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SEMANA DEL 23 AL 29 DE ABRIL DE 2005

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PANEL DE NOTICIAS. IGLESIA EN EL SUR DE ESPAÑA

Semana del 23 al 29 de abril de 2005

 

 

 

Sumario:

 

ACTOS DE ACCIÓN DE GRACIAS CON MOTIVO DEL INICIO DEL PONTIFICADO DE S. S. BENEDICTO XVI

 

LAS RELIQUIAS DE SANTO DOMINGO SAVIO YA ESTÁN EN ANDALUCÍA

 

Almería: Dedicación de la Iglesia de Venta del Viso.

Canarias: VII Jornadas sobre la Familia.

Cartagena: Actos jubilares en Ulea.

Córdoba: Día del monaguillo.

Sevilla: Congreso Eucarístico.

 

 

LAS RELIQUIAS DE SANTO DOMINGO SAVIO YA ESTÁN EN ANDALUCÍA

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Las reliquias del joven santo que fuera canonizado en 1954 ya están en tierras andaluzas. Llegaron el lunes 25 de abril a Linares (Jaén) y se quedarán entre nosotros hasta el 22 de mayo. El 6 de mayo, día en que se celebra su festividad, los restos de Domingo Savio se encontrarán  en Córdoba.

 

 

La visita de sus restos sirve para proponer su figura como punto de referencia para adolescentes y jóvenes que quieren vivir una vida comprometida con el Evangelio. Domingo propone una espiritualidad juvenil vivida en la sencillez de lo cotidiano.

 

Santo Domingo Savio visitará en una primera etapa, ciudades como Linares, Úbeda, Granada, Antequera, Palma del Río, Motilla, Málaga, Pozoblanco, Córdoba y Jaén. Entre los días 8 y 22 de mayo viajará a las siguientes ciudades: Cádiz, Sevilla, La Línea, Algeciras, Rota, La Palma, Mérida, Badajoz, Jerez, Utrera, Triana, Morón, Trinidad y Huelva.

 

En las ciudades por las que ya ha pasado, ha sido recibido por gran número de personas.

 

 

Itinerario de las reliquias de Santo Domingo Savio en la Inspectoría de Córdoba. 25 de abril al 8 de mayo de 2005

 

Linares: Llegada el lunes día 25 de abril a las 10:30 h. Despedida el martes, día 26 de abril, a las 17:00 h.

Úbeda: Llegada el martes, día 26 de abril, a las 18:00 h. Despedida el miércoles, día 27 de abril, a las  17:00 h. 

Granada: Llegada el miércoles, día 27 de abril, a las 19:00 h. Despedida el viernes, día 29 de abril, a las 9:30 h.

Antequera: Llegada  el viernes, día 29 de abril, a las 10:30 h. Despedida el viernes, día 29 de abril, a las 15:30.

Palma del Río: Llegado el viernes, día 29 de abril, a las 18:00 h. Despedida el sábado, día 30 de abril, a las 15:30 h.

Montilla: Llegada el sábado, día 30 de abril, a las 17:00 h. Despedida el martes, día 3 de mayo,  a las 15:00 h.

Málaga: Llegada  el martes, día 3 de mayo, a la 19:00 h. Despedida el miércoles, día 4 de mayo, a las a las 15:30 h.

Pozoblanco: Llegada el miércoles, día 4 de mayo, a las 19:00 h. Despedida  el  jueves, día 5 de mayo, a las  18:00 h.

Córdoba: Llegada el jueves, día 5 de mayo, a las 19:30 h. Despedida el sábado, día 7, de mayo a las  8:00 h.

Jaén: Llegada el sábado día 7 de mayo a las 18:00 h. Despedida  el domingo, día 8 de mayo por la mañana.

 

Itinerario de las reliquias de Santo Domingo Savio en la Inspectoría de Sevilla. 8 al 22 de mayo de 2005

 

Cádiz y Sevilla: 8 de mayo.

La Línea: 9 de mayo.

Algeciras: 10 de mayo.

Rota: 11 de mayo.

La Palma: 12 de mayo.

Mérida: 13 de mayo.

Badajoz: 15 de mayo.

Jerez: 16 de mayo.

Utrera: 17 de mayo.

Triana: 18 de mayo.

