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María es el Adviento

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Homilía del 8 de diciembre de 2024, día de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción y II domingo de Adviento.

Queridos sacerdotes concelebrantes y diáconos, especialmente los curas de Motril, que han sido párrocos de la parroquia del Puerto. Don Alejandro, que es el actual, y don Antonio.

Queridos seminaristas, queridos hermanos y hermanas representantes del Ayuntamiento de Motril, de la Autoridad Portuaria de la Cofradía de Pescadores. Queridos hermanos y hermanas, todos en el Señor. Hoy es un día grande y felicidades a las Concepción y a las Conchas en este Día de la Virgen, tan querido por todos y en ese tiempo de Adviento en que estamos inmersos.

Os decía que María es el Adviento. María resume en sí todas las esperanzas del pueblo de Israel, que están resonando en las primeras lecturas de la liturgia de estos días, de esta semanas que anteceden a la fiesta de Navidad del Señor. Ella es la esperanza nuestra. Ella es vida. Nos da la vida, a Jesús. Vida, dulzura, ese amor maternal que Jesús nos confía como a sus hijos.

“Mujer, ahí tienes a tu hijo”, dirá al discípulo amado en la cruz. Ella es el ejemplo claro de la caridad que sale a socorrer, que sabe guiar con esa caridad silenciosa de la que muestra con sus hechos un amor operativo. Ella es, en definitiva, como decía San Juan Pablo II, lo que debe ser la Iglesia, lo que debemos ser cada uno de nosotros.

La Inmaculada Concepción. ¿Qué significa? Significa que la Virgen ha estado libre de toda mancha de pecado. No la tocó el maligno, como dice la vieja canción: “Dios libró del lobo a nuestra cordera”. Ella no ha sido tocada por el mal. En ella se realiza, pues, esa liberación de todo pecado, en previsión de los méritos de Cristo, que es el único Salvador.

Ella, que iba a albergar a Cristo en sus purísimas entrañas, estuvo limpia de toda mancha. Pero no sólo en esa dimensión, que podríamos llamar de ausencia de pecado, sino también de plenitud de santidad. Ella es la llena de gracia. Ella es en la que se cumple, como dando la vuelta al libro del Génesis, el pasaje que hemos escuchado, en ella se cumple realmente esa bendición de Dios que proclama San Pablo en la carta a los Efesios. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que la persona de Cristo nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Y dice San Pablo, “en él nos eligió antes de la constitución del mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor”.

Eso se cumple en María, sobre todo. Ella es la criatura salida de las manos de Dios que acoge en sus entrañas. Y como fruto de esa libertad que nace del amor sin contagio, la limpia de toda mancha acoge en la libertad el designio de Dios. Y es precisamente María, que es ejemplo de fe. Bienaventurada tú la que has creído, que es ejemplo de esperanza, resume la esperanza del pueblo de Israel y confía en que las promesas se realizarán precisamente en aquel que lleva en sus entrañas. En la pobreza, en la pequeñez.

Ella, que es el ejemplo de la caridad, con su prima Isabel, con los esposos de la boda de Caná. María es la que hace la voluntad de Dios. Y por eso es grande María, porque hizo lo que Dios le pedía. Y nosotros, queridos hermanos, que no podemos imitarla, nos dice el dicho castellano: “Quién a los suyos parece, honra merece”.

¿Nosotros en que podemos imitar a la Virgen? Ella es lo que debemos ser. Pero nos parece que está inalcanzable. En cambio, como reza la Sagrada Escritura, ella es una de nuestro pueblo, una de nuestra raza. Nosotros tenemos que ser como ella. Y esto lo posibilita Cristo con su redención. En ella, aplicando los méritos de la salvación de Jesús, en previsión de sus méritos y en nosotros como consecuencia de la redención operada por Cristo, estamos llamados también a la santidad de vida. Y se cifra en el cumplimiento de la voluntad de Dios, en vivir como Dios manda, en cumplir los mandamientos, en vivir la santidad siguiendo nuestro modelo que es Jesucristo. Que es el camino por donde debemos de andar. San Agustín dice que es también la meta a la que nos dirigimos. Es la verdad. A nosotros, que vamos preguntando siempre las razones y buscando el sentido de nuestra vida. Y más en esta época en que se habla de la posverdad, de las fake news, de esas noticias falsas, en que tenemos más información que nunca, pero hemos perdido sabiduría, hemos perdido conocimiento.

Ella es la que nos lleva a Jesús. Muéstranos a Jesús, el fruto bendito de tu vientre. Y en esto podemos imitarla, en hacer lo que Dios me pide en mis circunstancias concretas, en tu estado de vida, en tu trabajo, en tu vida, en la oración con los demás, viviendo lo que Jesús nos pide en sus mandamientos. Y sobre todo ese resumen que decimos cuando terminamos de recitar los Diez Mandamientos.

