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Representantes de distintas vocaciones felicitan la Navidad al Obispo de Jaén

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La Diócesis de Jaén se ha vestido de Navidad, este viernes 20 de diciembre, para juntos celebrar el acontecimiento más trascendental de la historia, que Dios nace.

La Casa de la Iglesia acogía este mediodía la tradicional felicitación al Obispo de la Diócesis. Un acto, protagonizado cada año por una o varias realidades de la Iglesia de Jaén, en nombre de toda la Diócesis, que por un motivo concreto van a tener un protagonismo especial a lo largo del próximo año.

Al acto han acudido, junto con el Prelado jiennense, los miembros de la Curia, el Seminario diocesano, religiosas de distintas congregaciones, Cáritas, entre otros.

El próximo 2025 junto al Año Jubilar de la Esperanza, la Iglesia va a poner su foco en las vocaciones a través del Congreso de Vocaciones, por lo tanto, han sido distintas representaciones de vocaciones de la Iglesia las que han felicitado a Don Sebastián y con él a toda la Iglesia de Jaén.

Un sacerdote, D. Juan Pedro Moya Haro; una religiosa, la Hermana Flavia José Telera, de la Congregación de las Hermanas Mercedarías del Santísimo Sacramento; el matrimonio formado por Daniel Alabarce y Zaida Jurado y el diácono permanente, José Bellido.

Intervenciones

El primero en intervenir ha sido el Vicario General, D. Juan Ignacio Damas López. El Vicario ha tirado de memoria y de nostalgia recordando las navidades de su infancia. “Cuando yo era un crío, en mi casa, la mañana del día 24 de diciembre era muy parecida a la del día de reyes. Mis hermanos y yo saltábamos pronto de la cama, porque sabíamos que, por arte de magia, esa mañana aparecía en el salón un belén inmenso, con musgo y arena y un montón de figuritas de todos los tamaños. Bueno, por arte magia, y por arte de papá, que era un manitas. Solo faltaba el niño Jesús. El niño se colocaba antes de la cena de Nochebuena. Ese era el rito fundamental en inauguraba la Navidad”. Para después, agradecer a Dios por la porción de Iglesia que peregrina en esta tierra, así como por el Obispo y todos los que la forman: “Queremos agradecer al Padre del cielo que nos haya dado a este padre, a D. Sebastián, en esta tierra, que es Jaén. Esta celebración es para bendecir a Dios, el Padre de las misericordias, y para agradecerle a D. Sebastián todo lo que hace por esta Iglesia. Es esta una familia muy variopinta, muy diversa. Con sus luces y con sus sombras. Con momentos buenos y malos. La curia, las delegaciones, el seminario, la casa sacerdotal, las parroquias… ¡Que familia tan grande! Pero es nuestra familia, la que Dios ha querido darnos, y la que nosotros tenemos que aceptar y querer. En ella todos tenemos una tarea y una misión: cada uno la suya. Dios ha sido generoso para con todos, y cada uno ha de ser generoso con los demás. El Señor es bien espléndido con nuestra Iglesia diocesana, rica en carismas y en vocaciones”.

Por su parte, el Delegado de la Pastoral Universitaria, D. Juan Pedro Moya Haro ha ofrecido una hermosa felicitación que ha tenido como hilo conductor la esperanza: “Dicen que la esperanza es la hermana pequeña de la fe y de la caridad, pero siendo la más pequeña es la que impulsa a la persona hacia el futuro movida e impulsada por la acción del Espíritu Santo, que hace siempre nuevas todas las cosas”- ha comenzado diciendo, para después reflexionar sobre como la esperanza es bálsamo en su ministerio e instrumento de su acción. “Atrevernos a arriesgar nuestras esperanzas, a renunciar a ellas para sostener y alentar las vidas heridas de aquellos hombres y mujeres a los que les ha sido sustraído el futuro, iluminará sin duda nuestra espera con la estrella de la esperanza. Y es que “tiene que haber mucha esperanza en aquellos que hacen del sufrimiento del otro su razón de ser y estar; en tantos hombres y mujeres que, sin ruido, van haciendo posible lo imposible… sólo porque creen, sólo porque aman”.

El diácono permanente, José Bellido, también ha querido expresar sus mejores deseos al Pastor diocesano. Su intervención ha querido responder a su particular llamada como servidor de los pobres, por lo que ha afirmado, “En nuestra Diócesis llegó el año pasado a unas 30.000 personas con algún tipo de riesgo de exclusión. Toda vocación en la Iglesia es una diaconía, un servicio. Los diáconos llevamos este servicio en nuestra razón de ser, una identidad que es «ser para los demás, porque sirviendo a los hermanos, a Cristo servimos”.

La Mercedaría del Santísimo Sacramento, la Hermana Flavia, ha ofrecido una hermosa reflexión sobre la esperanza en el día a día, a la vez que ha expresado que en todo está Dios: “Ante las contrariedades de la vida, ante el dolor y la incertidumbre, Dios sigue haciéndose presente; Dios sigue naciendo en cada día y en cada instante. Dios se hace presente en nuestra vida comunitaria, cuando dejamos a un lado el egoísmo y aprendemos a pensar y actuar en plural, y nos convertimos en signo de comunión fraterna; Dios se hace presente en el trabajo, en la cocina, cuando nos toca correr contra el reloj, ya lo decía santa Teresa “entre pucheros, también anda Dios”; Dios se hace presente en el comedor, en cada gesto de amor, en cada risa y también entre melones y sandias; igualmente, se hace presente cuando nos hacen falta croquetas y tenemos que ir al comedor vecino a por más, y nos reciben entre abucheos, como muestra de cariño, claro; Dios se hace presente en los pasillos del instituto teológico o directamente, si un razonamiento es una tautología, una contradicción o contingencia. En definitiva, Dios se hace presente en todo momento; bien lo dijo el apóstol: “en Él vivimos, nos movemos y existimos”.

