La segunda semana nos invita a contemplar el testimonio de los santos, los mártires y los confesores de la fe.
Iniciamos la segunda semana del Octubre Misionero en la que se nos invita a contemplar el testimonio de los santos, de los mártires de la misión y de los confesores de la fe, que son expresión de la adultez en la fe de las Iglesias repartidas por el mundo entero.
«Los testigos -nos dice el papa Francisco-, en cualquier situación humana, son aquellos que certifican lo que otro ha hecho. En este sentido -y solo así́-, podemos nosotros ser testigos de Cristo y de su Espíritu. Después de la Ascensión, como cuenta el final del Evangelio de Marcos, los apóstoles y los discípulos “se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban” (16,20). Cristo, con su Espíritu, da testimonio de sí mismo mediante las obras que lleva a cabo en nosotros y con nosotros. […] Es el Espíritu Santo quien enciende y custodia la fe en los corazones, y reconocer este hecho lo cambia todo. En efecto, es el Espíritu el que suscita y anima la misión, le imprime connotaciones “genéticas”, matices y movimientos particulares que hacen del anuncio del Evangelio y de la confesión de la fe cristiana algo distinto a cualquier proselitismo político o cultural, psicológico o religioso» (Del Mensaje a la Asamblea Mundial de OMP).
El Papa Francisco nos dice que la misión, la “Iglesia en salida” no es un programa, una intención que se logra mediante un esfuerzo de voluntad. Es Cristo quien saca a la Iglesia de sí misma. En la misión de anunciar el Evangelio, te mueves porque el Espíritu te empuja y te trae. […] La Iglesia, sacramento universal del amor de Dios para el mundo, continúa la misión de Jesús en la historia y nos envía por doquier para que, a través de nuestro testimonio de fe y el anuncio del Evangelio, Dios siga manifestando su amor y pueda tocar y transformar corazones, mentes, cuerpos, sociedades y culturas, en todo lugar y tiempo.
Antonio Evans
Delegado de Misiones