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Misa Crismal. “Como presbíteros y diáconos, nuestra misión es ser portadores de la esperanza”

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La Catedral de La Laguna acogió este Martes Santo la conocida como “Misa Crismal”, que en esta ocasión fue presidida por el obispo auxiliar de la Diócesis Canariense, Cristóbal Déniz.

Con él concelebraron el administrador diocesano, Antonio Pérez, el obispo emérito, Bernardo Álvarez y numerosos presbíteros venidos de todos los rincones de la diócesis, que renovaron en este día las promesas de su ordenación sacerdotal. Cristóbal Déniz, además, consagró el Santo Crisma y bendijo el óleo de los catecúmenos y de los enfermos.

 

Igualmente, se oró por los sacerdotes fallecidos desde la última Misa Crismal y se dio gracias por los que este año cumplen bodas de plata y de oro. En este sentido, están celebrando 25 años de ordenados Isidoro Hernández, Jorge Concepción, Arnovio Alfonso Galavís, Roberto Darias y Francisco Javier López. Por su parte, cumplen bodas de oro Pablo Francisco Álvarez y Florentino Martín.

Monseñor Déniz comenzó su homilía indicando que esta Misa Crismal en la diócesis de San Cristóbal de la Laguna se celebra providencialmente a pocos días de recibir al nuevo pastor diocesano, Eloy Santiago. “Doy fe que ya siente, con confianza y emoción agradecida, que Cristo aquí le espera, que él les pertenece a ustedes para servirle en todo lo que Dios quiera”.

El obispo auxiliar de la Diócesis de Canarias continuó indicando que esta celebración nos recuerda que nuestra participación en el sacerdocio de Cristo nos configura como ungidos para evangelizar. “El Espíritu Santo que nos marcó en la ordenación nos impulsa a ser profetas de la Buena Nueva, proclamando su Palabra viva, inspirada y atenta a los clamores de la humanidad. Somos conscientes de que este espíritu nos ayuda a percibir con más autenticidad su amor, así como también a celebrarlo, servirlo y anunciarlo en nuestro pueblo, especialmente entre los más vulnerables”.

En referencia al año jubilar que estamos celebrando, monseñor Déniz expresó que los presbíteros han sido llamados, de modo particular, a ser sacerdotes de esperanza. “Como presbíteros y diáconos, nuestra misión es ser portadores de la esperanza que sólo puede fundamentarse en Cristo y que se ha de ofrecer al mundo en la porción del pueblo de Dios encomendada en cada gesto de nuestra vida, en cada sacramento que celebramos, en cada pastoral que acompañamos”.

En otro momento de su homilía, citando al papa Francisco, Déniz destacó la importancia de la cercanía, el diálogo y la participación activa de todos en la misión de la Iglesia. “La sinodalidad, según él, es una forma de vivir la comunión y de fortalecer los lazos entre los diferentes miembros de la Iglesia, promoviendo un ambiente donde todos se sientan valorados y escuchados. La sinodalidad nos recuerda que no estamos solos en nuestra misión”.

Por último, monseñor Déniz expresó su deseo de que la entrega ministerial de los sacerdotes sea un reflejo de la gracia que han recibido. “Confiemos en la acción del Espíritu Santo que es el verdadero protagonista de la evangelización y de la renovación de la Iglesia. Que María, Madre y modelo de evangelización nos acompañe en este camino”.

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El arzobispo agradece al clero diocesano su “trabajo sacrificado” durante la Misa Crismal

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El arzobispo agradece al clero diocesano su “trabajo sacrificado” durante la Misa Crismal

El clero diocesano se ha dado cita hoy en la Catedral hispalense para celebrar junto al arzobispo, monseñor José Ángel Saiz, y los obispos auxiliares, monseñor Teodoro León y monseñor Ramón Valdivia, la Misa Crismal.

La ceremonia contó con la participación de cientos de presbíteros de toda la Archidiócesis que renovaron sus promesas sacerdotales. Y durante la misma, el arzobispo hispalense bendijo los aceites que se utilizarán para la unción, símbolo de la efusión del Espíritu Santo: el santo crisma y los santos óleos, “instrumentos de salvación en el bautismo, la confirmación, el orden sagrado y la unción de los enfermos”. No en vano, este óleo servirá para ungir a los catecúmenos en el bautismo, los bautizados que reciban la confirmación, los enfermos en su dolor, y finalmente, los candidatos al sacerdocio,

“El sacerdote es testigo y ministro de la misericordia”

Monseñor Saiz Meneses ha recordado al clero que “la vocación del sacerdote es un gran don de Dios, y es también un gran misterio para nosotros, que lo hemos recibido a pesar de nuestra pequeñez e indignidad. Nuestras limitaciones y debilidades deben llevarnos a vivir y custodiar con profunda fe este don precioso, con el que Cristo nos ha configurado a él y nos ha hecho partícipes de su misión salvífica”. Al participar en el sacerdocio de Cristo, ha explicado el arzobispo, “el sacerdote es testigo y ministro de la misericordia de Dios, llamado a actuar con amor misericordioso ante toda persona necesitada que se cruza en su camino o se acerca a él”.

En esta línea, ha señalado que la misión del sacerdote es “anunciar la Palabra de Dios e invitar a todos a la conversión y la santidad”. También los ha alentado para ser “hombres oración, una oración eminentemente eucarística”. Al respecto, añadía, “la celebración de la Eucaristía debe convertirse en el corazón de nuestro trabajo pastoral y de nuestra vida entera”.