Morón: 19 de mayo.

Trinidad: 20 de mayo.

Huelva: 21 de mayo.

ALMERÍA. DEDICACIÓN DELA IGLESIA DE LA VENTA DEL VISO

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El próximo día 8  de mayo de 2005 a las 19:30 h. el Obispo de la Diócesis de Almería, D. Adolfo González Montes  se desplazará a la de Venta del Viso, perteneciente a la parroquia de Puebla de Vicar, para dedicar y consagrar el nuevo templo que se ha construido. El templo será puesto bajo la advocación de Santa María Nuestra Señora del Viso.

Este templo ha sido por medio de cuestación popular, la ayuda del obispado de Almería así como de instituciones privadas y colaboración del Ayuntamiento de La Mojonera. De esta manera se viene a dar respuesta a las necesidades religiosas, formativas y asistenciales de una población joven y de un barrio en constante desarrollo y crecimiento como en todo el poniente.

CANARIAS. VII JORNADAS SOBRE LA FAMILIA

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Bajo el título La Iglesia y la Familia… ante los nuevos retos de la Sociedad, se celebrarán los días 9 y 10 de mayo las VII Jornadas sobre la Familia. Organizadas por el Secretariado Diocesano de Pastoral Matrimonial y Familiar, tendrán lugar en la Casa de la Iglesia (C/ López Botas, 8 – Vegueta. Las Palmas de Gran Canaria) de 20:00 a 21:30 h.

 

El lunes 9 de mayo el tema a tratar será el de Miembros de la Iglesia ante los nuevos retos de la sociedad y del mundo, que será expuesto por D. Segundo Díaz Santana (Profesor del I.S.T.I.C.)

El martes 10 de mayo el tema que abordará D. Carmelo Rodríguez Ventura (Profesor del I.S.T.I.C. y Fiscal General de la Diócesis de Canarias), será el de La comunión eclesial desde el punto de vista jurídico.

CARTAGENA. ACTOS JUBILARES EN ULEA

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El próximo martes día 3 de Mayo, el Arzobispo electo de Zaragoza y Administrador Apostólico de Cartagena, Manuel Ureña Pastor, presidirá los actos jubilares de la parroquia de Ulea, dentro del Jubileo conmemorativo de los 500 años de la fundación de las parroquias del Valle de Ricote.

El programa será el siguiente:

11:30 h: Baño de la Santa Cruz en el henchidor de Ulea.

12:00 h.: Eucaristía jubilar presida por D. Manuel Ureña y concelebrada por los demás párrocos del Valle de Ricote, los sacerdotes originarios de Ulea, y todos los párrocos que han pasado por esta parroquia.

8:30 h.: Procesión con el lignum Crucis, pasando por todos los enfermos del pueblo.

CÓRDOBA. DÍA DEL MONAGUILLO

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En el Seminario Menor de San Pelagio tendrá lugar el encuentro anual del Monaguillo. –El día del Monaguillo-. Es una actividad con carácter vocacional a la que acuden unos 300 niños de toda la Diócesis. Dicha jornada comienza con una oración presidida por el Obispo, D. Juan José Asenjo; seguidamente, un tiempo de encuentro en grupos donde se dan a conocer y reflexionan sobre su tarea como monaguillos en sus parroquias; a continuación, tienen lugar una serie de actividades de tiempo libre (juegos,…); finalizando con una velada alrededor de las 16:30; es organizada por los adolescentes y jóvenes que viven como internos en el Seminario Menor. Este encuentro comienza a las 10:30 h.

SEVILLA. CONGRESO EUCARÍSTICO

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El sábado 30 de abril se celebrará la II Sesión del Congreso Eucarístico que, con motivo del Año de la Eucaristía instituido por Juan Pablo II, está organizando el Consejo Nacional de la Adoración Nocturna Española. En Sevilla se reunirán los adoradores de Andalucía y Extremadura.

La Jornada se celebrará en el Salón de Actos del Colegio de las Esclavas Concepcionistas del Sagrado Corazón (C/ Jesús de la Vera Cruz), Comenzará a las 17:30 h. con una conferencia de D. Juan del Río Martín, Obispo de Asidonia-Jerez, que llevará por título: “Presencia Real y Adoración eucarística”.

