Queridos diocesanos:
Hoy, día 29 de Junio, Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, Día del Papa en la Iglesia Universal, Fiesta Patronal en mi pueblo natal, San Pedro de Trones (León), y onomástica del primer Santo Canario, el Santo Hermano Pedro, se ha hecho público a las 12 horas, en Roma, mi relevo al frente de nuestra Iglesia Diocesana Nivariense.
Puedo añadir para mayor información que, con fecha del 22 de Junio, he recibido una carta del Sr. Nuncio de S.S. en España, en la que me dice:
«Me dirijo a Vuestra Excelencia para comunicarle que el Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la Diócesis de Tenerife, que Vuestra Excelencia le ha presentado en conformidad con el canon 401, párrafo 2 del Código de Derecho Canónico, y se ha dignado nombrar Obispo de esa Sede Episcopal de Tenerife al Ilmo. Señor Don Bernardo Álvarez Afonso, en la actualidad Vicario General de la misma Diócesis.
La noticia de la aceptación de su renuncia y la del nombramiento del Ilmo. Señor Don Bernardo Álvarez Afonso será hecha pública en Roma el día 29 del presente mes de junio, a las 12 horas, y hasta ese momento continúa bajo estricta reserva.
Por disposición de Su Santidad, Vuestra Excelencia continuará gobernando la Diócesis de Tenerife, en calidad de Administrador Apostólico, hasta la toma de posesión del Ilmo. Señor Don Bernardo Álvarez Afonso».
Con estas letras quiero, antes de nada, y al mismo tiempo que os doy la correspondiente información, invitaros a dar conmigo gracias a Dios por esta importante noticia para nuestra Iglesia: ¡Bendito sea Él, ahora y por siempre!
Sí. Bendito sea el Señor, que, a través de un pastor visible o de otro, nos apacienta cada día como nuestro Pastor invisible, que permanece siempre con nosotros.
Bendito sea quien ha querido servirse de mí -aunque yo le haya servido tan pobremente- para pastorear en su nombre a los fieles diocesanos durante estos catorce años, aproximadamente, que he estado entre vosotros, y que ahora ha llamado a otro pastor visible para seguir conduciéndonos a todos a las fuentes de la verdad y de la vida.
¡Bendito sea Él, ahora y por siempre!
También quiero dar gracias públicamente, con estas letras, al Papa Benedicto XVI y a sus colaboradores más estrechos, en este Día del Papa, un Día para explicitar la comunión de nuestra Iglesia Diocesana con el Sucesor de Pedro, por la delicadeza con que han acogido mi petición y la finura que han mostrado en todo el proceso de cambio episcopal al frente de esta querida diócesis. Al Sr. Nuncio de S. S. en España quiero agradecer, especialmente, su cercana y transparente relación conmigo durante todo este tiempo.
En tercer lugar, con estas letras quiero daros las gracias a vosotros, mis queridos fieles cristianos de esta entrañable diócesis de Tenerife, por vuestra fraternal acogida cuando vine a vosotros, por tantos y tantos ejemplos que me habéis dado durante todos estos años, y tantos y tantos estímulos evangélicos como yo he recibido de esta querida Iglesia Diocesana. ¡Gracias! ¡Gracias a los sacerdotes por tanta entrega y tanto testimonio! ¡Gracias a los religiosos y religiosas, de vida activa y vida contemplativa, por vuestro servicio, misterioso en muchos casos, pero siempre valioso, a nuestra Iglesia Diocesana! ¡Gracias a tantos y tantos seglares, incluidos los especialmente consagrados, que conozco en no pocos casos por vuestro rostro y vuestro nombre, pero que en otros muchos me sois desconocidos, por tanta fidelidad y el permanente ejemplo de vida cristiana! ¡Gracias a las autoridades, civiles y militares, por vuestra cooperación respetuosa, leal y generosa con nuestra Iglesia Diocesana! ¡Gracias a todos, incluidos quienes no seáis creyentes y quienes no os sintáis, por los motivos que fueren, miembros de la Iglesia Católica, porque todos habéis marcado mi ministerio! ¡Gracias!.
