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Homilía en la fiesta de la Epifanía del Señor

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Homilía del arzobispo Mons. José María Gil Tamayo en la Eucaristía de la fiesta de la Epifanía del Señor, el 6 de enero de 2025, celebrada en la S.A.I Catedral.

Queridos sacerdotes concelebrantes;
Querido diácono;
Queridos hermanos y hermanas, que a pesar del frío y ser una mañana después de una noche, pues de ilusión para los pequeños, pero también de trasnochar para los mayores… Os habéis dado cita en nuestra catedral:

Bienvenidos todos.

Estamos celebrando la Epifanía del Señor. ¿Qué significa esto? Al principio se nos ha dicho, es la manifestación de Dios a todos los pueblos, a todas las gentes.

Dios no se ha hecho hombre solo para los pueblos de Israel. La llamada universal a la santidad que Dios quiere, y a la salvación en consecuencia y previa, es que Dios quiere que todos los hombres se salven. Que lleguen al conocimiento de la verdad. No está reducido ya a un pueblo a una casta, a un lugar. Es la universalidad salvífica que trae el misterio cristiano, el Mesías.

Nos lo ha dicho San Pablo, del que hemos escuchado palabras suyas en la carta a los Efesios estos días. Ayer nos invitaba que el Señor nos dé espíritu de revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a esos santos. Y hoy, el mismo apóstol en esa carta nos dice que también los gentiles y los no judíos son coherederos, son miembros del pueblo de Dios.

Esa es una de las novedades cristianas, de la gran novedad traída por Jesucristo. Y hoy el Evangelio de Mateo nos presenta precisamente esa realidad en los Reyes Magos. La tradición dice que eran reyes. El Evangelio no dice que eran reyes, dice que eran unos magos, probablemente unos astrólogos de Persia. Buscadores en todo caso de la verdad y que rastrean las huellas de Dios en la creación. Y que creen descubrir, pues, cosas nuevas, mundos nuevos, rastreando las estrellas.

Y aparece una estrella como un signo de esa presencia de Dios. Y estos hombres se ponen en camino. En la primera lectura, también del libro de Isaías, se invita al pueblo de Israel a la esperanza, a ese pueblo minúsculo, ese pueblo del destierro, ese pueblo que vuelve a la tierra. Ese pueblo, en definitiva, al que se le promete en los tiempos mesiánicos la venida de los reyes, de todas partes del mundo conocido.

Desde Sabá a Tarsis. Esos territorios y esos confines vendrán a Jerusalén, traerán riquezas. Son esos tiempos mesiánicos que son imagen de lo que serían los tiempos del Mesías real. Pero, queridos hermanos, en el Mesías real que aparece, no aparece ese esplendor y esa gloria, esa realeza. Sino que aparece la humildad, la sencillez, la universalidad. Sí, lo esencial. Y aparece el gran misterio revelador, como nos ha recordado San Pablo en el texto que hemos escuchado de la Carta a los Efesios. Ha aparecido la gracia de Dios en su Hijo Jesucristo.

Y vemos esa escena de estos hombres inquietos, estos buscadores de la verdad, que en definitiva es la esencia del hombre. El hombre que se pregunta por la razón, por el sentido de la vida y de las cosas. De dónde viene y a dónde va. Qué es lo que es, qué es lo que ha de hacer. El ser humano, que no solo vive de medios de vida con los que satisfacer sus necesidades físicas o con los que sobrevivir, sino de unas razones por las que vivir.

En definitiva, ese ser racional que Dios le ha dado la inteligencia para que lo busque. Esa inteligencia y esa razón que, aunque dañada por el pecado, vislumbra y otea los rastros del Creador en la creación, de la inteligencia creadora, en definitiva, de Dios en su obra. Y estos hombres vienen preguntando. Son inquietos, preguntan, no lo saben todo. Son conscientes de que no lo saben todo y es una de las manifestaciones de su sabiduría.

Y estos hombres, ciertamente poderosos, preguntan a Herodes. Aquel que solo mira con una visión humana, con una visión egoísta, hasta el punto que es capaz de sacrificar a esos inocentes martirizándolos porque les da celo de un niño que dicen que es el rey de Israel. Y los magos preguntan también y preguntan a la Escritura, la Palabra de Dios, a la revelación.