Para cerrar el acto, y tras las intervenciones del matrimonio de recién casados zaida y Daniel han hablado de su proyecto de vida en común: “Nuestra vida con Cristo está ligada desde nos inicios de nuestra relación, invadiéndonos de Esperanza y Caridad. Dándonos vida ante las adversidades y reconciliándonos desde el respeto y el Amor. Santificándonos y bendiciendo el precioso Sacramento del Matrimonio, donde de manera oficial, decidimos unir a Dios en medio de nosotros dos. Por todo esto, damos gracias al Dios del Amor que está por nacer y que su Espíritu infunda en nuestros corazones toda su fuerza y nos llene de Fe y Esperanza en estos días que vamos a vivir, deseando a todos y en especial a Usted, Señor Obispo, una Feliz Navidad en nuestro nombre y en el de todos los nuevos matrimonios».

Por último, el Obispo jiennense ha tomado la palabra. En su intervención ha querido hablar de la vocación de los pastores; de la de Zacarías e Isabel; de la vocación de los Magos de Oriente y por supuesto de la de María y José, para concluir que es a través del desarrollo de la vocación por la que se alcanza la mejor versión de uno mismo. “Todos tuvieron una llamada personal para que formaran parte de algo grande. Todos escucharon y atendieron esa llamada de Dios. Y seguramente les causaba dudas, miedos… Seguro que tuvieron momentos de incertidumbre, de angustia, de preguntarse ¿por qué Señor?, ¿por qué a mí? ¿para qué a mí?… Pero aquello para lo que habían sido llamados daba un sentido a sus vidas y completaba una historia, y no cualquier historia: la historia de la Salvación”.

De igual manera, el Prelado del Santo Reino ha querido agradecer a los que lo han felicitado su intervención, ya que en su nombre está representada toda la Iglesia: “La presencia de un sacerdote, un diácono, una religiosa y un matrimonio en esta celebración tradicional de felicitación al Obispo, en nombre de toda la Diócesis, simboliza la diversidad y riqueza de vocaciones en nuestra Iglesia diocesana de Jaén. Cada uno, desde su estado de vida, contribuye de manera única a la misión evangelizadora de la Iglesia. Es fundamental reconocer que todos, laicos y consagrados, somos parte de esta “asamblea de llamados”, de discípulos que siguen al Señor, y que nuestra respuesta personal fortalece el testimonio comunitario del amor de Dios en el mundo”.

Al concluir las palabras, el Obispo ha ofrecido al Niño Jesús para adorarlo. Después, ha celebrado la Navidad con un aperitivo.

Galería fotográfica: «Felicitación de Navidad al Obispo de Jaén 2024»

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Lecturas del Domingo IV de Adviento (Ciclo C)

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Primera Lectura

Miqueas 5, 1-4ª

De ti voy a sacar al gobernador de Israel

Esto dice el Señor: «Y tú, Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de gobernar Israel; sus orígenes son de antaño, de tiempos inmemorables. Por eso, los entregará hasta que dé a luz la que debe dar a luz, el resto de sus hermanos volverá junto con los hijos de Israel. Se mantendrá firme, pastoreará con la fuerza del Señor, con el dominio del nombre del Señor, su Dios; se instalarán, ya que el Señor se hará grande hasta el confín de la tierra. Él mismo será la paz».

Salmo

Salmo 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19

R./ Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.

El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia. Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad.

Segunda Lectura

Hebreos 10, 5-10

He aquí que vengo para hacer tu voluntad

Hermanos:

Al entrar Cristo en el mundo dice: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije: He aquí que vengo—pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí— para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad». Primero dice: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la ley. Después añade: «He aquí que vengo para hacer tu voluntad». Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

Evangelio

Lucas 1, 39-45

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a un a ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

Y el ángel se retiró.

Comentario

La bienaventuranza con la que concluye el evangelio de este domingo nos ofrece una buena clave interpretativa de las demás lecturas. Cuando Jesús escucha el macarismo que una mujer dirige a su madre: “¡Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!” (Lc 11,27), responde sin vacilar con otro: “¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11,28). Llega además a afirmar que esta actitud es la que engendra la auténtica familia: “Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la cumplen” (Lc 8,21). Por ello la clave de bóveda de la grandeza de la maternidad de María es su fe. Esto queda patente también en el texto de Hebreos, donde hacer la voluntad divina constituye el cauce básico de santificación (Hb 10,10), pues se trata de tomar como modelo a Cristo e imitarle. En María, tal mímesis toma como referencia la pequeñez, rasgo en el que Dios se fija haciéndola depositaria de la bienaventuranza de todas las generaciones, como ella misma afirma (Lc 1,48). Ella sigue la estela del mesías que elige para sí Belén, la ciudad pequeña de David, del rey pastor de orígenes pequeños que ni siquiera estaba presente cuando fueron convocados sus hermanos ante Samuel para ungir al elegido de Yahvé. El fruto del vientre de María es la consecuencia de su acatamiento de la voluntad divina, lo que la convierte en la perfecta destinataria de la bendición que en su día se le dirigió a Judit (Jdt 13,18), y en portadora del cumplimiento de la bendición prometida a Abrahán (Gn 12,18).