Siento también necesidad de pedir perdón. A Dios, ciertamente, y os invito a pedirlo conmigo. Pero también os lo pido a vosotros por cualquier falta, cualquier error, cualquier limitación o fragilidad que haya podido tener durante mi ministerio entre vosotros, por comisión u omisión. De todo corazón os lo pido humildemente y lo espero de vosotros. Porque, con toda seguridad, a pesar de mi mejor voluntad, habrá habido no poco de todo eso… Y necesito, sinceramente, vuestro perdón. Os lo pido y lo espero.
No quisiera, en todo caso, que mi relevo oscureciese la delicadeza del Santo Padre, Benedicto XVI, y de la Santa Sede, que se han puesto de manifiesto especialmente en el nombramiento del Obispo de esta diócesis, el Ilmo. Señor Don Bernardo Álvarez Afonso. Un sacerdote, como bien sabéis, de esta tierra y de nuestra Iglesia Diocesana. Un sacerdote que, desde ahora, como Obispo electo de San Cristóbal de La Laguna, para Tenerife, La Palma, Gomera y Hierro, bien merece el afecto y el apoyo de todos los diocesanos. Tomando el buen ejemplo de otro obispo emérito, en circunstancias parecidas, me atrevo a deciros que cualquier sentimiento de afecto que cualquiera de vosotros quisiera dispensarme a mí, lo dirija ya desde ahora a mi sucesor. Con ojos de fe, por encima de cualquier otra sensibilidad. Por muchas y buenas que sean sus cualidades, que lo son. Porque se trata de un sacerdote, sin duda, sobresaliente, fiel y competente colaborador mío a lo largo de todo mi ministerio episcopal en esta Diócesis, salvo los dos años que estuvo haciendo estudios superiores en Roma. Un hombre de fe profunda, de acendrado sentido eclesial, y de vigor apostólico reconocido y bien probado. Secretario General del Primer Sínodo Diocesano, que conoce como nadie, redactor e impulsor de los sucesivos Planes de Pastoral en nuestra Diócesis y con una excelente formación teológica y pastoral, nadie puede dudar de que está más que bien preparado para ejercer el ministerio que el Señor, a través de la Iglesia, le encomienda ahora. Queda, pues, la Diócesis, y de ello me alegro muy sinceramente, en cuanto humanamente puede juzgarse, en buenas manos. ¡Gracias sean dadas a Dios y a la Santa Sede! Aunque nada de ello permite prescindir de los ojos de fe y la cooperación responsable y dócil de todos los diocesanos. Fe, docilidad y cooperación a las que invito a cuantos podáis alcanzarlas del Señor, quedándoos todos los demás, al menos, en el respeto y la sincera apertura a su pastoreo.
Finalmente, no quiero concluir estas líneas sin deciros que siento mucho -muchísimo- dejar estas tierras y estos mares, estos rincones y estos hermosos parajes de Canarias que para siempre ya irán conmigo en mi memoria y en mi corazón. Como siento también no poco dejar a tantos y tantos diocesanos a quienes he querido servir con toda el alma, y hasta con pasión, aun en medio de mis defectos y fragilidades. Pero, no sin cierto dolor, quiero atenerme por entero a los designios de Dios y sus caminos que me han venido señalados por diversas limitaciones físicas. Ellas me han hablado y han sido para mí «palabra del Señor».
En todo caso, y quiero decíroslo, aunque lejos físicamente de aquí, seré siempre y me sentiré siempre obispo emérito de esta querida Iglesia Diocesana de San Cristóbal de La Laguna. Por vosotros oraré continuamente y a vuestra oración me encomiendo confiadamente. A través de Santa María sobre la que tanto he aprendido en esta Diócesis. Y con nuestro primer Santo Canario, el Santo Hermano Pedro, de cuya canonización en Guatemala me cupo la gracia de ser testigo, una vez y otra vez, rezaré con vosotros:
«Concededme, buen Señor,
fe esperanza y caridad;
y, pues sois tan poderoso,
una profunda humildad,
y antes y después de aquesto,
que haga vuestra voluntad». ¡ASÍ SEA!
San Cristóbal de La Laguna, a 29 de junio de 2005.
† Felipe Fernández García
Administrador Apostólico de Tenerife