Caminemos juntos en la Esperanza
Cuaresma 2025: camino de conversión y esperanza
Queridos hermanos y hermanas de la Diócesis de Guadix:
En el corazón de este Año Santo de la Esperanza, la Iglesia nos regala este tiempo de gracia, que iniciamos el miércoles de ceniza con la invitación a “convertirnos y creer en el evangelio” y nos llevará hasta la celebración de la Pascua de Resurrección. Posteriormente, en la cincuentena pascual, que culminará en la solemnidad de Pentecostés, podremos celebrar que Cristo es el Dios de la Vida que orienta nuestra peregrinación hacia la Vida eterna en el cielo.
Con el corazón lleno de esperanza y alegría, os invito a vivir este tiempo de preparación pascual de manera profunda, renovada y auténtica. Como nos dice el Martirologio Romano, “he aquí que vienen días de penitencia para la remisión de los pecados, para la salvación de las almas; he aquí el tiempo favorable, en el que asciende a la montaña santa de la Pascua”. La Cuaresma es un camino espiritual hacia la conversión del corazón, una oportunidad para poner en el centro de nuestra existencia a Cristo, único Camino, verdadera Verdad y Vida que traspasa la muerte. Caminemos con el Señor a Jerusalén y acompañémosle en los días santos de su muerte y resurrección, descubriendo la profundidad del amor de Dios por la Iglesia y por cada uno de nosotros.
Como una buena madre, La Iglesia da a sus hijos las mejores ayudas para poder vivir esta cuarentena penitencial en el combate contra nuestros pecados: la oración el ayuno y la limosna.
- Oración: Dejarnos encontrar por la misericordia de Dios.
La oración es, en este tiempo, el primer y más importante medio de conversión. Jesús mismo, en su vida pública, nos enseñó a retirarnos al desierto, a buscar el encuentro personal con el Padre. En el evangelio de Mateo, nos dice: “Cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre” (Mt 6,6).
Escuchemos la voz de Dios y acojamos su llamada a la conversión y a la reconciliación, a atravesar el desierto inhóspito del pesimismo y de la soberbia de nuestros pecados, para llegar a la tierra prometida de su Amor que da sentido a la dura peregrinación de este mundo. Aprendamos a dominar nuestras pasiones escuchando a Dios en la paz del corazón. El papa Francisco ha expresado en algunas ocasiones que la oración es un medio privilegiado para purificar nuestro corazón y prepararnos a la Pascua.
Toda amistad se fortalece en el encuentro y en la escucha. Este es el tiempo para fortalecer nuestra relación con Dios, para abrir nuestro corazón a Él, a través de la oración personal y comunitaria, que abrirá un diálogo sincero con Dios en la transformación de nuestra intimidad con Él.
Necesitamos rezar más para que Dios esté mejor en nosotros. La Palabra de Dios, preciosamente escogida cada día en la liturgia, será antídoto contra el cansancio de morir a nosotros mismos y revulsivo para anidar en la Esperanza. En los domingos de cuaresma, las narraciones de las tentaciones de Jesús, de la transfiguración, la samaritana, el ciego del nacimiento y la resurrección de Lázaro, desembocarán en la Pasión y en el gran anuncio de la Resurrección de Cristo. La Palabra de Dios nos fortalecerá en nuestro compromiso bautismal, en la misión y vocación a la santidad en los sacramentos de la iniciación cristiana.
Nuestra vida espiritual crece cuando somos amigos de la Palabra de Dios, participando con más fervor y mayor frecuencia en la Eucaristía y en el sacramento de la Reconciliación, así como en los momentos de oración comunitaria en nuestras parroquias y comunidades. Dediquemos un tiempo cada día a la oración personal, meditando el evangelio que la Iglesia nos propone para dar luz a nuestro camino, en este itinerario cuaresmal. Pongamos a trabajar el corazón, verdadero volcán de nuestra fe, abriéndolo a Dios y escuchando su voz en el silencio.
- Ayuno y Penitencia: La Purificación del Corazón que nos despoja y nos acerca a Dios.
El ayuno y la penitencia son medios para ayudarnos a purificar nuestro corazón y renovar nuestra voluntad de seguir a Cristo. El ayuno y la abstinencia del miércoles de ceniza y el viernes santo, así como la abstinencia de los viernes de cuaresma y los sacrificios que en este tiempo podemos ofrecer al Señor, son signos de la verdadera libertad que ha de regir nuestra existencia, frente a la esclavitud de las pasiones que nos adormecen y dilatan las mentiras en nuestra vida. Se trata de renunciar a los deseos desordenados que no son de Cristo en nosotros para enfocarnos a lo esencial: Dios y el prójimo.
