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Evangelii Gaudium

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Evangelii Gaudium

“La alegría del Evangelio” (2013) es la primera exhortación apostólica del Papa Francisco. Es un texto de una profundidad impresionante, en el que el Papa presenta al mundo su espiritualidad, centrada en el amor a Cristo y, desde ahí, encarnada en el amor a los pobres. Resulta fácil entender todo su pontificado desde este texto, esperanzado en la alegría que anuncia, repleto de ternura con los últimos, y de firmeza contra “una economía que mata” (nº 53). Se trata de un documento  que, de manera integral e integradora, desarrolla el corazón de lo que es cualquier vida de seguimiento de Cristo: la contemplación, el deseo de santidad, la unión mística con el Dios Trinidad; y la lucha por la fraternidad, empezando por los últimos. Es en este texto por el que quedará para siempre en el magisterio “por eso quiero una iglesia pobre y para los pobres” (nº 198).

Francisco, a lo largo de su historia, como sacerdote jesuita y luego como obispo y arzobispo de Buenos Aires, había encarnado toda una corriente de liberación que, nacida en el Vaticano II, se plasmó en el documento del Sínodo de Aparecida (Brasil) como programa y proyecto misionero para toda la Iglesia de Iberoamérica y luego para toda la Iglesia universal en Evangelii Gaudium. Presenta a la Iglesia como madre acogedora, como lugar de la alegría, y la empuja a salir, para llegar a todas las periferias geográficas y existenciales, en la esperanza de que todo ser humano podrá rendirse al amor misericordioso de Dios, el único que da sentido y nos hace caminar, en fraternidad, hacia la vida eterna. Los obstáculos para esta fraternidad son tanto internos (mundanidad, ideologización, nuevo fariseísmo, doble vida), como externos, en particular un sistema (organizado en estructuras de pecado, diría su predecesor san Juan Pablo II) que idolatra el dinero, nos lleva a la indiferencia con los que sufren (como tantas veces denunció Benedixto XVI), y que conduce a que una gran mayoría de la humanidad sea no solo explotada, sino descartada, tratada como desechos. Por ello la multitud de sus gestos para recuperar la dignidad perdida en inmigrantes, familias, trabajadores, movimientos populares, enfermos, encarcelados, refugiados…

El número 198 de este impresionante texto, al que todos hemos de volver para entender la senda emprendida desde este pontificado, apunta la hondura teológica de esta centralidad en los pobres:

Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga «su primera misericordia». Esta preferencia divina tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener «los mismos sentimientos de Jesucristo» (Flp 2,5). Inspirada en ella, la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como una «forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia» (…) Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos”.

El pobre no es, por tanto, simple motivo para nuestra asistencia. Es su promoción lo importante, pues es lo único que responde a su sagrada dignidad. Los pobres en el centro es poner su promoción integral y colectiva como el cimiento de la evangelización. El magisterio de Francisco, unido y en continuidad con sus predecesores más próximos, y por Gracia del Espíritu Santo, introduce a la Iglesia en esta alegría misionera, centrada en la misericordia, y cuyo mayor testimonio será la creación de comunidades donde los pobres y los débiles sean acogidos, defendidos y promocionados.

José Antonio Langa, militante del Movimiento Cultural Cristiano

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La urgencia del Papa

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La urgencia del Papa

En estos días se sucederán en los medios de comunicación numerosas intervenciones acerca del papa Francisco. Unas serán de personas relevantes, y otras, serán opiniones de personas que sólo las escuchará el Señor porque son de personas a las que nadie pregunta, que están ocultas a los ojos y oídos del “mundo”. Precisamente a esas personas son a las que estaba urgido el Papa a escuchar. No podría hacer un cálculo de las personas a las que Francisco ha dirigido una palabra, una sonrisa, una caricia, y hasta alguna reprimenda… Solo sé que, en la última cita que tuve con él, la mañana del ocho de febrero de este año, cuando estaba ya muy enfermo, casi de soslayo pude ver cinco audiencias de grupos de personas “relevantes”. ¡Qué barbaridad! ¿Qué energía puede sostener esto en una persona mayor durante los casi trece años de su pontificado? ¿Quién debe mover las entretelas de una persona mayor a tener una mirada hambrienta del alma de quien se tiene delante?