Y el profeta les anuncia que en Belén nacerá el Mesías. Y allá que se encaminan y descubren de nuevo la estrella, cuando ya han perdido de vista los criterios humanos, rastreros, de Herodes. Y ven la estrella de nuevo y se alegran. ¿Y qué es lo que descubren? A un niño con María, su madre, en un pesebre. En la pobreza.

Y este es el misterio cristiano. Que el Dios omnipotente, que se ha revelado en su Hijo Jesucristo y se manifiesta a los pueblos, se muestra en la condición humilde de nuestra naturaleza humana. Se nos muestra en la cruz. En definitiva, que estos magos saben superar el escándalo de los gentiles ante el misterio de la cruz, y reconocen, nada más y nada menos que la sabiduría de Dios en los balbuceos de un pequeño.

Y como nos muestra el evangelio de San Mateo, lo adoran. La adoración solo es propia de Dios. Es el culto que se rinde a Dios, y esos dones son simbólicos. Lo único que podría servirle algo a la Sagrada Familia es el oro. El incienso y la mirra ya me diréis. Y vienen a perfumar aquel pobre establo.

¿Pero qué ocurre? Que el significado y la simbología que expresa es precisamente que son los dones debidos a Dios. Nosotros tenemos que abrir el corazón para evitar todo nacionalismo en el Espíritu. Todo encerramiento en nosotros mismos, para abrirnos a esa universalidad de la Iglesia y sentir el sentido misionero de anuncio en nuestras circunstancias. Para que los que no conocen a Cristo descubran que también están llamados a participar de esa salvación plena que seguro han recibido de pequeños, pero que la paganía ambiental, la secularización o los avatares de la vida le ha hecho enfriarse.

Y necesitamos anunciar a Jesucristo. La Epifanía es manifestación de Dios, pero es también asunción de la responsabilidad misionera, evangelizadora de cada uno de nosotros. Anunciar a Jesucristo. Y en este año, este año jubilar. Este Año Santo, estamos llamados a ser partícipes de esa gracia que se nos ofrece y de manera especial. De esa perdonanza y esa conversión que exige mostrarle a todos para que realmente sepan descubrir en Jesús de Nazaret el misterio del Dios hecho hombre. La grandeza de Dios en la pequeñez de nuestra humanidad y al mismo tiempo la grandeza del hombre redimido en Jesucristo.

Que María, también a nosotros nos muestre Jesús. Eso es lo que les pide el pueblo cristiano: Muéstranos a Jesús, el fruto bendito de tu vientre. Que Jesús sea el centro de nuestra vida. Que Jesús sea el centro de nuestros pensamientos. Que Jesús sea el centro de nuestro obrar. La oración colecta de este día es una oración que pide que sepamos captar la belleza del misterio de Dios en su Hijo Jesucristo.

Le hemos pedido a Dios: oh Dios, que revelaste a tu Hijo a los pueblos gentiles por medio de una estrella, concede a los que ya te conocemos por la fe, nosotros, contemplar un día la hermosura infinita de tu gloria.

Que así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada

6 de enero de 2025
S.A.I Catedral de Granada

Homilía en el II Domingo de Navidad

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Homilía del arzobispo de Granada, Mons. José María Gil Tamayo, en la Eucaristía celebrada en la S.A.I Catedral en el II Domingo de Navidad, el 5 de enero de 2025.

Queridos sacerdotes concelebrantes,

Queridos hermanos y hermanas, que a pesar del frío de esta mañana, de este segundo domingo de Navidad, os deis cita en nuestra Catedral.

Acabamos de escuchar la Palabra de Dios que ilumina el acontecimiento que celebramos. Esta primera parte de la Eucaristía, la Palabra, es como el alimento, es como la luz que nos enciende el sentido de la celebración.

Lo mismo que el Prefacio, después, litúrgicamente nos resumirá precisamente el misterio que celebramos, que no es otro que el misterio de Cristo. El misterio de Cristo desplegado a lo largo del año litúrgico. Y en este tiempo de Navidad hay como unos elementos que se repiten en esa presentación del misterio de Cristo. Primero, la Encarnación, que es el hecho más relevante. Esa encarnación que abre precisamente el misterio del Dios encarnado en medio de nosotros, el Verbo que se ha hecho carne. Y que llega a sumir nuestra naturaleza al misterio pascual de su pasión, muerte y resurrección.