Tras la conferencia tendrá lugar una mesa redonda titulada “La Eucaristía y la religiosidad popular”. En la misma intervendrán D. José Luis Rodríguez-Caso Dosal – ex presidente del Consejo General de Hermandades y Cofradías- que hablará sobre la adoración eucarística en las cofradías y hermandades; D. Francisco Fontecillas -profesor de la Facultad de Derecho de Granada- que tendrá una intervención sobre las procesiones; y  D. José Francisco Guijarro García -Vicedirector espiritual del Consejo Nacional de la Adoración Nocturna Española- que ofrecerá una  disertación sobre los santuarios.

 

Para concluir la jornada, a las 21:30 h. en la S.I. Catedral de Sevilla tendrá lugar una solemne vigilia eucarística, presidida por el Cardenal Arzobispo de Sevilla, D. Carlos Amigo Vallejo.

 

La del sábado 30 de abril será la II Sesión del Congreso Eucarístico. Dicho congreso consta de cuatro sesiones. La primera tuvo lugar en Villareal (Castellón) el pasado 23 de abril y estuvo presidida por D. Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Segorbe – Castellón. La tercera se celebrará en Toledo el 18 de junio y la cuarta, en León el 2 de julio.

D. ANTONIO DORADO, Obispo de Málaga – Homilía en la Misa de Acción de Gracias por la elección de su S.S. Benedicto XVI

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MISA DE ACCIÓN DE GRACIAS POR LA ELECCIÓN DE S.S. BENEDICTO XVI.

 

Homilía de Mons. Dorado Soto.

 

Málaga. 29 de abril de 2005.

 

1.- «Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré» (Jr 1,4). Estas palabras del profeta Jeremías, mediante las que explica el origen de su misión, constituyen el motivo de nuestra acción de gracias. Nos hemos reunido para dar gracias a Dios por el nuevo Papa, Benedicto XVI, conscientes de que ha sido el Señor quien le ha elegido como sucesor de Pedro. Nuestra certeza, que se basa en la fe, al margen de los análisis de personas que se consideran muy expertas en la marcha humana de la Iglesia, es motivo también de nuestra esperanza en el futuro de la Iglesia, pues sabemos de quién nos hemos fiado. Por eso hemos venido a darle gracias a Dios.

 

Y lo hacemos en la fiesta de Santa Catalina de Siena, una mujer que vivió sólo treinta y tres años y dedicó sus mejores energías a apoyar al Santo Padre y a fomentar la comunión eclesial en tiempos muy difíciles. Estaba convencida de que el modo mejor de hacerlo consistía en alentar la santidad de todo el Pueblo de Dios, empezando por la Jerarquía. «Si muero, dejó escrito, sabed que muero de pasión por la Iglesia». El suyo es un testimonio espléndido sobre la mejor manera de apoyar al Santo Padre, el hombre que Dios ha puesto al servicio de su Pueblo.

 

El Papa Benedicto XVI, en la homilía del comienzo oficial de su pontificado, al considerar la impresionante misión que el Señor ha puesto en sus manos, decía: «En este momento, yo, débil siervo de Dios, he de asumir este cometido inaudito, que supera realmente toda capacidad humana. ¿Cómo puedo hacerlo? ¿Cómo seré capaz de llevarlo a cabo?». Y, sumergido en el clamor de las letanías de los Santos, viéndose rodeado por miles de hermanos en la fe, se decía a sí mismo y decía a todos: «No tengo que llevar yo solo lo que, en realidad, nunca podría soportar yo solo. La muchedumbre de los Santos de Dios me protege, me sostiene y me conduce. Y me acompañan, queridos amigos, vuestra indulgencia, vuestro amor, vuestra fe y vuestra esperanza (…) Todos nosotros somos la comunidad de los Santos; nosotros, bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; nosotros, que vivimos del don de la carne y de la sangre de Cristo, por medio del cuál quiere transformarnos y hacernos semejantes a sí mismo. Sí, la Iglesia está viva; ésta es la maravillosa experiencia de estos días».

 

 «¡La Iglesia está viva porque Cristo está vivo!». Impresionan estas palabras del nuevo Papa por su hondura teológica y porque reflejan una honda experiencia de Dios.

