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José Sánchez Heras: «Mi pasión es servir a la Iglesia»

Francisco José Sánchez Heras ha sido nombrado vicepresidente de Cáritas Regional de Andalucía. Aunque vinculado a ello desde mucho antes, lleva trabajando en el ámbito social de la Iglesia casi veinte años, y desde 2009, con responsabilidades de liderazgo como subdelegado, primero, y director de Cáritas Diocesana de Málaga, en la actualidad. Ante este nuevo servicio, que asume con gratitud y humildad, afirma: «es un espacio privilegiado para vivir la fe».

Contratado en Cáritas desde 2001, con responsabilidades desde 2009. ¿Cómo se lleva eso de liderar en el terreno de la caridad a la Iglesia?
Con gratitud y con humildad. Que la Iglesia te confíe este servicio te hace sentirte en un espacio privilegiado para vivir la fe. Y también con enormes retos, porque la presencia social de la Iglesia siempre está leyendo los signos de los tiempos a la luz del Evangelio para ver qué nos pide Dios en nuestro compromiso por la justicia y el bien común. Y también con mucha pasión, con la pasión de hacer un servicio como Iglesia y liderando un equipo humano extraordinario.

¿Quién conforma Cáritas, quiénes son las personas que llevan a cabo esta tarea?
Cáritas Regional de Andalucía la conforman las diez cáritas diocesanas de esta región, que cada una tiene sus estatutos propuios y un presidente que es su obispo y sus equipos directivos. La Junta Rectora regional la conforman cada director y delegado en representación de cada una de ellas. Entre ellos, los obispos piden el servicio de presidencia y vicepresidencia, y están representadas mediante vocales el resto de Cáritas diocesanas.

¿Hay un peso grande de los laicos?
Prácticamente la mitad. Los presidentes son delegados episcopales, sacerdotes, el resto, incluidas la presidencia y vicepresidencia, son laicos y laicas. Es que la labor fundamental en el mundo de la acción social, en las realidades temporales, la realiza el mundo secular, y sobre todo la mujer, que está muy presente en el campo de lo social, porque la Iglesia mayoritariamente es femenina.

En tiempo de Covid, ¿qué realidad se ha encontrado Cáritas?
Lo primero que nos ocupa es que estamos viviendo una segunda crisis en menos de doce años, pero de unas dimensiones extraordinariamente grandes. y que se une la crisis sanitaria que tiene unas fuertes consecuencias socioeconómicas. Y en toda crisis, los que salen peor parados son los más vulnerables, y se repite la historia. La Iglesia ha querido responder desde el minuto uno con todos sus medios y su compromiso y experiencia. Uno de los grandes retos es ver cómo respondemos a algo de lo que no tenemos otras referencias. Estamos en una encrucijada, en un cambio de época, y se están creando nuevas formas para mostrar la misma caridad en un contexto totalmente distinto. Desde el 14 de marzo las Cáritas parroquiales empezaron a idear cómo llegar a las familias que atendían con las limitaciones del confinamiento, la movilidad, pero de modo que se pudiera atender a las personas. Se idearon nuevas formas de transferencia, acuerdos con comercios, pagos con tarjetas… de demostrar que en cualquier circunstancia el amor de Cristo por quienes más lo necesitan es permanente. Y el reto en Andalucía sigue siendo la situación histórica que nuestra región vive de cara al desempleo, fundamentalmente, que no es nada nuevo y que viene demostrando que el modelo productivo no favorece una disminución de la desigualdad. Antes de la crisis, había ya en España 8,5 millones de pobres, de los cuales 6,5 llevaban más de seis años acudiendo a Cáritas. Veníamos, por tanto, de una precariedad estancada y de una movilidad social en la que no funcionaba el «ascensor» de las capas más vulnerables hacia arriba, hacia la inclusión. Esto lo que ha venido es a engrosar el número y a poner más barreras, por lo que pedimos a los políticos una voluntad explícita y permanente de cuidar el bien común poniendo en el centro a los más vulnerables.

¿Cuáles son los rostros de los más vulnerables en Andalucía?
A nivel andaluz habría como dos grandes focos de la exclusión y la pobreza más extrema: los barrios de alto grado de exclusión, marginados y periféricos, y los focos concretos de temporerismo en la agricultura, protagonizados sobre todo por migrantes (el polo de Almería o de Huelva, por ejemplo), y al ser tierra de acogida, también toda la presión migratoria que llega a nuestras costas. Despues de ese nivel, no podemos pasar por alto el núcleo más extenso de la población más atendida en Cáritas que son familias empobrecidas, con unos níveles de ingresos insuficientes y que viven atrapadas en la precariedad. La crisis ha hecho que de manera inmediata muchísima gente que vivía al día, en una precariedad, pero que aparentemente a los ojos de la sociedad estaban casi integrados, sobreviviendo, en el momento en que se le para la actividad irregular, la economía sumergida, los empleos precarios, se ha quedado al descubierto. No todo el mundo tiene una capacidad ahorrativa, sino que en muchos ambientes se malvive. Y luego está el empleo, que ni siquiera garantiza una vida digna, personas que trabajando a más no poder, no terminan de tener unos ingresos suficientes. En el momento en que estalla una crisis sanitaria que arrambla con lo social porque paraliza la actividad, lleva a la ruleta de la marginación a mucha gente que estaba en la cuerda floja. Y también nos encontramos a personas que nunca pensaban que iban a ir a pedir ayuda a Cáritas. Aquí juega un papel vital la familia, también la extensa, que es un soporte ante esta situación. Quien tiene vínculos, es capaz de sobreponerse a las crisis, pero a quien no los tiene, le cuesta mucho más. Y eso pasa con cualquier crisis, también las personales.