Estos diez mandamientos se resumen en dos: “Amarás a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo”. Si queréis, todavía en uno, como decía San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”. Queridos amigos, estamos llamados a la santidad, que no es para unos pocos, es para todos los hijos e hijas de Dios. Es para nosotros, los cristianos que ya hemos sido transformados en Cristo, revestidos de Cristo, injertados en Cristo.

Dios nada odia en nosotros, cuando hemos recibido ya la gracia del perdón y de la misericordia del Señor, cuando con sus sacramentos, con el bautismo, nos ha lavado de la mancha original de la que fue preservada Santa María. Cuando nos perdonan el sacramento de la Penitencia, cuando tenemos la debilidad de ofenderle a él y a los demás. Nos acompaña en el dolor con la unción de enfermos, se ha quedado con nosotros como con su cuerpo y con su sangre real y verdaderamente presente en el sacrificio eucarístico, que después se nos da como alimento y como presencia.

Nos fortalece con su Espíritu, para que no nos guardemos en nosotros la redención, sino que anunciemos a Jesús liberador, salvador del hombre, a toda la gente. Queridos hermanos, somos unos beneficiados. Estamos llenos de la gracia del Señor, vamos a vivir como tales en nuestro comportamiento. Ya sabemos que muchas veces nos proponemos una cosa, nos proponemos ser mejores en cosas concretas y luego no nos sale.

Pero el Señor no nos va a dejar. Retomemos el camino. Testimoniemos a Cristo con nuestra santidad, con nuestra vida coherente, con nuestra fe. No seamos solo cristianos de nombre, no seamos solo cristianos para tiempos en que estamos en dificultad. Y entonces nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. No seamos cristianos solo en Semana Santa, como si el resto de las semanas del año no tuvieran que ser santas.

Queridos hermanos, la Virgen intercede por nosotros. Sabemos que somos pecadores, no somos superhombres, por eso le decimos a ella, en la oración más sencilla, la que hemos aprendido desde niño. Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Mantengamos la devoción a la Virgen. No nos acostemos ninguna noche sin rezarle. No pase ningún día sin pedir su ayuda.

Saquemos las devociones que hemos aprendido de nuestros mayores, de nuestras madres, de nuestras abuelas, las oraciones sencillas que no se olvidan. Y cuando asistes a un moribundo, todavía perviven en su recuerdo y en sus labios. ¡Madre mía! Acudamos a ella como acudís la gente de la mar a ella cuando se está en esa infinitud del mar con sus peligros, cuando os cuesta tanto sacar adelante vuestro oficio. Acudir a ella y pedirle que nos proteja y nos lleve a buen puerto.

Queridos hermanos, ella es la estrella que nos guía. Ella nos lleva a Jesús. Ella es la esperanza, la vida, dulzura y esperanza nuestra. Ella es la Inmaculada Concepción. Ella es la Madre de Dios y Madre nuestra. Así sea.

“Cristo es la luz del mundo”

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Homilía del arzobispo de Granada, Mons. José María Gil Tamayo, en la Eucaristía celebrada en la S.A.I Catedral en el primer domingo de Adviento, el 1 de diciembre de 2024. 

Querido don Ildefonso;
seminaristas;
queridos hermanos y hermanas en el Señor:

Habéis visto el inicio, con esta sencilla ceremonia, al comienzo de nuestra celebración eucarística dominical, encendiendo la primera vela de la corona del adviento. Esta imagen, como se nos ha explicado, nos recuerda que Cristo es la luz del mundo y que, precisamente el día en que los paganos celebraban el día del sol invencible en el solsticio de invierno, los cristianos hemos puesto la celebración del Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo.

Pues esto, queridos hermanos, tenemos que pedirLe que realmente Cristo sea nuestra luz. Y hemos comenzado así un nuevo año cristiano. Un nuevo año litúrgico en el que vamos a ir recorriendo los grandes Misterios de la vida de Cristo y expresar así la contemporaneidad en la liturgia, la presencia de Cristo especial en la liturgia, que nos habla, que nos escucha, que está con nosotros realmente. Y ese saludo del Señor esté con vosotros, sea una realidad, sobre todo en las celebraciones, para después llevar esa presencia de Dios a nuestros ambientes, a nuestra familia y vivirla en el interior de nuestro corazón. Ciertamente, con el Adviento nos preparamos para la venida del Señor en las fiestas de la Navidad. Y vivimos de una manera especial esa virtud tan necesaria en nuestro mundo como es la esperanza.