Más adelante, don José Ángel ha hecho referencia al Año Jubilar 2025, “un tiempo de gracia en el que Dios nos concede sus dones para nuestra transformación interior, para renovar nuestra existencia como ministros suyos. Tiempo de conversión personal, comunitaria y social; tiempo en el que debe producirse un crecimiento significativo en nuestra vida cristiana y sacerdotal”. Para acompañarlos en el camino “cuentan con muchos intercesores”, ha asegurado el prelado. Y ha mencionado de forma particular al padre José Torres Padilla, beatificado en la Archidiócesis de Sevilla el pasado 9 de noviembre, ensalzándolo como modelo sacerdotal.

Finalmente, monseñor Saiz ha agradecido al clero “vuestro trabajo sacrificado en todas las parroquias, hermandades, movimientos e instituciones de Iglesia, en tantas actividades pastorales en las que ponéis alma, vida y corazón, cuidando de las personas y las comunidades, compartiendo el gozo y la esperanza y también las inquietudes, las oscuridades y los sufrimientos de los hombres y mujeres de hoy”. Y ha concluido dedicando unas palabras de agradecimiento a los miembros de la vida consagrada y a los laicos y laicas “que nos acompañáis y rezáis por nosotros”.

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«No son tiempos de encerrarse, sino de salir a ofrecer lo mejor que tiene la Iglesia», Mons. Lorca en la Misa Crismal

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El obispo de Cartagena ha presidido la celebración en la que se ha consagrado el Santo Crisma y bendecido los óleos con los que se ungirá a catecúmenos y enfermos, y en la que los presbíteros han renovado sus promesas sacerdotales.

El repique de las campanas de la Torre de la Catedral anunciaba a la sociedad murciana que esta mañana de Martes Santo es importante para la Iglesia diocesana, ya que tiene lugar la Misa Crismal, la magna celebración en la que se consagra el Santo Crisma y los óleos con los que se ungirá a catecúmenos y enfermos, y donde cerca de 200 presbíteros diocesanos han renovado sus promesas sacerdotales. En la celebración han participado además los seminaristas del Seminario Mayor San Fulgencio, del Misionero Redemptoris Mater y del Menor San José.

El obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, ha presidido la celebración, acompañado por el arzobispo emérito de Burgos, Mons. Francisco Gil Hellín; el Cabildo Catedralicio, los vicarios episcopales y un gran número de sacerdotes. Especialmente a ellos, a los presbíteros, ha dedicado las palabras de la homilía el obispo, recordándoles que «no son tiempos de encerrarse, sino de salir a ofrecer lo mejor que tiene la Iglesia, su capacidad de amar, de perdonar, de servir, especialmente a los que se sienten incapaces de remontar, de levantarse de sus miserias y de los que han perdido la esperanza».

«Estamos llamados a ser sembradores de esperanza –ha señalado el obispo a su presbiterio diocesano– porque nuestra palabra anuncia sólidamente las verdades divinas necesarias para la salvación. La esperanza, como el amor, es una de las más sencillas y primordiales disposiciones de la persona, nos encamina hacia aquello que nos perfecciona, hacia todo lo bueno, a nuestros ideales que fueron capaces de mover nuestra vida a la dirección de Dios».

Mons. Lorca ha agradecido la labor del Consejo Diocesano de Pastoral, especialmente en la preparación del Encuentro Diocesano de Laicos que tuvo lugar el pasado 22 de marzo. El obispo ha recordado que la Iglesia está llamada a vivir la «comunión, la participación y la misión acompañando a todos los hermanos para llevar el mensaje evangélico a todas las gentes».

Al finalizar la homilía, los presbíteros han renovado junto al obispo sus promesas sacerdotales. Durante la plegaria eucarística, Mons. Lorca ha bendecido el óleo de los enfermos, y al finalizar la oración de después de la comunión ha bendecido el óleo de los catecúmenos y ha consagrado el Santo Crisma, derramando aromas sobre el aceite. Con este Crisma serán ungidos los bautizados, los confirmados y los ordenados para el ministerio sacerdotal; y también se consagrarán con él los altares y las iglesias.

El pastor de la Iglesia diocesana ha pedido a los fieles presentes en la celebración, y a quienes han podido seguirla a través de las retransmisiones de Popular Televisión y TRECE TV, que recen por los sacerdotes, especialmente por los enfermos y ancianos, y por los que han fallecido este curso. También ha tenido un recuerdo especial para los presbíteros que participaban hoy por primera vez en la Misa Crismal.

Homilía del obispo de Cartagena Galería de imágenes (Carmen García)

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El Obispo de Huelva consagra el Santo Crisma en la Misa Crismal celebrada en la Catedral de La Merced

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El Obispo de Huelva consagra el Santo Crisma en la Misa Crismal celebrada en la Catedral de La Merced

La Santa Iglesia Catedral de Nuestra Señora de la Merced ha acogido en la mañana de este martes la celebración de la Misa Crismal, presidida por el Obispo de Huelva, Mons. Santiago Gómez Sierra. La eucaristía ha dado comienzo a las 11.00 horas y ha contado con la participación de numerosos presbíteros llegados desde distintos puntos de la diócesis, además de diáconos, seminaristas, religiosos y fieles laicos que han querido unirse a este momento tan significativo para la Iglesia local.

Durante la celebración, como es tradición, se han consagrado el Santo Crisma y se han bendecido los óleos de los catecúmenos y de los enfermos, que serán utilizados a lo largo del año en la administración de los sacramentos en todas las parroquias y comunidades. La Misa Crismal constituye uno de los momentos más solemnes del calendario litúrgico, al reunir a todo el presbiterio en torno a su obispo en un signo visible de comunión eclesial.