La urgencia del Papa respondía a atender la necesidad que expresaban los ojos atónitos de quienes acudían a él por ser el sucesor de Pedro, como aquel mendigo que a la salida de la Puerta Hermosa del Templo de Jerusalén pedía un poco de atención. El sucesor, llegado desde Argentina, también dedicó a tantos y tantos ojos, el instante de atención que reclaman una mirada que no nace de él, sino que es el reflejo de quien es mirado por el Hijo de Dios. No hay fuerza humana, ni oro ni plata suficiente para levantar a un paralítico tras otro de su postración. Sólo puede la mirada de Dios, que atraviesa la débil carne del sucesor de Pedro, aquel que lloró amargamente su traición, y fue mirado con misericordia por Jesús. Sólo una mirada atravesada por el Señor puede servir para levantar al mundo. Su lema, precisamente habla de esta urgencia de Dios: “Lo miró con misericordia y lo eligió”.

La urgencia del Papa ha sido la de prestar atención a los que necesitaban misericordia. Ha recorrido los lugares más recónditos, como si siguiera las preferencias del “apóstol de las gentes” hacia los lugares donde no había sido proclamado el Evangelio. Es lógico que nos extrañemos de las preferencias de quien ha venido para una misión que no es de este mundo. Así lo vivieron los habitantes de Belén, Jerusalén y de Roma. Sin embargo, la urgencia de Dios no es la del mundo. Por eso, el Señor se fijó en la viuda pobre del Templo. Dios se detuvo, la miró con misericordia, y su figura resuena por los siglos. Así, el sucesor de Pedro, aprendió la lección, y su urgencia fue para mirar, con preferencia, a los que no cuentan para nadie, pero son imprescindibles para Dios.

En el día en que el Señor les dice a las mujeres temblorosas: “Alegraos”, en ese día, el Señor ha llamado, con urgencia, a su servidor. No en vano, su carta programática se llamó precisamente Evangelii Gaudium. Ahora, pedimos al Señor, que su mirada contemple cara a cara al Creador, y como siempre, se detenga ante las súplicas de quienes reclaman un poco de tiempo, un poco de amor.

Monseñor Ramón Valdivia, obispo auxiliar de Sevilla

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Tu vida ha sido Evangelio, tu muerte es semilla

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Tu vida ha sido Evangelio, tu muerte es semilla

Ante la noticia del fallecimiento del papa Francisco, surge una doble emoción en el alma. Por un lado, la alegría serena del tiempo pascual, en el que celebramos la victoria de Cristo sobre la muerte. Y, por otro, la tristeza humana y eclesial por la pérdida de quien ha sido pastor supremo de la Iglesia, el papa Francisco.

En este momento, sentimos con especial fuerza el peso de su ausencia, pero también la luz de su legado. Desde esta orilla de la Pascua, acompañamos con la oración al Santo Padre fallecido en este lunes de la Octava de Pascua, y escuchamos la Palabra de Dios que hoy nos consuela, nos ilumina y fortalece.

La lectura de los Hechos de los Apóstoles nos sitúa en el corazón mismo de la fe cristiana, la Resurrección de Jesús. Pedro, lleno del espíritu, proclama con valentía: “a este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos”. Esta fue la convicción profunda que animó la vida y el ministerio del papa Francisco, la certeza de que Cristo ha resucitado y vive, que su amor ha vencido al pecado y a la muerte, y que, por tanto, toda la Iglesia está llamada a ser testigo de esa victoria.

Francisco no predicó una doctrina abstracta, sino una fe encarnada, pascual, alegre. Siempre nos recordó que el Evangelio no es una carga, sino una buena noticia, que Cristo ha resucitado. Nos precede y quiere encontrarse con nosotros.

El Evangelio es de una delicadeza conmovedora. Las mujeres que habían ido al sepulcro con el corazón encogido se encuentran con Jesús resucitado, y Él les dice: “alegraos, no temáis”. Esas dos palabras, alegría y confianza, podrían resumir también el magisterio espiritual del papa Francisco. Él fue, en medio de una época compleja, un anunciador de la alegría del Evangelio y, al mismo tiempo, nos exhortó, una y otra vez, a no tener miedo, a salir, a reformar, a acoger, a sanar, a tender la mano. Sabía que la tentación de la Iglesia, también en sus estructuras, es cerrarse por miedo. Por eso nos impulsó a vivir la audacia del espíritu, a ser una Iglesia en salida, no de puertas cerradas, no obsesionada por la auto referencia, sino desbordante de gozo y misericordia.