Celebramos, por una parte, la primera venida del Señor, que vino en la humildad de nuestra carne. Esa venida para la que se prepara el pueblo de Israel, aunque de manera remota, como hemos escuchado en la Primera Lectura, donde el profeta anima al pueblo a mantener la esperanza en medio del destierro. Volverán. El Señor te salvará. Y esto mantiene viva esa esperanza y ese deseo de Israel de volver a la tierra prometida, de volver al templo. Y ese ejemplo nos va a seguir acompañando con la voz de los profetas, especialmente el profeta Isaías, en los próximos días, en las próximas semanas, en los próximos domingos. Él es uno de los protagonistas. Lo mismo que Juan el Bautista, el último de los profetas, el que anuncia de manera inmediata ya y señala al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo en medio del pueblo.

Pero también tendremos otros protagonistas. El protagonismo de José, el hombre justo, el protagonismo de María, sobre todo. Y ya de manera inmediata nos preparamos a la fiesta de su Inmaculada Concepción. Fiesta tan querida en Granada y que expresa esa devoción a la Virgen. No tocó el pecado a la Madre de Dios. Limpia de toda mancha. Como dice el antiguo cántico, “Dios libró del lobo a nuestra cordera”. Y así nos vamos preparando en este tiempo, pidiendo esa virtud y, sobre todo, esa virtud de la esperanza.

Pero también, el tiempo de Adviento, como hemos escuchado en el Evangelio, nos recuerda que estamos de paso, que un día habrá un final en la historia y que el bien, Cristo vencerá. Y nos recuerda también con esos signos que a veces nos puede venir la tentación de identificarlos con las cosas que están ocurriendo en nuestro punto. O por desgracia, pueden ocurrir porque el ser humano, por desgracia, no ha aprendido de la historia y puede hacer maldades; puede hacer verdaderos crímenes para la humanidad, como ha ocurrido en el siglo pasado, y como puede ocurrirnos también en cualquier momento.

Pero, queridos amigos, el Señor nos ha dicho que no sabemos el día ni la hora. Nos ha hablado que será un momento final para el que tenemos que estar preparados y vigilantes, porque hay también un final personal, no sólo un final colectivo de la humanidad, sino que hay un final al término de nuestro caminar por la tierra. Y ese final queremos que sea con el abrazo de Dios, viviendo como Él nos pide. Esa venida del Señor también para nosotros, para pasar “Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros”. A esa plenitud, que colma el corazón del hombre, que anhela la plenitud del bien, de la verdad, de la belleza, que sólo está en Dios. Esa plenitud de trascendencia que da sentido a la vida del hombre y que no se sacia con las cosas de aquí abajo.

Y hace falta esperanza para todo esto. El Señor nos invita a estar vigilantes. Vigilad, estad atentos. Y, es más, san Pablo en la Segunda Lectura, que está tomada de la primera Carta a los Tesalonicenses, que es el primer escrito del Nuevo Testamento, en que san Pablo se ve en la necesidad de escribirle a los cristianos de Tesalónica, porque pensaban que ya iba a venir el fin del mundo y que Cristo estaba próximo a llegar. ¿Y qué ocurre? Pues, que se habían dedicado sólo esperar al Señor sin trabajar y estando absolutamente absorbidos por esa espera. Y san Pablo les escribe explicándoles que no podemos preparar el fin de la historia con los brazos cruzados, sino que tenemos que dejar un mundo mejor, tenemos que vivir la caridad, tenemos que vivir, en definitiva, la santidad, santos e irreprochables, como pide el Apóstol.

Y esa es también para nosotros la tarea. Tener esperanza. El esperar el Cielo, el vivir en esa tensión hacia la plenitud y vigilante nos tiene que llevar a hacer un mundo mejor, a ganarnos el cielo, como dice el dicho “A Dios rogando y con el mazo dando”; quedando a nuestro alrededor un mundo más justo y siendo para eso nosotros más santos.

Queridos hermanos, os decía que la virtud que nos hace poner en práctica especialmente y sacarle brillo en este tiempo es la esperanza. Si hubiera que hacer un análisis de la sociedad occidental y especialmente europea, veríamos el déficit de esperanza que tiene. Cuánta gente sólo piensa de tejas para abajo o todo lo más un optimismo. Un optimismo que culturalmente quedó frustrado con la Primera Guerra Mundial, donde murieron los más jóvenes. Y se le llamó la Gran Guerra. Vivimos en un mundo donde la fragilidad del ser humano se palpa a pesar de que nos creamos dioses. Lo hemos experimentado con la pandemia. Nos hemos dado cuenta de que somos poca cosa, de que no somos el centro del mundo, de que no lo tenemos todo bajo control.

Nos hemos dado cuenta de que somos vulnerables y esto, queridos amigos, provoca en nosotros miedo. Pero no hemos sacado las consecuencias de la pandemia. No me refiero a las consecuencias científicas, que todavía hay muchas incógnitas, sino sobre todo esas consecuencias de humanidad personal y colectivamente. Hemos vuelto a las andadas de vivir como si fuésemos los reyes y los señores del mundo.