Aprendamos a dominarnos desde la voluntad de Dios. Ayunar no solo consiste en la renuncia de alimentos o bienes materiales, sino en el ejercicio de la moderación y el desapego. Ayunar nos invita a tomar distancia de todo lo que nos aleja de Dios y de los demás, especialmente de las distracciones que nos impiden vivir con plena libertad. En el mismo evangelio de Mateo, Jesús nos recuerda: «Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas» (Mt 6,16), porque el ayuno es ante todo una actitud interna de conversión y humildad. El papa habla de la dimensión interior del ayuno, de una disciplina espiritual que nos permite vivir con humildad y gratitud, que va más allá de la simple abstinencia de alimentos.
En esta Cuaresma, os invito a vivir el ayuno no solo como un esfuerzo físico, sino como una oportunidad espiritual para descubrir que solo en Dios encuentra el ser humano la verdadera satisfacción. Renunciar al egoísmo, la ira, la envidia, los chismes, los pensamientos negativos, se convierte en un verdadero ayuno que purifica nuestro corazón.
Este tiempo de penitencia también debe llevarnos a reconocer nuestras fragilidades y a experimentar la misericordia de Dios que nos llama siempre a volver a Él. Ayunemos de tantas distracciones en nuestro mundo, como el exceso de tecnología o placeres superficiales que nos roban el tiempo de Dios en nuestra vida. Traigamos a nuestro corazón, frente a la cultura del descarte, a los que no tienen lo más elemental para vivir, ayunando de nuestra comodidad y solidarizándonos con aquellos que carecen de lo más básico. Nos dice el Papa Francisco que este es el camino de la verdadera hermandad y justicia social, acompañado por la caridad y la misericordia, que unen nuestro amor a Dios en el bien de los demás.
- La limosna: la caridad concreta de nuestro amor a Dios en el bien de los hermanos.
La Cuaresma no es solo un tiempo de introspección personal, de mirarnos solo a nosotros, sino también un tiempo para poner en práctica el amor al prójimo, especialmente a los más necesitados. El papa nos recuerda que la limosna nunca es un gesto aislado, sino una actitud de vida que expresa en los demás, por medio de nosotros, el amor y la misericordia de Dios. Las Bienaventuranzas nos interpelan a ponernos en el lugar del otro, sabiendo que cuando damos a los demás, lo hacemos a Cristo: “porque tuve hambre, y me distéis de comer; tuve sed, y me distéis de beber; estaba de paso, y me alojasteis; desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; preso, y vinisteis a verme» (Mt25, 35-36). La limosna no sólo es un gesto material, sino una actitud interior que nos exilia del egoísmo y nos hace vivir con generosidad, compartiendo lo nuestro con los olvidados de nuestro mundo, reconociendo la dignidad de cada ser humano. La limosna expresa que la cuaresma va por buen camino en nuestro corazón, en la respuesta concreta a las necesidades de los demás.
La caridad es el testimonio más visible de nuestra conversión. El Papa Francisco, en su Bula Spes non confundit, nos recuerda que la esperanza cristiana no es un sentimiento pasajero, sino una fuerza transformadora que debe llevarnos a la acción concreta en favor de los más pobres y vulnerables: “La esperanza cristiana tiene una fuerza de transformación que nos impulsa a salir de nosotros mismos y a abrazar la vida de los demás, especialmente la de los que sufren” * (Spes non confundit, 3).
Este es el tiempo para renovarnos en nuestro amor y mirada con los más pobres, con aquellos que sufren las consecuencias de la injusticia, la guerra, la pobreza y la indiferencia. Os invito a hacer de la caridad una verdadera prioridad, a acercarse a los hermanos más necesitados, a ser misioneros de la esperanza, como nos exhorta el Papa Francisco, trabajando para que la luz del Evangelio llegue a todos. Reza con las obras de misericordia corporales en tu corazón y llévalas a la vida, visitemos a los enfermos, preocupémonos por las necesidades de Cáritas y contribuyamos en la donación de alimentos, dinero e incluso de nuestro tiempo, en el voluntariado de la caridad. También vivamos la limosna y caridad espiritual, hablando de Dios a los que lo necesitan y quizás no conocen su verdadero rostro de misericordia, gastando tiempo en la escucha y en la asistencia a los que están solos y necesitan la mano de Cristo en ti. Rompamos con tantos diques de egoísmo y de críticas, abriéndonos a los demás con sinceridad.