En la Semana Santa, en el triduo pascual y después en toda la Pascua. Para invitarnos a una vida nueva, que es esa vida del cristiano, que es el tiempo ordinario de la Iglesia, esperando la parusía del Señor. Y esto que se repite cada año no supone una especie de un eterno retorno, sino lo contrario. Es estamos ya en un tiempo que se ha iniciado en plenitud y que para cada uno de nosotros, al final de nuestra historia, llegará a su consumación.

Pero sobre todo al final de la historia, cuando Cristo se muestre vencedor del pecado y de la muerte absolutamente, en su manifestación gloriosa al final de los tiempos, donde seremos juzgados en el amor. Y en este tiempo de Navidad vuelve a insistirnos la Palabra de Dios precisamente en el misterio de la Encarnación del Verbo, del Hijo de Dios. De la Segunda Persona de la Trinidad Beatísima que se nos ha mostrado en la realidad de nuestra carne, haciéndose igual a nosotros excepto en el pecado.

En la primera lectura hemos escuchado, tomando el capítulo 24, 25 del libro de Eclesiastico, nos muestra ya en la literatura sapiencial judía esa, ese darle rasgos personales a la sabiduría. Ciertamente, todavía en el Antiguo Testamento no se vislumbra ese sentido personal de manera plena, como lo vemos ya mostrarse, como nos dice la carta a los Hebreos, cuando llegado en la plenitud de los tiempos. En que ya Dios no nos habla por los profetas, no nos hace su revelación por intermediarios en el Antiguo Testamento, sino que es su misma Palabra la que se hace carne.

Por eso a nosotros también como al apóstol Felipe, el Señor nos dirá: Felipe, tanto tiempo con vosotros y aún no me conocéis. El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. Cuando Felipe le dice: Muéstranos al Padre y nos basta. Esa visión de Dios, que dice San Agustín, que es la plenitud de la felicidad y el cielo, ese ver a quien nos ve y lo ve todo.

Precisamente, esta Palabra de Dios ya es vislumbrada en la sabiduría, manifestada en la ley de Moisés, que es el orgullo del pueblo de Israel y que se asienta. Nos pone a Jerusalén como el centro. Qué pueblo tiene una ley como la tiene el pueblo de Israel. Es el orgullo del pueblo de Israel. Pero esa sabiduría es creada, esa sabiduría es llegar a un conocimiento del comportamiento moral que el pecado había obnubilado, había oscurecido y que Dios, en su misericordia, revela al pueblo escogido como mediación para las naciones.

Pero llegada la plenitud de los tiempos, se nos muestra en su Hijo Jesucristo. Y es ese prólogo maravilloso del Evangelio de Juan, el mismo que se proclama el día de Navidad y que nos hace esa lectura teológica del nacimiento de Jesús. El Verbo se ha hecho carne. Dios hecho hombre. El que ha hecho el mundo, se ha hecho uno de nosotros.

Vino otro a su casa, lo hemos escuchado y los suyos no lo recibieron. Es el misterio de la presencia de Dios que se conjuga con la obstinación del hombre que lo niega. Pero Dios es el que ha vencido y nos ha ganado con su humildad y con su sencillez, con su pobreza, para ensalzar al hombre y para hacer al hombre nada más y nada menos que Hijo de Dios.

Por eso, el evangelista nos dice, a los que le reciben les da poder para ser hijos de Dios, los cuales no han nacido de la carne ni sangre, sino que de Dios son nacidos. Y San Juan, en su primera carta, el mismo autor del cuarto Evangelio nos dirá: Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos.

Y dice él: Pues lo somos, y aún no se ha manifestado lo que seremos, pues solo cuando le veamos tal cual es, entonces se manifestará. La visión de Dios, que en la Navidad también se nos presenta como iluminación para nuestra fe. Que camina, que peregrina hacia ese encuentro definitivo del Señor. Es un tiempo de gozo, es un tiempo de alegría, es un tiempo de tomar conciencia de que Dios está en medio de nosotros y que el hombre ha sido ensalzado a esta manera maravillosa, en este maravilloso intercambio que nos salva, hasta adquirir la condición de hijo e hija de Dios.