El salmo nos ofrece una clave interior: “protégeme Dios mío, que me refugio en ti, me enseñarás el sendero de la vida”. Esta oración ha salido de los labios del papa Francisco en muchísimas ocasiones. Quienes le conocieron de cerca dicen que era un hombre de silencio y escucha. Un hombre que vivía ante Dios incluso en medio de la presión de un ministerio inmenso. Y en este día también nosotros rezamos con esas palabras.

Pedimos al Señor que reciba en su paz al papa Francisco, que lo proteja como a su servidor fiel, que le muestre definitivamente el sendero de la vida y que le sacie con el gozo de su rostro.

La muerte de un Papa no es sólo un momento para mirar al pasado, sino para asumir una responsabilidad. Nos corresponde ahora custodiar su herencia con humildad, discernir lo que el Espíritu ha dicho a la Iglesia a través de su voz, y continuar la obra con fidelidad.

Que el estilo evangélico del papa Francisco inspire nuestro trabajo, con un espíritu de servicio, con sencillez, con transparencia, con sensibilidad pastoral. Y, sobre todo, con la alegría y la esperanza que brotan del resucitado.

El papa Francisco ya ha sido llamado a la Casa del Padre. Se ha encontrado finalmente con el Señor resucitado, a quien amó, predicó y sirvió con alma de pastor y corazón de padre. Ahora descansa en las manos del Padre, allí donde no hay corrupción, ni miedo ni mentira. Allí donde las lágrimas se enjugan y donde el gozo es perpetuo. Nosotros seguimos caminando, pero no estamos solos. Caminamos en comunión con toda la Iglesia, caminamos con esperanza hacia la Casa del Padre, hacia la Eternidad, porque Cristo vive. Y porque creemos, eso podemos decir hoy, con profunda paz en el alma: Descansa en paz, Santo Padre Francisco. Tu vida ha sido Evangelio, tu muerte es semilla, tu recuerdo bendición.

Mons. Teodoro León, Obispo Auxiliar de Sevilla

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Uno de los nuestros

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Uno de los nuestros

La noticia nos sorprende a primera hora de la mañana, casi sin haber digerido aún (como nos sucede cada año) las vivencias de la Semana Santa y el impacto de la vigilia pascual en nuestros corazones. Con contenida emoción escuchamos al cardenal Farrell que el Papa que hablaba como nosotros “ha regresado a la Casa del Padre”. Hay en esta afirmación una doble verdad, porque no solo han resonado durante su pontificado palabras en castellano, también hemos podido comprobar, sin sutilezas, pensamientos muy cercanos a nuestra forma de vivir la fe.

Es posible que el papa Francisco haya sido el Pontífice que en mayor volumen y más certeramente haya reflexionado sobre la piedad popular, esa que marca desde hace siglos nuestra Iglesia de Sevilla. Lo escuchamos de sus propias palabras en el Vaticano “descubrí la piedad popular en una peregrinación a la Virgen de Luján”; y nos lo revelaron consideraciones fundamentales como las conclusiones de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano de 2007, el famoso documento de Aparecida, en las que él, como presidente de la comisión redactora, jugó un papel importantísimo, hasta el punto que algunos de sus biógrafos consideran que fue en esta reunión donde el cardenal Bergoglio comenzó su carrera como Papa.

En los dos encuentros que la Comisión Ejecutiva del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular tuvo el honor de mantener con el Papa Francisco, íbamos dispuestos a informarle, a orientarle sobre aquello que constituía la base del catolicismo popular. Nuestra sorpresa fue que estábamos ante un Papa que no solo nos entendía perfectamente, que hablaba nuestro mismo lenguaje, sino que él mismo era fruto de ese territorio de encuentro que son las cofradías, las imágenes sagradas, las devociones más queridas del pueblo. Más que un muro, un puente donde todos pueden abrazarse y que a todos ofrece la oportunidad de conversión, del encuentro con Dios; al creyente y al agnóstico, al santo y al pecador, al sabio y al ignorante, al rico y al pobre…

Tras los cristales del Palacio Arzobispal resuenan, tristes, las campanas de la Giralda y en las capillas se escucha el murmullo de las oraciones por el eterno descanso de un hombre bueno, inteligente, dotado de la sana alegría que une los corazones y promueve el diálogo sin fronteras. Para el momento final, ese que nos une a la gran verdad de la Pascua definitiva en la otra orilla, expresó el deseo de que sus restos reposaran en la Basílica de Santa María la Mayor. El motivo lo explicó él mismo en una entrevista en 2023.