- Año Santo 2025: “Caminemos juntos en la Esperanza”.
Este tiempo de Cuaresma, que nos prepara para celebrar la Pascua, también nos fortalece para vivir el Año Santo de la Esperanza 2025, un tiempo especial que nos invita a renovar nuestra fe y esperanza en Cristo, fuente de toda esperanza. El Papa, nos convocaba a este jubileo con palabras de San Pablo: “la esperanza no defrauda” (Rm 5,5). Es esta esperanza la que debe ser el motor de nuestra vida cristiana y de nuestra misión evangelizadora. En Roma y en las Iglesias particulares, el Papa nos invita a vivir “un encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, anunciándole siempre a todos y en todas partes, como nuestra esperanza” (1Tim 1,1).
La cuaresma es un tiempo de penitencia y de sacrificio interior, pero la meta es renovarnos en la alegría de Cristo resucitado. Morir para vivir, podría ser el lema de nuestra cuaresma. Por eso, La Esperanza es el verdadero corazón del tiempo cuaresmal, que nos ayuda a vivir lo que el Papa desea en este año santo a la Iglesia universal. En la carta que os dirigía a la Diócesis al inicio del curso 24-25, os expresaba que“con palabras de San Pablo a los Romanos, este Año Jubilar nos alienta a que nada ni nadie nos separe del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, porque “esta esperanza no cede ante las dificultades, porque se fundamenta en la fe y se nutre de la caridad, y de este modo hace posible que sigamos adelante en la vida”. Como San Pablo, vivimos la experiencia realista de que la vida se teje de alegrías y dolores, que el amor se pone a prueba cuando aumentan las dificultades y la esperanza parece derrumbarse frente al sufrimiento. Sabemos que “la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza” (Rm 5,3-4). Y todo es un don de la Gracia, de Cristo, que nos invita, en la paciencia peregrina de esta vida, a no perder nunca de vista la Esperanza eterna hacia la que caminamos, como meta definitiva y plena de los anhelos del corazón humano. Todo lo que experimentamos en el camino de la existencia, se expresa en la peregrinación, como elemento fundamental del año jubilar: buscar el sentido de la vida, redescubriendo el valor del silencio, del esfuerzo, de lo esencial. Todo traspasado por la experiencia de la fuerza del perdón de Dios, que sostiene nuestro camino personal y comunitario”.
Nuestra misión es la Esperanza. El Papa Francisco, por quienes elevamos oraciones intensas para sostenerlo en su enfermedad, nos ha regalado un bello mensaje para esta Cuaresma: “Caminemos juntos en Esperanza”. Nos hace una preciosa reflexión en tres momentos:
*Caminar: “una primera llamada a la conversión, porque todos somos peregrinos en la vida. Cada uno puede preguntarse: ¿cómo me dejo interpelar por esta condición? ¿Estoy realmente en camino o un poco paralizado, estático, con miedo y falta de esperanza; o satisfecho en mi zona de confort? ¿Busco caminos de liberación de las situaciones de pecado y falta de dignidad? Sería un buen ejercicio cuaresmal confrontarse con la realidad concreta de algún inmigrante o peregrino, dejando que nos interpele, para descubrir lo que Dios nos pide, para ser mejores caminantes hacia la casa del Padre. Este es un buen “examen” para el viandante”.
*Hagamos este viaje juntos: “Los cristianos están llamados a hacer camino juntos, nunca como viajeros solitarios. El Espíritu Santo nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos, y nunca a encerrarnos en nosotros mismos. Caminar juntos significa ser artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios (cf.Ga3,26-28); significa caminar codo a codo, sin pisotear o dominar al otro, sin albergar envidia o hipocresía, sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido. Vamos en la misma dirección, hacia la misma meta, escuchándonos los unos a los otros con amor y paciencia”.
*Juntos en la esperanza de una promesa: “La esperanza que no defrauda (cf. Rm5,5), mensaje central del Jubileo, sea para nosotros el horizonte del camino cuaresmal hacia la victoria pascual. Como nos enseñó el Papa Benedicto XVI en la Encíclica Spe salvi, «el ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: “Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm8,38-39)». Jesús, nuestro amor y nuestra esperanza, ha resucitado, y vive y reina glorioso. La muerte ha sido transformada en victoria y en esto radica la fe y la esperanza de los cristianos, en la resurrección de Cristo.
