LOS MISIONEROS: PAN DE LOS POBRES
En nuestra época, la sociedad humana parece que está envuelta por espesas tinieblas, mientras es turbada por acontecimientos dramáticos tales como el caso de los inmigrantes en nuestras fronteras, el crecimiento de la violencia y el terror o por los catastróficos desastres naturales. Pero en medio de esta oscuridad, resuena lo sucedido una noche que no fue como la demás noches de la historia, se trata de aquellos momentos antes de ser entregado Jesús a sus enemigos cuando instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y resurrección hasta que vuelva. He aquí el proyecto de solidaridad más grande que ha sido ofrecido jamás a la humanidad.
Cristo, como redentor y salvador del hombre, a la vista de la muchedumbre necesitada, sintió compasión “porque estaban vejados y abatidos como ovejas sin pastor” (Mt 9,36). Aquello no quedó en acto meramente personal, sino que se perpetua en el sacramento de la Eucaristía mediante el cual los cristianos somos alimentados con “con el cuerpo y la sangre del Señor” para que tengamos vida y vida en abundancia, de tal manera que al participar en la mesa del altar siempre nos lleva a sentarnos en la mesa de los más menesterosos.
En este Año de la Eucaristía cobra un color especial
Los misioneros son hombres y mujeres esparcidos por caminos no explorados, que llevan el Evangelio a países y naciones donde apenas se ha escuchado hablar de Jesucristo y de su Iglesia. Ellos no hacen ningún tipo de colonización o paternalismo trasnochado, sino que sacando fuerza de su fe en Cristo Eucaristía se entregan con tal generosidad que regeneran al ser humano en el orden espiritual y material. Por eso los grandes misioneros de la historia como San Francisco Javier o
Nuestra diócesis de Asidonia-Jerez, en la celebración de sus XXV años de creación, desea crecer en una mayor conciencia misionera tanto en nuestros ámbitos locales como con aquellos que dejándolo todo han entregado sus vidas por los más pobres y lejanos. Es para estos misioneros que os pido una generosa y abundante ayuda espiritual y material. Podéis estar seguros que todo el dinero que se recoge en el Domund está destinado a los países más pobres y con ello no solo se ayuda a unas personas consagradas a la misión, sino sobre todo a los beneficiarios de su presencia: esos niños que tiene escaso alimento, ausencia de escuela o portan el virus del Sida, aquellas mujeres que no saben leer ni defenderse ante tantas vejaciones, o los hombres y ancianos victimas de las guerras y de las epidemias. En fin, no me cansaré de pedir limosnas para nuestros misioneros y misioneras porque ellos compartiendo todos los días el pan de los pobres dan vida al mundo y hacen más creíble a nuestra Iglesia.
Con mi agradecimiento y afecto.
+
Obispo de Jerez
Jerez de la Frontera a 12 de octubre de 2005, Festividad de la Virgen del Pilar