  • “Siempre le prometí a la Virgen, ya está preparado el lugar, quiero ser enterrado en Santa María (la) Mayor, porque es mi gran devoción». «De antes (de ser papa) cuando venía, siempre iba ahí los domingos a la mañana que estaba en Roma, me iba un rato allí. Hay una ligazón muy grande».

Difícilmente ningún tratado teológico podría haber descrito mejor las raíces, las posibilidades y las consecuencias de esa piedad popular que nos seduce y atrapa en los brazos del Señor Crucificado o en las manos de María Santísima. Bajo la mirada misteriosa de la Salus Populi Romani, descanse en paz el Papa que hablaba nuestro mismo lenguaje.

Joaquín de la Peña, secretario general del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular

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El legado de Francisco. El Papa de las nuevas fronteras

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El legado de Francisco. El Papa de las nuevas fronteras

Cualquier análisis a vuelapluma del legado del papa Francisco en estos momentos, tan dolorosamente cercanos a su desaparición, conlleva el riesgo de carecer de perspectiva que sólo puede dar el paso del tiempo. No hay que irse muy lejos: el pontificado de san Pablo VI, por ejemplo, tan ennegrecido por el humo de Satanás que se había colado por alguna grieta de la Iglesia de sus últimos meses, sólo ha obtenido el reconocimiento merecido a quien clausuró el Concilio Vaticano II conforme nos alejamos de las contingencias de aquellos dramáticos momentos.

El tiempo que le ha tocado vivir a Francisco como sucesor de Pedro también lo es. Y sólo el distanciamiento temporal nos permitirá calibrar en sus justos términos su acción pastoral. Pero, de entrada, no erraríamos mucho si consideramos a Bergoglio como el Papa de las nuevas fronteras, casi al estilo kennediano que puso al primer hombre en la Luna en el plazo de una década, la prodigiosa en muchos sentidos de los años 60 del pasado siglo.

Francisco ha empujado las fronteras eclesiales y ha redefinido el retrato del “santo y fiel pueblo de Dios en camino” que forman los cristianos para adecuarlo de manera mucho más ajustada al rostro verdadero de la Iglesia Católica: africano, asiático, femenino, pobre… No hay más que echar un vistazo al listado de naciones que ha visitado o al estadillo de cardenales que ha creado para advertir que ha ampliado enormemente la idea de la catolicidad hasta llevarla a las periferias del mundo, por usar una expresión tan cara al romano pontífice.

Probablemente, aunque esto tendrá que confirmarse con el tiempo, Francisco ha sentado las bases de la futura Iglesia para los próximos treinta o cuarenta años en uno de esos virajes históricos casi imperceptibles para una generación que sólo el tiempo puede aquilatar. Lo que veamos a partir de ahora, en la persona de quien lo suceda, puede que sea el afianzamiento de ese movimiento de apertura y extraversión que los jesuitas -y este Papa ha sido ‘muy’ jesuítico- habían hecho como congregación a partir del generalato de Arrupe.

Sus esfuerzos, no del todo fructuosos y muy a menudo incomprendidos, para adelgazar la Curia vaticana y liberar energías para la misión serán provechosos sólo a la vuelta de unos años, cuando se vea que, como le advirtió el cardenal Hume en el momento de su elección, no se ha olvidado de los pobres; esto es, de los migrantes, de los marginados, de los enfermos, de los ancianos, de los que él mismo ha nombrado, con pleno acierto, los descartados de la Tierra.

Junto a todo lo anterior, destacaría la alegría del Evangelio como su aportación fundamental. No en vano es el título de la exhortación programática, ‘Evangelii gaudium’, que ha sido como la clave de interpretación de su pontificado. Esa alegría de quien se ha encontrado con el Señor y ya no se la pueden arrebatar ni tribulaciones, ni angustias, ni persecuciones, ni hambre, ni desnudez, ni espada. La alegría que nace de saber que la misericordia divina, la viga maestra de la Iglesia, arrasa pródigamente con el pecado.

Javier Rubio, periodista

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“No ha dejado a nadie indiferente”

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“No ha dejado a nadie indiferente”

Hablar o escribir, en este caso, sobre el Papa resulta fácil, ya que en sus pocos años de pontificado creo que no ha dejado a nadie indiferente. Pero resumir lo que yo pienso de Francisco en pocas palabras me resulta muy complicado.