Vivimos en un mundo enormemente frágil, con contiendas de gran calado, abiertas en el mundo y con procesos de rearme. Estamos en un mundo donde la violencia campea. Vivimos en una zona cómoda, pero una zona cómoda que depende de vectores y de situaciones que la pueden modificar esencialmente, como ocurrió con la pandemia. Y a la vez, vivimos en un tiempo en que aparecen las desgracias naturales, como hemos visto con la gran tragedia de la DANA, donde nos hemos visto inermes y donde vemos tanto sufrimiento. Y donde vemos que nos cuesta reaccionar, no sólo con la prontitud, sino también ante un tiempo, mantener el recuerdo, la ayuda, la perseverancia en la solidaridad. Y volvemos a las andadas de ver quién tiene la culpa. Y volvemos a instrumentalizarnos de unos contra otros.

Necesitamos recuperar la esperanza. La esperanza en un futuro, en el futuro de los jóvenes, que se pone difícil por las dificultades laborales, porque ven un mundo que se les cierra, donde el poder adquisitivo no les llega. Vivimos en un mundo con muchas incógnitas, en que pasan cosas, pero no sabemos realmente lo que nos pasa. En un mundo que es un cambio de época y esto provoca frustración, desánimo y no basta con tener cosas, no basta con una sociedad de consumo, no basta con unas luces que se encienden y se apagan y que no expresan nada, nada más que un devenir. Necesitamos tener las luces de la fe, de la esperanza y de la caridad. Necesitamos, en definitiva, reforzar los principios cristianos.

Que esta sea nuestra preparación para la Navidad. No simplemente el consumo, no simplemente esa Navidad a la que nos invita el mundo del consumo o nos invita simplemente el espectáculo, sino esa Navidad, porque hay una tercera venida de Cristo de la que habla san Bernardo y es la venida a nuestro corazón, la venida mediante la conversión, la venida a nuestras almas con la recuperación de la vida de la gracia, la venida a estar entre nosotros en una concordia, en una paz que nos ayude realmente a que el Reino de Dios se vaya realizando como anhelamos y pedimos en el Padrenuestro “venga a nosotros tu Reino”.

Pues, con esas tres venidas, la primera en la pobreza de nuestra condición humana para salvarnos, la venida al final de los tiempos como triunfador con el bien y el amor, y la venida a nuestra alma, a nuestra vida, a nuestra existencia, a nuestra familia, que esté presente Cristo, que reine Cristo.

Que María, a la que tenemos ya su fiesta de la Inmaculada tan próxima, nos ayude como Ella a esperar a Cristo, a guardar a Cristo en nuestro corazón y a darlo a los demás, como le decimos en la Salve “muéstranos a Jesús, el fruto bendito de tu vientre”. Así sea.

+ José María Gil Tamayo

Arzobispo de Granada
1 de diciembre de 2024
S.A.I Catedral de Granada

La alegría cristiana

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El tercer domingo de adviento, en la cercanía de la Navidad, es el domingo de la alegría
cristiana. El apóstol Pablo nos exhorta: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito,
alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca” (Flp 4,4).
Y el profeta prorrumpe en un grito de júbilo: “Alégrate, hija de Sion, grita de gozo
Israel, regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén! (Sof 3,14).
La vida cristiana es una constante invitación a la alegría, a la alegría del Evangelio. Dios
te quiere feliz. Caer en la cuenta de este amor de Dios, manifestado plenamente en
Cristo Jesús, sacia el corazón humano y le hace capaz de amar de la misma manera. El
corazón humano está hecho para ser amado y amar, y hasta que no descubre el amor, no
se siente satisfecho y feliz.
La reciente encíclica del Papa Francisco “Dilexit nos” va de eso, de amores. Y ese es el
mensaje central del Evangelio: Dios te ama, aunque tú no te hayas enterado. Y porque te
ama, te perdona, y te perdona siempre. Dios espera tu respuesta de amor. En el Corazón
de Cristo se da ese cruce de amores. Ahí es donde Dios te ha mostrado su amor hasta el
extremo, hasta dar la vida, y ahí es donde podemos corresponder con un amor
semejante. A eso nos capacita el amor cristiano.
Hasta el color litúrgico de este domingo se cambia en color de aurora, para significar
que el día está cerca. Jesucristo es el sol que alumbra nuestra vida, y ya está
despuntando. Su cercanía es como la aurora que anuncia el día.
El corazón humano está hecho para la alegría, no para la tristeza. Y si por cualquier
motivo llega la tristeza a nuestra vida, o por razones de salud biológica, o salud
espiritual o salud moral, el tercer domingo de adviento quiere preparar nuestro corazón
a la venida del Señor, motivándolo a la alegría. Porque la Navidad es fiesta de alegría.
Ahora bien, cabe que esa alegría la recibamos o la vivamos torcidamente. Y esa no es la
verdadera alegría, la alegría cristiana. Por ejemplo, llegados estos días nos invade la
sociedad de consumo, la incitación continua a encontrar la felicidad en el tener, en el
placer. Todo a nuestro alrededor nos invita a consumir, a gastar, a disfrutar. Para
muchos la Navidad será solamente eso, gastar la paga extraordinaria en darse placeres
en la comida, en la bebida, en los regalos, etc. Y esa extorsión de la alegría nos hará
llegar a enero con una resaca difícil de remontar, a la cuesta de enero difícil de escalar.
Para muchos cristianos incluso, la tentación es muy fuerte a recorrer esa ruta.
Sin embargo, la alegría de la Navidad viene por otro cauce. La alegría cristiana viene
porque el Señor está cerca, porque vamos a vivir de nuevo esa cercanía de Dios, que
llega a hacerse hombre en un niño indefenso y frágil, que representa a todas las personas
frágiles del mundo, y suscita en nosotros una compasión que incita a entregarse.
La liturgia cristiana tiene la capacidad de traernos realmente el misterio que celebramos.
Realmente Dios quiere entrar en nuestra vida, realmente el Hijo de Dios hecho niño
quiere invitarnos a una amistad duradera. Y vamos a celebrar el nacimiento del Hijo de
Dios en la carne humana tomada de su madre virgen. El belén, el Niño y sus padres, los
pastores y los reyes magos, vuelven a ocupar el primer plano de nuestra atención. Los
niños, sobre todo, disfrutan enormemente de estas fiestas que se acercan, y nos hacen

