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«Carlos de Foucauld fue un aventurero de Dios»

Martina pertenece a las Hermanitas de Jesús presentes en Málaga, y comparte su vivencia ante la noticia de la próxima canonización de Carlos de Foucauld.

Me llamo Martina, soy hermanita de Jesús, una congregación Inspirada en la vida del Hermano Carlos de Foucauld, fundada por la Hermanita Magdeleine en 1939 en Argelia, apoyándose en un grupo de nómadas musulmanes pobres. Con ellos experimentó una confianza recíproca entre personas de pueblos y religiones diferentes, una forma de vida contemplativa sencilla marcada por la precariedad y la amistad. Luego el Espíritu Santo la condujo a fundar pequeñas fraternidades por todo el mundo, en lugares de división o exclusión. En Málaga la fraternidad empezó en los años 50 en las chabolas de la playa san Andrés, y luego las hermanitas se fueron con los vecinos hasta la Palmilla, como una familia más. Hoy somos cuatro hermanitas en un piso de la Palmilla, y Elisa en una residencia de personas mayores donde sigue muy comprometida.

¿Cómo definiría a Carlos de Foucauld?

Es una personalidad sumamente rica. Fue una oveja perdida que experimentó todo el cariño y la alegría del Padre que vino a buscarlo. Luego nunca desesperó de nadie, nunca excluyó ni al más perdido. Fue el hermano de los más abandonados, el «hermano universal». Fue un aventurero de Dios, apasionado por Jesús de Nazaret pobre. Imitándole, y dejándose guiar siempre más allá por el Espíritu, el Evangelio y la realidad, volvió a ser un profeta que abrió otras maneras de vivir misión, evangelización, contemplación, y hasta la relación al «Corpus Christi».

¿Cuál es tarea que lleva a cabo en Málaga su congregación?

El compartir concreto de una condición social sencilla nos sitúa como simples vecinas, sin poder, pero atentas a lo que está pasando a cada uno de los que vienen a nuestra casa, o que encontramos en su casa, en la calle, o en la cárcel. Compartimos nuestro cariño, acompañándolos a los servicios sociales, a unas citas, contactando asociaciones… Nuestra mirada quiere creer en el otro, en sus capacidades y en su valor, pues la oración nos va aprendiendo a ver más allá de lo visible… ¡Cuántos tesoros de fe o de humanidad aquí o en la cárcel! El que adoramos diariamente en el Santísimo está aquí y actúa entre los más pequeños…

¿Qué aporta la espiritualidad de Carlos de Foucauld, su legado, a la realidad concreta de Málaga?

El hermano Carlos nos ofrece a todos un camino para abrirnos a la llamada de Dios hoy: volver al Evangelio, conformando nuestros sentimientos y actitudes a los sentimientos y actitudes de Jesús. Así nos convertimos en «Evangelios vivos», gritando el Evangelio con nuestra vida, siendo hermanos y hermanas de los extranjeros, de los marginados y de los más afectados por la crisis. Sabríamos recibir de ellos y dialogar, percibiendo los momentos propicios para un compartir recíproco sobre la fe. Ya no habría ninguna separación entre el amor a Jesús y el amor a sus hermanos y hermanas, que son su mismo Cuerpo. Tras el largo ayuno eucarístico y comunitario que vivimos durante el confinamiento, eso podría renovar y ampliar nuestra relación con el Santísimo en su dimensión de unidad con la Iglesia y el mundo.

¿Cómo recibe la noticia del avance de su proceso de canonización?

En los albores del siglo XX, Carlos de Foucauld tuvo esta intuición de que los laicos podían tener un papel imprescindible en la evangelización de los ambientes más inaccesibles… Con su canonización se va a proclamar que sus intuiciones son una luz para todo el mundo. ¡Cuánta sal tendrá la vida ordinaria! Así que, ¡nos alegramos!

Ana María Medina

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