Eso tiene consigo una manera de vivir. Renunciemos ya a la vida sin religión, hemos escuchado de parte del apóstol, esta Navidad. Y hemos escuchado otro himno que nos trae la Palabra de Dios este domingo, el comienzo con el gran himno cristológico de la Carta a los Efesios. Donde San Pablo nos habla, bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en la persona de Cristo, nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Cristo es nuestra bendición. Cristo es la verdadera sabiduría, porque es el Hijo de Dios hecho hombre. Cristo inaugura la ley de la gracia que ya supera absolutamente a la ley de tablas. Es la ley nueva, la ley del Amor. Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos. Es más, el autor del cuarto Evangelio, precisamente también su primera carta, nos define a Dios como amor y nos dice: Nosotros hemos conocido el amor de Dios y hemos creído en Él.

Es el primer credo cristiano, queridos amigos. Yes el motivo de la alegría, de la felicidad, de la esperanza cristiana, que Dios es amor y nos ha llamado a ser, nos dice la Sagrada Escritura, partícipes de su naturaleza. Y eso es lo que está empapando todas las oraciones de la Navidad. Participar de la naturaleza divina de aquel que se ha dignado a compartir con el hombre, la nuestra.

Queridos amigos, este es el motivo de la felicidad de la Navidad. Este es el mayor regalo de Dios para cada uno de nosotros. De tal manera que esto nos cuesta entenderlo. Por eso el apóstol Pablo, al final del texto que hemos escuchado, nos dice: El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, nos dé espíritu de revelación para conocerlo e ilumine los ojos de nuestro entendimiento. Para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama, cuál es la gloria que nos espera.

Luego, este es nuestro itinerario. Pero es un itinerario de santidad. Nos dice, también San Pablo, en el himno que hemos escuchado, que Dios nos eligió en la persona de Cristo antes de la constitución del mundo, para que seamos santos e irreprochables, en su presencia por el amor. Luego, ahí tenemos ya la esencia cristiana transformados en Cristo, elevados a la dignidad de hijos de Dios, para que vivamos como tales.

Y para que veamos a los demás como hermanos nuestros, en los que se refleja también el rostro de Jesús.

Vamos a pedirle a la Virgen que nosotros, al acercarnos al misterio del nacimiento del Señor, no nos quedemos en lo exterior. No nos quedemos en lo sentimental y mucho menos en el azúcar de un sentimentalismo estéril que pasa pasado mañana. Sino que realmente vayamos a lo central y vivamos la alegría que nos ha traído el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo.

Ya que le pedíamos a Dios en Adviento, celebrarlo con alegría desbordante y con piedad sincera. Y al mismo tiempo con una certeza en esta fe que nos salva. Como María, nosotros así también seremos benditos, porque hemos creído lo que se nos ha dicho de parte del Señor.

Así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada

5 de enero de 2025
S.A.I Catedral de Granada

ARCHISEVILLA 7 días. Edición del 10-01-2025

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ARCHISEVILLA 7 días. Edición del 10-01-2025

Una nueva edición de ARCHISEVILLA7días, un resumen de la actualidad semanal de la Iglesia en Sevilla.

 

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Lecturas de la fiesta del Bautismo del Señor

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Lecturas de la fiesta del Bautismo del Señor

Primera lectura

Isaías 42, 1-4. 6-7.

Mirad a mi siervo, en quien me complazco.

Mirad a mi Siervo,

a quien sostengo;

mi elegido, en quien me complazco.

He puesto mi espíritu sobre él,

manifestará la justicia a las naciones.

No gritará, no clamará,

no voceará por las calles.

La caña cascada no la quebrará,

la mecha vacilante no la apagará.

Manifestará la justicia con verdad.

No vacilará ni se quebrará,

hasta implantar la justicia en el país.

En su ley esperan las islas.

«Yo, el Señor,

te he llamado en mi justicia,

te cogí de la mano, te formé

e hice de ti alianza de un pueblo

y luz de las naciones,

para que abras los ojos de los ciegos,

saques a los cautivos de la cárcel,

de la prisión a los que habitan en tinieblas».