recordar nuestra infancia feliz junto al Niño de Belén. Preparemos nuestro corazón para
acoger a Jesús, pidámosle a su Madre un corazón como el suyo, para acogerle como
merece. La preparación de estos días nos haga centrarnos en lo esencial, dejando lo
accesorio y no permitiendo que eso accesorio nos distraiga del misterio.
Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

Las sandalias del Esposo

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Desatar sandalias no parece una tarea que requiera especial dignidad. Cuando preguntan a san Juan Bautista si él es el que tenía que venir, afirma sin ambages no ser el Mesías y reconoce ser indigno de desatar sus sandalias. El Salvador había sido anunciado como Esposo y el que proclama la inminencia de su venida forma parte de su cortejo. En el rito nupcial la tarea de desatar las sandalias del Esposo se encomienda a los amigos que ayudan al novio en los preparativos para la boda. Con su palabra y sus obras el Bautista preparaba el camino de Cristo Esposo reuniendo a las gentes que habrían de formar parte de la Iglesia Esposa. Para que los hijos de la Iglesia, y los que están llamados a serlo, puedan acoger con amor esponsal al Salvador es necesario que la voz de Juan el Bautista no caiga en el vacío.

Llegamos con la Iglesia al tercer Domingo de Adviento, llamado domingo gaudete, porque la liturgia de la Misa de este día comienza con las palabras de san Pablo: alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. El Señor está cerca (Flp 4, 4-5).El tiempo de Adviento, porque es escuela de esperanza, nos enseña el fundamento de la verdadera alegría. Para aprender esta lección fundamental para la vida la Iglesia nos propone el ejemplo sorprendente de San Juan Bautista, el último de los profetas. En su estilo de vida austero, en su modo de comportarse y en su respuesta a los que le plantean interrogantes descubrimos la alegría que brota de la esperanza.

     Entonces, ¿qué hacemos? Refiere el evangelista san Lucas que, hasta en tres ocasiones, las gentes plantean esa pregunta al Bautista. Para cada uno hay una respuesta: el que tenga más, que comparta con quien tiene menos; el que administra los bienes públicos, que actúe con justicia; el que custodia la seguridad del pueblo, que no haga extorsión ni caiga en la codicia. Todos reciben el mismo bautismo de conversión; cada uno, sin embargo, debe extraer las consecuencias en su propia vida. La venida del Salvador ha de ser preparada en las tareas cotidianas, pues para compartir lo nuestro a diario se hace hombre el que es eterno. Quien desee recibir en el tiempo el amor eterno, debe preparar la venida de Cristo cada día liberando el corazón de egoísmos, actuando con rectitud y desinteresadamente. El secreto de la alegría esperanzada está en preparar con obras de conversión el encuentro renovado con Cristo.

La decidida actuación del Precursor, el vigor de su voz y el ejemplo elocuente de su vida ponen al pueblo en expectación: “¿será éste el Mesías?” El Bautista prepara el camino a quien puede más que él: su bautismo es signo, pero carece de realidad. Cuando llegue el Mesías dará al signo su significado: bautizará con Espíritu Santo y fuego. Con el fuego sereno de su amor, el Salvador librará al hombre de la esclavitud del pecado, arrancará de su vida la paja que ahoga el grano y, comunicando su mismo Espíritu, le hará partícipe de la vida divina.