 

Y a luz de su profundo testimonio, el Señor nos repite hoy a todos y a cada uno las palabras que dirigió a Jeremías, y que hemos escuchado en la primera lectura: No les tengas miedo; no temas a nada ni a nadie, pues yo estoy contigo y pongo mis palabras en tu boca.

 

 Católicos del siglo XXI, no tengáis miedo a los avances de la ciencia, porque la fe no tiene nada que temer de la razón ni de la búsqueda sincera de la verdad. No tengáis miedo a navegar contra corriente de las ideologías, porque nos lleva el Aliento de Dios al mar siempre novedoso de las Bienaventuranzas. No tengáis miedo a seguir a Jesucristo, porque Él es la Verdad que nos hace libres en una cultura que pretende domesticarnos, el Camino que nos lleva a la plenitud humana frente a los recortes que impone la sociedad del bienestar; y la Vida que hace emerger todas posibilidades que hay en cada uno de nosotros. No tengáis miedo a anunciar el Evangelio, porque el Señor ha puesto esta Palabra en nuestros labios y, como ha dicho el Salmo responsorial, hasta de noche nos instruye internamente. No tengáis miedo a Dios, que es el origen y la meta del hombre. Nos lo ha dicho Jesús en el evangelio de la misa.

 

 

2.- «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo: permaneced en mi amor» (Jn 15, 9). Esta expresión nos adentra en el corazón del Evangelio, anuncio gozoso de que Dios nos ama y nos ha manifestado su amor en Jesucristo. Esta experiencia de que Dios nos ama, inunda de alegría el corazón del creyente y le da la fuerza necesaria para amar sin condiciones. Por eso, en el momento de su despedida, Jesús insistió a los suyos en que los ha amado y los ama con el mismo amor del Padre, con ese amor del que nada ni nadie nos puede separar, como dice San Pablo en el capítulo octavo de su carta a los Romanos: «¿Quién nos separará del amor de Cristo?» (Rm 8, 35). Un amor que alegra el corazón del discípulo y pugna por salir, porque de la abundancia del corazón hablan los labios.

 

Sobre este amor nos habló también Benedicto XVI en su homilía del domingo: «Cada uno de nosotros, dijo, es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario (…) Nada hay más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con Él».

 

Tal es el mensaje de Jesucristo: nos ha revelado el amor de Dios y ha dicho que nos ama con el mismo amor con que Dios le ama a Él. Y pensando en nuestro bien, nos invita a permanecer en su amor. Pero ¿qué puede significar para nosotros, «permanecer en su amor». ¿Cómo podemos permanecer en el amor de Jesucristo? Voy a señalar tres aspectos que parecen responder a esta pregunta.

 

En primer lugar, conociéndole y amándole, tal como nos lo muestra la Iglesia. Él es el Hijo Unigénito de Dios, que se ha hecho hombre y ha muerto para redimirnos del pecado; que ha resucitado y camina en medio de su Pueblo. Permanecer en Jesucristo es creer en Él y amar como Él amó. Amando a Dios, sin que este amor nos aleje de la vida concreta ni de las personas que sufren hambre y explotación; y amando al hombre, sin que el interés urgente por su dignidad y sus derechos nos lleve a olvidar a Dios. Amar al hombre con un amor que no mira hacia otro lado ante las situaciones de hambre y de injusticia, pero tampoco se limita a sus carencias materiales, sino que afronta el vacío de Dios que amenaza la existencia de quienes habitamos en los países ricos.

 

 En segundo lugar, amándonos los unos a los otros. «Este es mi mandamiento, ha dicho Jesús en el evangelio, que os améis los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 15, 12). Un amor afectivo, que nos impulse a potenciar la comunión eclesial y a respetar las diferencias legítimas. Necesitamos mantener nuestra identidad católica, tal como nos la presenta la Iglesia, en las cuestiones de dogma y de moral. Pero esta identidad en lo esencial, no nos tiene que llevar a impedir un pluralismo legítimo en cuestiones que son discutibles y en opciones temporales siempre complejas. La comunión eclesial no es lo que se ha dado en llamar el pensamiento único, sino la fidelidad a la fe recibida y la capacidad para presentar esta fe de manera que sea significativa también para el hombre de hoy.