Durante la liturgia, el prelado dirigió a los presentes una homilía de profundo contenido espiritual y pastoral, centrada en la vivencia del sacerdocio y en las exigencias que de él se derivan para quienes han sido configurados con Cristo Cabeza. A continuación, se reproduce íntegramente dicha homilía:

HOMILÍA DE MONS. SANTIAGO GÓMEZ SIERRA – MISA CRISMAL 2025

“La Misa Crismal, como sabéis, aunque por razones pastorales la anticipamos al Martes Santo, pertenece a la celebración del Jueves Santo, día en que hacemos memoria de la institución de la Eucaristía y del sacerdocio. Por eso dentro de unos momentos, recordando nuestra ordenación sacerdotal, vamos a renovar las promesas sacerdotales, agradeciendo al Señor el ministerio al que hemos sido llamados. Jesús, el Buen Pastor, compadecido de todos los que andan por la vida cansados y agobiados como ovejas sin pastor, ha querido asociarnos a su misión, para apacentar Él mismo en la persona de los sacerdotes a su pueblo.

Podemos recordar con emoción los signos de nuestra ordenación, que nos hablan de todo lo que Jesús nos dio: la imposición de manos, la unción con el santo Crisma, el revestimiento con los ornamentos sagrados, la participación inmediata en la primera Consagración… Es verdad que todo puede estar adormecido o tapado por las preocupaciones de la vida, por el desgaste del tiempo o por el pecado; sin embargo, en el fondo, permanece intacto el don de Dios y siempre puede ser renovado. Oigamos, dicha para nosotros hoy, la recomendación de Pablo a Timoteo: “te recuerdo que avives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos” (2 Tm 1,6).

La grandeza del don recibido con nuestro sacerdocio no encubre nuestra pequeñez personal. Nuestra gratitud debe inspirarse en el Magnificat de María: “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava” (Lc 1,47-48). Cada uno de nosotros sabe que es sacerdote porque el Señor ha mirado con bondad su pequeñez.

Precisamente, en el contexto de la Misa Crismal el Papa Francisco decía: “El sacerdote es el más pobre de los hombres si Jesús no lo enriquece con su pobreza, el más inútil si Jesús no lo llama amigo, el más necio de los hombres si Jesús no lo instruye pacientemente como a Pedro, el más indefenso de los cristianos si el Buen Pastor no lo fortalece en medio del rebaño. Nadie más pequeño que un sacerdote dejado a sus propias fuerzas.”

¿Cómo despabilar el don de Dios que hemos recibido por la imposición de manos en nuestra ordenación? Sin duda, viviendo la humildad y la obediencia, abrazando y apreciando el celibato, e incluyendo en nuestra vida concreta la pobreza voluntaria.

Obediencia, castidad y pobreza son las tres peculiares exigencias espirituales propias del presbítero, señaladas por el Concilio Vaticano II en el Decreto Presbyterorum ordinis (cf. P.O. 15-17).

Y, a veces, por el debilitamiento de nuestro radicalismo en el seguimiento de Jesús, dejamos de prestarles atención como signos evangélicos inconfundibles.

Primero, humildad y obediencia, entendida como aquella disposición de ánimo por la que un sacerdote está siempre pronto a buscar no su propia voluntad, sino la voluntad de Aquel que lo ha enviado. Esta voluntad divina la descubrimos y la cumplimos en las circunstancias de la vida, en el servicio al pueblo que nos ha sido confiado y en los múltiples acontecimientos de la propia existencia. Aceptar y ejecutar con espíritu de fe lo que manda o recomienda el Papa o el Obispo, con disponibilidad y prontitud para servir a todos, siempre y de la mejor manera, gastándose de buena gana en cualquier cargo confiado, será posible desde la humildad y la obediencia. Si no se vive la humildad, entonces rige el amor propio, que hace inaceptable la obediencia y señala toda autoridad en la Iglesia como autoritarismo arbitrario.

Segundo, el celibato, vivido como la Iglesia lo entiende, es signo y estímulo de caridad pastoral y fuente de fecundidad apostólica. En el asunto de la castidad es experiencia reciente de la Iglesia comprobar cómo el escándalo de los abusos afecta la percepción del sacerdote y entorpece el ejercicio de nuestro ministerio.

Estamos obligados a hacer un sincero examen de conciencia, particularmente en esta materia. A veces, hemos abierto sin pudor las ventanas de la interioridad. Seducidos por las nuevas tecnologías, podemos vivir volcados al exterior del ordenador y el móvil, jugando con el riesgo del escándalo. Por el contrario, vivir el celibato es guardar fidelidad renovada a la única Esposa de Cristo, a la Iglesia, que es la parroquia o la comunidad encomendada, los que bautizamos, las familias que acompañamos, los enfermos que visitamos, los jóvenes de la catequesis, los pobres que acuden a nosotros. En todas estas relaciones el celibato es fuente de fecundidad. Debemos pedir humildemente este don, tener ante los ojos su significado, y emplear sin excusas ni subterfugios los subsidios sobrenaturales y naturales y las normas ascéticas que la sabiduría de la Iglesia nos ofrece para poder vivir castamente.

En tercer lugar, estamos invitados a abrazar la pobreza voluntaria.

Alguien ha dicho que no somos felices porque no somos pobres.

Evitar hablar de dinero no presupone virtud; puede ser, con frecuencia, falta de ella. La pobreza entendida en nosotros, sacerdotes diocesanos, como el uso común de las cosas, evitando todo lo que pueda alejarnos de los pobres, apartando de nuestro estilo de vida toda vanidad. Hoy la Iglesia nos proporciona lo que necesitamos para nuestra honesta sustentación. No se justifica una ansiedad por acumular bienes de cara al futuro, al contrario, estamos invitados a emplear lo que nos sobra en bien de la Iglesia y en obras de caridad con los pobres, nunca para aumentar la hacienda propia. La pobreza y austeridad que se nos pide hará verdad esa condición del discípulo de Jesús, que vive en el mundo sin ser del mundo, y nos hará verdaderamente libres para seguir las llamadas de Dios en nuestra vida. Si no abrazamos este género de pobreza, nos haremos acreedores de la denuncia de san Pablo, cuando dice: “hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su dios, el vientre, su gloria, sus vergüenzas; solo aspiran a cosas terrenas” (Fil 3,19).

