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El Seminario celebra la festividad de santo Tomás de Aquino

El pasado lunes 27 de enero tuvo lugar en el Seminario la celebración de la festividad de Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia y Patrón de las ciencias sagradas. Los actos comenzaron en la iglesia del Seminario Mayor con la solemne misa estacional presidida por el Obispo diocesano; concelebrada por varios profesores, entre ellos D. Andrés Francisco Rodríguez y D. Javier Ocaña, respectivamente director del Centro de Estudios Eclesiásticos y rector del Seminario; y en la que ofició en su condición de diácono D. Jesús García Aíz, director del Instituto Superior de Ciencias Religiosas.

En su homilía, Mons. González Montes destacó la gran aportación a la Sagrada Teología de la reflexión de Santo Tomás de Aquino, cuya obra es insoslayable en el estudio de las disciplinas académicas que cursan tanto los seminaristas (como estudiantes del Centro de Estudios Eclesiásticos) como los alumnos del Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Al hilo de las lecturas de la misa, el Prelado se detuvo en la consideración de la Sabiduría según es presentada en los libros sapienciales del Antiguo Testamento, a la luz de los cuales aquella sabiduría a la que aspira el estudioso de las ciencias sagradas no es solo fruto del esfuerzo intelectual humano, sino que requiere el correspondiente don del Espíritu Santo, que eleva la limitada razón del hombre a profundizar en los misterios divinamente revelados. Además, el Obispo diocesano hizo hincapié en cómo la labor teológica en nuestros días está llamada a arrojar luz en un mundo asediado por las brumas de la secularización.

Concluida la celebración eucarística, se procedió a la celebración del tradicional acto académico de esta jornada, que en esta edición contó como ponente con el propio director del CEE, D. Andrés Francisco Rodríguez Quesada, quien disertó acerca de la obra novelística de talante apologético producida por el célebre periodista y escritor católico francés François Mauriac, premio Nobel de Literatura en 1952. En su conferencia, D. Andrés se centró en el modo en que el novelista aborda en sus obras el misterio del mal, en la importancia que en ellas se advierte del contraste entre la pureza infantil y la degradación a la que progresivamente expone el pecado al ser humano, en el modo en que se presenta la providencia de Dios operante por medio de instrumentos humanos “inmolados” en bien de la conversión incluso de los hombres más abyectos, y la relevancia que se atribuye al mal ejemplo de personas solo externamente religiosas por el efecto negativo que puede producir entre sus congéneres. Finalmente, el acto acabó con el canto del himno académico Gaudeamus igitur, tras lo cual se ofreció a los asistentes un vino español.

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