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Fieles de la parroquia de La Guardia reciben el escapulario de la Virgen del Carmen

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”. Estas hubieran sido las palabras de María si le hubiéramos preguntado sobre cómo se sentía con la celebración de ayer en nuestro pueblo, la Guardia de Jaén.
La Virgen María es una sola. Es la madre de Jesús y por esa razón es también madre nuestra, pero a lo largo de la historia, se ha aparecido en diferentes ocasiones tomando vestuarios y rasgos según el contexto y cultura de la comunidad a quien se dirige.

Una de las advocaciones más populares es la de la “Virgen del Carmen”, que según la tradición de la Iglesia y la interpretación que se hace de un pasaje del libro del Primer Libro de los Reyes, se atribuye su aparición en el Monte Carmelo a Elías con forma de nubecita: “cuando volvió la séptima vez, subía desde el mar una nubecita no más grande que la palma de la mano” (1 Reyes 18,44).

El 16 de julio de 1251 se aparece a un monje, San Simón Stock, superior general de la Orden de los carmelitas, a quien le entregó sus hábitos y el escapulario. Además nuestra Madre le prometió que quien usase devotamente el escapulario “Quien muriese con él, no padecerá el fuego eterno” y “ Librarnos del purgatorio el sábado siguiente a nuestra muerte”. Pero estas palabras de Nuestra Madre están unidas al amor a Jesús y a su Iglesia ya que este es su fin último.

El escapulario, es un sacramental de la Iglesia, no nos comunica gracias como hacen los sacramentos sino que nos dispone al amor a Dios y a la verdadera contrición del pecado si los recibimos con devoción.

Los laicos no pueden llevar hábito pero los que desean asociarse a los religiosos en su búsqueda de la santidad pueden usar el escapulario. La Virgen dio a los Carmelitas el escapulario como un hábito miniatura que todos los devotos pueden llevar para significar su consagración a ella.

Y eso fue lo que se produjo ayer en nuestra parroquia al imponernos el escapulario de manos de nuestro párroco, D. Juan Pedro Moya Haro. De manera muy solemne y preciosa fuimos revestidos del escapulario para estar más unidos a María y de esta manera más a Jesús.

Alrededor de unas 80 personas fuimos partícipes de la celebración de la Eucaristía en honor a la Virgen del Carmen que entre cantos y aclamaciones hicimos nuestras las palabras del salmista “te cantará mi alma sin callarse, Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre”

Que el Señor, por intercesión de su Madre la Virgen del Carmen, os colme de bendiciones.

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