Este virus, sin embargo, nos ha aislado más todavía. ¿Hay personas que pueden eludir su responsabilidad social porque «ya Cáritas se encarga de eso»? ¿O verdaderamente esto nos está haciendo mejores?
Durante los primeros meses de la pandemia, llegaba a casa y le decía a mi mujer: «de esta vamos a salir mejor, la sociedad va a cambiar para mejor». Y mi mujer, como buena historiadora, me decía «hemos pasado dos guerras mundiales, y no hemos mejorado». Y yo erre que erre. Era nuestro diálogo constante. Veía que estamos en un momento histórico, que llegaban las ocho de la tarde y salíamos a aplaudir como auténticos vecinos, que nos conocíamos… después ves que en el corazón del ser humano está instalado el egoísmo y lo demostramos en cómo queremos salir de esta situación. Es cierto que ha salido lo mejor de nosotros mismos, pero es importante que se mantenga, y que sea por convencimiento, y no solo por las condiciones. Lo que no podemos es eludir nunca nuestra responsabilidad particular. Es más, yo diría que ningún estado puede suprimir el protagonismo de la sociedad civil. El Estado tiene que ser garante de unos derechos, pero nunca cercenar la capacidad la voluntad y el derecho de la sociedad civil en su protagonismo como sociedad. Descargar en Cáritas o en el Estado toda la responsabilidad es un error. Yo digo que ni el mercado, ni el Estado ni la sociedad solos pueden. Todos tenemos que arrimar el hombro. Pero si no tenemos una sociedad sin un armazón ético importante, tampoco tiramos del carro.

La campaña «Tiende tu mano y enrédate» que acabais de lanzar, ¿va por ahí?
Va por lo que el Papa nos ha hecho ver: podemos estar hablando de mucha entelequia, pero en lo concreto, cada uno tenemos un compromiso. Y no hablemos grandes palabras sino yo qué hago, dónde lo hago, cómo lo hago. Tiene mucho que ver con la amistad social que, cuando se planteó la campaña, todavía no nos había mencionado el Papa. Es una llamada a reconocer al otro como mi hermano, y que en relación con él me desarrollo plenamente, en la medida en que lo reconozco. No somos islas y no somos nadie sin los demás. Esta crisis lo ha demostrado. Es tiempo de compromiso y esperanza. Esa es otra palabra clave: por la crisis de la salud, por el futuro socioeconómico, por la crisis de los sistemas políticos y de la democracia, por el devenir de la historia, vivimos desesperanzados, y necesitamos esperanza. Y luego están los mayores, a quienes la crisis está golpeando en el plano de la muerte y de las secuelas que esta situación está dejando en ellos. Necesitan de sus familiares, necesitan tener su espacio en la sociedad, y desde marzo, por protección, están privados de ese desarrollo. Lo están viviendo muy duramente. La esperanza por tanto no la podemos perder. ¿Qué será esto vivirlo sin fe?, me pregunto. Tenemos que dar gracias a aquellos que nos transmitieron la fe, porque nos traspasó aquello que perdura, que da sentido y que alumbra en la oscuridad. Y en estas circunstancias tan inciertas, la esperanza cristiana es fundamental. Hay que estar fuerte de la cabeza y del corazón si no queremos que esto nos pase bastante factura.

¿La Fratelli tutti es su libro de cabecera en la actualidad?
Ahora sí. Ya me lo leí, y ahora lo voy trabajando para sacarle más jugo y participar en varias colaboraciones a nivel nacional y local. En esta encíclica encontramos el pensamiento que ya el Papa venía ofreciéndonos, pero puesto por escrito. Laudato si’ y Fratelli tutti van a marcar el siglo XXI de la Doctrina Social de la Iglesia. Laudato si’ es la Rerum novarum del siglo XXI. El fondo es la filiación de todos como hijos de DIos, independientemente de raza, pueblo y nación.

¿El Estado aporta más a Cáritas que la propia Iglesia?
No. El Estado aporta una parte, que es la que los contribuyentes, libremente, eligen para la labor social de la Iglesia. Y la Iglesia aporta la otra parte, que es la de los fieles, a través de sus socios y donantes. Cáritas no es un ente aparte de la Iglesia, es la Iglesia, la dimensión caritativa oficial de la Iglesia, y por lo tanto, no es ni siquiera algo que pueda estar o no. Está. Y esto se nutre fundamentalmente del compartir de la comunidad cristiana a través de la colecta parroquial y de los socios y donantes, pero como entidad social que actúa en la sociedad civil, participa de los fondos estatales que se reparten para la construcción del bien común, igual que otra entidad. La Iglesia, por la labor que desarrollla, tiene derecho a participar del reparto de los dineros públicos en la acción social. De ahí la campaña de la X destinada al tercer sector.

¿Cómo se ha notado en las aportaciones a Cáritas esta crisis?
Hemos percibido un aumento considerable de la generosidad. Mucho al inicio, ahora menos porque la compasión también «se agota», pero hemos notado que la gente se ha volcado en sus parroquias y en sus colaboraciones particulares. Y va creciendo el uso de medios telemáticos para la caridad. Málaga es una tierra generosa, y la gente, católica o no, confía sus bienes para que la Iglesia los administre para los demás.

Ana María Medina

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