Existe un país invisible. Un mundo impreciso e intangible que todos visitamos en alguna ocasión. El nombre del país: ECHAR DE MENOS. Giramos el pomo para entrar de vez en cuando o (algunos pesados) más de lo recomendable. Echamos de menos aquellos tiempos en los que éramos tan felices, alegres y jóvenes. Aquellos tiempos en los que había “formalidad”, y no como ahora (modo irónico ON). Sin saber que todo es fruto de nuestra idealización. Un chat de amigos sesentones que estudiaron en el colegio se hacen llamar: “Qué tiempo tan… senil” y creo que tiene su gracia y su mensaje.
Echamos de menos aquello que fuimos. Lo guapos que éramos, el brío que teníamos, lo que éramos capaces de comer o bailar. También, obviamente, echamos de menos aquella persona a la que amamos: el compañero de vida, mi madre del alma, el amigo verdadero… Pero debemos tener claro que echar de menos es parte de la vida, pero NO un modo de vida.
En nuestro crecimiento personal y espiritual tendremos que aprender a cerrar ciclos y no estar siempre anhelando lo que fuimos ayer, sino a invertir en lo que podemos llegar a ser hoy. Deberemos aprender a recordar a quien ya no está a nuestro lado, dejándole un rincón precioso en nuestro corazón mientras tomamos la firme decisión de volver a ser felices.
En los Hechos de los Apóstoles se nos relata el momento en el que Jesús se va con el Padre, pero conmina a sus discípulos diciéndoles: “No os quedéis ahí plantados mirando al Cielo”(Hch1,11). Lo echarán de menos, pero el Maestro los anima a que sigan la estela que dejó, a que trabajen y vivan en plenitud la alegría del Evangelio. Les prometió que Él los acompañaría y que estaría presente de otra manera.
Echamos de menos muchas cosas y a muchas personas. Pero estamos llamados a recolocarnos y avanzar. A saber que el presente y el futuro no serán como antes pero que siempre habrá una oportunidad para ser feliz si uno no se queda plantado mirando atrás. Avanzar, seguir en el camino descubriendo nuestras nuevas fortalezas y la sabiduría que hemos adquirido con un corazón que sabe agradecer lo vivido, pero con capacidad para seguir dando mucho amor.
Ayúdame, Señor, a descubrir que echar de menos es parte de la vida, pero no un modo de vida. Que las pérdidas descolocan, pero que no pueden ni deben paralizarnos. Hoy escucho como me dices con ternura y firmeza a la vez que no me quede ahí parado. A VOLARRRRRR
Ramón Bogas Crespo
Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería
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