Salmo responsorial Sal 28.

R/: El Señor bendice a su pueblo con la paz

  • Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
  • La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica.
  • El Dios de la gloria ha tronado. En su templo un grito unánime: «¡Gloria!» El Señor se sienta sobre las aguas del diluvio, el Señor se sienta como rey eterno.

Hechos de los Apóstoles 10, 34-38

Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:

«Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.

Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él».

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 3, 15-16. 21-22

Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos.

En aquel tiempo, el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».
Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo:
«Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».

Comentario Bíblico del padre Pablo Díez

Dado que, en la tradición religiosa del judaísmo, el hombre no encuentra su identidad más que en la llamada de Dios, el pueblo tiene una legítima expectativa sobre el posible mesianismo de Juan. En su respuesta, el Bautista desvía las esperanzas desde sí mismo al “más fuerte que él”. En la tradición veterotestamentaria se caracteriza a Yahvé como: “El Fuerte de Israel” (Is 1, 24). Por tanto, Juan apunta a la divinidad y define su relación con ella desde la perspectiva de siervo. Téngase en cuenta que desatar la correa de las sandalias era tarea de esclavos.  De hecho, los rabinos prohibían al discípulo que ejercitara ese menester con su maestro. En ello incide también la dualidad de bautismos. El bautismo de Juan se inscribe en las lustraciones y ritos purificatorios del AT y comporta la conversión. El bautismo del “Fuerte” supone la efusión del Espíritu Santo y preludia el tiempo de la Iglesia. Así lo pone de manifiesto la expresión: “con Espíritu Santo y fuego”, que es en realidad una hendíadis, ya que el fuego en la literatura lucana es una metáfora del Espíritu (Hch 2, 3).

El agua y el Espíritu ocupan, por tanto, un lugar central. Esto se evidencia en la ambivalencia del agua en la simbología veterotestamentaria. Representa a la vez la vida (Gn 2, 5-6) y la muerte, prefigurada en el océano / abismo primordial. Precisamente sobre este último planea el Espíritu (Gn 1,2), como signo de la victoria divina que se yergue sobre estas aguas torrenciales que prefiguran también el diluvio, tal como lo expresa el salmo (Sal 28,3.10). El salmista glosa la voz divina que, al dominar las aguas, es artífice de la creación. Es la misma voz del Padre que se oye en la escena del bautismo, desvelando la auténtica identidad del siervo del que habla Isaías, quien tras posarse el Espíritu sobre él (Is 42,1; Lc 3, 22) es proclamado Hijo amado. Cobran así pleno sentido las tareas que se le atribuyen en el oráculo profético, porque ilustran el proceso de recrear en él todas las cosas.

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La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos propone una experiencia de comunión orante

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La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos propone una experiencia de comunión orante

Como cada año, del 18 al 25 de enero, la Iglesia pide intensificar la oración por la unidad de los cristianos. “Concordes en la súplica al Señor, para que Él mismo conduzca a la unidad a cuantos le confesamos como Salvador”, este Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos representa “toda una experiencia de comunión orante”, con el lema ¿Crees esto?, en referencia al Evangelio de san Juan 11,26.

Para este año jubilar, cuando se cumple el 1700º aniversario del Concilio de Nicea (325 d.C.), la comunidad monástica de Bose (Italia), ha elaborado un rico material para ayudar en la oración de estos días. En palabras del delegado diocesano de Ecumenismo, Diálogo Interreligioso y Relaciones con las Iglesias Orientales, Miguel Ángel Núñez, “esta conmemoración ofrece una oportunidad única para reflexionar y celebrar la fe común de los cristianos, expresada en el Credo formulado durante aquel primer Concilio ecuménico; una fe que permanece viva y fecunda en nuestros días. Esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos de 2025 se convierte así en una ocasión muy especial para vivir la herencia común de la fe confesada, celebrada y vivida en Cristo Jesús Salvador que une a todos los cristianos”.