 

Y finalmente, permaneceremos en el amor de Jesucristo en la medida en que proclamemos el Evangelio con nuevo ardor misionero. El Señor nos ha elegido para que demos fruto, un fruto que dure, ha dicho el evangelio. Como dura el de los grandes testigos de la fe, los santos. Su pasión por Dios y por el hombre originaron corrientes de vida evangélica que perduran aún entre nosotros. Pienso en personas sencillas, como Juan de Dios, Ángela de la Cruz y Juan Bosco; y en personas que ocuparon puestos de relieve, como el Beato Manuel González y el Papa Juan XXIII. Todos se distinguieron por su amor a Dios y porque dedicaron lo mejor de su vida a proclamar el Evangelio con obras y con palabras, saliendo al encuentro del hombre perdido en el desierto de una existencia empobrecida.

 

 Y también hoy, nos ha dicho el nuevo Papa, «hay muchas formas de

desierto: el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed, el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado. (Y) existe también el desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de la dignidad y del rumbo del hombre». Es aquí donde tenemos que ser testigos de esperanza.

 

 Termino con unas palabras del evangelio que me parecen especialmente significativas para hoy, cuando estamos dando gracias al Señor. Son esas palabras que dicen:

 

 

3.- «Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a su plenitud» (Jn 15, 11). Tenemos muchos motivos para la alegría. Desde el cariño sincero que ha rodeado el «a Dios» a Juan Pablo II, a la celeridad con la que se ha elegido al sucesor, Benedicto XVI. Pero quizá el motivo principal haya sido esa honda conmoción que se ha producido en el corazón de muchos de nosotros al constatar que la Iglesia está viva porque Jesucristo está vivo. Y en Él seguimos descubriendo el rostro de Dios. Un Dios que nos ama con la ternura de un Padre y nos hace decir con el salmista:

 

«Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré», porque Él me enseñará el sendero de la vida y me saciará de alegría perpetua.

 

La alegría que inundó a la Virgen, al constatar su propia pequeñez y que Dios la había elegido para ser la Puerta por la que entrara su Hijo en esta tierra. Como eligió un día a Juan Pablo II, como ha elegido a Benedicto XVI y como nos ha elegido a cada uno para que seamos testigos de amor y de esperanza aquí y ahora.

 

  

 

+ Antonio Dorado Soto,

 

Obispo de Málaga

 

 

D. CARLOS AMIGO, Cardenal Arzobispo de Sevilla – Homilía Celebración Acción de Gracias por elección del Papa Benedicto XVI

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CELEBRACIÓN DE ACCIÓN DE GRACIAS POR LA ELECCIÓN DEL PAPA BENEDICTO XVI

Homilía del Cardenal Arzobispo de Sevilla D. Carlos Amigo.

Catedral de Sevilla, 30 de abril de 2005.

Bien podía comprende ahora el apóstol Pedro las palabras del libro de la Sabiduría: el que se deja acompañar de Dios no sentirá ni la amargura ni la tristeza (Cf. Sab 8, 16). El discípulo que negara por tres veces, recibe ahora, como reconocimiento a la confesión de fidelidad a Cristo, el encargo y la promesa: tú, Pedro, serás guía y pastor. Sobre ti edificaré la Iglesia (Mt 16, 18). Y Simón Pedro, hoy se llama Benedicto XVI. El es el Sucesor de Pedro, el Pastor y Maestro que cuida y fortalece nuestra fe.

«Al escogerme como obispo de Roma, – decía el nuevo Papa – el Señor ha querido que sea su vicario, ha querido que sea esa «piedra» en la que todos puedan apoyarse con seguridad», pues «sabe que su deber es hacer que resplandezca ante los hombres y las mujeres de hoy la luz de Cristo: no la propia luz, sino la de Cristo.» (A los Cardenales, 20-4-05).

La Iglesia tiene que ser en el mundo una señal, un sacramento de unidad para todo el género humano (Cf. «Lumen gentium», 1). Por eso, no puede olvidarse la Iglesia, ni sus pastores, de que muchas personas viven en «el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed; el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado. Existe también el desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de la dignidad y del rumbo del hombre. Los desiertos exteriores – dice el papa – se multiplican en el mundo, porque se han extendido los desiertos interiores. (…) La Iglesia en su conjunto, así como sus Pastores, han de ponerse en camino como Cristo para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquél que nos da la vida, y la vida en plenitud» (Homilía en el comienzo del ministerio, 24-4-05).