¿Queremos de verdad experimentar la verdadera alegría? Abandonemos la vida frívola, las diversiones que dañan y nos dañan, dejemos de pensar egoístamente en el propio interés, busquemos el bien de los demás y cuidemos, como el mayor de todos los bienes, la comunión con Cristo, que se hace vida en el amor a Dios y al prójimo. Alegraos, el Señor está cerca.

 

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez

Cáritas Diocesana lanza su Campaña de Navidad, dedicada a “estar cerca de quien nos necesita”

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Invitación para colaborar económicamente en el sostenimiento del “trabajo de lucha contra la pobreza y continuar acompañando a las personas más vulnerables”.

Cáritas Diocesana Granada ha lanzado hoy viernes, 13 de diciembre, su Campaña navideña, que, con el lema “Navidad también es estar cerca de quien nos necesita”, es una “invitación expresa a la colaboración económica para sostener el trabajo de lucha contra la pobreza y continuar acompañando a las personas más vulnerables”.

Con esta Campaña, Cáritas Diocesana también invita a “compartir el tiempo con los demás, escuchar, acoger y cuidar”, para “ser signo de luz y esperanza para quienes más lo necesitan, en esta ocasión especialmente aquellos que no tienen una vivienda digna, ya que la exclusión residencial se constata como uno de los aspectos de la exclusión social que más ha empeorado”.

Esta Campaña, junto con la del Día de la Caridad que se celebra en la fiesta del Corpus Christi, constituye una de los momentos en los que Cáritas Diocesana intensifica su acción dirigida a toda la sociedad para invitar expresamente a la colaboración económica “para sostener el trabajo de lucha contra la pobreza que realizan las 70 Cáritas Diocesanas de todo el país”.

En el último ejercicio, Cáritas Diocesana destinó 6,2 millones de euros para ayudar a 7.488 personas con problemas crecientes de desempleo, ingresos, vivienda y salud mental. “Este importante esfuerzo económico fue posible gracias a la generosidad de miles de personas socias, donantes y colaboradores privados, que aportaron cerca de 4,6 millones, lo que supone el 73,5 por ciento del total de recursos invertidos”, explica la entidad. Esta solidaridad “es un signo de esperanza para todos”, subraya su directora, Luisa María Maeso. Asimismo, gracias a las colectas de las parroquias y a las donaciones extraordinarias, la institución logró recaudar el pasado año, en esta misma campaña, 45.264,50 euros.

Asimismo, con motivo de esta Campaña de Navidad, el delegado episcopal de Cáritas Diocesana, D. Alfonso Marín, habla de la cercanía que “nos habilita para el encuentro con uno mismo, con los demás y con Dios”. “Esta campaña nos invita a cultivar la cercanía en clave de cuidado, tanto a nivel personal como grupal y comunitario. La propuesta es a varios niveles: abrázate, abraza a tu prójimo, déjate abrazar por Dios, tiempo para caminar la esperanza, celebra esta Navidad porque experimentas la alegría del encuentro con Jesús y hazlo visible”, explica.

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El Prendimiento presenta al Obispo el XI Encuentro Inspectorial de Hermandades Salesianas

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La corporación cordobesa será la anfitriona del evento que tendrá lugar entre el 7 y el 9 de noviembre de 2025

La Hermandad Salesiana del Prendimiento de Córdoba visitó el jueves, 12 de diciembre, a Mons. Demetrio Fernández para presentarle el programa de actos que se llevará a cabo con motivo de XI Encuentro Inspectorial de Hermandades Salesianas, que tendrá lugar en Córdoba durante los días 7, 8 y 9 de noviembre de 2025 y donde la cofradía cordobesa será la anfitriona.

El hermano mayor de la corporación salesiana, Francisco Javier Martínez, destacó que «este encuentro se trata de una ocasión magnífica para conocer la importancia y el arraigo de las hermandades y cofradías nacidas bajo el espíritu salesiano». Además, hay que destacar que este evento se enmarca dentro de los actos del 125 aniversario de la Casa Salesiana de Córdoba, que comenzarán igualmente el próximo año y que se extenderán hasta 2026.

Por su parte, el Obispo invitó a los cofrades salesianos a vivir con intensidad su labor, siendo este encuentro una magnífica ocasión para poner en valor el carisma de las hermandades salesianas.

El programa completo se dará a conocer en los próximos meses.

