Los Obispos del Sur de España, reunidos en Asamblea Ordinaria, hemos reflexionado sobre el fenómeno de la inmigración y particularmente sobre los dramáticos acontecimientos acaecidos en Ceuta y Melilla. Y nos vemos en el deber de manifestar que:
1. La dignidad de la persona humana y sus derechos inherentes, sea cual sea su condición y país de origen, es un valor sagrado e inalienable.
2. El porvenir de un pueblo no consiste en que sus mejores hijos los abandonen, sino en tratar de alcanzar un pleno desarrollo cultural, económico, social y político.
3. Dios Creador nos ha regalado una tierra rica y fecunda y ha dotado al hombre de suficiente capacidad para promover el adecuado ordenamiento social y productivo que haga posible erradicar el hambre, la injusticia y la enfermedad. Y al mismo tiempo, “Dios ha destinado la tierra y todo cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos, de modo que los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la guía de la justicia y el acompañamiento de la caridad” (GS 69).
4. El fenómeno migratorio es imparable y no admite espera. Es una cuestión vital para todos, también para los pueblos más ricos, en ella deben implicarse la Unión Europea, las Naciones Unidas y aquellos organismos internacionales que se han creado para promover la justicia, la libertad y la paz.
5. Todos estamos llamados a comprender esta nueva realidad de nuestra época, así como a abrirnos para acoger y convivir, respetuosa y pacíficamente, con aquellos hermanos nuestros que se incorporan a nuestra sociedad. En este sentido, impulsamos las iniciativas humanitarias que se desarrollan en nuestras diócesis promoviendo una acogida generosa y una integración digna de los inmigrantes y de sus familiares.
Córdoba, 20 de Octubre de 2005