Queridos hermanos y hermanas, el sacerdocio es un don de Dios para el llamado y para el pueblo cristiano al que es enviado. Al don de Dios, la Iglesia responde con acción de gracias, fidelidad, docilidad al Espíritu y con una oración humilde e insistente. Los sacerdotes pidamos por las comunidades cristianas que tenemos encomendadas, y vosotros, queridos fieles, rezad también por nosotros. Una Iglesia misionera demanda sacerdotes que se esfuercen por vivir su ministerio como camino de santidad, porque las obras de Dios las hacen los hombres de Dios.

Virgen María, Madre de Jesucristo y Madre nuestra, acoge, protege y acompaña a los sacerdotes en su vida y en su ministerio, y a todos tus hijos e hijas. Amén.”

Al término de la homilía, como es habitual en esta celebración, los sacerdotes han renovado sus promesas sacerdotales, en un gesto de comunión y unidad con su obispo y con la misión encomendada por la Iglesia.

La celebración ha concluido con palabras de agradecimiento por parte del obispo a todos los presentes, con un recuerdo especial para los presbíteros enfermos y mayores, así como por las vocaciones sacerdotales, que siguen siendo una prioridad en la oración y en la acción pastoral.

Este encuentro litúrgico, vivido en el corazón de la Semana Santa, deja una profunda huella espiritual en todos los asistentes, renovando el compromiso de servicio y santidad de toda la comunidad eclesial.

Tal y como explica la Delegación Diocesana para la Liturgia, el Martes Santo en la Misa Crismal concelebra el Obispo y su presbiterio. Es una de las celebraciones en las que se pone de relieve la plenitud sacerdotal del Obispo, que es tenido como gran sacerdote de su grey y como signo y garante de la unión de sus presbíteros con él. Los sacerdotes renuevan ante el Obispo las promesas que hicieron el día de su ordenación, se lleva a cabo la bendición de los óleos y se consagra el crisma. El óleo es aceite de oliva. En cambio, el crisma es una mezcla de aceite de oliva y perfume. La consagración es competencia exclusiva del Obispo. Dentro del rito de consagración destaca el momento en el que el Obispo sopla en el interior del recipiente que contiene el Crisma (crismera) como signo de la efusión del Espíritu Santo. 

El santo crisma y los óleos serán llevados a todas las parroquias donde, de un modo solemne y expreso, son presentados, como expresión de unidad, en la Misa Vespertina del Jueves Santo en la que se conmemora la Cena del Señor.

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Homilía del Obispo de Jaén en la Misa Crismal 2025

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Nos reunimos, esta mañana de Martes Santo, unos días antes de la celebración del Jueves Santo, para conmemorar la institución de la Eucaristía y del Sacramento del Sacerdocio, y así, vivir este momento de gracia en el que renovaremos las promesas que un día hicimos con ilusión y entrega. Lo hacemos como peregrinos de esperanza, en este Año Jubilar en el que el Señor nos invita a redescubrir la belleza de nuestra vocación y la fecundidad de nuestro ministerio.

Que este aniversario de la Encarnación del Señor nos ayude a reavivar, más que nunca, el gozo de nuestra llamada, un gozo que debe nacer de una memoria agradecida por el don recibido, a través de la imposición de manos y la unción con el Santo Crisma.

Este es un día de gracia para nosotros, porque Cristo nos vuelve a llamar y nos recuerda el inmenso don que hemos recibido. Somos sacerdotes por pura misericordia, llamados, no por nuestros méritos, sino por su amor. Nos ha confiado su ministerio para que seamos signo vivo de su presencia en medio del mundo, ministros de su Evangelio, dispensadores de su gracia, pastores de su pueblo.

Camino de servicio y entrega, donde nuestra esperanza se alimenta en la oración constante y fiel. Comenzar cada mañana junto al Sagrario, dedicar tiempo a beber del manantial de esperanza que es el corazón de Cristo, en la Eucaristía diaria, nos sostiene y nos fortalece, para que nunca perdamos la orientación de nuestra vocación.

En este camino, también, la comunión y la sinodalidad son signos de esperanza. Vivimos en un mundo dividido, sumido en guerras y polarización, en una sociedad fragmentada, ensombrecida por falsedades que llevan a la desconfianza, y nuestro testimonio como presbiterio unido en Cristo es esencial. La sinodalidad no es solo una estrategia pastoral; es la manifestación de una Iglesia que se escucha y se acompaña, una Iglesia que vive y camina unida en la esperanza.

Así lo siento yo. El obispo no puede caminar sin sus sacerdotes, como los sacerdotes no pueden caminar sin el obispo, sin su presbiterio, ni sin el pueblo de Dios que le ha sido encomendado. Somos una familia en la fe, un presbiterio unido en Cristo y nacido de su corazón, que camina en comunión para dar testimonio de la esperanza que no defrauda. Os manifiesto que os siento especialmente cercanos, como hermanos y amigos, unidos en una misma misión. Realidad que he experimentado, de manera especial, en las distintas Visitas Pastorales que ya he realizado.

Queridos hermanos, no nos dejemos confundir por las “cosas y valores de este mundo”, el sacerdocio solo se comprende a la luz del Misterio Pascual. Nuestra vida no tiene sentido fuera de Cristo. Él es la piedra angular, el centro de la historia y de nuestras vidas. Solamente, a la luz de estos misterios de la redención de la humanidad, llevada a cabo por el Hijo de Dios, podemos justificar y estimar nuestra vida, y pueden los demás entendernos y apreciarnos en lo que somos.