El Papa no es un héroe, sino un testigo de la fe, que llevando en las manos el Evangelio, quiere aplicarlo al mundo actual, pues «también hoy se dice a la Iglesia y a los sucesores de los apóstoles que se adentren en el mar de la historia y echen las redes, para conquistar a los hombres para el Evangelio, para Dios, para Cristo, para la vida verdadera»(Homilía…).

No es el papado una acumulación de honores, «sino más bien de un servicio que hay que desempeñar con sencillez y disponibilidad, imitando a nuestro Maestro y Señor, que no vino a ser servido sino a servir (Cf. Mateo 20, 28), y que en la Última Cena lavó los pies de los apóstoles pidiéndoles que hicieran los mismo (Cf. Juan 13, 13‑14), (Audiencia a los Cardenales, 22-4-05).

Por eso, ha dicho el Papa que su verdadero programa de gobierno pastoral es «ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de tal modo que sea él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia» (…). «Apacienta mis ovejas», dice Cristo a Pedro, y también a mí, en este momento. Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios; el alimento de su presencia, que él nos da en el Santísimo Sacramento» (Homilía…).

Como sucesor de Pedro, el Papa es el que ha recibido las llaves y el timón, para abrir los inagotables arcones de la misericordia de la Iglesia o para cerrar las puertas a lo que no cabe en la casa de la fidelidad a Cristo. Es el timonel que debe guiar la barca que es la Iglesia, no siempre navegando en tiempos favorables, pero nunca abandonada de los vientos del Espíritu.

Si su poder no es de este mundo, como lo dijo Jesús, tampoco lo es el libro que el Papa emplea para dictar las lecciones de su magisterio. En esta cátedra, solamente se imparte la doctrina de la fe, que es aceptación de lo que Dios ha revelado de sí mismo. De una manera especialmente clara e inconfundible lo ha hecho en la vida, en la doctrina y el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo.

Maestro es el Papa de una fe que se hace comportamiento y vida. Por eso, se habla de la fe y de las costumbres. Porque quien mira y acepta Dios, ha de hacer que su comportamiento moral sea coherente con aquello que se acepta como doctrina y que ha de empapar por completo la vida cristiana. El Papa es ese maestro inequívoco, infalible, cuando proclama solemnemente una verdad y una forma de aceptarla y de vivirla.

Juan Pablo II hablara de las dos alas que necesitaba el hombre para poder asentar bien el conocimiento y elevarse hacia la cúspide de la verdad. Se trata de la razón y de la fe. Con el pensar y discurrir se buscan convencimientos lógicos y fundadas verdades que la inteligencia descubre y acepta. Pero cuando la razón ha terminado su discurso y camino, todavía la fe continua en el itinerario de la acercamiento a la verdad. Un pensador, coherente y leal con la ciencia, no puede poner barreras al discurrir del conocimiento, aunque sí deba reconocer que el trabajo de su pensamiento tiene un punto que su investigación no acierta a sobrepasar.

En los carismas, esos «poderes» especiales y espirituales que Dios regala al Papa, está el de confirmar la fe de los creyentes. Es decir, el de hacer que nos sintamos tranquilos y seguros de estar en el buen camino. El Papa, con su magisterio, acerca a la verdad y ayuda a vivir sintiendo la fortaleza que produce la fe en un Dios que es roca de asiento y pastor que guía y cuida del rebaño.

Fue el mismo Juan Pablo II quien dijo que la Iglesia, la única Iglesia de Jesucristo, respiraba por dos pulmones: el de oriente y el de occidente. Roma es el signo de la unidad, y con el obispo de esa diócesis, la de Pedro, todas las de demás iglesias locales se sienten vinculadas por una tal comunión, que la Iglesia católica universal se llama también romana. Aunque sea única y completa la Iglesia la que vive en Roma, en Corinto, en Bagdad, en Compostela, en Sevilla…

Quiso el Señor Jesús dar esta encomienda y oficio a Pedro: el de apacentar el rebaño. Y el Papa asume este ministerio: el de ser pastor universal de la Iglesia. El que cuida y gobierna con caridad pastoral, magisterio, ley y consejos, que ayudan al crecimiento y buena salud espiritual de todos los que ha sido llamados a formar la Iglesia de Jesucristo.