Esta es, por tanto, la tercera llamada a la conversión: la de la esperanza, la de la confianza en Dios y en su gran promesa, la vida eterna. Debemos preguntarnos: ¿poseo la convicción de que Dios perdona mis pecados, o me comporto como si pudiera salvarme solo? ¿Anhelo la salvación e invoco la ayuda de Dios para recibirla? ¿Vivo concretamente la esperanza que me ayuda a leer los acontecimientos de la historia y me impulsa al compromiso por la justicia, la fraternidad y el cuidado de la casa común, actuando de manera que nadie quede atrás?”
Os animo a vivir esta cuaresma del Año Santo 2025 siendo misioneros de la esperanza, viviéndola no desde el poder y la tristeza del pecado, que es sólo un camino, sino desde la oportunidad para que el Señor nos renueve en su Amor eterno y en nuestra respuesta desde la fe, en la luz de la Esperanza que nunca defrauda. Necesitamos vivir este tiempo con los ojos puestos en la Pascua, recordando que cuando reconocemos nuestro pecado estamos gritando la victoria del Señor sobre la muerte y el pecado, haciendo del itinerario cuaresmal sólo un paso hacia el camino de la gran alegría de la resurrección.
- Cuaresma de Todos: Sacerdotes, Consagrados, Laicos
La cuaresma nos lleva a una verdadera conversión pastoral a todos, porque la misión evangelizadora de la Iglesia es responsabilidad de todos. El obispo, los sacerdotes, como ministros de la Palabra y los Sacramentos, tienen una misión fundamental en la guía espiritual, en la celebración de los misterios de la fe y en la enseñanza del Evangelio. Que este tiempo de Cuaresma nos ayude a renovar nuestro compromiso pastora en la fidelidad a Cristo en la Iglesia, a ser cercanos a su pueblo y a acompañar a cada uno de los fieles en su camino de conversión.
Los consagrados también tienen una misión única en este tiempo de Cuaresma, viviendo su vida de oración, sacrificio y servicio, testimoniando el amor radical a Dios y al prójimo. En este tiempo de gracia, os invito a profundizar en vuestra vocación y a ser signos vivos de esperanza y luz en medio de un mundo que vive en la oscuridad.
A los laicos, que son el corazón de nuestras parroquias y comunidades, os animo a vivir este tiempo de Cuaresma como una ocasión de compromiso personal y comunitario, ayudando a hacer visible la esperanza de Cristo a través de su testimonio en el trabajo, la familia, y en la sociedad. Que este tiempo os impulse a ser misioneros de la esperanza en vuestros lugares de vida y trabajo.
- Hermandades y Cofradías: La Estación de Penitencia como testimonio.
Especialmente en este tiempo, deseo dirigirme con cariño y aliento a todas las hermandades y cofradías de nuestra diócesis. La cuaresma es tiempo fuerte para vosotros, expresando con intensidad lo que hemos de vivir durante todo el año. La Semana Santa es una ocasión especial, ya que, a través de las estaciones de penitencia, lleváis el mensaje de la Pascua a las calles, testificando, ante la sociedad, la muerte y resurrección de Cristo. No perdáis nunca vuestra identidad eclesial, amad a Cristo y a su Santísima Madre en la Iglesia, insertaros en el servicio pastoral y en la vida de las parroquias en las que tenéis vuestras sedes canónicas, sed amigos asiduos de la Eucaristía y del sacramento de la penitencia, no dejéis de celebrar el Triduo sacro de la muerte y resurrección del Señor, mirada esencial a la que nos llevan las estaciones de penitencia; formaros continuamente en la fe que sustenta la vida de los bautizados en nuestras Cofradías, vivid interiormente vuestro camino de hermandad para uniros más firmemente a Cristo y estad siempre atentos a las necesidades de los más pobres por medio de Cáritas. Sólo así podremos mostrar el rostro más auténtico de la vida cofrade a nuestro mundo; sólo así podemos ser testigos de la esperanza en un mundo que necesita el consuelo y la salvación de Cristo.
Agradezco vuestro trabajo intenso en este tiempo y vuestro servicio en la Iglesia para los hombres, por medio de la vía de la belleza.
Queridos hermanos y hermanas, que esta Cuaresma sea un tiempo de renovación personal y comunitaria, de conversión y de compromiso con nuestra misión evangelizadora. Caminemos juntos hacia la Pascua, que nos llena de la alegría de la resurrección, busquemos siempre la cercanía con Dios, la caridad con los demás y la misericordia de Cristo, la única Esperanza que nunca nos abandona.
Con afecto y bendición.
+Francisco Jesús Orozco Mengíbar
Obispo de Guadix