Esta verdad nos llena de gozo y nos confirma en nuestra misión: somos ministros, delegados y mensajeros de Jesucristo, “signos visibles” de su presencia en el mundo. A través de nosotros, Cristo sigue hablando, sanando, perdonando y dando vida.

Este pensamiento debe llenarnos de humildad y, al mismo tiempo, de una profunda seguridad y alegría. No estamos solos en esta gran misión, Cristo está con nosotros, nos sostiene y nos renueva cada día.

Somos conscientes de que vivimos tiempos difíciles. Nuestra sociedad muchas veces nos ignora o incluso nos rechaza. Nos duele la indiferencia religiosa, la secularización creciente, el desprecio a los valores del Evangelio, incluso podemos sentirnos tentados a “tirar la toalla” por el desaliento o la sensación de inutilidad.

Sin embargo, debemos recordar que el mundo necesita, más que nunca, nuestra presencia y nuestro testimonio. Aunque a veces no lo perciban o no lo reconozcan, los hombres y mujeres de hoy necesitan pastores que les ayuden a descubrir el sentido profundo de la vida, que les ofrezcan la luz de la fe, que los acompañen en sus sufrimientos y búsquedas.

No nos dejemos llevar por la desesperanza ni por el cansancio. No cedamos al pesimismo ni a la queja; no cedamos, tampoco, a la indiferencia ni al desánimo; no dejemos emponzoñarnos por el veneno de la crítica destructiva. Dejemos que la esperanza, sustentada por el recuerdo de la verdad de nuestra vocación, se renueve cada día, fortaleciéndose en la Gracia recibida: la Caridad Pastoral. Nuestra misión es imprescindible para el mundo.

Hoy, más que nunca, se nos urge a organizar bien nuestra vida, para salvar lo importante, lo imprescindible, sin que nuestra vida, “esa herramienta a disposición de Dios y de su pueblo”, no se quiebre. No somos meros gestores de estructuras eclesiales, somos sacerdotes de Cristo, llamados a anunciar su Reino y a servir con generosidad y entrega.

Gracias por ser «sacerdotes encarnados», con esa actitud que el Papa Francisco nos pide: «en salida», siendo signo de esperanza en las periferias de nuestra tierra giennense; saliendo al encuentro de los mayores que viven en soledad; de las familias que atraviesan problemas económicos; de los jóvenes que viven sin raíces y sin horizonte; de los inmigrantes que llegan a nuestros campos en busca de un futuro; o de aquellos que se ven sumidos en una indiferencia religiosa creciente.

Somos conscientes de que el camino del sacerdote no está exento de sacrificios. A menudo experimentamos la soledad, la incomprensión, la fatiga de la entrega cotidiana. Sin embargo, cuando abrazamos con amor estas dificultades, que son parte de nuestras cruces, encontramos en ellas una fuente de libertad y fecundidad. Recordad que al aceptarlas voluntariamente adquirimos una soberana libertad y dejamos claro que “Cristo y el servicio a los demás son las verdaderas razones de nuestra vida”.

Sí, hermanos, Cristo y el servicio a los demás son nuestra verdadera riqueza. Cuando vivimos con esta libertad, experimentamos una alegría profunda, porque sabemos que no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino que hemos sido entregados para el bien del pueblo de Dios. “Con Cristo y como Cristo, al servicio de todos los hombres, en la Iglesia, desde la Iglesia y con la Iglesia.”

Riqueza que nos lleva, también, y de una manera especial, a avivar nuestro compromiso por promover una cultura vocacional. Ésta debe ser siempre una prioridad en nuestro ministerio. Nuestra misión como pastores es, también, animar nuevas vocaciones al sacerdocio, con la certeza de que, en la obediencia a la llamada de Dios, la Iglesia se renueva y se fortalece. El Señor sigue siendo fiel a su pueblo. Estoy convencido de que hay jóvenes llamados por el Señor para este ministerio. Seamos, en lo posible, cauce de gracia para que sientan la fortaleza en su respuesta generosa.

Oramos, también, en esta celebración, de una manera especial, por nuestros seminaristas, por quienes un día recibirán esta misma unción. Que encuentren en nosotros modelos de fidelidad y alegría sacerdotal.

Hoy, al consagrar los santos óleos, sentimos, una vez más, que nuestras manos vuelven a ser ungidas por el Espíritu Santo. Hoy, el Señor nos llama nuevamente a ser suyos, sin reservas ni condiciones.

Por eso, os invito a renovar con fuerza vuestra entrega. Seamos sacerdotes de oración, de cercanía, de escucha, de entrega generosa, en salida. Seamos testigos de esperanza, en este tiempo en que tantos se sienten perdidos. Seamos fieles a nuestra identidad, sin diluirnos en el mundo, sin escondernos ni avergonzarnos de nuestra vocación.

Hoy, juntos, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todo nuestro ser, renovemos una vez más nuestro “sí” al Señor, para la gloria de Dios y el bien de su pueblo.

Y vosotros, queridos seminaristas, religiosas y fieles presentes, os invito a que nos acompañéis con vuestra oración. Rezad por nosotros: vuestros sacerdotes y vuestro obispo, para que vivamos con fidelidad y alegría nuestra vocación, y para que nuestro ministerio sea siempre un signo de esperanza en medio de las dificultades que atraviesa el mundo. Estoy convencido de que vuestra intercesión es totalmente fecunda, nos fortalecerá y nos guiará en nuestro servicio a Dios y a su pueblo.