Lenguaje común

Los obispos españoles con motivo de esta celebración han escrito una carta conjunta donde ponen de relieve que “hoy como siempre necesitamos un lenguaje común de la fe, sin el que será muy difícil salvar la unidad de fe de las Iglesias y la reconstrucción de la unidad visible de la una, santa y católica Iglesia”. En esta línea, advierten que “la división entre las comunidades cristianas, como ya recordara el Concilio Vaticano II, repugna abiertamente a la voluntad de Cristo y es piedra de escándalo para el mundo y obstáculo para la causa de la difusión del Evangelio por todo el mundo”.

Núñez ha invitado vivamente “a que en nuestras celebraciones litúrgicas y oración comunitaria se intensifique la súplica por la unidad visible de todos los cristianos”. Para ello, desde la Conferencia Episcopal Española se ofrecen diversos materiales: el mensaje de los obispos, el esquema de una posible celebración ecuménica; reflexiones bíblicas y oraciones para el Octavario; guion para la celebración eucarística y material para una vigilia de oración por la unidad disponibles en nuestra web Archisevilla.org.

Los textos previstos para la oración personal o comunitaria de cada uno de los ocho días incluyen dos lecturas bíblicas y un salmo. Los textos bíblicos subrayan a su vez las afirmaciones fundamentales del credo niceno.

La paternidad y el cuidado de Dios que rige el universo (1). La creación como obra de Dios (2). La Encarnación del Hijo (3). El misterio pascual: Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús (4). El Espíritu Santo, dador de vida y alegría (5). La Iglesia: comunidad de fieles (6). El bautismo en la muerte y resurrección del Señor (7). A la espera del reino y de la vida futura (8).

Los textos bíblicos van seguidos de breves textos patrísticos procedentes de distintas zonas geográficas y tradiciones eclesiales (griega, siríaca, armenia y latina).

“El objetivo de la selección de estos fragmentos es ofrecer una visión de la reflexión cristiana del primer milenio, ayudando a situar las definiciones del Concilio de Nicea en el contexto en que se originaron, por el que se vieron influidas. Las oraciones de intercesión y contemplación de cada día nos invitan a actualizar el contenido de la fe compartida y celebrada a lo largo de los siglos en todo el mundo, encontrando en ella un motivo de acción de gracias”, explican los obispos.

En cuantas situaciones pastorales que atañan al diálogo interreligioso, al diálogo ecuménico o la relación con las Iglesias Orientales, pueden contactar con la Delegación a través del email ecumenismo@archisevilla.org

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El libro Introducción al Islam, en El Espejo de la Iglesia

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Les queremos presentar la obra de un sacerdote cordobés: Introducción al Islam. Una perspectiva cristina. Antonio Navarro colabora con la Conferencia Episcopal Española como consultor de la Subcomisión para las Relaciones Interconfesionales y Diálogo Interreligioso y en este libro presenta los elementos fundamentales del Islam en dos partes, la primera contiene una descripción general del islam, su origen y expansión, y un asegunda parte en la que el autor aporta la visión recíproca que musulmanes y cristianos han tenido a lo largo de la historia. El libro concluye con la propuesta que el magisterio católico hace sobre el diálogo islamo-cristiano y las diversas respuestas que se dan desde el lado musulmán.

Puedes escucharlo en este enlace

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Sobre el perro Aslan de alerta médica y Proyecto Ángel, en El Espejo

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Programa emitido en COP Granada y COPE Motril el 10 de enero de 2025.

En el programa emitido hoy viernes, 10 de enero, entrevistamos a Manuel Gavilán, granadino con una grave enfermedad de cuyos riesgos es salvado por su perro Aslan de alerta médica. Ha publicado un libro, cuyos fondos van destinados al Proyecto Ángel de la Delegación diocesana de Pastoral Familiar, dedicado a ayudar a embarazadas que afrontan en soledad su gestación.