Estas características del Papa, sucesor de Pedro, maestro de la fe, valedor de la esperanza, obispo de Roma y pastor universal, no solamente no encierran al Pontífice en los límites de la Iglesia, ni mucho menos que los de un Estado Vaticano, sino que su carisma y ministerio se ofrece a todos los hombres y mujeres del mundo, de cualquier religión, o de aquellos que no profesan fe alguna. Buen ejemplo de ello lo tenemos en los últimos papas, que han sido reconocidos como auténticos modelos universales del trabajo por la paz, la unión entre los pueblos, el asentamiento de la justicia…

Fue la misma Iglesia la que lloraba ante el cuerpo muerto de Juan Pablo II y la que exultaba de gozo con el nuevo Papa Benedicto XVI. Una Iglesia libre, viva, joven, que «mira con serenidad al pasado y no tiene miedo del futuro» (Alocución…). Que sabe muy bien que no existe para ella misma, sino que es de Cristo y debe hablar de Cristo y practicar la caridad que de Cristo ha aprendido.

Una Iglesia que no puede claudicar de su fe ante un mundo que parece exigir el tener que adaptarse obligatoriamente a unas estructuras y a unas categorías de pensamiento extrañas a la misma dignidad de la persona. La Iglesia está en el mundo para evangelizar y que, por eso mismo, debe conocer y sentir como propios los problemas, las angustias y las aspiraciones individuales y sociales de los hombres.

Solo con el anuncio de Cristo puede responder la Iglesia a los grandes problemas morales y sociales de nuestro tiempo. Ni tiene otros recursos, ni otra fuerza más que la que recibe de Jesucristo. La Iglesia tiene que ofrecer con valentía la originalidad del evangelio, sin complejos, pero tampoco con arrogancias. Y, por supuesto, sin eludir el sufrimiento a causa de la fidelidad al evangelio. Pero con un profundo y gozoso convencimiento: «Quien cree, nunca está solo» (Homilía…).

«A la Virgen,- dice Benedicto XVI – Madre de Dios, que acompañó con su silenciosa presencia los pasos de la Iglesia naciente y confortó la fe de los apóstoles, encomiendo a todos nosotros así como las expectativas, las esperanzas y las preocupaciones de toda la comunidad de los cristianos. Os invito a caminar con docilidad y obediencia a la voz de su Hijo divino, nuestro Señor Jesucristo, bajo la maternal protección de María, «Mater Ecclesiae». Invocando su constante asistencia, imparto de corazón la bendición apostólica a cada uno de vosotros y a cuantos la Providencia divina confía a vuestras atenciones pastorales.» (Audiencia…)

«Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es la vida» (Homilía…). Y nada mejor para encontrar a Cristo que acudir a la Eucaristía, que hoy celebramos en acción de gracias a Dios por habernos dado un nuevo sucesor del apóstol Pedro.

«¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida. Amén.» (Homilía…).

Sevilla, 30 de abril de 2005

BENEDICTO XVI; por D. Antonio Hiraldo Velasco

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BENEDICTO XVI

 

            Una vez más, en el camino histórico de la Iglesia, la Divina Providencia, por la mediación del Colegio Cardenalicio, ha dotado a su Iglesia de un nuevo sucesor de Pedro, en la persona de Benedicto XVI. Esta elección ha estado acompañada de la oración de la universal comunidad de los discípulos del Señor, que oraban por Pedro.

 

            ¿Cómo situarnos ante este acontecimiento tan importante y significativo para la comunidad católica, en el contexto de una sociedad plural, donde milita con fuerza el laicismo? He aquí varias sugerencias.