A mí me cautivó desde el primer momento. Recuerdo que estaba en clase de inglés con una profesora inglesa, anglicana, e interrumpimos la clase porque supimos que se había elegido al Papa.  Cuando salió al balcón y lo primero que hizo fue poner a toda la plaza de San Pedro a rezar, vi que estábamos ante un Papa con un estilo diferente. También me fijé en que la estola parecía pincharle y trataba de desprenderse de ella y  me alegré de estos nuevos gestos. Siempre me he sentido más cómoda en la Iglesia pueblo de Dios que en la Iglesia institución.

Para mí hay tres documentos del Papa que me han dejado huella y que además procuro expandirlos en la medida de mis posibilidades, porque además creo que en ellos hay un hilo conductor claro para entender al papa Francisco.

El primero es la exhortación apostólica Evangelii Gaudium  (noviembre, 2013).  No dejó a nadie indiferente, entre otras cosas, porque es un documento, como todos los que ha escrito posteriormente, de fácil lectura, no por ello de poco contenido. Los otros dos documentos son sus encíclicas sociales Laudato Sí ( 2015) y Fratelli Tutti (2020).

Como decía, hay un hilo conductor, en mi opinión, en los tres documentos. En el primero nos explica extensamente usando a veces verbos a los que nos hemos tenido que acostumbrar, (como por ejemplo primerear), cómo le gustaría que fuese la Iglesia; el segundo, cómo está el planeta, nuestra casa común y en el tercero nos dice que este mundo lo tenemos que construir entre todos, creyentes y no creyentes en diálogo.

En todos ellos, además de lo específico de cada uno de ellos, con una valentía grande, habla de la necesidad de una economía al servicio de las personas y no una economía de exclusión, que a veces mata.  Ha sabido poner a los pobres en el centro de la Iglesia dándoles dignidad y haciendo ver que la causa de los pobres debe ser la causa de todos nosotros.

Habla de alta política apelando a que los compromisos internacionales deben cumplirse, pero también habla con los movimientos populares diciéndoles que hay que ser creativos para conseguir una justicia social distributiva. Y a los jóvenes, en momentos de exclusión les dice que en la Iglesia caben “todos, todos, todos”.

Para terminar, cito una frase que aunque escrita en el 2020 tiene plena vigencia: “la política ya no es una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino solo recetas inmediatas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz, en este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y descalificación” (FT, 16).

Isabel Cuenca, secretaria general de Justicia y Paz España 

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Reformas jurídico-canónicas del papa Francisco

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Reformas jurídico-canónicas del papa Francisco

Desde su elección, todos intuíamos que el Papa Francisco emprendería un amplio programa de reformas eclesiales.

Su estilo personal, caracterizado por la cercanía pastoral y el deseo de ser un pastor “con olor a oveja”, según sus propias palabras, pudo dar la impresión de que la renovación del derecho eclesial no era una de sus prioridades. Sin embargo, dado el vínculo entre el derecho canónico y la vida y misión de la Iglesia, reformar la Iglesia implica necesariamente actualizar su marco normativo.

En este sentido, la labor legislativa del papa Francisco durante su pontificado ha sido extensa y profunda, con reformas de gran calado y alto nivel técnico. Sus constituciones apostólicas, en especial aquellas promulgadas en forma de motu proprio —principal instrumento jurídico—, permiten identificar las áreas más relevantes de su reforma y las de mayor impacto canónico.

Uno de los aspectos prioritarios de su agenda reformista fue la reorganización de los organismos del Estado Vaticano, con especial énfasis en la transparencia económica y la seguridad jurídica (tribunales). Prueba de ello es que sus primeros seis motu proprio, publicados entre julio de 2013 y febrero de 2015, estuvieron dirigidos a este propósito. A lo largo de su pontificado, este enfoque se mantuvo con un total de dieciocho documentos normativos relacionados con el tema, incluyendo la nueva Ley Fundamental del Estado de la Ciudad del Vaticano (2023).

La reforma de la Curia Romana también ocupó un lugar destacado en su labor legislativa, culminando con el Estatuto Praedicate Evangelium (2022), que sustituyó a Pastor Bonus y formalizó una profunda transformación de la Curia. En su relación con las iglesias locales, impulsó una cierta descentralización, principalmente a través de Competentias quasdam decernere (2022).

A nivel global, su primera gran reforma normativa fue Mitis Iudex Dominus  Iesus (2015), que introdujo importantes modificaciones en los procesos de nulidad matrimonial,  destacando  la eliminación del requisito de una doble sentencia conforme, lo que redujo significativamente los tiempos de tramitación.

