Con motivo de la celebración de la Jornada de la vida consagrada (2 de febrero), la CONFER ha organizado en Granada una serie de actos. Entre ellos el celebrado el pasado 31 de enero, en el que el cardenal arzobispo de Sevilla, D. Carlos Amigo pronunció una conferencia sobre “Eucaristía y Vida Consagrada”.
Según D. Carlos Amigo, “la vida consagrada se sitúa entre la encarnación de Dios en la Virgen María y el misterio Pastoral que vivimos en la eucaristía. Y aquí hay un punto de coincidencia que es la donación en la eucaristía. La vida consagrada es como esta continua peregrinación entre el misterio de la consagración y el de la eucaristía”.
Después de definir la vocación a la vida consagrada y la gran importancia de la eucaristía, dio paso a lo que denominó “las vivencias existenciales de la vida consagrada”. La primera es la santidad: “Dios nos ha hecho para Él y andamos de un lugar para otro sin encontrar el lugar propio de cada uno de nosotros. El ansia de búsqueda de Dios es algo que no se ha mitigado; no estamos en paz hasta que no lo encontramos a Él.”.
La segunda vivencia existencial sería la pobreza: “la vida consagrada no puede prescindir de la pobreza en su sentido más profundo. Yo soy tan pobre, tan pobre, tan pobre, que sólo tengo a Dios. No tengo otros poderíos, otros apoyos, soy tan pobre tan pobre que sólo tengo a Dios”. Pasó después a la tercera vivencia existencial, la cruz: “Tenemos que asumir la cruz de la marginación a los cristianos”.
La cuarta vivencia existencial sería que “mi vida está escondida por Cristo en Dios, es decir, que tú te has borrado de la vida de los vivos. Lo importante no es que nos sirvan, sino servir. La vida en Dios es para Él”.
Citando a Marcelo Espínola, beato y cardenal arzobispo de Sevilla, destacó que “la eucaristía es la más bella expresión del amor de Cristo. La vida consagrada tiene como razón de su vida cristiana la eucaristía”.
Por último habló sobre la importancia de la obediencia, donde “uno se hace don para los demás y se pone en manos de una persona que le ayuda fraternalmente. El misterio personal es la muerte de Cristo para dársela a los demás. La vida consagrada y la eucaristía se unen de tal manera que queman en amor a la persona. La eucaristía es acción de gracias y la caridad en la vida consagrada es reconocimiento. Si Dios nos amó de esta manera, cómo no voy yo a amar a los demás.”.