Pablo Díez

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El Papa Francisco ordenará a Manuel Rico, en Roma, como Diácono permanente

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La Conferencia Episcopal Española ha anunciado que, durante el Jubileo de la esperanza, el Santo Padre Francisco ordenará a algunos sacerdotes y diáconos en Roma. Entre ellos, al aspirante al diaconado permanente de la Diócesis de Jaén, Manuel Rico Teba, el próximo 23 de febrero.

Al conocer la noticia, Manuel Rico, que el pasado mes de octubre recibió el ministerio del acolitado de manos del Obispo de Jaén, ha expresado así su agradecimiento. “Esta noticia supone para mi familia y para mí una profunda alegría que nos llena de esperanza para seguir este camino de servicio que comenzó hace años”. Del mismo modo ha dado gracias “al Señor por esta vocación de servicio a mi Iglesia. Y gracias, también, a mi Obispo Don Sebastián por confiar en mí persona para esta maravillosa experiencia, así como al equipo de formadores del diaconado permanente por su acompañamiento durante estos bonitos años de formación”.

Por su parte, el Prelado jiennense, Monseñor Chico Martínez, ha felicitado al que pronto se convertirá en el sexto diácono permanente de la Diócesis, y ha pedido que se rece por él: “Quisiera felicitar y pediros que recéis por Manuel Rico, porque dentro de unos días va a ser ordenado diácono permanente, por el Santo Padre, el Papa Francisco”, ha afirmado Don Sebastián. “Ha sido uno de los 6 seleccionados, entre los diáconos españoles que van a ser ordenados el próximo 23 de febrero, junto a otros diáconos de todo el mundo. Y Manolo estará allí acompañado de su familia y, también, su familia diocesana, entre los que estaré yo, respaldándolo y apoyándolo, como Obispo de la Diócesis”.  Don Sebastián ha expresado su alegría “porque desde la Permanente de la Conferencia Episcopal Española se haya seleccionado a un diácono de nuestra Diócesis, ya que para nosotros es un impulso como Iglesia particular y el apoyo del Papa Francisco Papa subrayando esta vocación, que quiere poner el valor”.

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Mensaje de Navidad del arzobispo de Granada

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Mensaje del arzobispo de Granada, Mons. José María Gil Tamayo, en la Navidad del año 2024.

Un cordial saludo, queridos amigos:

Quiero acercarme a vosotros y robar un poquito de vuestro tiempo para desearos una feliz y santa Navidad. Y lo mejor, en el año que va a comenzar, el 2025, que para los cristianos es un año jubilar, bajo el lema “Peregrinos de Esperanza”.

Estamos ya en la Navidad. La Navidad, que es esa fiesta entrañable que solemos celebrar en familia y que echamos de menos a la gente que ha convivido con nosotros otros años, especialmente a nuestros familiares y amigos.

Echar de menos es una forma de cariño, es sentir su ausencia. Pero sabemos que el motivo profundo de la Navidad, y es lo que quiero insistir, es que Dios está con nosotros. Ese saludo de la gente que hemos ido perdiendo, “quedaos con Dios, vaya usted con Dios, Dios os guarde”, pues es una realidad. El Señor está con vosotros, el Señor está con nosotros.

Ese es el motivo de la alegría cristiana y lógicamente de la Navidad, donde celebramos el Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, el Emmanuel, Dios con nosotros. Eso significa ese nombre. Ese Dios con nosotros que ha tomado nuestra condición humana, que se ha hecho igual a nosotros, excepto en el pecado. Que aparece inerme como un niño, pero que es el Redentor, es el Salvador que ha asumido nuestra naturaleza, para que seamos mejores, para que nuestro mundo cambie, para endiosarnos, en definitiva.

Y ese es el motivo de nuestra alegría. San Pablo, en la Carta a los Filipenses, lo escuchábamos hace unos domingos, les decía: “Estad alegres en el Señor”. Os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca. Ese es el motivo. Y es el motivo que también quiero transmitirle, la alegría cristiana.

El Papa Francisco dice que nos han robado la alegría a los cristianos, y es verdad. A veces, la alegría desaparece. Vamos como pidiendo el pésame por ser cristianos. Nos agobian los problemas. Vamos en esta Navidad a hacer un paréntesis. Que sea una fiesta de alegría, pero una fiesta de alegría basada en la esperanza.

Y podréis decir, pero cómo nos habla usted de esperanza, como está el patio, cómo está nuestro mundo. Sobre todo, cómo le hablamos de esperanza a los que han sufrido y siguen sufriendo los efectos de la DANA. Nuestros queridos amigos de Valencia y de otras partes de España, que han perdido sus seres queridos, que han perdido sus puestos de trabajo, sus lugares de empleo, que han perdido sus cosas. ¿Cómo podemos hablarle de esperanza a los enfermos, a los que tienen tanto revés en la vida o viven en la pobreza, en la desigualdad? ¿Cómo hablarles de esperanza a los que están deprimidos? Parece algo que incluso puede insultar, pero no.