Que la Santísima Virgen maría, Madre de los Sacerdotes, nos acompañe y nos guarde en este camino.

+Sebastián Chico Martínez
Obispo de Jaén

 

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La bendición de los santos óleos y la renovación de las promesas sacerdotales marcan la Misa Crismal, este año en clave de esperanza

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Cada año, la Iglesia diocesana de Jaén adelanta la celebración de la Misa Crismal al Martes Santo. Este día, el presbiterio unido a su Obispo, a las religiosas y religiosos y al pueblo fiel, celebran en comunión, la institución de la Eucaristía, el don del sacerdocio y la bendición del Crisma, que servirá para ungir a enfermos, a catecúmenos y a los futuros sacerdotes.

El repique de las campanas del primer templo diocesano, sonando incesantemente, desde las 10 y media de la mañana llamaba a la participación de esta jornada de los alrededor de los más de 150 presbíteros, llegados de todos los puntos de la geografía diocesana, para junto al Pastor diocesano, Monseñor Chico Martínez y al emérito, Don Ramón del Hoyo, participar en esta solemne celebración. También, y cumpliendo con el presbiterio diocesano al que pertenece, Monseñor Chica Arellano, Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA, se ha sumado a la Misa Crismal, en la que también, han estado presentes el Vicario General, D. Juan Ignacio Damas; el Provicario General, D. José Antonio Sánchez Ortiz; así como los Vicarios Episcopales, el Deán de las Catedrales y miembros del Cabildo Catedral.

Los diáconos transitorios, Fernando Ruano y Samuel Valero, así como los seis permanentes, han acolitado y servido el altar. Las lecturas han estado participadas por los seminaristas y colaboradores de la Catedral. El Evangelio ha sido proclamado por el Diácono Permanente, Don Andrés Borrego.  La nota musical la ha puesto el coro Amicitia de Martos.

Homilía

El Obispo de Jaén, Don Sebastián Chico Martínez, ha querido enfatizar, durante toda su homilía, el significado profundo de esta celebración en la que el presbiterio diocesano renueva sus promesas sacerdotales y el amor de esa primera llamada por la que siguieron, con su vida, los pasos del Jesucristo, sumo y eterno sacerdote. “Unos días antes de la celebración del Jueves Santo, para conmemorar la institución de la Eucaristía y del Sacramento del Sacerdocio, y así, vivir este momento de gracia en el que renovaremos las promesas que un día hicimos con ilusión y entrega. Lo hacemos como peregrinos de esperanza, en este Año Jubilar en el que el Señor nos invita a redescubrir la belleza de nuestra vocación y la fecundidad de nuestro ministerio”, ha afirmado el Obispo diocesano.  En este sentido, ha querido resaltar la figura indispensable del sacerdote para la comunidad cristiana, que siempre lo hace desde la entrega plena, y el servicio: “Este es un día de gracia para nosotros, porque Cristo nos vuelve a llamar y nos recuerda el inmenso don que hemos recibido. Somos sacerdotes por pura misericordia, llamados, no por nuestros méritos, sino por su amor. Nos ha confiado su ministerio para que seamos signo vivo de su presencia en medio del mundo, ministros de su Evangelio, dispensadores de su gracia, pastores de su pueblo”. Para añadir, “seamos sacerdotes de oración, de cercanía, de escucha, de entrega generosa, en salida. Seamos testigos de esperanza, en este tiempo en que tantos se sienten perdidos”. Asimismo, Don Sebastián ha querido recordar el camino de entrega que los lleva a la plenitud en Dios a través del pueblo al que sirven. “Lo nuestro es un camino de servicio y entrega, donde nuestra esperanza se alimenta en la oración constante y fiel. Comenzar cada mañana junto al Sagrario, dedicar tiempo a beber del manantial de esperanza que es el corazón de Cristo, en la Eucaristía diaria, nos sostiene y nos fortalece, para que nunca perdamos la orientación de nuestra vocación”.

Monseñor Chico Martínez ha querido, en el Año de la Esperanza, recordar a sus sacerdotes que ellos son cauce de la Esperanza verdadera: “No nos dejemos llevar por la desesperanza ni por el cansancio. No cedamos al pesimismo ni a la queja; no cedamos, tampoco, a la indiferencia ni al desánimo; no dejemos emponzoñarnos por el veneno de la crítica destructiva. Dejemos que la esperanza, sustentada por el recuerdo de la verdad de nuestra vocación, se renueve cada día, fortaleciéndose en la Gracia recibida: la Caridad Pastoral” y que a pesar de las dificultades que se puedan ir encontrando en el camino, siempre encontrarán en Cristo la razón de su vida: “Somos conscientes de que el camino del sacerdote no está exento de sacrificios. A menudo experimentamos la soledad, la incomprensión, la fatiga de la entrega cotidiana. Sin embargo, cuando abrazamos con amor estas dificultades, que son parte de nuestras cruces, encontramos en ellas una fuente de libertad y fecundidad. Recordad que al aceptarlas voluntariamente adquirimos una soberana libertad y dejamos claro que “Cristo y el servicio a los demás son las verdaderas razones de nuestra vida”.

Después, el Prelado jiennense ha querido subrayar el significado de la bendición de los oleos y su uso en la vida de la Iglesia: Hoy, al consagrar los santos óleos, sentimos, una vez más, que nuestras manos vuelven a ser ungidas por el Espíritu Santo. Hoy, el Señor nos llama nuevamente a ser suyos, sin reservas ni condiciones”

Finalmente, ha pedido a los seminaristas, religiosas y fieles presentes, a que “nos acompañéis con vuestra oración. Rezad por nosotros: vuestros sacerdotes y vuestro obispo, para que vivamos con fidelidad y alegría nuestra vocación, y para que nuestro ministerio sea siempre un signo de esperanza en medio de las dificultades que atraviesa el mundo. Estoy convencido de que vuestra intercesión es totalmente fecunda, nos fortalecerá y nos guiará en nuestro servicio a Dios y a su pueblo”.

