a las que la vida les cambió repentinamente y no vislumbran un horizonte esperanzador. La Iglesia nos anima, especialmente en este tiempo pascual, a poner nuestra confianza en Jesucristo resucitado, que nos ha devuelto a la Vida. La muerte, el dolor, el sufrimiento no tienen la última palabra.

Como cristianos debemos exigir a las autoridades civiles que prioricen la atención y la protección de las personas más vulnerables y necesitadas y trabajen activamente por una justa redistribución de la riqueza. Asimismo, las comunidades cristianas, y cada uno de los cristianos que las componemos, inspirados por las primeras comunidades de los Hechos que vivían unidos y tenían todo en común, no podemos permanecer impasibles o ser indiferentes ante los problemas de los demás, sino más bien corresponsables unos de otros. Como dice el Papa Francisco, debiéramos dejar que “la conversión llegue hasta nuestros bolsillos, allí donde se ve si somos generosos con los demás sin quedarse en las palabras”, así como en el “compartir mi tiempo con los demás, para ayudar a aquellos que tienen necesidad” (Catequesis del Papa Francisco, 21/08/2019).

Juan Aguilar Hurtado. Psiquiatra

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