Cuando hablamos de esperanza, no es simplemente el optimismo de que se nos arreglen las cosas. No es que no tengamos problemas. Como seres humanos, los vamos a tener siempre. Hablar de esperanza es poner nuestra confianza en Dios. Poner nuestra confianza en que el Señor está con nosotros, que Dios no se ha alejado.

Y ese es el gran mensaje de la Navidad. A pesar de que estemos adornados con tantas cosas externas. Que Dios nos quiere, que Él es el que está a nuestro lado y nos ayuda. Cuando tenemos esta confianza, que no es ilusión, sino que está arraigada en que Dios opera y lo vemos en tantos momentos de nuestra vida, adquirimos esa alegría interior que no solo es mover unos músculos de la cara. Esa alegría que no se pasa y que no deja resaca, esa alegría profunda.

Vamos a pensar en esta Navidad, en pedir al Señor que esté en nuestro corazón por la vida de la gracia. Que esté con nosotros también en nuestras familias. Que sean momentos de unidad, de concordia, de olvidar rencillas pasadas, que sean también momentos de paz para nuestro mundo. A poco que abramos los ojos, vemos a nuestro alrededor tanta necesidad.

Y la Navidad es un tiempo para ponernos a abrir el gran angular de nuestro corazón y mirar tantas necesidades y a los pobres de al lado. Y mirar también a los pobres del mundo, a los inmigrantes que andan buscando una vida mejor en lugares lejanos y que tienen tantos impedimentos.

Que pensemos en los escenarios de guerra en Ucrania, en Gaza, en Israel y ahora en Siria, o en tantos lugares desconocidos donde los derechos humanos son pisoteados.

Pensemos en tantas necesidades del mundo y vivamos desde esa esperanza una solidaridad más profunda, un corazón más abierto. Que nuestro cariño, nuestra caridad que se hace cariño en estos días para hacernos como más niños, no termine el 7 de enero, sino que se prolongue a lo largo de todo el año.

Pidámosle al Señor que nos dé esa paz a nosotros, a nuestro mundo y a nuestra sociedad, a nuestro país, para que no estemos tan crispados, tan polarizados. Consideremos a los demás como compañeros de destino en esta empresa común del bien de nuestra nación, de nuestra ciudad. Y pensemos también el año que viene en ser como nos pide el Papa en el Año Jubilar, Peregrinos de Esperanza. Ojalá sea un año de esperanza en el que cumplimos el 2025 aniversario del Nacimiento de Jesucristo, que divide la historia y que nos ha cambiado la vida. Él es nuestra esperanza.

Que María, la Santísima Virgen, para nosotros Nuestra Señora de las Angustias, que nos ha dado la mayor alegría al pueblo cristiano, se dirige a Ella diciéndole “Causa de nuestra alegría”. Nos ha dado la mayor alegría, Cristo. Ella es “vida, dulzura y esperanza nuestra”. Nos cuida y nos protege en el año que va a comenzar y nos dé siempre esa paz, esa concordia que tanto necesitamos.

Esa esperanza en este peregrinar por la historia, por nuestra vida de cada uno de nosotros y como sociedad y como pueblo.

¡Feliz Navidad! ¡Feliz Año Nuevo!

+ José María Gil Tamayo

Arzobispo de Granada

Diciembre, 2024

Mensaje de Navidad del obispo de Guadix

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Como cada año, el obispo de Guadix, D. Francisco Jesús Orozco, felicita la Navidad a todos con un mensaje grabado en vídeo

Mensaje de Navidad del obispo de Jaén

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Como cada año, el Obispo de Jaén, Don Sebastián Chico Martínez, ha hecho público su mensaje de Navidad. En esta ocasión, ha sido grabado en el Belén montado con mimo por la comunidad del Seminario y que se encuentra ubicado en la entrada de la Casa de la Iglesia.

El Pastor diocesano ha querido comenzar su mensaje exhortando a los jiennenses a hacer un paréntesis en la espiral de la rutina. “Aprendamos a parar y centrar nuestra mirada en ese Niño envuelto en pañales, que nace para unir el cielo con la tierra, y que de manera irremediable nos transporta a nuestra infancia”. Para continuar animándolos a compartir tiempo con la familia. “Dediquemos tiempo a nuestra familia, reunámonos en torno a la mesa, brindemos por los que ya comparten la Nochebuena desde el cielo, y sintámonos afortunados por poder seguir celebrando el nacimiento del Niño Jesús rodeados de personas a las que queremos y que nos quieren”.

Del mismo modo, ha querido recordar a los que sufren, especialmente, a los fallecidos y afectados por la DANA. “Dediquemos parte de nuestra Navidad a llevar esperanza y amor a un mundo que sufre. Recordemos, también, a esos hermanos nuestros que, de manera particular en Valencia, pero también en Albacete o en Málaga, han perdido la vida y a aquellos que lo han perdido todo a causa de la DANA. Los jiennenses hemos sido generosos con ellos, pero aún no ha llegado la normalidad a sus vidas, necesitan de nuestra ayuda, de nuestra oración, de nuestro apoyo”.

