Jesús Blasco de Avellaneda es periodista melillense. El Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones (IUEM) de la Universidad Pontificia Comillas acaba de reconocerlo con el Premio Padre Arrupe a los Derechos Humanos en la categoría de Periodismo y Comunicación. Blasco de Avellaneda reflexiona sobre su experiencia de Dios en su trabajo, en su vida familiar, en su enfermedad…
¿Cómo es esto de que la alegría viene de la certeza y la experiencia? Es sencillo: de la certeza, la confianza y la seguridad plena de que tu vida, mi vida, la lleva Dios.
Hoy me he levantado temprano. El Señor me ha mandado un rayito de sol poco después de las seis de la mañana y no he podido resistirme a ponerme en marcha con alegría en medio de esta pandemia. Yo nunca había reparado en eso, en la alegría. Yo siempre he sido así, alegre; y pensé que era fruto de la herencia genética y poco más: entre ocho hermanos alguno tenía que ser el más payaso. Pero, poco a poco, a lo largo de los casi 40 años de vida que de momento me ha concedido el Señor, me he ido dando cuenta que esa alegría no viene de mi ni de ningún agente externo y que es más importante de lo que yo creía. No es cuestión del destino, ni del karma. No se trata de ser positivo ni de vivir en el esfuerzo constante de mantener una sonrisa en el rostro. No tiene que ver con que te puedan en ese momento ir las cosas bien o que te sientas reconocido por los tuyos. Esa alegría viene de la certeza y la experiencia.
¿Cómo es esto de que la alegría viene de la certeza y la experiencia? Es sencillo: de la certeza, la confianza y la seguridad plena de que tu vida, mi vida, la lleva Dios. Y de la experiencia salvífica de Dios en tu vida, en mi vida. La prueba de que Jesucristo ha resucitado por ti, por mí, y nos acompaña siempre. Esto te da, me da, la alegría. Una alegría que viene de la paz del corazón, de la tranquilidad profunda, del sosiego del alma. De saber que yo soy una personita que se cansa, que quiere tirar al toalla, que tiene enfermedades, que se equivoca y que a veces es su peor enemigo. Pero, de la misma forma, de haber comprobado que aunque a veces las cosas parezcan que no pueden ir a peor, siempre hay por lo que sonreír. Dios se vale de cualquier palabra, persona, hecho o sentimiento para insuflarte vida. Para hacerte ver que te quiere, que te perdona, que eres insignificante, sí, pero importante para Él.
Dios ha querido que dedique gran parte de mi vida al periodismo. He tenido la suerte de conocer a muchísima gente muy interesante, desde personajes famosos e importantes a migrantes y refugiados desconocidos pero con historias y corazones tan grandes como el sol. He tenido la suerte de hacer algo que me gusta y que me llena como persona. He sido bendecido al tener gente que admira mis fotos y vídeos, que lee mis textos y al tener un lugar donde publicarlos. He sido muy premiado y reconocido. Pero también lo he pasado mal. He pasado muchas penurias económicas y laborales. He sido perseguido por intentar contar la verdad, por intentar poner voz a los silenciados y se me ha perseguido por ser simplemente quien soy y por hacer bien mi trabajo. He padecido muchas enfermedades y la buena salud nunca ha sido compañera mía de viaje. Mi mujer y yo hemos estado siempre abiertos a la vida y sin embargo Dios sólo nos ha mandado una hija, una maravilla de niña, un milagro con piernas que me derrite cada vez que la miro, pero lo cierto, es que nos hubiera gustado formar una familia numerosa.
Pero en ningún momento he perdido la alegría. No por masoquista, no por bufón o por chocarrón. Sino porque llevo grabado a fuego en mi alma que de Dios soy, de Dios vengo y a Dios voy. Que Él me pensó con amor antes incluso que mis padres y que desde entonces y hasta ahora va siempre por delante de mí. Me precede, me protege y si le dejo me acompaña y me consuela. Si Él está conmigo, quién contra mí. Él le dice al sol sal, y sale, y me deslumbra y me despierta. Me levanto con alegría, me tomo mis medicinas y comienzo una nueva jornada. Una jornada en medio de la pandemia. Pero qué es un virus si Dios está conmigo, la alegría está conmigo. Hoy de nuevo, me toca vivir y dejarme sorprender por Él. Ánimo.
Enlace a la información sobre el premio Padre Arrupe a los Derechos Humanos