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José Luis Puche interviene en El Buen Pastor

JESÚS HINOJOSA. El pintor José Luis Puche y el grafitero Ject’s plasman los rostros de una fallecida, una enfermera y un preso en el exterior de la parroquia del Buen Pastor de Málaga.

La pandemia del coronavirus ha cambiado muchos planes y proyectos, entre ellos el que habían previsto el párroco de la iglesia del Buen Pastor de Málaga, Rafael Pérez Pallarés, y el pintor José Luis Puche para decorar el exterior de este templo enclavado entre El Ejido y la Cruz Verde, una zona marcada desde hace décadas por el estigma de la marginación y que todavía recuerda la ingente labor social del que fuera su primer párroco, el padre José Luis Cacho, en los finales de los años 70 y principios de los 80. Pallarés pensó en Puche para tratar las cruces que forman las ventanas de las fachadas norte, sur y este del edificio, construido entre 1985 y 1986 según diseño del arquitecto Álvaro Mendiola, y qué mejor que hacerlo con los que hoy podrían ser los ‘crucificados’ de la sociedad, aquellas personas marcadas por una situación de dificultad o debilidad que los mantiene clavados al sufrimiento. «En la cruz, descubres al crucificado», destaca Pérez Pallarés.

En esta idea podrían haber entrado varios perfiles, pero justo cuando la estaban planteando se cruzó por medio el Covid-19, y entonces tuvieron claro que en esas cruces tenían que quedar plasmadas personas que se han visto marcadas por la pandemia. Así, mantuvieron la propuesta de incluir a alguien que haya pasado por la experiencia de la cárcel por alguna falta cometida en el pasado; pero incorporaron la presencia de una persona fallecida a consecuencia del coronavirus y alguien en representación de todos los que han luchado y luchan contra la enfermedad en primera línea de batalla.

Y en eso está desde este pasado jueves José Luis Puche, cuyos pinceles tocan los muros del Buen Pastor para representar a Isabel, una vecina de Yunquera a la que el Covid-19 arrebató la vida, y a Irene, una enfermera del Hospital Clínico que, como otros muchos profesionales sanitarios, se deja la piel por atender a quienes peor lo pasan en las camas de los centros sanitarios. Junto con ellas, Pepe, un preso ya en libertad que ha supuesto un ejemplo de reinserción en la sociedad.

Mensaje

Las miradas de los tres van a quedar unidas para siempre a los muros de esta iglesia, sede de la Cofradía de la Crucifixión, interpelando a quienes pasen junto a ella. «Queríamos reflejar en estas cinco cruces a los que son los ‘crucificados’ de la sociedad actual, y si hay algo que la ha cambiado de un modo radical ha sido el coronavirus, así que optamos por centrarnos en esas personas», explica Puche, cuya obra quedará para la posteridad como un mensaje de que «somos seres vulnerables por muy avanzados que nos creamos». Pero, al mismo tiempo, en esas cruces que para los católicos son el símbolo de la salvación que llega por la pasión y resurrección de Jesucristo hay un mensaje de «fe y esperanza en todo lo que afrontamos», destaca el pintor, que realiza esta singular obra con la ayuda de Ject’s, un grafitero que colabora con él. De sus manos salen las miradas que se cruzarán a partir de ahora con quienes descubran en estos rostros la memoria de una pandemia que ojalá nunca hubiera llegado.

«He optado por centrarme en la mirada porque, con el uso obligatorio de la mascarilla, nuestra comunicación está ahora centrada en los ojos, que son los protagonistas», apunta Puche, quien desvela que, a raíz de empezar a decorar estas cruces y aportarles color, «algunas personas han descubierto que este edificio es una iglesia». En su fachada norte ya se aprecian los ojos de Irene, y aparecerán los de Isabel en la sur. Unas miradas que se clavan.

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