En su mensaje de Navidad, el Prelado del Santo Reino también ha puesto la mirada en el 2025, en el que “en el que conmemoraremos de manera universal y extraordinaria que Dios entra en nuestra historia, se hace uno de nosotros encarnándose en el seno virginal de María, y naciendo, nos devuelve la esperanza, restituyendo, así, nuestra dignidad de hijos de Dios”. Para invitar a todos los jiennenses a ser parte activa del Año Jubilar de la esperanza. “A acoger este año como un regalo, como un tiempo de gracia en el que nuestra fe se avive, en el que nuestra esperanza se haga fuerte, para que nuestro amor sea cada vez más generoso, más entregado, en el que nuestro corazón crezca para los demás, y de una manera especial, para los que sufren”. Y, además, ha recordado que Jaén capital conmemora, en el 2025, el 1.200 aniversario de su capitalidad.

“Dispongámonos a vivir una Navidad de 12 meses, en el que cada día descubramos, el misterio de Dios con nosotros y sepamos trasmitirlo a nuestro alrededor como verdaderos discípulos”, ha sugerido el Obispo. Para culminar: “Que María, quien albergó en su seno la esperanza del mundo, sea nuestra guía en este camino de 365 días que estamos a punto de emprender. Que veamos en su entrega a la voluntad de Dios, nuestra propia senda hacia la felicidad auténtica, esa que nos descubre el rostro verdadero de la esperanza. Feliz y esperanzador 2025”.

Mensaje en la Navidad del año 2024

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Un cordial saludo, queridos amigos:

Quiero acercarme a vosotros y robar un poquito de vuestro tiempo para desearos una feliz y santa Navidad. Y lo mejor, en el año que va a comenzar, el 2025, que para los cristianos es un año jubilar, bajo el lema “Peregrinos de Esperanza”.

Estamos ya en la Navidad. La Navidad, que es esa fiesta entrañable que solemos celebrar en familia y que echamos de menos a la gente que ha convivido con nosotros otros años, especialmente a nuestros familiares y amigos.

Echar de menos es una forma de cariño, es sentir su ausencia. Pero sabemos que el motivo profundo de la Navidad, y es lo que quiero insistir, es que Dios está con nosotros. Ese saludo de la gente que hemos ido perdiendo, “quedaos con Dios, vaya usted con Dios, Dios os guarde”, pues es una realidad. El Señor está con vosotros, el Señor está con nosotros.

Ese es el motivo de la alegría cristiana y lógicamente de la Navidad, donde celebramos el Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, el Emmanuel, Dios con nosotros. Eso significa ese nombre. Ese Dios con nosotros que ha tomado nuestra condición humana, que se ha hecho igual a nosotros, excepto en el pecado. Que aparece inerme como un niño, pero que es el Redentor, es el Salvador que ha asumido nuestra naturaleza, para que seamos mejores, para que nuestro mundo cambie, para endiosarnos, en definitiva.

Y ese es el motivo de nuestra alegría. San Pablo, en la Carta a los Filipenses, lo escuchábamos hace unos domingos, les decía: “Estad alegres en el Señor”. Os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca. Ese es el motivo. Y es el motivo que también quiero transmitirle, la alegría cristiana.

El Papa Francisco dice que nos han robado la alegría a los cristianos, y es verdad. A veces, la alegría desaparece. Vamos como pidiendo el pésame por ser cristianos. Nos agobian los problemas. Vamos en esta Navidad a hacer un paréntesis. Que sea una fiesta de alegría, pero una fiesta de alegría basada en la esperanza.

Y podréis decir, pero cómo nos habla usted de esperanza, como está el patio, cómo está nuestro mundo. Sobre todo, cómo le hablamos de esperanza a los que han sufrido y siguen sufriendo los efectos de la DANA. Nuestros queridos amigos de Valencia y de otras partes de España, que han perdido sus seres queridos, que han perdido sus puestos de trabajo, sus lugares de empleo, que han perdido sus cosas. ¿Cómo podemos hablarle de esperanza a los enfermos, a los que tienen tanto revés en la vida o viven en la pobreza, en la desigualdad? ¿Cómo hablarles de esperanza a los que están deprimidos? Parece algo que incluso puede insultar, pero no.

Cuando hablamos de esperanza, no es simplemente el optimismo de que se nos arreglen las cosas. No es que no tengamos problemas. Como seres humanos, los vamos a tener siempre. Hablar de esperanza es poner nuestra confianza en Dios. Poner nuestra confianza en que el Señor está con nosotros, que Dios no se ha alejado.

Y ese es el gran mensaje de la Navidad. A pesar de que estemos adornados con tantas cosas externas. Que Dios nos quiere, que Él es el que está a nuestro lado y nos ayuda. Cuando tenemos esta confianza, que no es ilusión, sino que está arraigada en que Dios opera y lo vemos en tantos momentos de nuestra vida, adquirimos esa alegría interior que no solo es mover unos músculos de la cara. Esa alegría que no se pasa y que no deja resaca, esa alegría profunda.

Vamos a pensar en esta Navidad, en pedir al Señor que esté en nuestro corazón por la vida de la gracia. Que esté con nosotros también en nuestras familias. Que sean momentos de unidad, de concordia, de olvidar rencillas pasadas, que sean también momentos de paz para nuestro mundo. A poco que abramos los ojos, vemos a nuestro alrededor tanta necesidad.

Y la Navidad es un tiempo para ponernos a abrir el gran angular de nuestro corazón y mirar tantas necesidades y a los pobres de al lado. Y mirar también a los pobres del mundo, a los inmigrantes que andan buscando una vida mejor en lugares lejanos y que tienen tantos impedimentos.