La entrada El Prendimiento presenta al Obispo el XI Encuentro Inspectorial de Hermandades Salesianas apareció primero en Diócesis de Córdoba. Ver este artículo en la web de la diócesis

El número de seminaristas en España vuelve a supera el millar, volviendo a cifras similares a las de 2021

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Este curso 2024-2025 el número de seminaristas ha vuelto a superar el millar, tras el descenso producido desde el curso 2021-2022. En concreto, el total de seminaristas con los que cuentan las diócesis españolas es de 1.036, frente a los 956 del año pasado, según los datos que este viernes, 13 de diciembre, hace públicos la Subcomisión Episcopal para los Seminarios.

El total de seminaristas que se forman en España asciende a 1.139

Al número total de seminaristas habría que añadir también las cifras de otros centros de formación sacerdotal que, aunque sus seminaristas van a regresar a sus países de origen cuando terminen sus estudios teológicos, sin embargo, su formación la desarrollan en algunas instituciones españolas. Así, el total de seminaristas que se forman en España asciende a 1.139.

De los 1.036 seminaristas que sí permanecerán en las diócesis españolas cuando sean ordenados sacerdotes, 825 pertenecen a los seminarios conciliares (que son los seminarios de las propias diócesis); mientras que 211 se forman en los seminarios misioneros internacionales llamados “Redemptoris Mater”, pertenecientes al Camino Neocatecumenal, pero erigidos canónicamente en las diócesis donde se encuentran presentes.

En el Seminario diocesano de Jaén, este curso 2024-2025 han comenzado su formación dos nuevos seminaristas, que se unen, así a los 18 seminaristas de cursos anteriores. De los cuales, tres están becados por la Diócesis de Jaén, procedentes de Tanzania, y un diácono, que será ordenado presbítero el próximo año 2025. Sus edades, su formación y su procedencia es rica y variada. Los dos nuevos han llegado con 18 años recién cumplidos, y casi todos tienen estudios universitarios.

Por otra parte, este poco más del millar de seminaristas están distribuido entre 67 seminarios conciliares y 14 seminarios “Redemptoris Mater”algunos de los cuales, a su vez, se encuentran agrupados entre sí, resultando un total de 56 comunidades formativas, de las cuales 25 están compuestas sólo por un seminario conciliar; 13 están formadas por varios seminarios que se han unido en una sola comunidad; también 13 son seminarios “Redemptoris Mater” con una comunidad perteneciente a una sola diócesis; 1 comunidad formativa reúne los seminarios “Redemptoris Mater” de dos diócesis (Madrid y Alcalá de Henares); y 2 seminarios están erigidos canónicamente como interdiocesanos (Cataluña y Santiago de Compostela), agrupando en cada uno de ellos a los seminaristas procedentes de varias diócesis. A esto hay que añadir otras 2 comunidades formativas existentes en España (Barcelona y Madrid) que acogen a los seminaristas de varias diócesis que se encuentran en la etapa propedéutica, que es la etapa inicial del seminario.

239 seminaristas nuevos en los seminarios españoles

El total de nuevos ingresos con los que se cuenta en las diócesis españolas para el curso 2024-2025 asciende a la cantidad de 239 seminaristas (el curso anterior fueron 177), de los cuales, 59 pertenecen a los seminarios del Camino Neocatecumenal, y 180 a los seminarios conciliares. En contraposición, el presente curso se ha iniciado con 86 seminaristas menos, que han abandonado el proceso formativo hacia el sacerdocio ordenado; 69 de los cuales pertenecen a los seminarios conciliares y 17 a los “Redemptoris Mater”. En cambio, el número de abandonos totales el curso anterior era de 106 jóvenes, es decir, 20 más que en el presente año.

Finalmente, el número de ordenaciones que se han celebrado en las diócesis de España durante el curso pasado suma un total de 69 nuevos diáconos -contabilizados en las cifras totales de seminaristas que se ofrecen- y 85 nuevos sacerdotes, los cuales dejan de depender del proceso formativo del seminario para incorporarse al presbiterio de cada diócesis. Finalmente, el promedio de edad de los seminaristas españoles oscila entre los 25 y 31 años, dependiendo de la etapa formativa en la que se encuentren. En el curso 2023-2024 fueron 16 los diáconos ordenados y 79 los nuevos sacerdotes.

Más razones para la esperanza

Aunque es muy difícil interpretar los datos generales de los seminaristas de toda España, puesto que habría que ir diócesis por diócesis analizando cada caso, sin embargo, hay tres factores fundamentales que muy probablemente influyen en el resultado de los datos este año.

El primer factor es la revitalización de toda la pastoral de la Iglesia y, más en concreto de la pastoral juvenil y vocacional, después del parón de la pandemia. Hay que tener en cuenta que los resultados de la pastoral vocacional no son inmediatos, sino que empiezan a verse a medio o largo plazo. Tres años después de reiniciar completamente la vida pastoral en las diócesis tras la pandemia, ahora se empiezan a percibir los primeros frutos pastorales de estos últimos años.