 

            1ª. El respeto es inherente a la dignidad de todo ser humano. El respeto es el alma y la atmósfera de las relaciones humanas. Fluye desde el rigor en el pensar y en el hablar, discurre por la objetividad, lejos de todo subjetivismo. El respeto tutela la formación de la opinión sobre la verdad de la persona humana, de su vida y de su obra. Permite llegar a una opinión ponderada y equilibrada, fundada en un conocimiento objetivo y contrastado. La opinión no se confunde con la imaginación, tampoco se nutre del prejuicio o de la distorsión. Puede decirse que la opinión es como la síntesis del saber y del vivir. El cristiano tiene siempre presente las palabras de Jesús: no juzguéis… y acoge con humildad la advertencia de Santiago ¿quién eres tú para juzgar al prójimo? Respetar a la persona del Papa y a cuanto significa para tantos hombres de buena voluntad. He aquí una primera actitud.

 

            2ª. Los electores del Papa son hombres como nosotros, a los que debemos reconocer, al menos, las mismas cualidades que solemos ver en nosotros mismos. Sin duda alguna, han cumplido su deber desde un alto grado de honestidad moral, una fe probada y acrisolada en la fidelidad a Jesucristo, un auténtico amor a la Iglesia y un conocimiento cualificado de la situación actual de la Iglesia y del mundo. Han elegido al que consideraban el más idóneo para sucesor de Pedro, en este momento de la historia. En todo esto ha estado presente la gracia de Dios, la presencia de Cristo hasta el final de los tiempos. Una segunda actitud nace, pues, del sentido común. Los electores merecen la adhesión de los miembros de la Iglesia.

 

            3ª. Es de agradecer que los Cardenales hayan actuado con libertad, como es obvio, prescindiendo de corrientes de opinión e intereses ajenos al Evangelio y al bien de la Iglesia. Sólo con los ojos fijos en Cristo, desde su recta conciencia. Así actúa la liberta d cristiana: desde una recta conciencia iluminada por la fe, de una fe madura a la medida de Cristo. Se trata de obedecer a Dios antes que a los hombres. Una tercera actitud nace de la fe. Ésta es el criterio de interpretación y de comprensión de la vida de la Iglesia.

 

            4ª. Benedicto XVI es un discípulo de Jesucristo que ha recorrido el camino de la fidelidad al Evangelio sirviendo a la Iglesia a lo largo de una vida dilatada. Suman ya 78 los años de su entrega y dedicación a la Iglesia. Es un veterano de la perseverancia en las enseñanzas del Señor. Son evidentes las cualidades con las que el Señor le ha adornado y asistido a lo largo de estos 78 años de vida, tan densos y llenos de experiencia. Cualidades y biografía que ahora se vuelcan con suma sabiduría y virtud en el ejercicio de su ministerio petrino. El patrimonio de los talentos recibidos, las energías de su inteligencia y de su corazón seguirán siendo empleadas con especial intensidad al servicio de la Iglesia. Es una esperanza para la Iglesia y para los hombres de buena voluntad.

 

            Desde la razón objetiva y desde una auténtica identidad cristiana brota la actitud coherente: la comunión afectiva y efectiva con el sucesor de Pedro, acogiéndole con un corazón abierto y acompañándole con la adhesión y la oración.

 

            5ª. El respeto nacido de la fe va más allá. Es reconocimiento agradecido de la obra de Dios en el prójimo. Mira con los ojos de Dios. Ojos de amor misericordioso. Con una mirada iluminada por la verdad de Cristo, por su Palabra y por su Vida. Esta mirada, limpia y desinteresada, acoge al mismo amor de Dios que se nos da por su Espíritu. Surge el amor al prójimo con el mismo corazón de Cristo, con sus mismos sentimientos, amando como Él nos ama.

 

            Amar, pues, al Papa, como distintivo del vivir cristiano, amarle como Cristo le ama. Jesús ha puesto su confianza en él, como lo hizo con Pedro. La fe en Jesucristo genera un amor confiado y lleno de esperanza en Su Santidad Benedicto XVI, quién con obediencia y humildad aceptó el designio de Dios sobre su vocación y misión el día 19 de Abril de 2005. El amor al Papa es una experiencia básica y peculiar de la participación en el amor de Cristo a su Iglesia y, al mismo tiempo, es un signo evangélico: conocerán que sois mis discípulos si os amáis como yo os he amado. Este es el mandamiento nuevo. (Cf. Jn 13 al 17). ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

 

 

 

Sevilla, 24 de Abril de 2005

 

Antonio Hiraldo Velasco

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