Que pensemos en los escenarios de guerra en Ucrania, en Gaza, en Israel y ahora en Siria, o en tantos lugares desconocidos donde los derechos humanos son pisoteados.

Pensemos en tantas necesidades del mundo y vivamos desde esa esperanza una solidaridad más profunda, un corazón más abierto. Que nuestro cariño, nuestra caridad que se hace cariño en estos días para hacernos como más niños, no termine el 7 de enero, sino que se prolongue a lo largo de todo el año.

Pidámosle al Señor que nos dé esa paz a nosotros, a nuestro mundo y a nuestra sociedad, a nuestro país, para que no estemos tan crispados, tan polarizados. Consideremos a los demás como compañeros de destino en esta empresa común del bien de nuestra nación, de nuestra ciudad. Y pensemos también el año que viene en ser como nos pide el Papa en el Año Jubilar, Peregrinos de Esperanza. Ojalá sea un año de esperanza en el que cumplimos el 2025 aniversario del Nacimiento de Jesucristo, que divide la historia y que nos ha cambiado la vida. Él es nuestra esperanza.

Que María, la Santísima Virgen, para nosotros Nuestra Señora de las Angustias, que nos ha dado la mayor alegría al pueblo cristiano, se dirige a Ella diciéndole “Causa de nuestra alegría”. Nos ha dado la mayor alegría, Cristo. Ella es “vida, dulzura y esperanza nuestra”. Nos cuida y nos protege en el año que va a comenzar y nos dé siempre esa paz, esa concordia que tanto necesitamos.

Esa esperanza en este peregrinar por la historia, por nuestra vida de cada uno de nosotros y como sociedad y como pueblo.

¡Feliz Navidad! ¡Feliz Año Nuevo!

+ José María Gil Tamayo

Arzobispo de Granada

Diciembre, 2024

Fijar la mirada en Jesús

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Estamos a las puertas de la Navidad. El reciente Congreso de Hermandades y Piedad Popular que hemos celebrado en Sevilla nos recomienda en la primera de sus conclusiones redescubrir la mirada transformadora de Dios, vivir la experiencia de encuentro con Dios y la contemplación. Este congreso ha mostrado que la piedad popular ofrece un espacio privilegiado para el encuentro con Dios, en el que la veneración de las imágenes, pero, sobre todo, el ejercicio de la liturgia, propicia un verdadero “cruce de miradas” trascendental. En este acto de contemplación, los cristianos reconocen su pequeñez ante el don de la gracia de Dios, capaz de transformar la vida, purificando la visión y orientándola hacia lo esencial y, de esta forma, renovando la relación personal con Cristo, Rostro visible del Padre.

Celebramos el cuarto domingo de Adviento, y la liturgia se centra en la Virgen María, y de forma especial en ella como creyente. La alabanza de Isabel a María, “¡Feliz tú que has creído!”, es como el centro espiritual de la liturgia de esta última etapa en el camino del Adviento, un camino que nos conduce a la adoración del Niño en la falda de su Madre. Este es el punto de llegada de nuestro itinerario de Adviento. La Virgen María vivió de la forma más perfecta la respuesta a Dios, por eso está considerada como modelo de creyente. María acoge el anuncio del ángel y da una respuesta confiada al plan de Dios. Por medio de la fe se confía a Dios sin reservas y se consagra totalmente a la persona y obra de su Hijo.  María es bienaventurada porque ha creído. Las palabras de Isabel se aplican al momento culminante de la Anunciación, cuando el Verbo del Padre entra en nuestra historia, asumiendo la naturaleza humana en las entrañas virginales de María, pero también describen todo el camino de fe de María.

Toda la vida de María -que vamos siguiendo con la de Jesús, en el itinerario del año cristiano- nos enseña a asumir los compromisos y dificultades en el itinerario de la fe.  No faltan pruebas y sufrimientos para los creyentes, pero no podemos olvidar que la fe madura en la prueba y el sufrimiento. La carta a los hebreos nos lo recuerda con estas palabras; “teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios” (Hb 12,1-2). También nosotros, en el momento presente, tanto de forma personal como comunitaria y diocesana, es necesario que fijemos los ojos en Jesús, contemplemos su rostro, tengamos una fe adulta; que vivamos, como María, una espiritualidad que integre la fe y la vida y que tengamos fortaleza y decisión a la hora de dar testimonio de nuestra fe en Cristo.

Nosotros somos discípulos de Cristo, el Siervo de Yahvé que nos ha redimido por los caminos del amor y el servicio, por los caminos de la compasión hacia todos, y de manera especial hacia los más pobres y pequeños. No podemos seguir el camino de Cristo sin hacer de la actitud y práctica del servicio uno de nuestros fundamentos. Por eso en estas fiestas navideñas se espera de nosotros una solidaridad activa con nuestros hermanos y hermanas que lo pasan mal. Cáritas nos lo recuerda en este domingo inmediato en la fiesta de Navidad. Una Navidad que deseo, a todos que la puedan celebrar “con la mirada fija en Jesús” que, siendo rico, por nosotros se hizo pobre. El tercer eje del congreso ha sido la invitación a recuperar la dimensión contemplativa, especialmente en una sociedad acelerada que a menudo deja poco lugar para el silencio y la meditación. Contemplemos al Niño Dios que ha nacido, que ha venido para salvarnos, para llenarnos de amor, para que formemos una auténtica familia humana, la familia de los hijos de Dios. ¡Santa y feliz Navidad!