Por otra parte, en el verano del 2023 se celebró en Lisboa la Jornada Mundial de la Juventud, en la que participaron alrededor de 100.000 jóvenes españoles. Estos acontecimientos eclesiales extraordinarios también suelen despertar en algunos chicos una inquietud vocacional hacia el sacerdocio que, cuando es oportunamente acompañada, puede implicar la entrada en el Seminario Mayor. De hecho, esta es la experiencia de algunas de las diócesis españolas este año que han contado con nuevos seminaristas.

En cualquier caso, como factor principal, es preciso afirmar que, yendo más allá de los números y de los datos, es imprescindible hacer una lectura creyente de esta realidad, a partir de la certeza de que Dios sigue cumpliendo su promesa de darnos pastores según su corazón (cf. Jer 3, 15). Efectivamente, el Señor sigue llamando a jóvenes que quieren seguirlo desde el sacerdocio ministerial, para ofrecer a los hombres y mujeres de nuestro tiempo la buena noticia del Evangelio de Jesucristo. En medio de una sociedad en la que se ha perdido de vista la dimensión vocacional del ser humano, cada uno de los seminaristas se convierte en un verdadero milagro y signo de la intervención de Dios en nuestra historia. Por ello, a la luz del Jubileo que vamos a estrenar en la próxima Nochebuena, y del Congreso de las Vocaciones que viviremos en febrero, en la Iglesia española podemos encontrar 1.039 razones más para la esperanza.

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La Navidad llega al centro penitenciario

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La Hermandad de la Merced y la Pastoral Penitenciaria llevarán el espíritu de la Navidad a los internos

La Hermandad de la Merced y la Pastoral Penitenciaria han organizado un programa de actos con el objetivo de llevar el espíritu de la Navidad a quienes más lo necesitan. “Estos encuentros buscan llenar de esperanza a los internos del centro penitenciario y destacar el poder transformador de la solidaridad y el amor cristiano”, destaca la Hermandad.

El programa incluye conferencias, conciertos y actividades que invitan a la reflexión y celebración. Comenzará el sábado, 14 de diciembre, con una conferencia titulada “El Adviento, tiempo de vigilia en esperanza”, a cargo de Jesús Sánchez Cabezas, vicario parroquial de San Antonio de Padua. El jueves, 19 de diciembre, habrá una actuación musical a cargo del Coro del Redil Eucarístico de la Divina Pastora de Capuchinos; el miércoles 21, la conferencia se titulará “El Belén: Historia, tradiciones y categorías” por Lola Cuadrado Pastor, miembro de la Asociación de Belenistas de Córdoba; y finalmente, el programa culminará el jueves, 2 de enero, con un concierto de Navidad a cargo del Coro de Navidad de la Hermandad de la Merced.

Asimismo, el obispo de Córdoba presidirá como cada año la misa de Nochebuena en el centro penitenciario, a las 17:00 horas.

Con estas actividades, la Hermandad de la Merced y la Pastoral Penitenciaria reafirman su compromiso con la inclusión y la esperanza.

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“La Fuente se hizo historia”, presentación del nuevo libro de la Capilla Real

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El martes 17 de diciembre, a las 19 horas, en la Capilla Real, dedicado al retablo mayor y otros retablos de este templo.

La Capilla Real publica un nuevo libro para presentar una de las joyas artísticas y catequéticas, por su profundo significado teológico, que se haya en este templo que custodia los restos de los Reyes Católicos. Se titula “La Fuente se hizo historia” y está dedicado a los diez retablos que se hallan en la Capilla Real, siendo el retablo mayor el más significativo y al que se le dedican más páginas en este nuevo volumen.

La presentación del libro tendrá lugar el martes 17 de diciembre, a las 19 horas, en la propia Capilla Real. Contará con la presencia del arzobispo de Granada, Mons. José María Gil Tamayo; el capellán mayor de la Capilla Real, D. Manuel Reyes; y un representante de la Fundación Unicaja, que participa en la edición de este volumen, que estará disponible en las librerías al día siguiente de su presentación.

El libro presenta estos retablos ofreciendo un estudio sobre su arquitectura y composición, primero de forma general y, después, un estudio por cada uno de ellos, “especialmente el retablo mayor, que es el más significativo, del que se estudian una por una las imágenes que lo adornan, en su composición, colorido y significado”, explica D. Manuel Reyes sobre el libro.

“El retablo mayor tiene su propia orientación teológica. Es una especie de catequesis, que comienza en el título de Dios Padre, que es la ‘Fuente’”, nombre que da título al libro, explica el capellán mayor de la Capilla Real. 

“Los retablos van desde el Renacimiento hasta el último Barroco, y por lo tanto es una muestra de la evolución de la Capilla misma que tiene en su vida propia y que ha ido ornándose y adornándose a lo largo de los siglos”, señala.

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