Otra de sus reformas de mayor impacto fue la relativa a la protección de menores y personas vulnerables. En junio de 2016, estableció la posibilidad de remover a obispos que no actuaran diligentemente en estos casos, y en 2019 promulgó el motu proprio Vos estis lux mundi, que en 2023 fue actualizado con nuevas disposiciones.

Desde el punto de vista jurídico-formal, quizá su reforma más significativa fue la del derecho penal canónico. Con Pascite Gregem Dei (2021), renovó por completo el Libro VI del Código de Derecho Canónico de 1983, corrigiendo sus deficiencias, algunas ya apuntadas por su predecesor.

En el ámbito litúrgico, realizó diversas modificaciones, como la regulación de la edición de los libros litúrgicos (2017), la institución del Domingo de la Palabra de Dios (2019) y la reforma de los ministerios laicales, que permitió la institución de laicos sin distinción de sexo y el reconocimiento del ministerio de catequista (2021). Pero posiblemente su reforma litúrgica más trascendental fue la relacionada con el uso extraordinario del rito latino, que inició con la supresión de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei (2019) y culminó con Traditionis custodes (2021), que restringió significativamente el uso del Misal de 1962, revirtiendo la postura establecida en Summorum Pontificum (2007).

Además, su pontificado trajo reformas en diversas áreas, como el derecho de la Vida Consagrada (Vultum Dei quaerere, 2016; Communis vita, 2019; Expudit ut, 2023), el munus docendi (Veritatis gaudium, 2017), el Sínodo  de los Obispos  (2018), la instrucción de las causas  de los santos  (2017, incorporando el “ofrecimiento  de vida” como criterio de beatificación), la configuración jurídica de las prelaturas personales (2023), con especial atención al Opus Dei (Ad charisma tuendum, 2022), y la reestructuración de la diócesis de Roma, redefiniendo el Vicariato (2023) y la organización territorial (2024).

En total, el Papa Francisco promulgó más de 80 constituciones apostólicas, en su mayoría en forma de motu proprio. Su impacto normativo es evidente en el hecho de que han supuesto la modificación de más de un centenar de cánones, tanto del Código de la Iglesia latina como el de las Iglesias católicas orientales, consolidando su legado como un pontífice reformador.

Francisco Román, canónigo y párroco de Santa María Magdalena (Sevilla)

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El regalo de la Pascua, cada domingo, de la mano de Fano

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NoticiaRecursos pastorales

Publicado: 25/04/2025: 54

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El dibujante malagueño Patxi Velasco Fano comparte su material para el tiempo de la Pascua. En sus propias palabras, estos dibujos, al servicio de la evangelización para todos, llaman a que «descubramos que la Resurrección lo convierte todo en regalos. Descubrámoslos y compartámoslos».

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Comentario en texto al Evangelio del sacerdote Aaron Benzaquen

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El sacerdote y profesor de los centros teológicos diocesanos Aaron Benzaquen invita a profundizar en el Evangelio de este domingo, 27 de abril de 2025, II de Pascua.

«Y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre». De este modo acaba el Evangelio de San Juan en este domingo de la Divina Misericordia. “Paz a vosotros”: frente al miedo, el abrazo de paz del Resucitado a nuestro mundo. Sabemos que el Señor Resucitado acoge a nuestro mundo herido en sombras de muerte, como a veces se encuentra también nuestra vida personal.

Recordamos que también la Resurrección de Cristo nos llama a cada uno de nosotros. Descubrimos este domingo -nada más provocador- que el Señor se abre paso entre los discípulos atemorizados, encerrados en sí mismos con las puertas cerradas y los corazones acobardados. La luz se abre paso entre la oscuridad. Así, frente al miedo, el aliento del Espíritu les (nos) renueva. También a cada uno de nosotros, peregrinos en este mundo que pasa. ¿Estamos dispuestos a dejarnos “resucitar”? Entonces, solo entonces, diremos: «Señor mío y Dios mío». Para que de ese modo tengamos vida en su nombre. Una Pascua de Resurrección en esperanza para todos.

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VÍDEO. Conferencia sobre ética y neurociencia de Marc Stefan Dawid-Milner

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El Centro Superior de Estudios Teológicos (CESET) y la Asociación Gálvez Ginachero organizaron el 24 de abril de 2025 la conferencia del médico neurofisiólogo Marc Stefan Dawid-Milner sobre «Ética y Neurociencia». El profesor de la UMA ofreció su reflexión en el salón de actos del CESET.

En este reproductor está disponible el vídeo con la conferencia completa:

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