+ José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla

FRANCISCO

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Era la acción de gracias del 350º aniversario de la Hermandad de Jesús. Al finalizar la celebración, cuando estaba entre los cofrades y las personas que habían venido a la Eucaristía, se me acercó una mujer joven, con una mirada profunda y una cadencia en sus palabras cargadas de ternura. “La Iglesia –me dijo– debe acoger a los diferentes, mi hijo lo es”. Me quedé mirándola a los ojos. “No me quejo de nuestra parroquia, mi niño viene a la catequesis con los demás niños y la catequista sabe acogerlo y entenderlo”.

Hablaba del autismo, condición neurológica que hace que los que la padecen perciban el mundo de una manera diferente. En mi parroquia recuerdo a un niño, en catequesis de comunión, con serias dificultades en la comunicación y siempre agarrado a su dinosaurio de plástico. La catequista, María Jesús, maestra de educación especial, sabía cómo conducirlo y los demás niños también le acogían entre ellos. Siempre que en los grupos de la parroquia participaba una persona diferente era seguro que crecían en comprensión, respeto y aceptación.

Sé que en alguna parroquia, ya sea al sacerdote o a algún catequista –no por intentar excluir a nadie–, les descoloca la presencia de estas personas diferentes al resto de los participantes, porque no saben qué hacer con ellas. Así me lo refería un catequista. Incluso, invitan a sus padres a que les impartan la catequesis en casa. Pero hay que contemplar la mirada de una madre o de un padre y ponerse en su lugar. Todos somos hijos de Dios y merecemos el mismo trato y, cuanto mayor sea la dificultad, más volcados debemos estar en ellos. Estas personas con diversidad funcional tienen todo el derecho de participar en la vida de la parroquia y de la Iglesia, con sus condiciones que afectan a su capacidad física, sensorial, intelectual o psicosocial, y hemos de recibirlos con los brazos abiertos. Muchas congregaciones religiosas saben de lo que hablo, porque nacieron justamente con este espíritu y carisma samaritano.

La Iglesia es peregrina, pero sin dejar de mirar en las cunetas de la vida. No podemos pasar de largo buscando la falsa perfección, todos habitamos en discapacidades, sin tener en cuenta a los demás, a los diferentes, a los que no son como la mayoría masificada, a los que no responden a los estándares impuestos, a los que han venido al mundo con una sensibilidad distinta. “¿Cómo se llama tu hijo?”, pregunté a la madre. “Francisco”. No pude por menos que pensar que “en la Iglesia cabemos todos, todos, todos”. ¡Ánimo y adelante!

+ Antonio Gómez Cantero

Publicado en REVISTA VIDA NUEVA Nº 3.388

Homilía en la ordenación de diáconos

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Ordenación de diáconos

Parroquia San Benito. Murcia 15 de diciembre de 2024

 

Vicario general y vicarios episcopales; sacerdotes, párrocos de los candidatos;

rector del Seminario Mayor San Fulgencio y formadores;

rector del Seminario Misionero Diocesano Redemptoris Mater y formadores; director del Instituto Teológico San Fulgencio;

religiosos y religiosas; seminaristas;

familiares de los candidatos al diaconado;

párroco y feligreses de la parroquia de San Benito; hermanos y hermanas,

 

 

Queridos Abraham, Enrique, Miguel, Kacper y Ángel Johan.

Vais a recibir hoy el sacramento del Orden en el grado del diaconado. Esta es la respuesta de Dios a su llamada primera que se verá confirmada por la consagración y el envío. Sois, por tanto, llamados, consagrados y enviados a servir. Don y misión que os capacita, por la imposición de manos del obispo y la oración de consagración, para el servicio al estilo del Señor Jesús.

El sacramento que vais a recibir es una gracia que toca vuestro propio ser, haciendo de cada uno de vosotros un hombre nuevo, capacitado para servir. Toda vuestra vida será desde hoy servicio. Lo que sois, lo que pensáis, lo que sentís, lo que tenéis, incluso lo que esperáis llegar a ser, ya no es vuestro, es del Señor, y en él, de los hermanos. El servicio es entender y vivir la vida como la entendió y la vivió Cristo, nuestro Señor. El modelo de vuestro servicio ha de ser siempre el modelo del Evangelio. Cristo Siervo ha de inspirar cada momento de vuestra vida, cada rincón de vuestra existencia, nada en nosotros escapa al don que hoy recibís en el diaconado. Con el Siervo Jesús lo podréis todo, sin él no podréis nada.

 

Más de una vez os habréis preguntado por qué os ha llamado Dios, y los más misterioso e inquietante para cada uno, ¿por qué a mí? Cada uno somos conocedores de nuestra realidad y conscientes de nuestra pobreza, entonces, ¿por qué Dios se fija en mí y me llama para una empresa tan importante, tan grande, que supera sin duda mi capacidad? No puede el hombre por más que lo intente dar respuesta a este interrogante. Solo nos

 

queda confiar en la fidelidad del que llama y abandonarnos a su amor infinito. Para un tiempo tan seco como el nuestro, con tantos prejuicios y menosprecios, con la sequedad religiosa, la voz que pronuncia nuestro nombre en medio de la noche es un misterio. En medio de esta realidad complicada en la que vivimos, Dios insiste y no deja de buscar. Dios da señales, se hace presente de mil formas y no se cansa de llamar, aunque, en el fondo de tu ser necesitas responder a su voz que resuena en tu alma. Parece como si el viejo sacerdote Leví te estuviera diciendo, responde así a esa voz: «Habla, Señor, que tu siervo escucha».