ESCUCHAR PROGRAMA

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📖 Reseña literaria: ‘Atrévete a buscar′, de Mª Victoria Romero Hidalgo

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📖 Reseña literaria: ‘Atrévete a buscar′, de Mª Victoria Romero Hidalgo

El atrevimiento es una reacción que nos hace salir de lo que conocemos, controlamos o dominamos. El conocimiento personal es un desafío constante desde los inicios de la historia de la humanidad. El atrevimiento y el conocimiento se tejen juntos cuando nos abrimos al misterio del ser humano. Un itinerario que nos llevará toda la vida. Una propuesta que no se puede atrapar, pero que este libro quisiera despertar. A lo largo de sus páginas, la autora conjugando su formación humana y religiosa con su experiencia personal y profesional, realiza una propuesta para reflexionar y profundizar en nuestro conocimiento personal y espiritual y nos invita a salir del aletargamiento del conformismo, de la somnolencia de la satisfacción para descubrir algunas claves que nos invitan a crecer y conocer el para qué de nuestra vida. El libro, al final de cada capítulo y de una manera sencilla y práctica, nos presenta tres secciones: “Para reflexionar”; “Una pincelada de fe”; y una serie de “Cuestiones” y “Notas” que nos pueden ayudar en la reflexión.

Fuente: Narcea Ediciones.

La Hermana Pilar González, desde la librería Welba, realiza el comentario literario sobre este libro en El Espejo de COPE Huelva.

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Familias bendecidas por la llamada de Dios

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La vocación es un don que solo el Señor puede dar. Tener el corazón abierto y dispuesto a lo que Él pide, es una gracia inmensa que en ocasiones se puede ver multiplicada por dos o por tres, incluso, y que ofrece una felicidad que solo puede venir de Dios

En reiteradas ocasiones el Señor llama sin esperarlo, entra en la vida de las personas y transforma el corazón. Surgen vocaciones y, a veces, en una misma familia, de forma múltiple, con la certeza de que han sido escogidos para dar fruto abundante. “No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre” (Juan 15:16).

Abiertos a su voluntad, las personas consagradas son un don para la Iglesia, un motivo para dar gracias a Dios por sus dones y carismas, por las monjas y monjes de vida contemplativa, por los religiosos y religiosas de vida activa, y por las vírgenes y todas las personas consagradas que viven en el mundo, así como por los sacerdotes. Todos ellos se han consagrado a Dios para seguir las huellas de Cristo obediente, pobre y casto, y entregar su vida al servicio de la vida y misión de la Iglesia para el bien de la humanidad.

Caminar juntos conscientes de que su llamada es un don, ha permitido a una misma familia ver multiplicada la gracia de Dios, compartiendo consagración y vocación con hermanos y familiares, como es el caso de la familia Rivero Moreno, donde han surgido dos vocaciones sacerdotes, dos religiosas y una al Seminario Menor.

Esta familia ha buscado el rostro de Dios día a día en la oración y en los demás, y se han visto reflejados en él de manera abundante. Nicolás y Leopoldo Rivero son presbíteros de la diócesis de Córdoba, mientras que su hermana Rocío decidió ingresar en las monjas Concepcionistas de Hinojosa del Duque, un ingreso que se repitió hace unos meses de la mano de su sobrina, Rocío Navarro Rivero, quien a pesar de su juventud, quiso dejar todo para seguir al Señor, poniéndolo en el centro de su vida.

Los consagrados están llamados a ser en la Iglesia y en el mundo testigos y artífices del proyecto de comunión que Dios tiene para toda la humanidad y en esta familia se está cumpliendo esa llamada, pues no sólo han vivido estas cuatro vocaciones, sino que también se ha sumado el ingreso de Juan Rivero Miranda en el Seminario Menor, el hijo de un hermano de Nicolás, Leopoldo y Rocío.

El año que Juna hizo la Primera Comunión fue a las Colonias Vocaciones que organiza el Seminario Menor “San Pelagio” y al recogerlo sus padres de esos días de convivencia, Juan les dijo que quería ingresar en el Seminario Menor. “Es una decisión que él ha tomado solo, nosotros como padres lo hemos respetado y le dijimos que cuando llegara el momento ya decidiera si quería entrar o no al Seminario Menor. Juan durante tres años estuvo asistiendo a los pre-seminarios que se llevan a cabo una vez al mes durante un fin de semana y eso le ayudó a discernir”, recuerda su madre, María José Miranda, quien anima a los padres a que apunten a sus hijos a vivir esta experiencia tan enriquecedora para ellos, “tanto a nivel lúdico como espiritual”.

