
En estas dos semanas de pontificado del Papa León, he de reconocer que lo sigo con cierto interés quizá por la novedad, hay una frase que me ha marcado profundamente y que me parece un plan de vida excepcional para los sacerdotes, los religiosos y para cualquier cristiano. En este tiempo de “nueva evangelización” se hace urgentemente necesario que seamos “modelos creíbles de entrega generosa a Dios y a los hermanos”. En medio de todos los modelos de vida los cristianos deberíamos destacar por nuestra coherencia y nuestro deseo auténtico de entrega a los planes de Dios. No estamos hablando de ser perfectamente intachables, pero, si al menos no llevamos una vida moral irreprensible que se vea que creemos y confiamos en la misericordia de Dios, actuando con los demás de forma no menos magnánima.
Para ser creíbles es necesario que vivamos sin ser ajenos al mundo, nos toca estar en la trinchera y recibir todos los embates de la mundanización sin caer en sus redes. El riesgo de la popularidad, de buscarnos a nosotros mismos, de imponer nuestra opinión, de acomodarnos, de convertirnos en agentes sociales o gestores de eventos, el riesgo del cristianismo de espectáculo está siempre ahí, un modelo de cristianismo al que parece que nos dirigimos irremediablemente. Contra todo ello los cristianos debemos vivir alerta, pues el enemigo está buscando cualquier punto débil para atacar. Me da pena que muchos cristianos se acerquen a la Iglesia y solo encuentren eventos, pero no se encuentren con Jesucristo. Quizá puedan alejarse de sus problemas durante un tiempo, pero no hallarán una respuesta satisfactoria a sus inquietudes.
Pablo VI, hoy venerado como santo, tenía toda la razón cuando afirmaba: “el mundo de hoy cree más a los testigos que a los maestros, y si cree en los maestros es porque éstos sepan dar testimonio” (Evangelii Nuntiandi, 41). Para la mayoría de nuestros contemporáneos la autoridad ha perdido su fuerza, el respeto por las canas o la sabiduría es relativo, cualquier imposición legal o moral es tomada a chanza; sin embargo, los cristianos todavía contamos con la fuerza de la Verdad. Pero esta Verdad no puede transmitirse con instrumentos que contrarían su naturaleza, como las redes sociales, donde reinan la opinión y la imagen. Quizá debemos volvernos parcos, ocultarnos, pero ser fieles y auténticos. Hablar menos, exhibirnos menos, pero volvernos más efectivos hacia dentro de nosotros mismos y hacia fuera. Cuando hay demasiada oferta se pierde el valor de los productos, igualmente, si los gestos o las palabras abundan corremos el riesgo de que se devalúen y dejen de resultar interesantes.
Jesús Martín Gómez
Párroco de Vera