 

El origen de toda vocación es gratuito, pero estáis aquí, vosotros habéis escuchado la llamada que ha servido de distintas mediaciones para traeros hasta aquí, para que hoy pronunciéis un sí libre y generoso a la insistencia del Señor. No tengáis miedo, como Samuel podéis decir: «Habla, que tu siervo escucha».

 

La escucha es la actitud del discípulo, que cada día ha de aprender. La misión de un ministro de Cristo es saber estar cercano a la gente desde la cercanía de Dios, saber escuchar y comprender al otro que camina a nuestro lado, con esa actitud tan evangélica que es la compasión, actitud que brota de la misericordia de Dios, por eso, en muchas ocasiones, el silencio es más elocuente que la palabra, nuestra presencia más que muchos argumentos por más verdaderos que sean.

 

Escuchar, sí. Escuchar a Dios para estar atentos a las necesidades del pueblo que se nos ha encomendado. Nunca vayáis con la lección aprendida, ni os situéis por encima de nadie, porque un diácono es un servidor, por eso como nos dice san Pablo: «Alegraos con los que están alegres; llorad con los que lloran. Tened la misma consideración y trato unos con otros, sin pretensiones de grandeza, sino poniéndoos al nivel de la gente humilde» (Rom 12, 15-16).

 

Solo os pido que tengáis fortaleza de fe y disponibilidad para levantarse y dejar atrás la vida acomodada, disponibilidad para decir sí siempre para servir a los hermanos, como Cristo que se entregó por nosotros, que lavó los pies a los Apóstoles para enseñarnos el modo de servir; disponibilidad para gastar cada día tu vida en el servicio a Dios y a los hermanos con la esperanza de la vida eterna. Estar disponible es hacerse pequeño para ser pequeño, para servir a los pequeños, incluso para mirar a la realidad como la miran los pequeños; estar disponibles para el servicio de las mesas, para el servicio de la caridad, de los pobres. Los pobres, queridos hermanos, no os pueden ser ajenos, forman parte de la esencia de vuestra vocación y ministerio diaconal. Servid como lo hace el mismo Señor, servid como serviríais a Cristo, con entrega y delicadeza, con tiempo y con paciencia, con acogida y compasión.

 

Vuestra meta no es ser sacerdotes, está claro que sabéis que la meta es ser santos, aunque os cueste agarraros a la Cruz de cada día. Un sacerdote no es un líder –dijo el Papa–, sino alguien que busca la comunión; alguien que busca la fidelidad, que huye de la tentación de ser autónomo o autosuficiente; no andar nunca por libre, como se suele decir. Debemos ser instrumento de unidad, pensar unidos, vivir unidos, no es algo que sale solo, hay que pedirlo al Señor, trabajarlo continuamente. El Papa previno del peligro de un camino torcido: podríamos acabar fácilmente siendo presa de variadas tentaciones. Para ser sacerdotes se es primero diácono y esto no se pierde después, porque es la base y el fundamento del sacerdocio, porque Jesús no vino a ser servido sino a servir y a dar la propia vida (cfr. Mt 10, 45).

 

En el mismo discurso el Papa señaló al espíritu de servicio como base del ser sacerdote. Y dijo algo que resulta familiar: que cada mañana es bueno rezar pidiendo saber servir: Señor, hoy, ayúdame a servir. Y cada noche, dando gracias y haciendo el examen de conciencia, decir: Señor, perdóname cuando he pensado más en mí que en darme al servicio de los demás.

 

Y añadió el Papa Francisco: servir quiere decir estar disponible, renunciar a vivir según la propia agenda, estar preparados para las sorpresas de Dios que se manifiestan a través de las personas, de los imprevistos, de los cambios de programa, de las situaciones que no entran en los propios esquemas. Es lógico que ahora un diácono, después un sacerdote, tenga un horario, un plan de actividades, pero es importante –y hace al servicio, a la entrega– no perder de vista que Dios habla a través de las necesidades de nuestros hermanos, de las de la gente, y con frecuencia no encajan con lo previsto. La pauta es siempre Cristo, Cristo atento a las personas, siempre disponible. Cambió de planes cuando se acercó a Naím; se compadeció del dolor de aquella viuda, sufrió con ella, lloró, y le entregó a su hijo resucitado. Junto al pozo de Sicar supo el Señor dejar de un lado su cansancio y el hambre para ocuparse de aquella mujer pecadora, y para atender luego a todo el pueblo que se le acercó.

 

Nuestra misión se facilita cuando tenemos presente lo que dijo Jesús: permanecer en mi amor y amad a los demás como yo os he amado. No sale solo este amor, tampoco que los demás encuentren a Cristo servidor en nosotros; hace falta mucha ayuda de Dios, por eso queridos fieles, rezad por los sacerdotes, rezad por estos próximos diáconos.

 

Que la Santísima Virgen María nos ayude a vivir con fidelidad siempre y nos ayude en cada instante de nuestra consagración como servidores de los demás.

 

+ José Manuel Lorca Planes Obispo de Cartagena

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