Renovación de las promesas y bendición de los santos óleos

Tras la homilía, el clero diocesano ha renovado sus promesas sacerdotales ante el Obispo de Jaén, recordando en ellas su entrega plena al Señor, a través de la ayuda a la misión del obispo; la predicación de la fe católica; celebrar la liturgia; guardar el celibato; la oración; la imitación de Jesucristo y la obediencia al obispo.

Después, los seminaristas junto a dos de los diáconos permanentes han presentado ante el Pastor diocesano las tinajas con el aceite para ser consagrado: el de los enfermos, el de los catecúmenos y el santo crisma. El Prelado ha vertido en el aceite esencias y perfumes para, después, insuflar su aliento sobre ellos y, de este modo, consagrarlos ante todo el pueblo fiel congregado como testigo de este rito. El Obispo emérito hizo lo propio con el santo crisma. El rito ha finalizado con la oración de la consagración. Posteriormente, los tres recipientes se han situado delante del altar, donde han permanecido durante toda la celebración.

Durante la plegaria eucarística se ha recordado a los sacerdotes difuntos desde la última Misa Crismal.

La Eucaristía ha concluido con la bendición, impartidas por los dos obispos y el anuncio de los destinos de las siguientes visitas pastorales: que se llevarán a cabo en Adviento de este 2025 y durante la Cuaresma de 2026 y que serán los Arciprestazgos de Torredonjimeno-Martos y El Condado- Las Villas, respectivamente.

Al finalizar la celebración se han repartido los óleos entre todos los párrocos de la Diócesis. Este año, los 65 litros de aceite de oliva virgen extra (AOVE) bendecidos que han sido donados, como en años precedentes, por la Cooperativa Santa Ana – San Isidro de Torredelcampo.

Al concluir la Santa Misa, los sacerdotes han tenido un encuentro de convivencia fraternal en dependencias del Obispado.

Homilía del Obispo de Jaén, Mons. Chico Martínez en la Misa Crismal 2025

Galería fotográfica: «Misa Crismal 2025»

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“La misa crismal es el corazón de la Iglesia”

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Monseñor Demetrio Fernández preside la Misa Crismal  en la Catedral de Córdoba junto al Arzobispo de Burgos, monseñor Mario Iceta, que perteneció catorce años al presbiterio cordobés

Monseñor Demetrio Fernández, administrador apostólico de la Diócesis de Córdoba ha presidido hoy la misa crismal en la Catedral que como cada Martes Santo en Córdoba ha congregado a sacerdotes, consagrados, religiosos y laicos en una celebración que es “el corazón de la Iglesia a la que pertenecemos por el bautismo, un cuerpo muy plural en distintos carismas y misiones”, ha expuesto el prelado ante doscientos presbíteros que han renovado su compromiso con el ministerio sacerdotal antes de la consagración del Santo Crisma y la bendición de los óleos.

La misa crismal, que el Obispo celebra con su presbiterio, y dentro de la cual consagra el Santo Crisma y bendice los demás óleos, es una manifestación de comunión de los sacerdotes con su propio Obispo. En esta celebración, monseñor Demetrio Fernández ha invitado a todos a elevar la mirada porque ninguna tarea pastoral “se agota  en un solo carisma” y ha instado a celebrar la pluralidad de dones al servicio de la Iglesia para “disfrutar de todos los carismas que reparte el Espíritu Santo, que es el alma de la Iglesia”.

Con el Santo Crisma consagrado hoy se ungen los recién bautizados, los confirmados, las manos de los presbíteros  y los altares en su dedicación. Con el óleo de los enfermos, estos reciben el alivio en su debilidad, por eso, en esta celebración “se concentran todos los sacramentos”, ha explicado monseñor Demetrio Fernández en su homilía antes de expresar su agradecimiento a todo el presbiterio tras quince años como Obispo de Córdoba. El prelado ha afirmado estar muy contento en esta última misa crismal que preside porque “la Iglesia sigue y seguiré a su servicio” una vez tome posesión como Obispo de Córdoba, monseñor Jesús Fernández González, al que ha encomendado especialmente.

Ocho presbíteros han participado hoy por primera vez en la renovación de las promesas sacerdotales junto a sus 200 hermanos sacerdotes para los que monseñor Demetrio Fernández ha pedido oraciones de todo el Pueblo de Dios.

























 

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El grupo de Vida Ascendente de la Parroquia de San José de Cádiz participa en el rezo del Vía Matris en honor a María Santísima del Mayor Dolor

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El pasado Viernes de Dolores, el grupo del Movimiento de Vida Ascendente de la Parroquia de San José de Cádiz se unió a la comunidad parroquial en el emotivo rezo del Vía Matris, una devoción especial en honor a la Virgen bajo la advocación de María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso. Esta ceremonia tuvo lugar en el marco del triduo celebrado en su honor, y contó con la participación activa de los miembros del grupo, quienes, con gran fervor y devoción, vivieron un momento de profundo recogimiento.

La liturgia fue oficiada por el párroco de la parroquia, el padre Alfonso Gutiérrez, quien estuvo acompañado en el altar por el diácono permanente Manuel López. A lo largo de la ceremonia, se leyó una reflexión por cada uno de los siete dolores de la Virgen María, siendo cada uno de estos relatos leído por una de las componentes del grupo del Movimiento de Vida Ascendente.

El Vía Matris, que conmemora los sufrimientos de la Virgen María durante la Pasión de su Hijo, resultó ser un acto de recogimiento y devoción, en el que los participantes pudieron meditar sobre el dolor de la Madre ante el sacrificio de su hijo.