Este matrimonio vive con tranquilidad la disposición de su hijo, con la certeza de que “nuestra vida está en manos del Señor, que siempre quiere lo mejor para nosotros”. “Vemos a nuestro hijo feliz y eso es lo más importante”, asegura.

María José subraya también la importancia de transmitir y vivir la fe en el seno de la familia, pues en el caso de su hijo, ver la felicidad de sus tíos y de las monjas de Hinojosa cuando han visitado a su tía, el bien que hacen con su oración, les ha ayudado muchísimo. “Como padres deseamos lo mejor para Juan, que El Señor lo proteja, y si algún día será o no sacerdote, Dios dirá”, indican los padres del joven seminarista.

En su formación, Juan podrá encontrar los caminos para crecer y convertirse en testimonio interpelante en medio de la Iglesia y de la sociedad, un camino que ha encontrado la familia Fernández-Martos Yáñez también.

Esta familia es otra de las familias que viven la vocación con profundo agradecimiento a Dios. Él ha sido muy generoso con ellos, les ha regalado dos vocaciones a la vida consagrada y una al sacerdocio, de los cinco hijos que tiene el matrimonio formado por Javier Fernández-Martos y María Yáñez, algo que la madre lo ve como “normal”, aunque en la sociedad que nos rodea no sea lo común.

“Es muy emocionante ver como desde pequeños has ido creciendo en la fe, han ido madurándola y, aunque el camino lo han encontrado pronto por su familia, han ido profundizando en él con un corazón abierto”, explica Estrella Fernández-Martos, tía de los jóvenes Álvaro Fernández-Martos (presbítero), María y Jaime (religiosos), Javier y Rocío.

Las múltiples vocaciones que han vivido en el seno de su familia es un regalo que se extiende a todos y que les ofrece una felicidad que “solo puede venir de Dios”. “Es una gracia súper grande, que cobra aún más sentido teniendo hermanos sacerdotes y consagrados”, asegura la Hermana María Luz, perteneciente a la comunidad religiosa María Stella Matutina, una comunidad enraizada en la tradición monástica, marcada por la oración del Oficio divino, la adoración eucarística, el trabajo manual y el estudio bíblico.

Tanto María como su hermano Jaime, el Hermano Domingo como es llamado en la Fraternidad Verbum Spei a la que pertenece para vivir una vida escondida en Dios con Cristo, “esto es algo extraordinario que vivimos de una manera muy ordinaria, porque todas nuestras vocaciones nos sobrepasan”.

Esta familia vive una fuerte relación con Dios, configurados con Él y con profundo agradecimiento al Señor, ya que ha sido Él quien ha llamado a tres de sus miembros a la vocación religiosa, al ministerio sacerdotal, “por pura misericordia”. “Estas llamadas siempre las he vivido con mucha alegría y pobremente porque uno se da cuenta que no es por nosotros, sabemos que hay una ofrenda detrás de mis padres de oración, sin embargo, somos conscientes que el Señor nos llama por pura misericordia y no por nuestras cualidades. Por ello, uno lo vive con alegría y acción de gracias”, explica el Hermano Domingo.

Para su hermano Javier, le produce alegría ver cómo sus hermanos han respondido a la llamada y se sienten felices, mientras que para Rocío es “algo desbordante”. “Sus obras son grandes y yo me acojo a ellas, acojo la sobreabundancia que me ha dado con la vocación de mis hermanos y la mía al matrimonio”, indica. Y es que como afirma la familia, cuando el alma descubre quién es Dios, que Dios es creador y amigo, sale solo entregarse a Él.








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Revista Fiesta Digital: testimonio de vida y esperanza

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La publicación diocesana de Granada y Guadix, para este domingo 12 de enero de 2025.

En el número de la Revista Fiesta Digital de esta semana conocemos la historia de Gilbert Gouba, colaborador de la Pastoral de migraciones y en la parroquia de El Carmen, que llegó en 2008 a Motirl en patera desde su país Burkina Faso, y que hoy, integrado en la vida granadina, constituye un testimonio de vida y esperanza ante el drama de las migraciones.  

También ofrecemos distintos contenidos, entre ellos los nuevos nombramientos del arzobispo y la reciente apertura del año jubilar en Granada y Guadix.

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