El rezo culminó con la celebración de la Eucaristía, un momento de unión fraternal y espiritual para todos los asistentes, quienes vivieron la ceremonia con gran emoción y satisfacción.

Además de su participación en el Vía Matris, el grupo de Vida Ascendente mantiene una tradición mensual que refuerza su vínculo con la Virgen. Cada día 13 de cada mes, celebran el rezo del Santo Rosario a la Virgen de Fátima, abierto a la participación de todos los feligreses de la parroquia.

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Artículo sobre la exposición de grabados en la Curia Metropolitana

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Del artista armenio Hayk Grigoryan.

Hasta el 2 de mayo puede visitarse la exposición de grabados y cuadros del artista armenio afincado en Granada Hayk Grigoryan, en la Curia Metropolitana (Plaza Alonso Cano).

Por su interés, ofrecemos este artículo de opinión de Manuel Gómez Rivero es grabador y profesor de la Facultad de Bellas Artes de Granada, sobre la muestra con las obras de Grigoryan, bajo el título “Jesucristo, Esperanza que no defrauda”.

LEER ARTÍCULO SOBRE LA EXPOSICIÓN DE GRABADOS “JESUCRISTO, ESPERANZA QUE NO DEFRAUDA”

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Colecta por los Santos Lugares: “Preservar Tierra Santa y ayudar a su gente”

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Colecta por los Santos Lugares: “Preservar Tierra Santa y ayudar a su gente”

El Viernes Santo la Iglesia Universal está llamada a recordar y colaborar con nuestros hermanos los cristianos de Tierra Santa. Este día se realiza en todas las diócesis y parroquias del mundo la Colecta a favor de los Lugares Santos, una iniciativa “que no es opcional, sino un deber de toda la Iglesia como ha sido reiterado por la Santa Sede a través del Dicasterio para las Iglesias Orientales”, recuerda fr. Massimo Fusarelli, OFM, ministro general de la orden.

En esta línea, el custodio de Tierra Santa, fr. Francesco Patton, OFM, ha difundido un vídeo en el que pide generosidad y solidaridad a los cristianos del mundo para “preservar Tierra Santa y ayudar a su gente”.

El custodio también reconoce que “la experiencia de este último año ha sido realmente difícil para todos nosotros que vivimos en Tierra Santa. La guerra en múltiples frentes no solo ha traído muerte y destrucción, sino que ha sembrado más odio entre pueblos vecinos y hermanos. Muchas familias se han quedado sin trabajo, luchando por enviar a sus hijos a la escuela y pagar los tratamientos médicos para sus seres queridos. Muchas parejas jóvenes han tenido que posponer el sueño de formar una familia y tener hijos”. En este contexto, la comunidad cristiana local corre el riesgo de desaparecer de la tierra donde nació la fe cristiana. Por este motivo, desde la Custodia de Tierra Santa extienden nuevamente la mano “en un gesto de quien se hace mendigo por amor a sus hermanos” y pide apoyo a través de la oración y la peregrinación a los Santos Lugares, y también mediante donaciones económicas, “recordando que todo lo que ustedes donen, el Señor se los devolverá multiplicado cien veces”.

Gracias a la Colecta por los Santos Lugares, fuente principal de ingresos para el sostenimiento de la vida que se desarrolla alrededor de los Santos Lugares, los hermanos de la Custodia de Tierra Santa pueden permanecer junto a la población, a pesar de la guerra, y mantener viva la memoria inscrita en las piedras que recuerdan el fundamento histórico de nuestra fe, el paso del Hijo de Dios por esta tierra.

Sostener la presencia cristiana

La presencia cristiana en Tierra Santa es un bien precioso para toda la Iglesia Universal. Es la Iglesia Madre, de la cual todos nosotros provenimos histórica y espiritualmente. “Su empobrecimiento representaría una pérdida irreparable no solo para la diversidad cultural y religiosa de esa región, sino también para el testimonio vivo del Evangelio que esos cristianos representan”, explica fr. Massimo Fusarelli.

Concretamente, a través de la Colecta del Viernes Santo, se apoya la custodia, el cuidado y el mantenimiento de los Lugares Santos, “que son el fundamento de la identidad de los cristianos de Tierra Santa y continúan hablando a los peregrinos de todo el mundo del misterio de la Encarnación y de nuestra Redención”; se promueve la asistencia cotidiana a las familias cristianas locales, que necesitan ayudas concretas para sobrevivir y no verse obligadas a emigrar; se mantienen las escuelas católicas de la Custodia, que ofrecen educación de calidad a más de 10.000 estudiantes, así como las estructuras sanitarias y de asistencia social, “que en este tiempo de guerra se han convertido en un ancla de salvación para los heridos, para los desplazados y refugiados”. Finalmente, con las aportaciones del Viernes Santo se apoyan las actividades pastorales y sociales de las parroquias que mantienen viva la fe y la esperanza entre cientos de cristianos, y saben integrar en la Iglesia local a los numerosos trabajadores migrantes.

“Por favor, donen con generosidad y alegría. Donen según la amplitud de su corazón. Nosotros seremos simplemente el canal a través del cual pasará su benevolencia, su caridad y su altruismo. ¡Ayúdennos a ayudar!”, exhorta el custodio de Tierra Santa a todos los fieles.

¿Cómo donar?

En las colectas del Viernes Santo en cada templo o mediante transferencia bancaria en cualquier momento a través de Banca Popolare Etica (IBAN: IT 04 U 05018 01600 000017145715; BIC/SWIFT: ETICIT22XXX; Motivo: WS3-PROTERRASANCTA).

Materiales

 

 

 

 

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